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En 1522, Carlos V nombró a Hernán Cortés gobernador y capitán general del reino de Nueva España o México. Éste no tardó en aclarar una confusión tonta a sus aliados indios: ellos creían que, una vez derrotados los aztecas, pasaban a ser libres y ya no tenían que rendir tributo a nadie, pero Cortés les explicó que no era así, sino que todo seguía como antes, salvo que ahora debían acatar las órdenes de los españoles. De hecho, Cortés se las arregló para mantener sometidos a todos los pueblos que habían dominado los aztecas y a muchos más, pues triunfó donde éstos habían fracasado: Las riquezas de México atrajeron a casi toda la población de Cuba, que en los años siguientes fue quedándose casi despoblada mientras nuevos conquistadores expandían rápidamente los límites de Nueva España. Bernal Díaz del Castillo recibió una encomienda en la recientemente fundada villa del Espíritu Santo, de la que fue regidor. Meses antes, Gonzalo de Sandoval, uno de los principales colaboradores de Cortés, había fundado la ciudad de Medellín.
La eficiencia de Cortés contrastaba con el fracaso de Bartolomé de Las Casas, cuyo plan de entendimiento pacífico entre indios y colonos en Venezuela se vino abajo cuando, en su ausencia, los indios hicieron una matanza de colonos. Desanimado, regresó a España e ingresó en la orden dominicana.
Francisco de Garay, el gobernador de Jamaica, de acuerdo con las capitulaciones que había obtenido cuatro años atrás, había enviado una expedición a México bajo el mando de Diego Camargo, que chocó con Cortés. Para socorrerlo, Garay envió más tarde otra flota capitaneada por Miguel Díaz y Ramírez el Viejo, que además tenían órdenes de fundar poblaciones en los márgenes del golfo de México.
El rey Francisco I de Francia acababa de tener su segundo hijo, Carlos, al que otorgó el título de duque de Orleans. (El Delfín Enrique tenía ahora tres años.)
Hans Holbein pintó un original Cristo
en el sepulcro, sobre una
tabla de dos metros de ancho por sólo teinta centímetros
y medio de alto (lo justo para que le cupiera el cuerpo entero de
perfil).
En 1523 trabó amistad con
Erasmo de Rotterdam y pintó su retrato.
En enero, Ulrico Zuinglio
protagonizó una disputa pública en la que expuso su
doctrina en sesenta y siete tesis: exigía el uso exclusivo de la
Biblia como fundamento de la fe y de la autoridad, el uso del
alemán en la liturgia y la recusación del magisterio de
Roma. Unos meses después publicó la La exposición y la prueba de las
tesis, en donde exponía sus argumentos.
El humanista Jacques Lefèvre d'Etaples fue nombrado vicario
general de Meaux, y empezó a tomar medidas para reformar al
clero. Su discípulo, Guillaume Farel, defensor abierto de la
reforma luterana, tuvo que abandonar Meaux y refugiarse en
Basilea.
Otro seguidor de Lutero era un teólogo dominico llamado Martin Kuhkorn, que había
helenizado su apellido (cuerno de buey) y se hacía llamar Martin Bucero. Fue excomulgado
tras
haber contraído matrimonio, y se estableció en
Estrasburgo.
Mientras tanto, el anabaptista Thomas Münzer había generado disturbios en Praga y, a consecuencia de ello, fue expulsado de Bohemia. Entonces se instaló en Allstedt, donde consumó su ruptura con los luteranos y comenzó a aplicar sus reformas. Con su Misa evangélica alemana creó la primera liturgia en alemán.
Tras haber pasado un tiempo como huésped del cacique Nicaragua,
Gil
González Dávila marchó al norte, al territorio de
los seis caciques de Nochari.
Allí se encontró con el poderoso Diriangen,
que, tras conversar con
él, accedió a bautizarse a los tres días, pero
armó a sus hombres y se lanzó de improviso sobre los
españoles, que tuvieron que retirarse a toda prisa.
