ELIZABETH CANDY STANTON (editora)

LA BIBLIA DE LAS MUJERES
(Fragmentos)

EL LIBRO DEL GÉNESIS

CAPÍTULO I

26 Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo».

27 Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.

28 Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra».

Aquí está el primer relato del historiador sagrado de la aparición de la mujer; una creación simultánea de los dos sexos, a imagen de Dios. Es evidente a partir del lenguaje que hubo consultas en la Deidad, y que los elementos masculinos y femeninos estaban igualmente representados. Scott en sus comentarios dice: "Esta consulta de los Dioses es el origen de la doctrina de la trinidad." Pero en lugar de tres personajes masculinos, como se representa generalmente, parecería más racional un Padre Celestial, una Madre Celestial y un Hijo.

El primer paso para elevar a la mujer a su posición correcta, como factor en pie de igualdad en el progreso human, es el cultivo del sentimiento religioso respecto a su dignidad e igualdad, el reconocimiento por la generación venidera de una Madre Celestial ideal, a la que deberían dirigirse las oraciones, al igual que al Padre.

Si el lenguaje significa algo, tenemos en estos textos una clara declaración de la existencia de un elemento femenino en la Divinidad, igual en poder y gloria con el masculino. ¡La Madre y el Padre Celestial! "Dios creó el hombre a su propia imagen, varón y mujer." [...]

El texto muestra claramente la creación simultánea del hombre y la mujer, y su igual importancia en el desarrollo de la especie. Todas las teorías basadas en el supuesto de que el hombre es anterior en la creación no tienen fundamento en la Escritura. En cuanto a la sujeción de la mujer, sobre la que tanto la ley civil como la canónica se deleitan en hablar, es importante señalar que a la mujer se le da por igual el dominio sobre cada forma de vida, pero no se dice una sola palabra que dé al hombre el dominio sobre la mujer. Aquí tenemos el primer título de propiedad de esta tierra verde que es concedido por igual a los hijos e hijas de Dios. Ninguna lección de sometimiento de la mujer puede extraerse honradamente del primer capítulo del Antiguo Testamento.
Elizabeth Candy Stanton

Lo más importante que una mujer debe observar al leer el Génesis es que esta parte que actualmente está dividida entre los tres primeros capítulos (no existía tal división hasta hace unos cinco siglos) contiene dos historias de la creación completamente separadas y radicalmente contradictorias, escritas por dos autores diferentes, pero igualmente anónimos. Ningún teólogo cristiano actual con pretensiones de poseer estudios académicos afirma que el Génesis haya sido escrito por Moisés. Ya hace mucho que se señaló, y la propia Biblia lo declara, que todos los libros que los judíos poseían originalmente fueron quemados en la destrucción de Jerusalén hacia 588 a.C., cuando los judíos fueron llevados a Babilonia como esclavos por los asirios (véase II Esdras, XIV, V.21, apocrhypha). Hasta alrededor de 237 a.C. (algunos teólogos dicen 226, otros 169) no hay ninguna constancia de ninguna recopilación de documentos en la Jerusalén reconstruida, y  entonces, el escritor anónimo de II Macabeos menciona brevemente que cierto Nehemías "reunió los hechos de los reyes y los profetas y los de David" cuando "fundó una biblioteca" para Jerusalén. Pero la primera mención en la Biblia de un libro que podría corresponder al Génesis la hace un escritor apócrifo que dice que Ezra escribió "todo lo que había sucedido en el mundo desde el principio", después de que los judíos regresaran de Babilonia, bajo su liderazgo, hacia 450 a.C. (véase II Esdras, XIV, v 22, de los apocrypha).

Cuando se tiene en cuenta que los libros judíos se escribieron en rollos de piel, sin mucha atención a las puntuaciones vocálicas y sin división en versículos ni capítulos, por copistas acríticos que alteraron pasajes con frecuencia y que no siempre pretendían siquiera entender lo que copiaban, entonces el lector del Génesis empieza a estar en condiciones de entender cómo puede ser contradictorio. Y si las libertades que se tomaron los judíos con el Génesis fueron grandes, las de los traductores ingleses las sobrepasaron con creces.

