ANTERIOR |
LAS
TRECE COLONIAS |
SIGUIENTE |
---|
En 1761 Gran Bretaña adoptó una nueva medida para luchar contra el contrabando por el que sus colonos americanos burlaban sistemáticamente las absurdas leyes con las que la metrópoli trataba de restringir el comercio y la productividad de las colonias. En realidad la medida no era nueva, pero hacía una década que no se ponía en práctica. Eran los llamados mandatos de asistencia, unas órdenes de busca generales con las cuales un funcionario de aduanas tenía derecho a entrar en cualquier lugar en busca de artículos de contrabando, sin especificar el lugar, la naturaleza de los artículos ni evidencia alguna que justificara el registro. Estas leyes serían ilegales en la propia Gran Bretaña, donde estaba sólidamente asentado el principio de que nadie podía entrar por la fuerza en un domicilio privado sin una orden judicial emitida por razones específicas. Esto causó un gran revuelo, especialmente en Massachusetts, donde el contrabando era el pan de cada día. El 24 de febrero, James Otis, hijo de un prestigioso juez de la colonia, propugnó la desobediencia ante los mandatos de asistencia, argumentando que ni el rey ni el Parlamento estaban legitimados a emitir leyes que contravinieran los derechos naturales de los hombres, derechos que constituían una constitución no escrita.
El rey Fernando VI de España se había obstinado en
permanecer neutral en la guerra entre Francia y Gran
Bretaña,
pero el rey Luis XV aprovechó el cambio de monarca
español para concertar el Tercer
pacto de familia con Carlos III de España y sus
hermanos,
el rey Fernando I de Dos Sicilias y el duque Felipe de Parma. El
pacto
fue firmado en París el 15 de
agosto.
Los motivos de España para apoyar a Francia contra Gran
Bretaña eran que muchos barcos comerciales españoles
eran
apresados con frecuencia por corsarios británicos,
así
como que los británicos estaban multiplicando sus
asentamientos
en Centroamérica (ahora estaban penetrando en Honduras).
Además, España reivindicaba su derecho a la pesca en
Terranova y aspiraba a recuperar Gibraltar.
Cuando a Gran Bretaña llegaron meros rumores de la alianza
franco-española, Pitt propuso extender preventivamente la
guerra
contra España, pero el rey y la mayoría de los
ministros
se opusieron a ello. Pitt dimitió y Jorge III
aprovechó
para sustituirlo por el conde de Bute, lo que supuso el retorno de
los tories al poder. En
la India, sir
Eyre Coote se
apoderó de Pondichery.
Mientras tanto, un general del ejército del rajá de
Mysore llamado Haydar Alí, tras
obtener una
serie de victorias frente a los afganos, logró hacerse con
el
poder, reuniendo bajo su gobierno la mitad del territorio de
Mysore.
Tres años atrás, el impresor John Walter
había
fundado en Londres un periódico al que llamó Daily Universal Register, y
que
ahora cambiaba su nombre por The
Times, nombre que conserva hasta la actualidad.
Cuando se confirmó la firma del Tercer pacto de familia, Gran
Bretaña no tuvo más opción que declarar la
guerra
a España, y así lo hizo el 2
de enero de 1762. El duque de Newcastle, opuesto
también
a los planes pacifistas del rey Jorge III, dimitió de su
cargo
de primer ministro, aunque prosiguió su actividad
política desde la oposición.
En San Petersburgo murió la zarina Isabel, que, de acuerdo
con sus disposiciones, fue sucedida por su sobrino Carlos Pedro
Ulrico,
que el 5 de enero fue coronado
como
el zar Pedro III. Hijo de
padre alemán, educado en la cultura alemana, de
religión
luterana, no tardó en demostrar ostentosamente su desprecio
hacia las tradiciones rusas, y una de sus primeras decisiones fue
retirar las tropas rusas de Silesia, donde combatían
aliadas con
austríacos y franceses contra el rey Federico II de Prusia,
por
el que el nuevo zar sentía una gran admiración.
El rey Carlos III de España nombró fiscal de lo
civil
en el Consejo de Castilla
a Pedro Rodríguez
Campomanes y
Pérez, lo que le concedía amplios poderes
en
cuestiones
económicas. Había publicado varios trabajos, muchos
de
ellos sobre temas históricos, que le habían valido
el
ingreso en la Real Academia de
Historia.