González Dávila se reunió con Andrés
Niño y ambos zarparon de regreso a Panamá. Poco
después, Niño regresó a España con una
fortuna, mientras que González Dávila no tardó en
emprender una nueva expedición, ahora hacia Honduras, siempre en
busca de un estrecho que uniera el océano Atlántico con
el Pacífico.
Sin embargo, el gobernador Pedrarias Dávila, envió ese
mismo año una expedición al mando de Francisco
Hernández de Córdoba con el objetivo de tomar
posesión en su nombre de todos los territorios descubiertos por
González Dávila, ya que temía que éste
acabara fundando una colonia independiente de Castilla del Oro.
Ignacio de Loyola embarcó hacia Roma, donde pidió
permiso al Papa Adriano VI para peregrinar a Tierra Santa. El Papa
murió poco después de concedérselo, y el cardenal
Thomas
Wolsey volvió a ver frustradas sus aspiraciones, ya que el
cónclave eligió a Julio de Médicis, que
pasó a ser el Papa Clemente
VII. Desde ese momento, Florencia fue gobernada por los
cardenales, en nombre de Hipólito de Médicis (el nieto de
doce años de Lorenzo el Magnífico) y de un tal Alejandro de Médicis, cuya
relación con la familia es incierta.
También murió el Perugino, el maestro de Rafael.
En mayo terminó el
último episodio de la revuelta de las germanías en el
reino de Valencia, cuando el Encubierto fue asesinado por sus
propios
partidarios.
En Marruecos, las constantes incursiones españolas y
portuguesas habían originado numerosos disturbios, los morabitos del sur (los monjes
guerreros que habitában en las rábidas) habían
declarado la guerra santa y dividieron el país: el norte
quedó en manos de la dinastía wattasí,
que gobernaba desde
hacía medio siglo, mientras que los sadíes se apoderaron del sur.
En Suecia, Gustavo Vasa logró expulsar del país a los
daneses y en junio fue
reconocido
como el rey Gustavo I de
Suecia (no regente), lo que suponía la ruptura definitiva de la
unión de los reinos escandinavos. El regente Gustav Trolle tuvo
que huir a Dinamarca. Esto fue también el fin para el rey
Cristián II de Dinamarca y Noruega, que ya era bastante
impopular en la corte a causa de sus relaciones con la joven
neerlandesa Dyveke, cuya
madre, Sigbrit, era un
personaje muy influyente. El rey fue expulsado del país y le
sucedió su tío Federico
I. Noruega permaneció bajo el dominio danés.
El rey Francisco I de Francia descubrió finalmente el acuerdo
secreto entre el condestable Carlos III de Borbón y el emperador
Carlos V, así que cercó el ducado, y Carlos III tuvo que
huir disfrazado y salir Francia como un fugitivo hasta dar con
tropas
imperiales. Francisco I trataba de combartir a Carlos V en
todos los frentes europeos, y ahora exploraba la
posibilidad de añadir un frente más: envió a
América una expedición naval bajo el mando de un italiano
llamado Giovanni da Verrazano.
En septiembre llegó a
Jerusalén Ignacio de Loyola, pero no tardó en ser
expulsado.
Diego Colón, el gobernador de La Española, fue llamado
de nuevo a España, para responder de unas acusaciones de otorgar
rentas ilegales y conceder perdones y privilegios por dinero.
Entre sus
principales acusadores estaba el juez Lucas
Vázquez de Ayllón, que desde hacía tres
años se dedicaba a organizar expediciones a Florica para
capturar esclavos (la población indígena en las Antillas
menguaba cada vez más rápidamente), y ahora acababa de
obtener unas capitulaciones para conquistar la región.
También regresó Gonzalo Fernández de Oviedo, el
regidor de Santa María la Antigua. En los últimos
años había tenido serios enfrentamientos con Pedrarias
Dávila y con Bartolomé de Las Casas, que lo acusaba de
complicidad con Pedrarias en mil atrocidades contra los indios;
había sufrido varios atentados contra su vida, así como
la muerte de su mujer y de uno de sus hijos. Por otra
parte, el dominico Antonio de Montesinos regresó a La
Española.
