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En 1466, la paz de Torun puso fin a trece años de guerra entre Polonia y los caballeros de la Orden Teutónica. Éstos tuvieron que ceder Pomerania y la parte occidental de Prusia, lo que proporcionó una ventajosa salida al Báltico para el trigo polaco. Además, el gran maestre se declaró vasallo de Casimiro IV.
El sultán Mehmet
II conquistó el emirato turco de Karamania, en Asia
menor, que permanecía independiente desde que Timur Lang
descalabrara
el primer Imperio Otomano. Más hacia el este se encontraba
la
confederación de los Akkoyunlu
(Carnero Blanco), una agrupación de varias tribus turcas
dirigida por Uzun Hasan Beg, que acababa de conquistar Armenia y
ahora
se la disputaba su hermano Yihan
Sha,
pero fue derrotado en 1467.
Más al este aún se encontraba la
confederación
rival de los Karakoyunlu
(Carnero Negro), otra agrupación de tribus turcas que se
habían independizado poco después de la muerte de
Timur
Lang y que dominaba el oeste de Persia.
Ese año murió el
duque Felipe
III de Borgoña, y fue sucedido por su hijo Carlos el
Temerario.
El estado borgoñón se componía de dos
"piezas":
una al sur, formada por el ducado de Borgoña y el Franco
Condado, y otra al norte, formada por diversos condados y ducados
a los
que Felipe III había dotado de gran cohesión
política, y empezaban a ser conocidos como los Países Bajos,
aunque era frecuente referirse a ellos como Flandes, ya que el
condado
de Flandes había sido el núcleo desde el que se
habían extendido las posesiones borgoñonas en la
región. Los Países Bajos disponían de varios
parlamentos provinciales y un parlamento
general. Carlos se propuso extender esta cohesión a todos
sus
dominios, pero esto era imposible mientras permanecieran
divididos. Por
ello aspiraba a anexionarse el condado de Champaña y el
ducado
de Lorena, para formar así un corredor entre Francia y el
Sacro
Imperio Romano, una especie de
resurrección del antiguo Reino Medio formado tras el
tratado de
Verdún. Sin
embargo, el rey Luis XI de Francia estaba firmemente decidido a
evitar
que esto sucediera.
También murió el conde Juan de Angulema, tío
del duque Luis de Orleans, que fue sucedido por su hijo Carlos, de siete años.
El príncipe Estaban de Moldavia rechazó una
invasión húngara. Sus éxitos militares le
valieron
el sobrenombre de Esteban el
Grande.
En Japón se desencadenó una
larga guerra civil entre los pretendientes a la sucesión
del
shogun Ashikaga Yoshimasa. Los cronistas cuentan que los grandes
señores
entablaron la guerra "por placer", para su gloria. La ciudad de
Kyoto
fue presa de las llamas, y en las provincias los guerreros se
enfrentaban sin conocer los motivos de la guerra.
En Camboya abdicó el rey Ponhea Yat, y el país, que
hasta entonces había pasado por un periodo de estabilidad,
se
vio sumido en luchas entre distintos pretendientes al trono,
alentadas
por el vecino Siam.
En abril se produjo un
alzamiento
general en Galicia contra los señores feudales. Los
irmandiños se agruparon en auténticos
ejércitos
dedicados a asaltar castillos y perseguir nobles. Algunas
fortalezas
fueron asaltadas por grupos de hasta diez mil hombres, y
más de
treinta mil persiguieron al conde de Lemos.
Se calcula que tomaron las armas un total de ochenta mil
irmandiños, dirigidos por algunos nobles enfrentados a los
de su
clase por razones personales diversas. Cuando tomaban una
fortaleza, la
demolían.
El 19 de agosto, el rey Enrique IV de Castilla se entrevistó en Olmedo con la nobleza que apoyaba a su hermanastro Alfonso XII. Los principales partidarios del rey, defensores de la legitimidad de Juana, eran Beltrán de la Cueva y la familia Mendoza. Tras el encuentro, un ejército rebelde se presentó en campo abierto ante el ejército real y los mendoza convencieron a Enrique IV para presentar batalla. Aunque el rey huyó rápidamente del combate, sus hombres obtuvieron la victoria, pero para su desesperación, el rey se obstinó en continuar su camino dejando que los vencidos se refugiaran en Olmedo, por lo que la victoria no tuvo ninguna consecuencia.
