El concepto clásico de la física empieza a deshilacharse.
La erosión comenzó, de hecho, a principios del siglo XX, cuando los
físicos empezaron a sondear la intimidad de nuestro mundo material.
Estaban acostumbrados a representar los objetos como ondas o párticulas
desplazándose en el espacio y en el tiempo, como olas en la superficie
del mar o bolas en un tapete de billar. Pero una vez observados
de muy de cerca, la luz, los átomos o los electrones, ninguno de ellos
parece comportarse de forma tan simple. Por poner un ejemplo, la
luz, considerada hasta entonces como una onda, muestra descaradamente
un comportamiento digno de una partícula; y, a la inversa, el electrón
que no parecía poder ser otra cosa que una partícula se comporta a
menudo como una onda !?.
En unos pocos años, gracias a un esfuerzo conceptual único en la
historia, los teóricos consiguieron levantar de manera totalmente
EMPÍRICA un arsenal matemático capaz de describir todos estos
comportamientos "abracadabrantes": en 1925 la mecánica cuántica
nace oficialmente, para mantenerse inmutable desde entonces.
Pero ¡a qué precio!. Con ella tenemos que aceptar que los objetos
-electrones, átomos, moléculas, ... piedras incluso- son
representados por un concepto algebraico extremadamente complejo
(un "vector de estado en un espacio de Hilbert") y muy alejado
de las olas o de las bolas de billar. Tenemos que aceptar que las
leyes que rigen la evolución de estos objetos les permiten
estar relacionados más allá del espacio y del tiempo, estar
en varios estados a la vez y reducirse aleatoriamente a uno
cuando se les trata de observar, siguiendo leyes de probabilidad
muy precisas... Todas ellas "aberraciones" con las cuales los
físicos deben ahora bregar, pues estre extraño mundo cuántico
es, en efecto el nuestro.
La mecánica cuántica, nunca pillada en falta, ha permitido
con total éxito predecir las propiedades de los elementos
químicos, el comportamiento de los lásers y los chips electrónicos,
la estabilidad del ADN o la "explosividad" de las reacciones
nucleares... sin duda, la mecánica cuántica está destinada a
describirnos el comportamiento íntimo de toda la materia que
nos rodea y nos constituye
Todo esto plantea evidentemente un molesto problema. ¿Cómo aceptar
que la teoría más perfeccionada de la física está hasta ese
punto alejada de nuestros conceptos clásicos? ¿Es apropiado
que su mensaje más fundamental sea tan poco aprehensible?
¿Cómo la realidad puede superar hasta este punto nuestra
imaginación?. Desde hace treinta años, no ha pasado un año sin
que una gran conferencia internacional intente desbrozar la decena
de pistas que actualmente se consideran con el fin de recontruir una
"imagen intuitiva" del mundo real que esté de acuerdo con los
datos de la física moderna. El problema es que cada una
de estas interpretaciones "realistas" es más surrealista
que la anterior. Por ejemplo, una de las más conocidas, es la
propuesta en 1957 por el físico americano Hugh Everett: para
explicar que un objeto cuántico puede estar en varios estados a
la vez y realizar sólo uno cuando se le observa, postula que
todos los demás estados se relizan... en universos paralelos.
Para el físico americano Christopher Fuchs, estos trabajos no van
en la buena dirección: "Nuestra labor no consiste en dar sentido a
los axiomas cuánticos añadiendo por encima más estructuras, más
definiciones y más imágenes de ciencia-ficción, sino en
descartar todo esto y volver a empezar desde cero. Y para
ello no veo otra alternativa que sumergirse en los trabajos,
técnicas e implicaciones de la teoría cuántica de la
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