Cortés se estaba dedicando a fondo en la colonización de Nueva España. Fundó numerosas ciudades y emprendió la reconstrucción de Tenochtitlan. El geómetra Alonso García Bravo delineó los planos, respetando los palacios de Moctezuma y las calzadas antiguas. También había iniciado la reconstrucción de los acueductos derruidos durante el asedio de la capital azteca.
El gobernador de Jamaica, Francisco de Garay, decidió
capitanear él mismo una flota para enfrentarse a Hernán
Cortés. Sin embargo, cuando llegó a la costa mexicana
recibió una real cédula que corroboraba la
jurisdicción de Cortés sobre el territorio y le
prohibía entrometerse. Entonces se rindió a
Cortés, que lo llevó a la capital mexicana, donde
murió al poco tiempo. Por otra parte, Cortés puso en
libertad a Pánfilo
Narváez, que regresó a Cuba. Uno de sus más
leales colaboradores, Pedro de Alvarado, partió en diciembre hacia
América Central con un pequeño ejército de 100
jinetes y 250 infantes, mientras que en enero
de 1524 otra expedición salía por mar hacia
Honduras a las órdenes de Cristóbal
Olid. Su misión era recaudar los impuestos que los
nativos pagaban a los aztecas y, en particular, asegurarse de que
el
territorio permaneciera sometido a Nueva España y no a Castilla
del Oro. (Cortés tenía noticia de la expedición de
Gil González Dávila.) Entre sus hombres seguía
estando Sebastián Garcilaso de la Vega.
Alvarado llegó a los confines meridionales de lo que
había sido el Imperio Maya, la región conocida como Guatemala, donde se repitió
por
enésima vez la historia más antigua de la Historia: los
indios quichés estaban
en guerra contra los cakchiqueles,
los cuales pidieron ayuda a los españoles, y Alvarado tuvo
así la oportunidad perfecta para hacerse dueño de la
situación. Ambos pueblos eran de cultura maya, pero más
al sur Alvarado se encontró con los pilpiles, enemigos seculares de los
mayas, y el capitán español comprendió cuán
justa era su causa a partir del momento en que estos se ofrecieron
a
proporcionarle un ejército de seis mil hombres. Sin embargo,
algunos caciques pilpiles se dieron cuenta de que los españoles
se estaban convirtiendo en una amenaza y, finalmente, Alvarado
consideró más prudente volver al norte (donde sus aliados
tendrían menos reservas en combatir a sus órdenes).
Allí fundó la ciudad de Santiago
de los Caballeros.
Tras veinte años de inactividad, Vasco da Gama, a sus
cincuenta y cinco
años, fue nombrado virrey de las Indias, pero murió poco
después de
llegar a la India. El emperador Carlos V trató de llegar a un
acuerdo con Portugal sobre los derechos de ambos países sobre
las Molucas y propuso dejar que una comisión de
astrónomos dirimiera la cuestión. La comisión se
reunió en febrero, pero,
inexplicablemente, no llegó a ninguna conclusión que
tanto España como Portugal consideraran aceptable.
También murió ese año Ismaíl I, el sha
de Persia, que fue sucedido por su hijo de diez años Tahmasp I. Ismaíl I
había solicitado inútilmente la ayuda de las naciones
occidentales contra los otomanos. El emperador Carlos V había
acogido favorablemente sus proposiciones, pero no disponía de
medios suficientes para hacerlas efectivas.
En marzo, el navegante
Giovanni
da Verrazano tocó la costa norteamericana y empezó a
explorarla en dirección norte.
El Papa Clemente VII reconoció como orden religiosa el oratorio de Amor divino,
fundado
siete años antes por el obispo de Chieti, Gian Pietro Carafa y
Cayetano de Thiene. Fue conocida como la orden de los Teatinos, de Theatinus, el nombre latino de
Chieti.
Ignacio de Loyola estaba de vuelta en Barcelona, donde inició
sus estudios de latín. Proyectaba dedicarse en el futuro a una
misión apostólica y había llegado a la
conclusión de que para ello necesitaba cierta preparación
intelectual.
