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En marzo de 1560, los hugonotes
hicieron
una tentativa de raptar al rey Francisco II de Francia para sustraerlo
de la
influencia de los Guisa y dar el control del país al
príncipe Luis I de Condé. La llamada conjura de Amboise fracasó
por una traición, y muchos de los conjurados fueron apresados,
entre ellos el príncipe Luis I y su hermano Antonio de
Borbón.
El 21 de agosto se produjo un
eclipse solar que impresionó a un joven danés de trece
años llamado Tyge Brahe.
En realidad, lo que le impresionó fue que la fecha del eclipse
hubiera sido predicha, y esto lo llevó a interesarse por la
astronomía. Compró algunos libros y empezó a
estudiarlos con la ayuda de algunos de sus profesores.
El 20 de noviembre, el Papa
Pío IV promulgó una bula en la que convocaba una nueva
sesión del Concilio de Trento.
Los responsables de la conjura de
Amboise fueron condenados a muerte. Varios de ellos ya
habían sido ejecutados cuando en diciembre
murió súbitamente el rey Francisco II de Francia, a sus
dieciséis años, víctima de la tuberculosis. Como
no dejó descendencia, fue
sucedido por su
hermano Carlos IX, de diez
años, cuyo título de duque de Orleans pasó a su
vez a su hermano Enrique, de
nueve años.
El cambio de un niño por otro fue más significativo de
lo que podría parecer, porque su madre, María de
Médicis, que hasta ese momento no había tenido
ningún peso político, fue elegida regente de Carlos IX,
en lugar de los Guisa. Su propósito fue asegurar la corona para
su hijo, sin importarle si lo conseguía con apoyo
católico o protestante. Al igual que Isabel I de Inglaterra,
trató de mantener la ambigüedad sobre su postura durante el
mayor tiempo posible y, para conseguir sus fines, no dudó en
usar cualquier recurso, desde la seducción hasta el
envenenamiento. Siguiendo esta política, ordenó la
liberación de Antonio de Borbón y Luis de Condé,
que de este modo se libraron de la pena capital. El primero
aceptó el cargo de lugarteniente general del
reino, para lo cual tuvo que declararse católico,
decisión que no fue secundada ni por su hermano ni por su
esposa, la reina Juana III de Navarra.
El poeta Pierre de Ronsard, que había obtenido un curato ocho años atrás, se convertía ahora en capellán del rey Carlos IX. Un médico llamado Jacques Grévin publicó un libro de poemas con el título El olimpo de J. Grévin. El año anterior había publicado la comedia La tesorera.
A la joven María Estuardo (que acababa de cumplir los
dieciocho
años) no sólo se le había muerto el marido, sino
que poco antes había recibido la noticia de la muerte de su
madre, María de Lorena, lo que la obligaba a regresar a Escocia.
En su ausencia, el parlamento de Edimburgo declaró al
protestantismo religión del Estado.
Otros fallecidos ese año fueron:
Pedro de Ursúa había partido
de Perú en busca
de El Dorado, pero, tras tres meses de recorrido infructuoso, al llegar
al río Marañón se produjo un motín
encabezado por Lope de Aguirre,
que asesinó a Ursúa en enero
de 1561 y se convirtió en el nuevo jefe de la
expedición.
El rey Segismundo II de
Polonia llegó a un acuerdo con Gottar Kettler, el gran maestre
de la orden Livonia, incapaz de resistir por más tiempo la
ofensiva del zar Iván IV de Rusia. La orden fue secularizada y
Kettler recibió el título de duque de Curlandia, bajo la soberanía
polaca. No obstante, no todo el territorio dominado por la orden
Livonia fue anexionado a Polonia, ya que el rey Erik XIV de Suecia se
apoderó de la región de Reval, la ciudad competidora de
Helsinki en el control del comercio con Rusia.
María Estuardo estaba de vuelta en Escocia y trató de
combatir a los presbiterianos con mano dura, y así empezó
su duelo personal contra el predicador John Knox.
En Inglaterra, Thomas Sackville
y Thomas Norton escribieron Gorboduc, la primera tragedia
inglesa en versos blancos, inspirada en el estilo de Séneca.
En Francia, Jacques Grévin publicó la tragedia César, sobre las luchas
civiles en Roma.
Juan Vázquez de Coronado
(hermano de Francisco Vázquez de Coronado, el explorador de
América del Norte), fue nombrado alcalde de Nicaragua, y desde
allí dirigió una expedición de conquista hacia la
franja de terreno situada entre Nicaragua y Panamá, a la que dio
el prometedor nombre de Costa Rica.