El duque de Lorena, Juan de Anjou, puso sitio a Gerona, y en noviembre derrotó a los
aragoneses
en Vilademat, impidiendo
así que avituallaran la ciudad.
Juana Enríquez, la esposa del rey Juan II de
Aragón,
firmó en nombre de su marido el tratado de Ejea de los Caballeros, por el
que
su hijastra Leonor era reconocida como heredera del reino de
Navarra.
El rey Carlos VIII de Suecia logró recuperar su trono por segunda vez. Mientras tanto, el rey Cristian I de Dinamarca y Noruega gobernaba Noruega en provecho de Dinamarca. En 1468, el rey Jacobo III de Escocia se casó con Margarita, hija de Cristian I, y recibió como dote las islas Orcadas y las Shetland (al norte de la costa escocesa), que hasta entonces habían pertenecido a Noruega. La nobleza noruega estaba dividida entre la influencia danesa y la sueca y se producían constantes enfrentamientos.
Los impresores alemanes
Schweinheim y Pannartz se instalaron en Roma,
donde imprimieron 300 ejemplares de las cartas de Cicerón,
quizá el
primer best seller de la
historia. Poco después, de la Ciudad
de Dios,
de san Agustín, se imprimieron 325 ejemplares, pero el
mayor
éxito lo
alcanzaron las cartas de san Jerónimo, que en dos ediciones
sumaron
1.100 ejemplares.
En Florencia se construyó un reloj de sol para la
catedral,
diseñado por Paolo dal
Pozzo
Toscanelli, un médico aficionado a las
matemáticas
y a la astronomía, que de paso calculó la oblicuidad
de
la eclíptica, es decir, el ángulo que forma el eje
de
rotación de la Tierra con el plano de su órbita
alrededor
del Sol. Naturalmente, Toscanelli no sabía que la Tierra
gira
alrededor del Sol, y para él se trataba simplemente del
ángulo que forma con el ecuador celeste la trayectoria que
describe el Sol sobre la esfera celeste (sobre la que están
situadas las constelaciones del Zodiaco). Dicho ángulo
determina
a su vez la latitud de los círculos polares y de los
trópicos. Toscanelli tenía ya setenta y tres
años.
En su juventud había sido amigo de Brunelleschi, sobre
quien
había influido en sus estudios sobre la perspectiva.
Marsilio Ficino publicó su Vita
Platonis, dedicada a su protector, Lorenzo de
Médicis.
El rey Jacobo II de Chipre estaba tratando de librarse de la
tutela
genovesa mediante alianzas con Venecia, que disponía de un
establecimiento comercial en Pafos. Ese año se casó
con
la veneciana Catalina Cornaro.
El duque de Milán, Galeazzo María Sforza, se
casó con Bona,
hermana
del duque Amadeo IX de Saboya y de Carlota, la esposa del rey Luis
XI
de Francia.
El duque de Borgoña Carlos el Temerario se casó con
Margarita de York, hermana
del rey
Eduardo IV de Inglaterra. Teóricamente, la Guerra de los
Cien
Años no había terminado, por lo que en cualquier
momento
Inglaterra y Borgoña podían atacar conjuntamente a
Francia. La ciudad borgoñona de Lieja
se rebeló contra Carlos el Temerario tras haber sido
alentada
por el rey Luis XI de Francia, con tan mala fortuna que la
rebelión estalló mientras Luis XI se estaba
entrevistando
con Carlos en Péronne.
Carlos reaccionó haciendo prisionero a Luis XI, que tuvo
que
entregarle el condado de Champaña y acompañarlo a
Lieja,
donde fue obligado a asistir a la sangrienta represión que
el
duque desató sobre sus aliados. Finalmente, Luis XI
logró
escapar, y desde entonces libró una guerra a muerte contra
el
duque. Empezó "organizando su propia casa" mediante algunos
encarcelamientos y algunas decapitaciones, para rodearse de
hombres
leales que se lo debían todo.