Martín Bucero introdujo en Estrasburgo el culto
diseñado por Zuinglio,
mientras Melanchthon escribía para el landgrave Felipe de Hesse una Suma de la doctrina evangélica
renovada. Los luteranos llamaban a su Iglesia, opuesta ya
abiertamente a la Iglesia Católica, la Iglesia Evangelista, haciendo
hincapié con ello en que su doctrina era la doctrina cristiana
que se desprendía de los Evangelios de la Biblia. La reforma se
introdujo en Suecia a través de Olaus
Petri, que empezó a predicarla en Estocolmo. En abril, Martín Lutero
escribió una carta a Erasmo de Rotterdam en la que le
pedía que dejara de ser "un
mero espectador de nuestra tragedia", es decir, que se
decantara
por el catolicismo o el evangelismo. Erasmo, que acababa de
reeditar
versiones corregidas y aumentadas de algunas obras anteriores, le
tomó la palabra y empezó a escribir un tratado sobre la
doctrina luterana.
El archiduque Fernando de Austria, el hermano del emperador,
participó en la Asamblea de
Ratisbona, en la que se esbozó una reforma
católica como reacción a la reforma luterana. Entre sus
principales medidas estuvo la decisión de entregar a los
príncipes electores laicos la quinta parte de las rentas
eclesiásticas.
El músico Johann Walter,
amigo y consejero musical de Lutero, publicó el primer libro de
canto polifónico protestante.
Cristóbal Olid hizo escala en Cuba, donde el gobernador Diego
de Velázquez lo alentó a que traicionara a Cortés
y sometiera sus conquistas a Cuba en lugar de a Nueva España.
Velázquez murió unos meses más tarde, así
que Olid decidió no rendir cuentas a nadie. En mayo desembarcaba en la costa
hondureña.
Francisco Hernández de Córdoba estaba colonizando Nicaragua. Fundó una primera villa a la que llamó Bruselas, luego la ciudad de Granada junto al lago Nicaragua, y finalmente la ciudad de León, destinada a convertirse en la capital del territorio, donde designó como alcálde a Sebastián Belalcázar. Siguiendo las instrucciones de Pedrarias Dávila, que le había encargado que vigilara a Gil González Dávila, envió a Honduras una expedición bajo el mando de Hernando de Soto. González Dávila se había encontrado con Cristóbal Olid, contra el que Hernán Cortés había enviado un ejército al mando de su primo, Francisco de Las Casas. Olid y González Dávila se aliaron contra sus enemigos, derrotaron a Soto e hicieron prisionero a Las Casas. Más tarde, Olid apresó también a González, pero, los prisioneros, aprovechando el amplio margen de libertad que Olid les concedía (así como que éste iba siempre desarmado) se amotinaron, lo capturaron, lo procesaron y lo ajusticiaron. Mientras tanto, Hernández de Córdoba había descubierto el río San Juan, por el que navegó hasta el mar antillano. Por el camino se encontró con González Dávila que, de regreso a Castilla del Oro, se había extraviado y terminó uniéndose a él.
En Santo Domingo vivía aún Rodrigo de Bastidas que, a
sus sesenta y cuatro años, era uno de los colonos más
veteranos. Ese año marchó a Tierra Firme, donde
fundó la ciudad de Santa Marta.
Giovanni da Verrazano había explorado varias bahías de
la costa norteamericana en busca de un posible paso al océano
Pacífico, pero no encontró tal paso y, al llegar a
Terranova, habiéndose quedado sin provisiones, decidió
regresar a Francia. Tocó tierra el 8
de julio. El rey Francisco I no estaba para recibirle,
pues por
esa época, con el apoyo del nuevo Papa, Clemente VII,
reconquistaba el milanesado. Poco antes había ocupado el
principado de Orange, de modo que el joven príncipe Filiberto de Orange, hijo del
príncipe Juan II, a sus veintidós años, se puso al
servicio de Carlos V. Ese mismo año y participó, bajo el
mando de Íñigo de Velasco, el condestable de Castilla, en
la conquista de Fuenterrabía,
que los franceses habían tomado tres años atrás.
En los Países Bajos, el emperador se anexionó Frisia, que
hasta entonces había permanecido como un condado independiente
vinculado al Sacro Imperio.