Allí logró aliarse con varias tribus indígenas que
le facilitaron la ocupación.
En marzo, Lope de Aguirre
declaró su propósito de llegar a la desembocadura del
Amazonas para, desde allí,
marchar sobre Perú y convertirlo en un reino independiente de
España. Su rebelión contra Ursúa había
triunfado en gran parte por el apoyo de Francisco de Guzmán, al que
nombró "príncipe de
Tierra Firme, Perú y Chile". Sin embargo, las
discrepancias entre ambos llegaron a tal punto que en mayo Aguirre hizo ejecutar a Guzmán
y a sus seguidores.
En Francia, Catalina de Médicis estaba fomentando la
rivalidad entre la alta nobleza católica y la protestante para
debilitar a ambas facciones. En septiembre
hubo un intento de consenso entre ambas Iglesias en el llamado coloquio de Poissy, al que
asistió el joven rey Carlos IX, pero no dio
ningún fruto, pues el representante de Calvino defendió
con firmeza sus dogmas, en especial la negación de la
transubstanciación, y provocó una violenta
reacción de los
católicos. En un momento dado, el capitán general de los
jesuítas, Diego Laínez, que participaba como
representante del Papa, se dirigió personalmente a Catalina de
Médicis (en italiano, lo que aumentaba la descortesía)
para prevenirla contra cualquier intromisión en los asuntos de
la Iglesia de Cristo. Parece
ser que el infructuoso coloquio influyó sobre el humanista
Petrus Ramus, que se adhirió a la Reforma y hubo de abandonar
una cátedra en el Colegio de Francia que había obtenido
diez años atrás gracias al cardenal de Lorena. El rey
de Navarra, Antonio de Borbón,
renunció a su cargo de lugarteniente del reino presionado por la
regente.
Desde la desembocadura del Amazonas, Lope de Aguirre navegó
hasta Venezuela, donde se apoderó de la ciudad de Valencia, no
obstante, los enfrentamientos con sus seguidores se hicieron cada vez
más frecuentes y con ellos las deserciones. En octubre, Aguirre fue capturado en Barquisimeto por las autoridades
españolas y fue asesinado en el acto por algunos de sus antiguos
compañeros. La revuelta de Aguirre hizo que el virrey del
Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, fuera destituido, y
murió en Lima poco después. Fue sucedido en el cargo por Diego López de Zúñiga.
Con estos cambios, Francisco de Villagra pudo tomar posesión
finalmente de su cargo de gobernador de Chile.
Durante toda la Edad Media, la corte española había
sido itinerante, desplazándose según la conveniencia de
los reyes. Ahora el rey Felipe II decidía establecerla
definitivamente en Madrid, hasta entonces una población mediana
situada en el centro de la península Ibérica y famosa por
la limpieza de sus aires y sus aguas.
El príncipe de Orange, Guillermo el Taciturno, se casó
con Ana de Sajonia, hermana
del príncipe elector Augusto de Sajonia.
Antonio Perrenot, el señor de Granvela, que gobernaba los
Países Bajos como consejero de Margarita de Parma, había
sido nombrado arzobispo de Malinas el año anterior, y ahora era
creado cardenal. Estos ascensos
acrecentaron su intransigencia en materia religiosa, que contrastaba
con la flexibilidad y la diplomacia que había demostrado en
tiempos del emperador Carlos V. El descontento contra Granvela se
extendía incluso hasta una buena parte de la nobleza
católica, que veía con malos ojos la
política centralista de Felipe II. Los flamencos llevaban
un tiempo reivindicando la retirada de los tercios españoles, y
Margarita de Parma logró ese mismo año que el rey
accediera a ello.
El príncipe Carlos, heredero de Felipe II, había
padecido unas fiebres intermitentes de las que logró
recuperarse, pero, poco después, cayó por unas escaleras
y se dañó gravemente la cabeza (más de lo que ya
estaba). Se puso muy grave y Felipe II llegó a retirarse a un
monasterio dejando dispuestos los funerales, pero finalmente se
salvó. Fueron tantos los médicos que lo examinaron y lo
trataron que es difícil saber quién y cómo lo
curó. Los principales candidatos, según los cronistas,
son dos: un curandero morisco, que le aplicó ungüentos
mágicos, y la momia de fray
Diego de Alcalá, muerto hacía cien años,
que le fue colocada junto al lecho. No obstante, es más
plausible atribuir el mérito al médico flamenco
Andrés Vesalio, que le practicó una trepanación.