Carlos III ordenó a su pintor de cámara, Rafael Antón Mengs, que
inspeccionara las colecciones reales de pintura y quemara los
cuadros
que mostraran desnudos. Sin embargo, Mengs las pudo salvar
convenciendo
al
marqués de Esquilache de tales obras serían muy
útiles para el estudio de sus discípulos, y las
guardó en su casa hasta que pasó el peligro.
El 5 de mayo, el zar Pedro III
de
Rusia firmó una alianza con el rey Federico II de Prusia.
Este
cambio de bando salvó al rey prusiano del descalabro
militar. En
política interior, el zar trató de ganarse a la
nobleza
aboliendo la obligación de servir al Estado, y al conjunto
de la
población reduciendo los impuestos sobre la sal y
concediendo la
libertad religiosa a los viejos creyentes. Por otra parte, se
enemistó con el clero al secularizar sus bienes y redujo
los
privilegios de los altos dignatarios del senado y de la guardia.
También fue muy impopular su decisión de imponer
oficiales prusianos en el ejército. Sus enemigos fueron
agrupándose alrededor de su esposa Catalina que, aunque era
alemana, había adoptado las costumbres rusas desde su
llegada al
país. El zar advirtió el complot, y planeó
encerrarla en un convento, pero ella fingió lealtad para
evitar
el divorcio. Finalmente, la mañana del 9 de julio, Alexei
Orlov, el amante de Catalina,
la condujo al cuarto de la Guardia, donde los oficiales la
proclamaron
zarina y la escoltaron hasta la catedral de Kazán, donde
fue
coronada como Catalina II
de
Rusia. Poco antes, los guardias habían asaltado el palacio
de Peterhof, donde Pedro
III
firmó su abdicación sin oponer resistencia. Fue
encerrado
y unos días más tarde fue asesinado por los
oficiales de
su guardia.
Ese año murió también Estanislao
Poniatowski,
el primer ministro polaco, padre y tocayo del embajador polaco en
San
Petersburgo, uno de los más leales partidarios y antiguo
amante
de la zarina Catalina II.
En Kuwait murió el jeque Sabah I, que fue sucedido (por
elección) por su hijo menor, Abdullah I Al-Sabah.
En agosto la flota
británica había arrebatado a España Florida,
Cuba
y algunas de las antillas menores, como la isla de Granada.
El año anterior se había producido una quiebra
financiera que llevó a los tribunales a un tal Antoine de La Valette, que era
jesuita. No es que esto fuera relevante en el asunto, pero el
parlamento de París lo aprovechó para arremeter
contra
toda la Compañía de Jesús. La cámara
estimó que ciertas reglas de los jesuitas eran
incompatibles con
las leyes del reino, por lo que pidió examinar con detalle
todas
las constituciones de la orden. El 6
de
agosto emitió un fallo que declaraba a la
Compañía "inadmisible
por
su naturaleza en
cualquier estado civilizado" y, en consecuencia,
ordenó
su expulsión. (No es difícil comprender cómo
llegaron los parlamentarios a esa conclusión, teniendo en
cuenta
que leyeron los escritos de san Ignacio de Loyola.) El rey Luis XV
se
opuso a ello y trató de
mediar en el conflicto.
En octubre la flota
británica se apoderó de Manila.
El único éxito español fue que, con la excusa
de
que Portugal era aliado británico, el gobernador de Buenos
Aires, Pedro de Cevallos
Cortés y Calderón,
tomó la ciudad de Sacramento, a pesar de que el año
anterior España había reconocido una vez más
la
soberanía portuguesa sobre ella.
Incapaz de retener sus posesiones en América, Francia
firmó el 3 de noviembre
el tratado de Fontainebleau,
por el
que cedía a España todas sus posesiones al oeste del
Mississippi. De este modo evitaba que cayeran en manos
británicas, pues España podía defenderlas
desde
sus otras colonias americanas.
Jean Jacques Rousseau publicó sus dos obras más
importantes: El contrato
social, o
Principios del derecho político y Emilio, o De la educación.