En el centro y en el sur de Alemania estalló la llamada guerra de los Campesinos,
alentada
por Münzer, que en agosto se
vio obligado a marcharse a Mülhausen,
donde los artesanos, dirigidos por Pfeiffer,
se habían alzado contra el concejo de la ciudad. No obstante,
ambos fueron expulsados de la ciudad, y Münzer volvió al
sur de Alemania, para colaborar con los campesinos rebeldes.
El rey Jacobo V de Escocia tenía doce años, y su padrastro, el conde de Angus, jefe del partido anglófilo, logró hacerse con la regencia.
En septiembre, Erasmo de
Rotterdam publicaba su De
libero
arbitrio diatribae, donde condenaba abiertamente el
luteranismo.
Unos meses atrás había llegado a Nueva España,
a petición de Hernán Cortés, una misión
religiosa que se encargaba de bautizar a los indios, enseñarles
el alfabeto latino, editar catecismos, construir iglesias, etc. A
la
vez, los religiosos (franciscanos) empezaron a obtener
información sobre las
culturas y tradiciones indígenas. Se conserva un documento
bilingüe titulado "Coloquios y
doctrina cristiana con que los doce frailes de San Francisco
enviados
por el Papa Adriano VI y por el emperador Carlos V convirtieron
a los
indios de la Nueva España, en lengua mexicana y española".
He aquí un pasaje en el que hablan los sacerdotes aztecas:
Señores nuestros, muy estimados señores:
Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra. Aquí, ante vosotros, os contemplamos nosotros, gente ignorante. [...] Somos gente vulgar, somos perecedores, somos mortales; déjennos, pues, ya morir, déjennos ya perecer, puesto que ya nuestros dioses han muerto. Tranquilícese vuestro corazón y vuestra carne, ¡señores nuestros! porque romperemos un poco; ahora un poquito abriremos el arca del Señor nuestro. Vosotros dijisteis que nosotros no conocemos al Señor de cerca y del junto, a aquél de quien son los cielos y la tierra. Dijisteis que no eran verdaderos nuestros dioses. Nueva palabra es ésta, la que habláis; por ella estamos perturbados, por ella estamos molestos.
Porque nuestros progenitores, los que han sido, los que han vivido sobre la tierra, no solían hablar así. Ellos nos dieron sus normas de vida, ellos tenían por verdaderos, daban culto, honraban a los dioses. Ellos nos estuvieron enseñando todas sus formas de culto, todos sus modos de honrar [a los dioses]. Así, ante ellos [los dioses] acercamos la tierra a la boca, nos sangramos, cumplimos las promesas, quemamos copal y ofrecemos sacrificios. Era doctrina de nuestros mayores que son los dioses por quien se vive [...] Era su doctrina que ellos nos dan nuestro sustento, todo cuanto se bebe y se come, lo que conserva la vida: el maíz, el fríjol, los bledos, la chía. Ellos son a quienes pedimos agua, lluvia, por las que se producen las cosas de la tierra. Ellos mismos son ricos, son felices, poseen las cosas, de manera que siempre y por siempre las cosas están germinando y verdean en su casa [...] Nunca hay allí hambre, no hay enfermedad, no hay pobreza. Ellos dan a la gente el valor y el mando [...] Ellos dieron el mando, el poder, la gloria y la fama. Y ahora nosotros ¿destruiremos la antigua norma de vida?
Nosotros sabemos a quién se debe la vida, a quién se debe el nacer, a quién se debe el ser engendrado, a quién se debe el crecer, cómo hay que invocar, cómo hay que rogar. Oíd, señores nuestros, no hagáis algo a vuestro pueblo que le acarree la desgracia, que lo haga perecer [...] Es ya bastante que hayamos perdido, que se nos haya quitado, que se nos haya impedido nuestro gobierno. Si en el mismo lugar permanecemos, sólo seremos prisioneros. Haced con nosotros lo que queráis.