Por ejemplo, el primer capítulo del Génesis, en hebreo, nos dice, en los versículos 1 y 2, "En el principio los dioses (Elohim) crearon estos cielos (o aire, o nubes) y esta tierra... Y un viento se movió hacia la superficie de las aguas". Aquí tenemos el inicio de una fábula politeísta de la creación, pero, tan convencidos estaban los traductores ingleses de que los antiguos hebreos tenían que haber sido originalmente monoteístas, que tradujeron lo anterior como "En el principio, Dios creó el cielo y la tierra... y el soplo de Dios (!) se cernía sobre la superficie de las aguas."

Actualmente se admite por lo general que alguien (nadie pretende saber quién) en un momento dado (nadie pretende saber exactamente cuándo) copió dos mitos de la creación en el mismo rollo de piel, uno a continuación del otro. Hace unos cien años, el Dr. Astruc, de Francia, descubrió que desde Génesis I v.1 hasta Génesis II v.4, se presenta un relato completo de la creación, por un autor que siempre usaba la palabra "los dioses" (Elohim) al hablar de la formación del universo, y la usa unas 34 veces,mientras en Génesis II v.4 hasta el final del capítulo III, tenemos una narrativa completamente distinta, por un autor de estilo indudablemente diferente, que usa la palabra "Yahveh de los dioses" 20 veces, pero "Elohim" sólo tres veces. El primer autor, evidentemente, atribuye la creación a un consejo de dioses que actúan concertadamente, y no parece haber oído hablar de Yahveh. El segundo atribuye la creación a Yahveh, un dios tribal del antiguo Israel, pero representa a Yahveh como uno de dos o más dioses que hablan con él (en Génesis III v.22) sobre el peligro de que el hombre adquiera la inmortalidad.

Los teólogos modernos han denominado por conveniencia estas dos fábulas, respectivamente, la historia Elohísca y la Yahvista. No sólo difieren en el punto que acabo de señalar, sino también en el orden de los actos de la creación, en la actitud mutua del hombre y la mujer y sobre la libertad humana ante las prohibiciones impuestas por la deidad. Para mostrar las notorias contradicciones, las pondré en columnas paralelas:

Elohísta
Yahvista
Orden de la creación:
Primero: Agua.
Segundo: Tierra.
Tercero: Vegetación.
Cuarto: Animales.
Quinto: Humanidad: varón y hembra.
Orden de la creación_
Primero: Tierra,
Segundo: Agua.
Tercero: Hombre varón, sólo.
Cuarto: Vegetación.
Cinco: Animales.
Sexto: Mujer.
En esta historia el hombre y la mujer son creados simultáneamente, ambos por igual a imagen de los dioses, después de que los animales hayan sido traídos a la existencia.
En esta historia el hombre varón es modelado en arcilla antes de que los animales hayan sido creados y antes de que la mujer haya sido creada.
Aquí se da al hombre y a la mujer el dominio conjunto sobre la tierra, sin límites ni prohibiciones.
Aquí la mujer es castigada a estar sometida al hombre por violar una ley prohibitoria.
Todo sin excepción es juzgado "muy bueno".
Hay un árbol del mal, cuyo fruto dice Yahveh que causa la muerte súbita, pero no es así, pues Adán vivió 930 años tras comerlo.
Al hombre y a la mujer se les dice que "cada planta que lleva sus semillas sobre la faz de la tierra y cada árbol... está para vuestro disfrute". Por lo tanto, se les da libertad perfecta.
Al hombre se le dice que hay un árbol del que no debe comer "pues el día en que lo hagas, morirás sin duda."
Se da al hombre y a la mujer el dominio sobre todos los animales: "sobre toda cosa que se mueve sobre la tierra".
Un animal, "una cosa que se mueve" recibe el dominio sobre el hombre y la mujer, y resulta ser más fidedigno que Yahveh Elohim (compárese Génesis II v17 con III vv. 4 y 22).