En el primero se retracta de la condena a la sociedad y de la
exaltación de la vida salvaje que había presentado
en su Discurso sobre el origen
de la desigualdad,
pues ahora elogia la vida política y acepta como un bien la
socidad. Su tesis es que la organización social es un
contrato
por el que los individuos renuncian a algunos de sus derechos
naturales
a cambio de un sistema legal que concilie la libertad y la
igualdad
entre los hombres. Para garantizar el correcto funcionamiento del
sistema político, insta a imitar a los antiguos romanos y
convertir la política casi en una religión. En el Emilio, Rousseau describe un
modelo
de educación de un joven basado en la razón y en la
Naturaleza. La consecuencia de estas obras fue que tuvo que huir a
Suiza para evitar la cárcel.
Diderot escribió la novela El
sobrino de Rameau, cuyo protagonista es Jean-François Rameau,
sobrino
del músico Jean-Philippe Rameau, que es presentado como un
músico bohemio al que Diderot conoce en un café de
París, el cual le sirve como pretexto para diversas
disquisiciones
satíricas, pedagógicas, filosóficas,
artísticas y literarias.
El marqués de Mirabeau publicó su Filosofía rural.
David Hume publicó el sexto y último volumen de su
Historia de Inglaterra.
La obra
había sido prohibida por la Iglesia Católica el
año anterior.
Olivier Goldsmith consiguió cierta popularidad con The citizen of the world,
inspirado
en las Cartas Persas de
Montesquieu.
En el segundo volumen de las Mélanges
de
Turin, Lagrange expuso un profundo estudio sobre la
propagación del sonido con importantes contribuciones a la
teoría de las cuerdas vibrantes, aplicando una
técnica
completamente distinta a la que Euler había empleado, que
le
llevó, naturalmente, a la misma solución.
El monje Paisij de Hilendar,
publicó (en versión manuscrita) una Historia de los eslavos
búlgaros,
que fue una de las primeras semillas que hicieron despertar el
nacionalismo búlgaro contra los griegos y los otomanos.
Paisij
exhortaba a los búlgaros a retomar la lucha, y a que
recordaran
su glorioso pasado, su lengua y su raza.
Carlo Goldoni estrenó La
baruffe
chiozzotte, que destaca por el verismo con que refleja
la sociedad veneciana de la época.
Gluck estrenó en Viena la ópera italiana Orfeo y Eurídice.
Johann Christian Bach se trasladó a Gran Bretaña,
donde le había precedido la fama obtenida por la
representación de varias de sus óperas. Su hermano
Karl
Philipp Emanuel publicó La
verdadera
manera de tocar el piano, que tuvo gran influencia en
su época.
El violinista y compositor Leopold Mozart tenía un hijo
bautizado como Johannes
Chrisostomus
Wolfgang Theophilus Mozart, que a sus seis años de
edad
ya era capaz de componer piezas para clave. Ese año
salió
por primera vez de Salzburgo, su ciudad natal, para visitar Viena
con
sus padres y su hermana Maria
Anna,
de once años, que ya destacaba como pianista precoz.
En enero de 1763, una flota
británico-portuguesa que pretendía recuperar la
ciudad de
Sacramento fue rechazada por los españoles. Sin embargo,
los
británicos no necesitaban su flota para recuperarla: El 10 de febrero, Gran
Bretaña, Francia y España firmaron el tratado de
París que puso fin a la guerra que, puesto que oficialmente
había empezado en 1756, es recordada como la guerra de los Siete años.
Francia cedía a Gran Bretaña todas sus colonias
americanas, es decir, Canadá, la parte de Luisiana al este
del
Mississippi, pues la parte occidental se la había cedido a
España el año anterior y las islas de Dominica, San
Vicente, Tobago y Granada. También renunciaba a sus
posesiones
en Senegal (excepto un islote), y en la India (donde sólo
conservaba cinco factorías). España cedía a
Gran
Bretaña la Florida (entendiendo que abarcaba todas sus
posesiones norteamericanas al este del Mississippi) y
devolvía a
Portugal la colonia de Sacramento. Por otra parte, Gran
Bretaña
devolvía a España Cuba y Filipinas, y a Francia las
islas
de Guadalupe, Martinica y algunas más. Por otra parte,
Francia
se reservaba el derecho de pesca en Terranova. España
confió el gobierno de Luisiana al marino y
científico
Antonio de Ulloa.