Vesalio publicó ese año Anatomicarum Gabrielli Fallopii
obseruationum examen, un comentario a las Obseruationes anatomicae,
recientemente publicadas por un canónigo de Módena y
profesor en Padua llamado Gabriele
Falopio. En ella describe el tímpano, el hueso
esfenoides, el ovario, la vagina, la placenta, los ligamentos
circulares y muchos nervios.
Poco después, Vesalio fue apresado, juzgado y condenado a
muerte por la Santa
Inquisición, acusado de iniciar una observación
anatómica interna en un hombre vivo. Felipe II
logró que se le conmutara la pena por una peregrinación a
Jerusalén.
La salud mental del príncipe empeoró sensiblemente
desde su accidente, y el rey decidió confiar la tutela de su
heredero a un amigo de la infancia, un aristócrata
portugués llamado Ruy
Gómez de Silva, príncipe de Éboli. Su influencia sobre el
monarca era tan grande que a sus espaldas lo llamaban Rey Gómez. Las malas lenguas
decían que la razón de que el rey lo tratara con tanta
consideración era que tenía un lío con su esposa, Ana Mendoza de la Cerda, más
conocida como la princesa de
Éboli. Era muy aficionada a la esgrima, y se decía
que el haber perdido un ojo con esta práctica no había
menoscabado su belleza.
El año anterior, los jesuitas habían fundado un
colegio en Tréveris, y
ahora fundaban otro en Maguncia. Estas instituciones fueron decisivas
para que el catolicismo recuperara algo de terreno en Alemania. El Papa
Pío IV designo como representantes pontificios en el concilio de
Trento a los teólogos Alfonso Salmerón y Pedro de
Soto. La decimoséptima sesión del concilio, tras casi
diez años de suspensión, se celebró el 18 de enero de 1562. Asistieron ciento
trece participantes, todos católicos, ya que los protestantes se
negaron a acudir. El que sí que acudió a la
inauguración fue el emperador Fernando I, que en una
intervención defendió la libertad de conciencia. Ese
año, el emperador cedió el título de rey de
Bohemia a su hijo Maximiliano.
Justo el día anterior, se había publicado en Francia
el edicto de Saint-Germain,
por el que se reconocía a los hugonotes el derecho a la
práctica pública de su culto, que tenía que
celebrarse de día y fuera de las murallas de las ciudades. Por
otra parte, se les autorizaba a crear consistorios que se reunieran
privadamente en las ciudades para organizar las comunidades religiosas.
El almirante Gaspard de Coligny pidió permiso a Catalina de
Médicis para llevar a cabo un segundo intento de fundar una
colonia en América, esta vez formada íntegramente por
protestantes. La reina le concedió el permiso, y el 18 de febrero zarparon rumbo a Florida dos
barcos cargados de hugonotes conducidos por Jean Ribault.
El cirujano Ambroise Paré fue nombrado primer cirujano del
rey Carlos IX. Había atendido a su padre, Enrique II, y a su
hermano, Francisco II. Tenía una tienda en la calle de l'Hirondelle en
París, donde operaba de cataratas, reducía fracturas,
asistía en partos y preparaba emplastos. Naturalmente, en la
época no había anestésicos, y así, por
ejemplo, para una operación de cataratas, el paciente era atado
de pies y manos a la silla. Paré es considerado el fundador de
la cirugía moderna. Conocía las obras de
Hipócrates y Galeno, escribió numerosos tratados en los
que no dudó en atacar doctrinas antiguas y prejuicios.
Jacques Grévin publicó un Tratado de anatomía.
Libre ya de las presiones para llegar a un compromiso con los
protestantes, el concilio de Trento se mostró tal y como siempre
había sido concebido desde Roma. En la decimoctava
sesión, celebrada el 26 de febrero,
se planteó un gran proyecto de reforma de la Iglesia
Católica, lo que se ha venido en llamar la Contrarreforma, cuyo
propósito no era en modo alguno el de aceptar los dogmas
reformados de luteranos o calvinistas, sino, por una parte, precisar,
depurar y dar coherencia a la doctrina católica tradicional y,
por otra, tomar medidas para que el clero obrara en consonancia con
esta doctrina, evitando las desviaciones y corrupciones que eran parte
de la causa de que muchos creyentes se convirtieran a la Reforma.
Ante la política fluctuante de la regente, los
católicos franceses decidieron reprimir por sí mismos la
herejía. El 1 de marzo, el
duque Francisco I de Guisa, que se dirijía a París,
sorprendió en Wassy, en
Champaña, una celebración protestante que tenía
lugar en una granja y que había reunido a cerca de un millar de
fieles. Los hombres del duque desencadenaron una matanza en la que
degollaron a unas ochenta personas y malhirieron a un centenar.