Cortés hizo públicas unas Ordenanzas
que regulaban las
relaciones entre españoles e indios, la defensa militar, la
evangelización y el fomento de la economía. La Corona
había enviado a numerosos funcionarios, principalmente
destinados a controlar la recaudación de impuestos, pero su
poder fue aumentando paulatinamente y no tardaron en surgir
rivialidades entre ellos. Éstas aumentaron cuando en octubre Cortés delegó el
gobierno en dos de ellos, Estrada
y Albornoz, (junto a Zuazo, uno de sus hombres)
mientras
él partía hacia Honduras, para asegurarse el dominio de
la región. Cortés se llevó consigo a
Cuauhtémoc, al que había estado sometiendo en vano a
crueles torturas para hacerle revelar dónde estaba escondido el
tesoro azteca. También le acompañó Bernal
Díaz del Castillo, que anteriormente había participado en
unas campañas contra los zapotecas.
En Panamá, Francisco de Pizarro y Diego de Almagro estaban haciendo fortuna mediante incursiones contra los indios que vivían al sur. El gobernador Pedrarias Dávila les ofreció capitanear una expedición a Nicaragua, pero rechazaron la oferta considerando que el sur podía ser más lucrativo. Ambos formaron con Pedrarias la Compañía del Levante, que contó además, como principal socio capitalista, al clérigo Hernando Luque. Los socios aportaban un capital y se repartían proporcionalmente las ganancias. En noviembre la compañía envió su primera expedición hacia el sur, capitaneada por Pizarro, con la misión de extender los dominios conocidos, buscar un hipotético paso entre los dos océanos y enriquecerse todo lo posible a costa de los indios.
El emperador Carlos V había tomado de nuevo el Milanesado y
había restaurado al duque Francisco II Sforza, pero el rey
Francisco I de Francia encabezó una nueva campaña en
Italia. Decidió asediar la ciudad de Pavía, pero a mediados de enero de 1525 los asediados recibieron el
auxilio de las tropas conjuntas del duque Carlos III de
Borbón, el archiduque Fernando de Austria y el virrey de
Nápoles. En total sumaban unos veinticinco mil hombres. Pese a
todo, los franceses parecieron dominar la situación, pero el 24 de febrero se produjo en
enfrentamiento
definitivo en el que los franceses perdieron cerca de ocho mil
hombres.
Francisco I, negándose a retroceder por puro orgullo,
terminó interponiendo su caballería ante sus propios
cañones cuando éstos disparaban. El rey fue capturado. En
una
carta dirigida a su madre, en la que le notificaba su cautiverio,
escribió: Señora, todo
se ha perdido, menos el honor. También fue capturado el
rey Enrique II de Navarra, pero, a pesar de sus heridas, logró
escapar. Por su parte, los franceses captuararon al príncipe
Filiberto de Orange.
Carlos V casó a su hermana Catalina
con el rey Juan III de Portugal. Mientras tanto, se negociaba el
matrimonio del emperador con Isabel,
la hermana del monarca luso. Garcilaso de la Vega había acudido
a Portugal acompañando a la embajada española. Sus dotes
de poeta y músico le ganaron la confianza de Leonor de Austria,
la madre del rey Juan III, hermana también de Carlos V.
Garcilaso terminó casándose con una de sus damas, Elena de Zúñiga,
aunque fue un matrimonio de conveniencia. En efecto, el objetivo
de
Garcilaso era lograr que la casa real portuguesa intercediera en
favor
de su hermano Pedro, para que Carlos V le concediera el perdón.
Hernán Cortés había establecido un gobierno
bastante eficiente en Nueva España, pero todo había
cambiado desde que lo delegara en los funcionarios reales. Los
abusos
contra los indios se multiplicaban, Estrada y Albornoz fueron
reemplazados por Salazar
y Chirinos, pero las
constantes
denuncias hicieron que en abril
la
Corona nombrara juez de residencia a Luis
Ponce de León.
Thomas Münzer se había puesto en contacto con Pfeiffer y
entre ambos lograron establecer un nuevo concejo democrático en
Mühlhausen, donde fue pastor de la comunidad anabaptista.