Ahora, puesto que es evidente que las dos historias no pueden ser ciertas a la vez, la mujer inteligente, que comprende que debe preferir una a la otra, puede decidir según su propio juicio cual es más digna de ser aceptada por una mujer inteligente. [...] Mi opinión es que la segunda historia fue manipulada por algún judío en un intento de dar "autoridad celestial" para exigir a una mujer que obedezca al hombre con que se ha casado. En un trabajo que estoy terminando presento algunos hechos sobre la historia del antiguo Israel que será de particular interés para quienes quieran entender el origen del sometimiento de la mujer.

Ellen Battelle Dietrick
CAPÍTULO II

21 Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío.

22 Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.

23 El hombre exclamó: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre».

24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.

25 Los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero no sentían vergüenza.


Puesto que el relato de la creación del primer capítulo es acorde con la ciencia, el sentido común y la experiencia de la humanidad en las leyes naturales, resulta natural preguntarse por qué hay dos relatos contradictorios del mismo hecho en el mismo libro. Es fácil deducir que la segunda versión, que se encuentra en cierto modo en las distintas religiones de todas las naciones, es una mera alegoría que simboliza cierta concepción misteriosa de un editor altamente imaginativo.

El primer relato dignifica a la mujer como un factor importante de la creación, igual en poder y gloria con el hombre. El segundo la convierte en una mera idea de última hora. El mundo funcionaba perfectamente sin ella. La única razón para crearla es la soledad del hombre.

Hay algo sublime en sacar orden del caos, luz de la oscuridad, en dar a cada planeta su lugar en el sistema solar, en dar límites a los océanos y las tierras, algo totalmente inconsistente con una ligera operación quirúrgica para encontrar el material con que crear a la madre de la especie. Es sobre esta alegoría sobre la que todos los enemigos de las mujeres apoyan sus arietes para probar su inferioridad [...]
Elizabeth Candy Stanton

CAPÍTULO III

1 La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: «¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?».

2 La mujer le respondió: «Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín.

3 Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: «No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario morirán».

4 La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán.

5 Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal».

6 Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió.

7 Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.

8 Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles del jardín.

9 Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?».

10 «Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí».

11 El replicó: «¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?».

12 El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él».

13 El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Cómo hiciste semejante cosa?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí».

14 Y el Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida.

15 Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón».

16 Y el Señor Dios dijo a la mujer: «Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor. Sentirás atracción por tu marido, y él te dominará».

17 Y dijo al hombre: «Porque hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida.

18 El te producirá cardos y espinas y comerás la hierba del campo.

19 Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!».

20 El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes

21 El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer unas túnicas de pieles y los vistió.

22 Después el Señor Dios dijo: «El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre».

23 Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para que trabajara la tierra de la que había sido sacado.

24 Y después de expulsar al hombre, puso al oriente del jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la vida.


[...] Sin embargo, puesto que nuestro principal interés es la parte de la mujer en el drama, nos complace igualmente su actitud tanto si es un mito en una alegoría como si es la heorína de un hecho histórico. En este diálogo, el lector sin prejuicios debería sentirse impresionado por el coraje, la dignidad y la noble ambición de la mujer. El tentador evidentemente tenía un profundo conocimiento de la naturaleza humana, y vio a simple vista el carácter elevado de la persona que conoció por casualidad de sus paseos por el jardín. Y no trató de tentarla para apartarla de su deber con brillantes joyas, ricos vestidos, lujos mundanos o placeres, sino con la promesa del conocimiento, de la sabiduría de los Dioses. Como Sócrates o Platón, sus capacidades dialécticas para hacer preguntas desconcertantes eran sin duda admirables, y despertaron en la mujer esa intensa sed de conocimiento que los simples placeres de recolectar flores o conversar con Adán no satisfacían. Comparada con Adán, parece más aventajada a lo largo de todo el drama.
Elizabeth Candy Stanton