La chispa saltó a otros lugares: hubo asesinatos de hugonotes
en Tours, en Sens y en el Maine. A su vez, los protestantes se
defendieron con más violencia, saquearon Lyon y capturaron en
Dreux al condestable Monrmorency. El rey de
Navarra, Antonio de Borbón, murió a consecuencia de las
heridas que sufrió mientras defendía Ruan de un ataque
protestante. Fue sucedido, como rey de (la Baja) Navarra y duque de
Borbón, por su hijo Enrique
III,
de nueve años, bajo la regencia de su madre protestante, la
reina Juana III. El rey Felipe II de España aportó
dinero, y luego soldados, a los católicos franceses, mientras
que los protestantes entregaron El Havre a la reina Isabel II de
Inglaterra a cambio de financiación. Así empezó la
primera de las
llamadas guerras de Religión.
El 1 de mayo, la
expedición de protestantes dirigidos por Jean Ribault
tocó tierra al norte de Florida. Desde allí los franceses
se dirigieron más hacia el norte y fundaron la colonia de Charlesfort (en honor al rey Carlos
IX). Después Ribault regresó a Francia dejando unos
treinta y dos hombres en la colonia. Sin embargo, el asentamiento no
duró mucho, ya que los colonos decidieron que estaban mejor en
Francia y construyeron unos barcos rudimentarios con el
propósito de regresar a su patria. Seguramente se habrían
perdido en el mar si no los hubiera encontrado un galeón
inglés.
Por esta época, la marina mercante inglesa estaba en una fase
de rápido crecimiento. Además de la recientemente abierta
ruta comercial con Rusia a través del Ártico, los
comerciantes ingleses proporcionaban suministros a las colonias
españolas y portuguesas en América, muchos de los cuales
los adquirían en África. Ese año, el navegante
John Hawkins inició la trata de esclavos entre África y
las Indias Occidentales, ante la indignación de españoles
y portugueses, que reivindicaban la exclusividad en el negocio.
En Irlanda, los ingleses estaban sufriendo derrotas frente a un
caudillo llamado Shane O'Neill,
al que la reina Isabel I tuvo que reconocer como rey de Tyrone.
Juan Vázquez de Coronado dirigió una segunda y exitosa
expedición a Costa Rica.
Las discusiones sobre la Contrarreforma en el concilio de Trento
habían empezado por asuntos demasiado prácticos y el
resultado fue que ni en la sesión decimoctava, ni en las dos
siguientes, celebradas el 14 de mayo
y el 4 de junio, se pudo llegar a
ningún acuerdo. En la sesión vigesimoprimera, celebrada
el 16 de julio, se volvió a
las cuestiones dogmáticas, donde era más fácil
llegar a un consenso, y así se aprobó la doctrina,
defendida por Pedro de Soto, sobre cómo se debía recibir
la Eucaristía, mientras que en la sesión del 17 de septiembre se aprobó la
doctrina sobre cómo debía
celebrarse la misa.
En la India, el mongol Akbar, aunque era musulmán, demostraba
una gran benevolencia hacia los hindúes, hasta el punto de que
ahora se casaba con una princesa de esta religión.
El año anterior Tyge Brahe había ingresado en la
universidad de Leipzig, donde decidió latinizar su nombre, y
desde entonces es más conocido como Tycho Brahe. Teóricamente
estudiaba lenguas clásicas, pero le interesaba más la
astronomía. En Leipzig tuvo la oportunidad de observar una
conjunción de Júpiter y Saturno, y observó que los
cálculos realizados según el sistema geocéntrico
de Ptolomeo se equivocaban en casi un mes al predecir la fecha,
mientras que el sistema heliocéntrico de Copérnico se
equivocaba también, aunque sólo en unos días.
Aunque todavía estaba por cumplir los diecisiete años, se
dijo que él podría perfeccionar los cálculos, y se
decidió estudiar astronomía en Leipzig.
El duque de Florencia, Cosme I de Médicis, tenía
cuarenta y tres años, y ya hacía dos que había
cedido el gobierno de sus estados a su hijo Francisco, que tenía ahora
veintiún años. Francisco encargó un crucifijo de
marfil al escultor Benvenuto Cellini, como regalo para el rey Felipe II
de España. Cellini tenía ya sesenta y dos años, y
por estas fechas terminaba sus Memorias,
en las que se presenta como aventurero, mujeriego y camorrista.
