Zarik Ahuir de Francisco
EDUCACIÓN ADULTERADA
En primer lugar,
considero que es preciso remontarse a la esencia base del término manipulación,
cuya significación original está asociada con la idea de lo que se lleva en la
mano o de lo que puede ser contenido en ella. La etimología del término nos
sugiere el contacto manual con elementos que se dominan (se llevan en la mano) y
se tratan como cosas. Primariamente, manipular significa “Trabajar con
las manos”, según el Diccionario de la Real Academia, a lo que tal vez habría
que añadir que se hace con un determinado propósito”. El hombre trata,
fundamentalmente, con las cosas y objetos, para modificarlos con la finalidad de
lograr una más perfecta adaptación a su medio ambiente. Ya en épocas primitivas,
el hombre manipulaba las piedras y la madera para hacer armas y utensilios, las
plantas y diversas sustancias de la naturaleza para hacer medicamentos, la
tierra para poder labrarla y vivir en ella. Así, podríamos extraer que la
manipulación sería, básicamente, un tratamiento y manejo de materiales para
obtener un resultado concreto a partir de una alteración de la naturaleza o modo
de ser de estos elementos, aprovechando sus propiedades, cualidades, energías y
leyes intrínsecas.
Este trato con las cosas supone que el manipulador conoce las propiedades y
leyes de esos elementos.
En el pasado, todo esto se mantenía escondido y secreto para aquellos adversarios y enemigos que pudieran interesarse por el resultado de las manipulaciones, pues suponían una ventaja frente a ellos. Por lo tanto, el conocimiento y el secreto eran los fundamentos del prestigio y de la eficacia del manipulador ¿ Pero estamos hablando de algo que ya ha pasado?
Ya en nuestros
tiempos, cabe destacar que la incursión del término manipulación en el
vocabulario antropológico y social. Este desliz lingüístico del vocablo nos
permite hablar ahora no sólo del hombre como sujeto manipulador sino también del
hombre como objeto manipulado, como término de la acción manipuladora. Ahora el
hombre manipula a otros hombres (en educación, política, psicoterapia, etc.) al
tratarlos como cosas o máquinas, con el propósito de provocar determinados
comportamientos y sentimientos, lo cual implica no darse cuenta, no caer en la
cuenta por parte del sujeto manipulado de que está siéndolo. La acción
manipuladora no llega a la conciencia del manipulado porque es secreta, oculta y
sutil. Es más, la manipulación llega a penetrar hasta cierto punto en las
estructuras cognitivas del sujeto que éste ni siquiera se plantea el hecho de
estar siéndolo, no entra en sus esquemas mentales, no se le ha dado la opción de
pensarlo, como explicaré más adelante.
La manipulación se puede dar en todos los ámbitos entre seres humanos; es un
fenómeno esencialmente social que pone su sello característico en determinadas
relaciones entre los hombres y que básicamente, se podría desmembrar en tres
elementos, el manipulador, el manipulado, y la relación de manipulación que se
establece entre ellos. El manipulador puede ser un individuo o un grupo, dotado
de ciertos recursos que le permitan el control del comportamiento de otros
humanos, siendo a la vez manipulables por otros manipuladores con más poder y
recursos.
El hombre o colectividad de hombres manipulados, son aquellos que creen que
piensan, deciden y actúan por cuenta propia, es decir, que se consideran
soberanos de su vida pero que, realmente, han sido privados astutamente de su
libertad, siendo llevados a actuar y a pensar de esta forma según un plan
prefijado por el manipulador. En la relación manipuladora se transmite un
mensaje a un receptor ( por ejemplo, el ya famoso “España va bien”) de tal forma
que se consigue que éste lo viva como suyo (el ciudadano se cree habitante de un
país próspero), sin provocar sospechas (auque el ciudadano esté en el paro). La
relación manipuladora se sirve de múltiples canales o medios, y con esto no me
refiero sólo a los medios de comunicación -desde un sistema educativo, a un
aparato de TV., un periódico, la propaganda, la repetición, etc.-, para tratar a
los individuos como cosas, privarlos de su capacidad de creación y someterlos,
en fin, a la voluntad y deseos del manipulador. La operación manipuladora
habitual se ha potenciado por la tecnología; en efecto, podemos servirnos de
instrumentos técnicos mucho más poderosos que hace un siglo atrás para
condicionar el comportamiento de otros hombres y esconder el origen de este
influjo a la conciencia de los interesados; a modo de ejemplo, podríamos hablar
de los medios de comunicación de masas y las técnicas psicológicas y
psiquiátricas de condicionamiento del comportamiento, las cuales ya eran
estudiadas por el ejército Nazi a mediados del siglo pasado, aunque si lo
pensamos detenidamente, existe una institución que, aunque no voy hablar de ella
en esta reflexión, destaca por haber controlado el comportamiento de millones de
personas (a falta tanta tecnología) durante muchos siglos, y esta no podía ser
otra que... ¡La Iglesia!