Allí publicó un manifiesto en el que explicaba los puntos
básicos de su doctrina, fundamentada en el Antiguo Testamento y
el Apocalipsis. Trató de implantar una dictadura
teocrática comunista, pero discutió con Pfeiffer y
terminó abandonando la ciudad con un grupo reducido de
seguidores. Se dirigió a Frankenhausen,
donde se había atrincherado un grupo numeroso de campesinos
rebeldes.
Lutero publicó De seruo
arbitrio, respuesta a las De
libero arbitrio diatribae, de Erasmo, que suponían su
ruptura con los humanistas. También publicó su Exhortación a la paz,
con intención de apaciguar la rebelión de los campesinos
alemanes. Su actitud es lo que comúnmente se llama tratar de
nadar y guardar la ropa. A los señores les dice:
Sólo vosotros, príncipes y señores, sois los culpables de estas sublevaciones y estas calamidades [...] En vuestros dominios no hacéis más que exprimir y despellejar para saciar vuestro orgullo y vuestro lujo, hasta tal punto que el pobre pueblo ya no puede seguir soportándoos [...] Dios ha permitido que las cosas llegaran a un punto tal que nadie quiere ni puede seguir soportando vuestra tiranía. Cambiad, pues, de proceder y ceded a su palabra. Si no lo hacéis de buen grado, os obligarán a ello por la fuerza. Si no son los campesinos los que os fuercen a cambiar, otros lo harán. Aunque los exterminarais a todos, apenas hubieran muerto, Dios os suscitaría otros enemigos [...] Porque no son los campesinos los que se rebelan contra vosotros; es Dios mismo quien se levanta contra vuestra crueldad.
Y a los sublevados les dice:
No queréis soportar que os maltraten y que abusen de vosotros; reclamáis la libertad, la justicia, los bienes; pero Cristo ordena no resistir al que nos causa un mal, ceder siempre, sufrir, dejar que nos lo arrebaten todo. Si no queréis este derecho, no adoptéis tampoco el título de cristianos. Honraos con el recuerdo de otro maestro que os convenga más, de lo contrario, el propio Jesucristo os arrancará este nombre que es demasiado pesado para vuestros hombros.
Sus palabras no surtieron ningún efecto. Incluso parece ser
que Lutero fue objeto de escarnio por parte de algunos rebeldes
con los
que se encontró, tras lo cual escribió Contra las hordas de campesinos asesinos y
ladrones, donde instaba a los
príncipes alemanes a castigar sin compasión a los
rebeldes:
Al perro rabioso se le persigue y se le da muerte; de lo contrario, es él el que os mata, y a todo el país con vosotros. ¡Qué horror! ¡Amparan sus crímenes bajo el manto del Evangelio! Que la autoridad cumpla con su deber. Allí donde el campesino no quiera atenerse a razones, que desenvaine la espada y que le dé muerte. Todo príncipe será el servidor de Dios. El tiempo de la misericordia ha pasado, ahora es el tiempo de la espada y de la cólera.
Uno no puede dejar de preguntarse por qué Lutero
desobedecía la orden de "no
resistir al que nos causa un mal"
y, a pesar de ello, seguía adoptando el título de
cristiano. Vemos así que la doctrina luterana no era
menos hipócrita y manipuladora que la católica.
También Zuinglio, que contaba con el pleno apoyo del concejo
de Zurich, se opuso a los anabaptistas. Ese año publicó
su obra fundamental: De uera et
falsa religione commentarius, dedicada al rey Francisco I
de
Francia, en la que exponía sistemáticamente la doctrina
evangélica.
Jacques Lefèvre d'Etaples, amenazado por la Sorbona y por el
parlamento francés, tuvo que huir a Estrasburgo. Allí se
encontró con su discípulo Guillaume Farel, que de Basilea
se había pasado a Montbéliard,
luego a Metz y,
finalmente a
Estrasburgo. Farel publicó entonces su Sumario y breve declaración de
algunos puntos muy necesarios a todo cristiano, en el que
negaba
la presencia real de Cristo en la eucaristía.