El poeta italiano Bernardo Tasso tenía un hijo de dieciocho
años llamado Torquato,
que llevaba tres años trabajando en un ambicioso proyecto
titulado Jerusalén libertada,
un poema épico situado en la primera cruzada. Ese año
terminó paralelamente un poema caballeresco titulado Reinaldo.
El 13 de noviembre llegó a
Trento el cardenal de Lorena al frente de una delegación
francesa. En las conversaciones previas a la sesión siguiente
del concilio, que se retrasó hasta el año siguiente,
creció la tensión entre los teólogos italianos y
españoles, partidarios de que el Papa fuera reconocido como
autoridad indiscutible en todas las cuestiones relacionadas con la
Iglesia, frente a los franceses, partidarios de reconocer prerrogativas
a los
reyes y príncipes en lo tocante a la administración de la
Iglesia en cada reino, especialmente en el nombramiento de obispos.
El rey Erik XIV de Suecia trataba de hacerse con el control de los
estrechos que separan Suecia de Dinamarca, para monopolizar el comercio
del Báltico, pero el rey Federico II de Dinamarca no estaba
dispuesto a aceptarlo y en 1563
atacó Suecia, iniciando así una guerra entre ambos
países. Polonia apoyó a Dinamarca, por lo que Erik XIV
consideró oportuno encarcelar a su hermano Juan, el duque de
Finlandia, ya que estaba casado con Catalina
Jagellon, que, además de polaca, era católica.
El emperador Fernando I cedió a su hijo Maximiliano el
título de rey de Hungría.
El duque Francisco I de Guisa derrotó al príncipe Luis
I de Condé y se dispuso a asediar la ciudad de Orleans, tomada
por los protestantes, pero el 18 de febrero
fue herido por la espalda por el protestante Poltrot de Méré,
probablemente (aunque no llegó a probarse) por
instigación del almirante Coligny. Francisco I fue sucedido por
su hijo Enrique I, de trece
años. El 19 de marzo,
Catalina de Médicis y Luis I de Condé firmaban la paz de Amboise, que permitía
el culto protestante en un número reducido de ciudades. Coligny
logró que los protestantes aceptaran el acuerdo, aunque lo
consideraban demasiado restrictivo, mientras que los católicos
lo acataron a pesar de considerarlo demasiado permisivo. El condestable
Montmorency fue liberado. Catalina de
Médicis hizo que su hijo Carlos IX fuera declarado mayor de edad
a sus trece años. Después de la paz de Amboise, el
humanista Petrus Ramus pudo recuperar su cátedra en el Colegio
de Francia. Desde el año anterior, Pierre de Ronsard
venía publicando unos violentos Discursos en los que
defendía la monarquía católica.
En Abisinia murió el rey Minas, que fue sucedido por Sartsa Denguel.
El rey Setthathirat de Lan Xang trasladó la capital desde
Luang Prabang hasta Vientiane,
en la frontera con Siam.
En Portugal murió el duque Teodosio I de Braganza. Fue
sucedido
por su hijo Juan I.
El conquistador español Sebastián Garcilaso de la
Vega, fallecido en Cuzco cuatro años atrás, había
tenido un hijo con una princesa inca. Se llamaba Gómez, pero a sus
veinticuatro años decidió cambiarse el nombre por el
tradicional de su familia, y pasó a llamarse Garcilaso de la Vega. Por su origen
mestizo es más conocido como el Inca
Garcilaso. Poco después de la muerte de su padre se
había trasladado a España, bajo la protección de
su tío Alonso de Vargas,
donde siguió la carrera militar.
En Lima murió el gobernador de Chile, Francisco de Villagra,
que fue sucedido interinamente por su primo, Pedro de Villagra.
Francisco de Ibarra, que el año anterior había
recibido los títulos de adelantado y capitan general de Nueva
Vizcaya (al norte de México) fundó las ciudades de Nombre de Dios y Durango.
La batalla de San Quintín había tenido lugar el
día de san Lorenzo, por lo que el rey Felipe II había
decidido, como acción de gracias, construir un monasterio
dedicado al santo. Eligió para ello un lugar conocido como el Escorial porque en él se
acumulaba la escoria de una mina de hierro cercana. Por ello el
monasterio iba a ser conocido como San
Lorenzo de El Escorial. El año anterior se había
empezado a allanar el terreno y ahora, el 23
de abril, se colocó la primera piedra. El proyecto
quedó a cargo del arquitecto Juan
Bautista de Toledo.