El 15 de febrero Austria y
Prusia
firmaron el tratado de Hubertusburg,
por el que ambas potencias conservaban los dominios que ya
poseían antes de la guerra. En particular, Prusia
conservaba
Silesia. El rey Federico II de Prusia ofreció a D'Alembert
la
presidencia de la Academia de
Berlín, para disgusto de Euler, que se
oponía
rotundamente. En una carta a Lagrange escribía:
D'Alembert ha tratado de socavarla [mi solución al problema de las cuerdas vibrantes] mediante varias argucias, y por el único motivo de que no la obtuvo él mismo, [...] Cree que puede engañar con su elocuencia al lector inexperto. [...] Quería publicar en nuestra revista, no una prueba, sino la mera afirmación de que mi solución es incorrecta. [...] Teniendo esto en cuenta, comprenderá qué escándalo supondría que llegara a ser nuestro presidente.
Lagrange estaba de visita en París, donde presentó
un
trabajo para el concurso anual de la Academia
de Ciencias, sobre el movimiento de balanceo de la Luna,
que
hace que la cara visible no sea siempre exactamente la misma, sino
que
presenta pequeñas oscilaciones. Tenía pensado
visitar
Londres, pero una grave enfermedad lo retuvo en París
más
tiempo de lo previsto.
Francia decidió fortificar la Martinica, y envió
una
expedición para construir allí un fuerte llamado Fort Bourbon bajo la
dirección de un ingeniero llamado Charles Augustin de Coulomb.
Unos años atrás, James Watt había construido
una máquina de vapor, pero no funcionó como
él
había esperado, y se había puesto a estudiar todo lo
publicado al respecto. Se enteró de que la universidad de
Glasgow disponía de una máquina de Newcomen, pero
que
estaba en Londres pendiente de reparación. Watt
logró que
la universidad la trajera de nuevo para que él mismo la
reparara.
María Teresa de Austria, frustrado su intento de recuperar
Silesia, procedió a recuperar sus estados del desgaste de
la
guerra y prepararlos para evitar un eventual ataque prusiano en el
futuro. Aunque más bien conservadora, se la puede
considerar
como déspota ilustrada: confeccionó un catastro para
racionalizar y simplificar los impuestos, reorganizó el
ejército instituyendo el reclutamiento obligatorio,
simplificó los organismos de gobierno central y
debilitó
los gobiernos locales, persiguió a judíos y
protestantes
y trató de supeditar el clero a su control, debilitando la
influencia de Roma.
En esta línea, un obispo alemán llamado Johann Nikolaus von Hontheim,
aunque
firmaba sus escritos como Justinus
Febronius,
publicó un tratado en el que propugnaba una amplia
autonomía de los
obispos respecto de Roma, y defendía la supremacía
del
concilio sobre
el Papa. Su doctrina, conocida como febronianismo,
adquirió cierta popularidad entre los católicos
alemanes,
convirtiéndose en el análogo alemán al
galicanismo
francés.
En España, el marqués de Esquilache
estableció
un "pase regio", por el
que
los documentos pontificios debían obtener una
autorización real para ser admitidos.
Evidentemente, Gran Bretaña había sido la gran
vencedora de la guerra. Como potencia naval era invencible, y
ahora era
la dueña de la tercera parte de Norteamérica, donde
su
única competidora era una España cada vez más
débil.
El rey Jorge III trató de atribuirse el mérito de la victoria, pero no consiguió el favor de la opinión pública. Por una parte, William Pitt denunció el tratado de París como una traición, pues argüía que, si el primer ministro Bute no hubiera tenido tanta prisa por firmar la paz, los beneficios habrían sido aún mayores. La intransigencia de Pitt hizo que la mayoría del partido whig le diera la espalda, pero, aún así, logró que el rey se viera obligado a cesar a Bute en abril, que fue sucedido por George Grenville, apoyado por la facción whig hostil a Pitt. Aunque Pitt se abstuvo de atacar directamente al monarca, no sucedió lo mismo con el parlamentario John Wilkes, que el año anterior había fundado una publicación llamada North Briton, desde la que lanzaba ataques mordaces contra el gobierno. Ese año publicó un artículo en el que censuraba al propio rey Jorge III, a raíz de lo cual fue detenido, junto con otras personas, en un proceso de dudosa legalidad, por lo que todos fueron puestos en libertad al poco tiempo.