Los príncipes alemanes derrotaron a Münzer el 15 de mayo, y lo ejecutaron poco
después. Desde entonces, los anabaptistas fueron enemigos
radicales de los luteranos, pues no aceptaban ningún compromiso
con los príncipes feudales o con la alta burguesía. La
revuelta de los campesinos fue completamente sofocada en poco
tiempo y
los príncipes tomaron duras represalias.
Por otro lado, en los países bajos se quemó en la
hoguera por primera vez a un luterano, acusado de herejía. Era
un párroco llamado Jan Bakker.
La ejecución tuvo lugar en La
Haya.
El primer gran éxito de la reforma fue la conversión
del gran maestre de la Orden Teutónica, Alberto de Brandeburgo,
al que, tras secularizar los bienes de la orden, el rey Segismundo
I de
Polonia le concedió el título de duque de Prusia. Ese año
murió Juan de Ansbach, hermano de Alberto y capitán
general del reino de Valencia.
También murió el príncipe elector Federico III
de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Juan.
En las Canarias murió Alonso Fernández de Lugo, el que
terminó la conquista de las islas y que fue, desde entonces, su
gobernador. Fue sucedido en el cargo por su hijo Pedro.
El rey Enrique VIII de Inglaterra llevaba veintidós
años casado con Catalina de Aragón, la cual le
había dado seis hijos, pero todos ellos habían muerto
salvo la pequeña María,
de siete años. El rey sabía bien lo que le había
costado a su padre cerrar la brecha abierta entre los ingleses por
la
guerra de las Dos Rosas, y necesitaba un heredero varón, sano,
destinado a sucederle sin que nadie pudiera encontrar excusas para
recusarlo como rey legítimo. Su esposa, a sus cuarenta
años, no parecía capaz de dárselo, así que
empezó a considerar la posibilidad de divorciarse. Esta
posibilidad le pareció más interesante aún desde
el momento en que se enamoró de una de las damas de honor de su
esposa, Ana Boleyn o Ana Bolena, de dieciocho
años. El rey tenía un hijo bastardo llamado Enrique, de unos seis años de
edad, al que nombró entonces duque de Richmond y de Somerset y
conde de Nottingham.
Los reyes habían encargado la educación de
su hija María a un humanista valenciano llamado Juan Luis Vives, que el año
anterior había escrito un tratado titulado De institutione feminae Christianae
(Sobre la educación de las mujeres cristianas). Juan Luis vives
había estudiado en París y había enseñado
lenguas clásicas en Lovaina. Si alguna vez tuvo interés
en volver a España, lo debió de perter todo el año
anterior, cuando la Santa Inquisición quemó a su padre en
la hoguera, por judaizante. Amigo de Erasmo y de Thomas More,
su estancia en Inglaterra lo puso en contacto con el círculo
humanista de Oxford. Por esta época, Thomas More obtuvo el cargo
de canciller del ducado de Lancaster.
Martín Lutero, a sus cuarenta y dos años, se
casó con Katharina von Bora,
una religiosa de veintiséis años que había huido
de su convento dos años atrás junto con otras siete
compañeras. Lutero las había acogido y alojado en casas
de familias honorables.
En
Honduras, Francisco de Las Casas fundó la ciudad de Trujillo. Hernán
Cortés hizo ahorcar a
Cuauhtémoc, acusado de un intento de sublevar a los
indígenas. Finalmente aseguró el dominio de Nueva
España sobre Honduras y en junio
regresó a Tenochtitlan. Parece ser que, antes de regresar,
Cortés se había entrevistado con Francisco
Fernández de Córdoba, y ambos se habían puesto de
acuerdo sobre las fronteras de sus jurisdicciones respectivas
(Nicaragua para Fernández de Córdoba, Honduras para
Cortés).
Teóricamente, Fernández de Córdoba estaba
subordinado a Pedrarias Dávila, el gobernador de Castilla del
Oro, pero pidió a la audiencia de Santo Domingo el título
de gobernador de Nicaragua, lo que rompería los vínculos
con Castilla del Oro.
El 24 de julio zarpó de
España una expedición a las islas Molucas, capitaneada
por fray García Jofre de
Loaisa. El piloto mayor era Juan Sebastián Elcano.
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