El zar Iván IV de Rusia, gracias a sus contactos comerciales
con Inglaterra, introdujo la imprenta en Moscú.
La reina Isabel I de Inglaterra promulgó The articles of Religion, que
reducía la confesión de fe anglicana a un total de
treinta y nueve artículos que conservaban en gran medida la
doctrina católica con algunas influencias moderadas del
calvinismo.
Desde la llegada a Trento del cardenal de Lorena, la actividad del
concilio se había trasladado a un nivel extraoficial. El Papa
Pío IV puso a sus delegados bajo la dirección del
cardenal Girolamo Morone, que
presentó un proyecto de reforma religiosa en 42
artículos. La actitud enérgica del Papa apaciguó
los ánimos y finalmente el concilio volvió a reunirse el 15 de julio. El número de
asistentes se había elevado a 237. El tema tratado fue el
sacramento del orden sacerdotal y la institución de seminarios.
El proyecto presentado por Morone se discutió en la
sesión vigesimocuarta, celebrada el 11
de noviembre, y en la vigesimoquinta, celebrada los días 3 y 4 de diciembre, en la que fue
aprobado. En él se reglamentaba la organización y reforma
de las distintas instancias de la jerarquía eclesiástica,
desde el nombramiento y los deberes de los cardenales hasta el
funcionamiento de las parroquias. También se aprobaron ciertos
decretos sobre el el matrimonio, el purgatorio, el culto a los santos,
las indulgencias, etc.
Uno de los puntos más conflictivos del debate fue,
naturalmente, la supremacía papal, cuestionada por los obispos
franceses y alemanes, e incluso por algunos españoles, como el
obispo de Segovia, que llegó a afirmar que el obispo de Roma no
había sido reconocido por la Iglesia primitiva. Esta y otras
tesis similares fueron eruditamente rebatidas por el jesuita Diego
Laínez.
En la vigesimoquinta sesión se clausuró el concilio de
Trento. Los conciliares abandonaron la ciudad el 6 de diciembre. Ese mismo año
murieron el teólogo Pedro de Soto y el cardenal Hércules
Gonzaga, que había presidido el concilio.
El 26 de enero de 1564, el Papa
Pío IV, por medio de la bula Benedictus
Deus et Pater, confirmó las decisiones del concilio y las
comunicó a la cristiandad. Encargó a su sobrino, el
cardenal Carlos Borromeo que se ocupara de llevar a la práctica
en Roma dichas decisiones. Para ello fundó un seminario,
favoreció a las órdenes religiosas más
identificadas con la Contrarreforma, estableció medidas
disciplinarias sobre el clero y se ocupó de mejorar la
instrucción cristiana de los fieles.
El Papa aprobó las Constituciones
del convento de San José,
fundado dos años atrás por una religiosa de cuarenta y
nueve años de la orden del Carmelo llamada Teresa de Cepeda y Ahumada, aunque
al hacerse monja cambió su nombre por Teresa de Jesús. Mediante
dichas Constituciones
pretendía reformar su orden con el fin de restablecer su antiguo
espíritu. Para ello imponía a sus monjas vida de
oración en la celda, ayuno, abstiencia de carne, renuncia a
rentas y propiedades comunales o particulares y práctica del
silencio.
Por esa época, Teresa de Jesús estaba escribiendo una
autobiografía titulada La
vida, con la finalidad de que teólogos y letrados
pudieran dar su parecer sobre si ciertas visiones que tenía
provenían de Dios o del demonio. Según ella misma relata,
desde los veinte años, apenas ingresó en el convento,
sufrió una grave enfermedad de la que no empezó a mejorar
hasta siete años después, llegando incluso en cierta
ocasión a ser dada por muerta. Probablemente, la enfermedad,
combinada con el tratado ascético que leía constantemente
y cuyos ejercicios ponía en práctica, debieron de dejarle
alguna clase de perturbación mental que le provocó
visiones y experiencias místicas el resto de su vida.
También estaba escribiendo una especie de manual para sus
monjas, titulado Camino de
perfección, en el que explica la finalidad de la orden
(la contemplación), luego el medio para alcanzar dicho fin (la
vida de oración), las disposiciones morales para ello y las
técnicas para su ejercicio.
La reina de Escocia, María Estuardo, tomó como
secretario personal a un italiano llamado David Rizzio, que había
entrado a su servicio tres años antes como cantor.
Las noticias de que Nostradamus había predicho la muerte del
rey Enrique II habían llegado a oídos de la regente,
Catalina de Médicis, que nombró al astrólogo
médico del rey Carlos IX.