Ese año murieron:
En efecto, los partidarios de Alfonso
XII pretendieron continuar la guerra contra Enrique IV proclamando
reina a su hermanastra Isabel, pero entonces Pacheco
promovió la
junta de Castronuevo, que
se
celebró en agosto y en
la que
Isabel, siguiendo su consejo, optó por la
reconciliación
con Enrique IV. Ésta se produjo el 18
de septiembre en la venta de los
Toros de Guisando, llamada
así por su proximidad a un grupo de grandes esculturas
celtas en
piedra con forma de animales que data del siglo II a.C. En la
concordia, Enrique IV reconocía a Isabel como princesa de
Asturias, es decir, heredera de la corona castellana, y
admitía
que nunca había consumado su matrimonio con Juana de
Portugal,
con lo que indirectamente reconocía que Juana la Beltraneja
no
era hija suya. Por otra parte, Isabel se comprometía a no
casarse sin contar con la aprobación del rey.
Juana de Portugal,
la esposa de Enrique IV, no dejó de sostener la legitimidad
de
su hija, pero permanecía como rehén de Alonso de Fonseca, el
arzobispo de
Sevilla, que en su día había casado a los monarcas.
Más tarde había apoyado al infante Alfonso y, tras
haberse reconciliado con Enrique IV, ahora apoyaba a Isabel. El
cautiverio de la reina fue una de las bazas de los isabelinos en
las
negociaciones.
Finalmente escapó de la prisión con Pedro de Fonseca, el sobrino
del
arzobispo. Se
sabe que Juana y Pedro fueron amantes y tuvieron dos hijos.
El 23 de septiembre el rey dio
quince
días de plazo a la nobleza sublevada para someterse, y al
día siguiente puso en vigor lo acordado en la concordia.
Esto permitió a Enrique IV desentenderse de sus aliados
irmandiños gallegos, que habían escapado a todo
control.
Autorizó que los nobles gallegos reclutaran un gran
ejército en Castilla, entre cuyos capitanes estuvo Pedro Álvarez de Sotomayor,
un noble gallego dedicado al bandolerismo que había
participado
en la revuelta de los irmandiños, pero que ahora
había
cambiado oportunamente de bando. (Acostumbraba a robar de
madrugada,
por lo que era conocido con el sobrenombre de Pedro Madruga.)
La condición sobre la supervisión del matrimonio de
Isabel en el pacto de los Toros de Guisando era natural, pues,
cuando
una mujer se convertía en
heredera de un reino, su matrimonio se convertía en una
cuestión de estado. Isabel, a sus diecisiete años,
había recibido tres ofertas de matrimonio: la del duque
Carlos
de Berry, de veintiocho años, hermano del rey Luis XI de
Francia, la del rey Alfonso V de Portugal, de treinta y seis
años, que había enviudado recientemente, y la de
Fernando
de Aragón de dieciséis. La situación era
esencialmente la siguiente:
Obviamente, al marqués de Villena no debió de
hacerle
nada de gracia enterarse del proyecto matrimonial que arruinaba su
triple plan, logró que el enfado del rey fuera equiparable
al
suyo y que éste amenazara con arrestar a su hermanastra.
Isabel
huyó entonces de la corte y se comunicó con Fernando
a
través de correos secretos. A través de ellos
envió a Fernando I una propuesta de contrato matrimonial en
la
que se especificaba que Fernando I se comprometía a
respetar los
fueros de Castilla, que estaría obligado a residir en ella
y a
no salir de sus fronteras sin la autorización de Isabel.
También se precisó la distribución de
poderes, de
tal forma que era Isabel quien detentaría la autoridad
absoluta.