El deseo de poder
estaría en la base psicológica de la manipulación. El dominador tiene un
amplísimo campo de acción, pues las relaciones de poder impregnan toda la vida y
sociedades humanas, debido a las estructuras jerárquicas de éstas, y alcanzan
aún a los ambientes más modestos y limitados.
La educación es un área particularmente apta para la acción manipuladora; es un
terreno especialmente sensible a esta posibilidad, en parte, debido a su marcada
estructura jerárquica y al contacto continuo y prolongado entre profesor y
alumno. Además, debemos tener en cuenta que no existe la educación neutra y
apolítica, como se suele proclamar. La educación por naturaleza es una actividad
conducente al logro de objetivos, metas y fines; es decir; la educación es una
actividad finalista, y este hecho, por definición, implica intención. La
educación en su conjunto es una influencia consciente e intencional, que intenta
influir en el ámbito de los actos de conciencia, es decir, nos dice qué es
correcto y que no (¿No era eso lo que ya hacían los mandamientos católicos?). Y
si se suprimiera de la educación, este carácter intencional, ésta se convertiría
en una mera evolución psíquica y/o biológica, así que el problema no está en que
la escuela esté marcada por esta intencionalidad, sino en que sus propósitos
sean transparentes y buenos. Los conductores del sistema de educación y los
educadores son quienes seleccionan y definen los fines, metas y objetivos que
han de alcanzarse a través de ciertas etapas y mediante ciertos procedimientos
técnicos. Saben lo que quieren lograr y saben cómo conseguirlo, aunque puedan
cometer errores en algunos casos. Se manipula el carácter final e intencional de
la educación, de manera que se consiga la aprobación de ésta por una mayoría
desinformada (por falta o manipulación de la información) y luego, se ahoga en
el alumno toda posibilidad de enfrentamiento creativo y crítico con la situación
que vive ( véase la nueva Ley de Calidad).
La educación, tal como la conocemos hoy, utiliza técnicas que conducen a la
creación o cambio de comportamiento y actitudes. La sociedad contemporánea
ofrece al educador métodos e instrumentos cada vez más poderosos, sofisticados y
efectivos, para su uso tanto a nivel individual como en el manejo de las
colectividades. Los resultados halagüeños de la aplicación de estos
conocimientos, técnicas e instrumentos, que si observamos detenidamente, son
muy similares a los que utilizan las grandes empresas para publicitar y vender
sus productos, de manera que son una tentación para las empresas y
corporaciones. Es por ello que desde finales del siglo pasado, éstas invierten
también en los colegios, como han hecho durante décadas los mismos gobiernos.
En resumen, la estructura de la interacción pedagógica es la que aprovecha el
ánimo manipulador para transformar el hecho educativo en una acción ejercida por
un sujeto sobre otro incluso contra el otro, cuando podría ser un acto
bidireccional, en el que ambos, alumno y maestro, aprendan algo. En la relación
educativa participa un sujeto más maduro, experimentado y capacitado que ejerce
un influjo sobre otro menos experto, lleno de insuficiencias y necesitado de
ayuda: uno es fuerte y capacitado; el otro, débil y maleable. Esta relación
desequilibrada se prolonga por años y en el sistema de educación actual, durante
varias horas todos los días; además está reforzada por toda una organización
configurada para apoyar y garantizar un resultado predeterminado, por la
elección de contenidos educativos y por la utilización de instrumentos
metodológicos y recursos didácticos que consolidan el influjo transformador. En
fin, tenemos muchos recursos en las manos para hacer del niño lo que nos
propongamos: o un ser pleno de libertad o un vestigio de hombre.
En definitiva, la
importancia que reviste la educación para la sociedad y para los gobiernos ha
sido captada desde antiguo. La conciencia de la decisiva influencia de la
educación en el presente y futuro de las naciones -y en su desarrollo social y
económico- ha llevado a los gobernantes a preocuparse más y más por ella, a
conducirla, estructurarla, regularla y controlarla, casi de modo absoluto. La
dependencia del sistema educativo del sistema político es una de sus ventajas
para llegar a un mayor número de gente (al estar financiada con dinero público),
pero al mismo tiempo es una debilidad más que ofrece la educación al propósito
manipulador.
Debemos entender pues que, la educación es un campo fértil a los intentos
manipuladores, puesto que en ella están presentes los elementos propios de esta
acción, así que deberíamos plantearnos seriosamente si no deberían ser la ética
y la moral, pero sobre todo el razonamiento y la crítica, los que deberían guiar
la docencia... pero de verdad!