Dadas las dificultades que los protestantes se encontraban en
Francia, Jean Ribault emprendió un nuevo intento de fundar una
colonia en América. Esta vez envió a unos trescientos
hugonotes bajo el mando de René
de Laudonnière, que desembarcaron en el río de San Juan, al norte de Florida. A
unos kilómetros aguas arriba, fundaron fort Caroline, cuyo nombre, al igual
que el de la colonia anterior, Charlesfort, derivaba del nombre del rey
Carlos IX, esta vez de su forma latina.
El 2 de agosto, el Papa
estableció la creación de una congregación
destinada a la interpretación de los decretos del concilio de
Trento.
En el reino de Nápoles se detectó un foco luterano,
que fue rápidamente exterminado tan pronto como el rey Felipe II
dispuso la creación de un tribunal de la Santa
Inquisición. Milán se libró de un tribunal similar
gracias a la habilidad de su gobernador, que a la sazón era Gonzalo Fernández de Córdoba,
el tercer duque de Sessa, nieto y tocayo del Gran Capitán.
Flandes, en cambio, no pudo rechazar el honor, y el decreto que
establecía allí una delegación del Santo Oficio
fue la
gota que colmó la paciencia de la nobleza flamenca (no
sólo de la protestante, sino de la católica
también). Desde el mismo momento en que Felipe II asumió
el gobierno de Flandes, había empezado a publicar edictos contra
el
protestantismo mediante unas hojas impresas fijadas en las esquinas,
conocidas como placards. El
rigor de los placards iba en
aumento. Por ejemplo, en uno de ellos se establecía que se
castigaba con
pena de muerte por la espada, fuego o enterramiento en vida a los que
vendieran, leyeran, copiaran o recitaran libros protestantes.
Iguales castigos sufrían los que profanaran o destruyeran
imágenes de
la Virgen y los santos, los que se reunieran en conventículos
secretos
o discutieran sobre los textos de las Sagradas Escrituras. Los
flamencos responsabilizaban de estas medidas radicales al
cardenal Granvela, pero el descubrimiento de la correspondencia privada
entre Granvela y Felipe
II ha demostrado que el cardenal no hacía sino seguir
fielmente las
instrucciones que recibía desde España.
El conde de Egmont escribió una carta al rey en nombre de la nobleza flamenca en la que protestaba por la implantación de la Santa Inquisición y pedía la destitución de Granvela como consejero de Margarita de Parma. El rey accedió a esto último, y Granvela se retiró al Franco Condado, pero los flamencos no tardaron en comprender que su problema no era el cardenal, pues su renuncia vino seguida de una orden de Felipe II por la que promulgaba en Flandes los decretos del concilio de Trento. Los nobles protestaron enérgicamente. El príncipe de Orange, Guillermo I el Taciturno, presentó sus quejas ante Margarita de Parma y, en una sesión del consejo, afirmó que él, aunque pertenecía a la religión católica, no podía aceptar que los príncipes gobernaran las almas de los hombres y privasen a éstas de su libertad en materias de fe y religión. Esta idea tan moderna contrastaba con la dureza de mollera del rey, que escribía al Papa: Preferiría perder todos mis estados, y mil vidas si las tuviera, a reinar sobre herejes.
Ese año murieron:
Nuflo de Chaves, después de haber fundado varias ciudades en
Charcas, regresó a Asunción en busca de colonos que
quisieran consolidar la ocupación. Hizo tal propaganda de las
nuevas tierras que poco faltó para que Asunción quedara
despoblada.
En Chile, el gobernador Pedro de Villagra se enfrentó a Martín Ruiz de Gamboa a causa de las leyes nuevas (las leyes que limitaban la explotación de los indios, que seguían llamándose así, aunque ya tenían veinte años). La situación era atípica, ya que en esta ocasión era el gobernador el que no quería aplicarlas. Ruiz de Gamboa logró sobrevivir a un ataque indio en la ciudad de Concepción a pesar de que Villagra lo abandonó a su suerte.
El navegante Andrés de Urdaneta había marchado a
México con Pedro de Alvarado veinticinco años
atrás, donde había profesado las órdenes
agustinas. Allí había retomado sus investigaciones sobre
la posibilidad de encontrar una ruta de navegación desde las
Indias Orientales hasta América a través del
océano Pacífico. Había expuesto el proyecto a la
Corona y,
finalmente, logró que el virrey de México, Luis de
Velasco, organizara una expedición dirigida por un tío de
Urdaneta, Miguel López de
Legazpi.