Es de suponer que Fernando consideró humillante la
propuesta,
pero no podía sino aceptarla, así que, ya en marzo de 1469, le devolvió el
contrato firmado y jurado, junto con una gargantilla de
rubíes
que había sido de su madre. El arzobispo de Sevilla,
partidario
de Juana la Beltraneja, marcha con numerosos jinetes dispuesto a
arrestar a Isabel y encerrarla en la prisión real de
Madrid,
Isabel se ve abandonada por sus propios sirvientes y damas de
compañía, pero Alfonso Carrillo, el arzobispo de
Toledo,
acude con su propia caballería y consigue que Isabel pueda
escapar a caballo hacia Valladolid, donde es recibida entre
aclamaciones.
Para entonces, la rebelión de los irmandiños
gallegos
estaba ya sofocada. Los vasallos tuvieron que reconstruir con sus
manos
los castillos que habían derribado.
En Inglaterra, las tensiones entre el clan de los Neville, el principal apoyo que había llevado al trono al rey Eduardo IV, y el clan de los Woodville, al que pertenecía la reina Isabel, eran cada vez mayores. Los Neville se agruparon alrededor de Richard Neville, el conde Warwick, que ese mismo año casó a su hija Isabel con el duque Jorge de Clarence, hermano menor de Eduardo IV. Ambos acabaron huyendo a Francia, donde solicitaron asilo, y el rey Luis XI se las arregló para reconciliarlos con la casa de Lancaster.
Tras un viaje a la corte de Luis XI realizado el año
anterior, Juan de Anjou se presenta en mayo
ante Gerona con un potente ejército francés. Gerona
capitula en junio,
después de
más de año y medio de asedio.
Los consejeros de Isabel de Castilla deciden que su matrimonio
con
Fernando de Aragón se debe celebrar lo antes posible,
así
que envían a Fernando I dos emisarios disfrazados de
mercaderes,
quienes, después de mil peripecias, convocan al
aragonés
para que se entreviste con Isabel en Valladolid. Como las
fronteras
estaban vigiladas por los partidarios del rey, Fernando I
decidió enviar un cortejo a Castilla en el que se
suponía
que iba él, cuando en realidad atravesó la frontera
por
otro lugar viajando de noche y disfrazado de mozo de mulas.
Tras una penosa travesía, Fernando I y sus
acompañantes (auténticos mozos de mulas) llegan en octubre ante las murallas de
Valladolid,
donde el vigía les lanza una piedra con la catapulta
creyendo
que son merodeadores. Habiendo salido ileso de la pedrada y
aclarada su
identidad, Fernando I entra en la ciudad entre heraldos y toques
de
trompeta. A la mañana siguiente, Isabel y Fernando se
entrevistan durante dos horas, en presencia de Alfonso Carrillo,
el
arzobispo de Toledo. Era la primera vez que se veían y,
según se dice, Isabel se enamoró de Fernando. Era
simpático y atractivo y se le daban bien las mujeres:
tenía ya dos hijos bastardos y un tercero estaba en camino.
Se decidió celebrar la boda cuatro días más
tarde, oficiada por el arzobispo Alfonso Carrillo. Como los
contrayentes eran primos segundos, el matrimonio requería
la
autorización del Papa, pero el Papa no la concedería
sin
el visto bueno de Enrique IV y, aunque la concediera, no era
razonable
esperar que llegara a Valladolid sin que fuera interceptada por
los
enemigos de Isabel. Pese a todo, la dispensa papal llegó a
tiempo, redactada por Carrillo de acuerdo con Fernando, pero sin
que
Isabel se enterara del fraude. Fue presentada por el obispo de
Segovia
que, además, dio fe de su autenticidad. La boda se
celebró según lo previsto, financiada mediante
préstamos concedidos por banqueros judíos.
Ese año se casó también una hija de Fadrique
Enríquez, el almirante de Castilla, que era, por lo tanto,
hermana de la reina de Aragón, Juana Enríquez. El
esposo
era García Álvarez
de
Toledo y Sarmiento, que tenía el título de
conde
de Alba de Tormes, pero,
a
raíz de su matrimonio, se convirtió en el primer duque de Alba.
La exploración de la costa africana estaba produciendo
tantos
beneficios que el rey Alfonso V de Portugal pudo desentenderse de
ella
y encomendársela a Fernão
Gomes, que, a cambio del monopolio del comercio con
Guinea, se
comprometía, a pagar periódicamente una suma a la
corona
y a explorar cien leguas de costa cada año.
El Papa Paulo II predicó una cruzada contra el rey de
Bohemia
Jorge de Podebrady, cruzada que se apresuró a organizar
Matías Corvino, el rey Matías I de Hungría.
Éste se hizo elegir rey de Bohemia por la nobleza
católica del país, pero la nobleza husita
siguó
fiel a Jorge de Podebrady.
Ese año murió Pedro de Médicis, y sus hijos
Lorenzo y Juliano fueron
reconocidos como príncipes de Florencia.
También murió el pintor Filippo Lippi. Entre sus
discípulos destacaba un joven florentino de veinticuatro
años llamado Alessandro
di
Mariano Filipepi, más conocido como Sandro Botticelli. Sus
primeras
obras, muchas de las cuales eran Vírgenes
con el niño, siguen fielmente el estilo de su
maestro.
Abú Saíd, que había recompuesto parcialmente
el
imperio de Timur Lang, murió derrotado por Uzun Hasan Beg,
que
se adueñó así de Persia. El resto de su
imperio se
lo repartieron sus hijos, entre ellos Ahmad,
que reinó en Samarcanda, y Umar
Sayj, que reinó en Ferganá.
Al otro lado del océano
Atlantico
murió el rey azteca
Moctezuma Ilhuicamina. Tenochtitlan era ahora la capital de un
imperio
que continuó expandiéndose bajo su sucesor, Axayácatl. El reino
vecino de
Tlaxcala quedó sin conquistar, y en el futuro sería
el
campo de batalla de las llamadas guerras
floridas, en las que los aztecas capturaban prisioneros
para
hacer sacrificios humanos en los templos.
Más al sur, en 1470,
Túpac Inca Yupanqui, el hijo del inca Pachacuti,
conquistó el reino Chimú.
En África, hacía un siglo que el imperio de Kanem
había sido asolado por una guerra civil y el ataque de los
bulala. La
monarquía
había tenido que refugiarse en Bornu,
uno de los pocos territorios que le seguían siendo fieles.
Ahora
subía al trono el rey Alí
Gají, que abrió un periodo de paz interior
y de
resistencia activa contra los bulala.
Ese año se imprimió en Venecia el Cancionero de
Petrarca. El prior de la Sorbona, que a la sazón era un
alemán, mandó llamar a tres impresores compatriotas
suyos, que se convirtieron en los primeros impresores
universitarios.
El primer libro que publicaron fue el texto de las Epístolas, del
célebre latinista Gasparín
de
Bérgamo.
El príncipe elector Federico II de Brandeburgo
abdicó
en su hermano Alberto I Aquiles.
El sultán otomano Mehmet II estaba apoderándose de
las
islas que los venecianos poseían en el Egeo. El Papa Paulo
II
trató de unir a todos los príncipes cristianos
contra los
turcos, pero, según era ya habitual, no tuvo ningún
éxito.
Vietnam atravesaba un periodo de fortaleza bajo el rey Le Thant Ton, que había
saneado la economía y la administración, y ahora
derrotaba a los shampa.
El arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca, tomó a su
servicio a un joven de veintinueve años llamado Antonio Martínez de Cala.
Había estudiado en Salamanca, pero los diez últimos
años los había pasado en el colegio de Bolonia,
donde
había adquirido una sólida formación
humanística. Había nacido en el pueblo de Lebrija o Nebrija, y decidió
cambiarse
el nombre por el de Elio Antonio
de
Nebrija, porque en unas inscripciones latinas de su
región se mencionaba a los Aelios.
El matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón
no
había proporcionado al rey Juan II el apoyo castellano que
éste esperaba contra la insurrección de
Cataluña,
pero la fortuna lo favoreció cuando en agosto murió
repentinamente el duque Juan de Lorena. Tanto fue así que
se
sospechó que
había sido envenenado por orden del rey de Aragón.