Partieron del puerto de Navidad el 21 de
noviembre. Poco después murió el virrey Velasco.
En el zar Iván IV de Rusia estaban acentuándose cada
vez más los síntomas de la paranoia. Aunque probablemente
eran el resultado de su complicada infancia, habían empezado a
hacerse patentes con la muerte de su esposa Anastasia, cuatro
años atrás. Estaba persuadido de que la habían
envenenado. Unos años antes, con motivo de una enfermedad que
hizo temer su muerte, había podido comprobar que los boyardos
(la nobleza) no tenían intención de respetar las
disposiciones que había dictado sobre su sucesión.
Empezó a desconfiar de todo el mundo y encarceló a
quienes consideraba responsables de la muerte de su esposa. Más
tarde los había hecho ejecutar. Ahora, Andréi Kurbski, uno de sus
más fieles consejeros, disconforme con las arbitrariedades del
zar, lo traicionó poniéndose al servicio del rey de
Polonia. Desde ese momento, la soledad del zar fue absoluta.
A finales de año, de repente, abandonó Moscú
con su familia y se retiró a un poblado a 90 kilómetros
de la capital, desde donde anunció su intención de
renunciar al trono. Sin embargo, los boyardos, temiendo los
desórdenes que provocaría el vacío de poder, le
suplicaron que volviera, circunstancia que Iván IV
aprovechó para imponer una dictadura como nunca antes se
había visto. El país quedó divido en dos
territorios: la opríchnina,
dominio reservado al zar, formado por las regiones más
prósperas que rodeaban a Moscú, y la ziemschnina, o tierras
comunitarias. La opríchnina quedó excluida del derecho
común y sometida únicamente a la voluntad del zar. Todos
los propietarios de la antigua aristocracia, unas doce mil familias,
fueron expropiados y, de repente, en pleno invierno, fueron expulsados
a la ziemschnina. Las tierras expropiadas las confió a un cuerpo
de funcionarios salidos de la baja nobleza que, al deberle todo al zar,
le guardaban fidelidad absoluta. Iván IV formó una
guardia personal, los opríchniki,
que se encargó de consolidar su poder mediante el terror. Sus
símbolos eran una cabeza de perro y una escoba atados a su silla
de montar, que les recordaban que debían morder a los enemigos
del zar y barrer las tierras de Rusia. Así fue como Iván
IV se ganó el sobrenombre de Iván
el Terrible. Hizo asesinar a cuantos consideró
sospechosos de traición. Entre ellos estuvo su primo Vladímir, compañero de
infancia, al que obligó, junto con su mujer y su hija, a ingerir
veneno en su presencia.
También Akbar, en la India, logró un poder absoluto,
aunque lo utilizó con mejor criterio, mostrando siempre un gran
respeto hacia la población hindú. Akbar se propuso
reconquistar lo que había sido el sultanato de Delhi y desde ese
momento pasó casi toda su vida en campañas militares.
El Papa Pío IV había nombrado a su sobrino Carlos
Borromeo arzobispo de Milán, aunque no tomó
posesión de su sede hasta 1565,
desde la cual continuó su labor sistemática de reforma
del clero.
Ese año murieron:
Alejandro Farnesio, el hijo del duque de Parma, Octavio Farnesio y
de Margarita de Parma, la regente de los Países bajos, se
casó a los veinte años con la princesa María
de Portugal, nieta del rey Manuel el Afortunado.
Enrique de Avís, el tío y regente del rey
Sebastián de Portugal, fue creado cardenal y arzobispo de Lisboa.
El gobernador de Chile, Pedro de Villagra, fue arrestado por
soldados llegados de Perú, y fue sustituido interinamente por Rodrigo Quiroga, alcalde de Santiago
y suegro de Martín Ruiz de Gamboa.
En Lima empezó a acuñarse el llamado peso fuerte, que pronto se convirtió la base del sistema monetario de las colonias españolas en América.
En México, una revuelta de
encomenderos dirigida por Martín
Cortés fue el último desafío de los
terratenientes a la corona española.
Para prevenir otros intentos de ocupación extranjera, los
portugueses construyeron una fortaleza en Río de Janeiro.
En la India, el gran imperio de Vijayanagar, que se extendía
por el sur de la península, se dermoronó tras una derrota
en Talikota frente a una
coalición de cuatro sultanes sureños, que destruyeron la
capital y se repartieron el territorio.
El poeta de la Pléyade Rémi Belleau publicó La bergerie, donde trata, en prosa y en verso, temas de tipo pastoril.
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