Juan
de Lorena dejó un hijo llamado Nicolás,
que heredó el ducado, y un hijo bastardo llamado
también Juan, que
heredó el vacuo
título de duque de Calabria, y que
continuó combatiendo a Juan II de Aragón en nombre
de su
abuelo, el rey Renato de Cataluña (o duque de Anjou).
En septiembre, el conde de
Warwick y el duque de Clarence regresaron a Inglaterra, pero como
lancasterianos, y con financiación francesa restauraron en
el
trono a Enrique VI, mientras Eduardo IV huía a
Borgoña.
Ahora que Carlos el Temerario no podía recibir ayuda de
Inglaterra, el rey Luis XI de Francia lanzó un ataque
contra
Borgoña.
En octubre, el rey
Enrique IV de Castilla declaró roto el pacto de los Toros
de
Guisando, despojó a
su hermanastra Isabel del
título de princesa de Asturias y proclamó bajo
juramento
suyo y
de su esposa que Juana era hija suya y, por consiguiente, la
legítima heredera del trono castellano. Juana de Portugal,
la
esposa de Enrique IV, se retiró a Madrid
después de haber jurado cuanto se le requirió jurar.
Allí vivió con su
amante, Pedro de Fonseca.
Buena parte de la
nobleza que había apoyado a Isabel, dirigida por Juan
Pacheco,
se vuelve ahora partidaria de Juana, con lo que Isabel y Fernando
se
encuentran privados de todo apoyo, sin tener siquiera para su
sustento.
Isabel reacciona con audacia y se presenta en Segovia,
en la corte de su hermanastro, el cual, intimidado, la acoge con
buenas
maneras y muestra públicamente la reconciliación
llevando
la brida del caballo de Isabel por las calles de Segovia.
Por otra parte, Enrique IV y la nobleza llegaron a un acuerdo con
el
rey Luis XI de Francia para casar a Juana con el duque Carlos de
Berry.
La boda se celebró por poderes, pero el esposo, Carlos de
Berry,
enemistado con su hermano, dijo luego que no aceptaba, y el
matrimonio
resultó nulo. Pacheco propuso entonces el matrimonio de
Juana
con Alfonso V de Portugal, pero las negociaciones avanzaron muy
lentamente.
También murió el rey Carlos VIII de Suecia. Como no dejó descendencia, el rey Cristián I de Dianamarca y Noruega trató de recuperar el trono de Suecia, pero Sten Gustafsson, un sobrino de Carlos VIII, erigido en regente, levantó a los campesinos contra el danés y en 1471 lo derrotó en Brunkeberg.
En marzo, el rey Eduardo IV de
Inglaterra regresó al país y obtuvo una victoria en
Barnet gracias a la ayuda
de su
hermano Jorge, el duque de Clarence, que traicionó a
Ricardo de
Warwick. Éste murió en la batalla, y el
ejército
lancasteriano volvió a ser derrotado en mayo en Tewkesbury.
El rey Enrique VI fue capturado, encerrado en la Torre de Londres
y
ejecutado poco después, junto con su hijo Eduardo. Así se
extinguió el linaje de los Lancaster. El año
anterior,
Eduardo IV había tenido un hijo, llamado también Eduardo, que ahora
recibió el
título de príncipe de Gales. Esto cambió la
situación entre Francia y
Borgoña, pues ésta volvía a tener a
Inglaterra
como aliada. El duque Carlos el Temerario atacó Beauvais, donde la
burguesía
resistió ferozmente.
El emperador Federico III hizo un nuevo intento de imponer su
autoridad a los nobles y burgueses alemanes, para lo que
reunió
la dieta de Ratisbona,
pero
fracasó nuevamente, al igual que en Neustadt, casi veinte
años atrás.
Ese año murió el Papa Paulo II, que fue sucedido
por
el franciscano Francesco della
Rovere,
que adoptó el nombre de Sixto
IV.
El duque Francisco II de Bretaña se casó con Margarita, hija del gobernador de Navarra, el conde Gastón IV de Foix.
La guerra civil aragonesa |
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Temerario |