La población del territorio británico de
Norteamérica estaba distribuida de forma muy irregular. La
zona
de Canadá estaba poco poblada, y gran parte de sus
habitantes
era de origen francés; la costa oriental la ocupaban trece
colonias: Massachusetts, New Hampshire, Rode Island, Connecticut,
Nueva
York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Delaware, Maryland, Virginia,
Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia. Contaban en total
con
1.250.000 colonos aproximadamente, a los que había que
sumar
unos 250.000 esclavos negros. No eran, desde luego, las
únicas
colonias británicas en Norteamérica: al norte estaba
Nueva Escocia y al sur Florida, pero ésta había sido
española hasta ese mismo año y Nueva Escocia
había
sido francesa hasta hacía relativamente poco tiempo. Aunque
ya
estaba bastante asimilada, su población recordaba
todavía
las guerras contra Nueva Inglaterra. El caso era que, por unas u
otras
razones, los demás asentamientos británicos en
Norteamérica no mantenían con las trece colonias los
mismos vínculos que éstas mantenían entre
sí.
El territorio situado al oeste de los montes Apalaches era "el salvaje Oeste", un
territorio
virgen que los soldados franceses habían dejado
vacío al
evacuarlo, donde "vacío", como es natural, ha de entenderse
como
"poblado únicamente por indios". Los indios no estaban nada
satisfechos con la forma en que había terminado el
enfrentamiento entre franceses y británicos: los franceses
eran
pocos y se interesaban principalmente por el comercio de pieles, y
trataban a los indios más o menos en pie de igualdad; por
el
contrario, los británicos eran muchos y aspiraban a ocupar
con
granjas todo el territorio que caía en sus manos; para
ellos,
los indios no eran más que un estorbo y no ocultaban su
conciencia de ser partícipes de la cultura europea,
mientras que
los indios eran unos espantajos salvajes. Y, por si los indios no
fueran lo suficientemente perspicaces para comprender que esto era
así, los franceses, antes de retirarse, se ocuparon de
hacérselo ver claramente.
Por ello, un jefe indio llamado Pontiac,
nacido en el territorio de Ohio y que había luchado junto a
los
franceses, organizó una confederación de las tribus
que
habitaban entre los Apalaches y el Mississippi, y en mayo inició una serie de
ataques
por sorpresa contra varios puestos avanzados británicos.
Ocho
fuertes de la región de los grandes lagos fueron tomados y
arrasados. El 7 de mayo el
propio
Pontiac dirigió un ataque contra Detroit, pero la ciudad se
dispuso a resistir el asedio.
Las doctrinas fisiocráticas opuestas al mercantilismo
estaban
empezando a influir en el gobierno francés. El 27 de mayo, una declaración
real
instauró la libre circulación de granos, harinas y
hortalizas. La medida fue muy mal acogida. Se acusó al
gobierno
de que pretendía favorecr a los monopolios y a los
especuladores
y en varias ciudades se produjeron revueltas. (En esencia, se
quejaban
de que algunos productos importados de otras ciudades se
vendían
más baratos que los productos locales.)
El año anterior había muerto el príncipe de
Esterházy, pero su sucesor, conocido como Nicolás el Magnífico,
mantuvo a Joseph Haydn a su servicio, quien ahora estrenaba su
ópera Acis y Galatea.
Haydn tenía un hermano menor, llamado Michael,
que ese año entró al servicio del príncipe
arzobispo de Salzburgo, para
quien trabajaba también Leopold Mozart, aunque actualmente
la
familia
Mozart se encontraba de visita en Viena y, en junio, inició un largo viaje por
Europa.
Fort Pitt fue atacado por los indios, y una partida de quinientos
soldados acudió en su defensa, bajo la dirección del
coronel Henry Bouquet. El
2 de agosto, Bouquet se
encontró
con un ejército indio en Bushy
Run, a unos cuarenta kilómetros de Fort Pitt, y se
libró un combate que duró dos días. Aunque
con
muchas bajas, los británicos derrotaron a los indios y el 10 de agosto Fort Pitt fue liberado
del
asedio.
Ese año murió el rey Federico Augusto II de
Polonia.
Como príncipe elector de Sajonia, fue sucedido por su hijo
Federico Cristián,
pero
éste murió poco después, y fue sucedido a su
vez
por su hijo Federico Augusto
III,
de once años, bajo la tutela de su tío. Sin embargo,
la
zarina Catalina II de Rusia logró que la nobleza polaca
eligiera
como rey a su ex-amante Estanislao
II
Poniatowski.
Catalina II devolvió el ducado de Curlandia a Ernest Johann Biron, desterrado por Isabel la Clemente. La zarina estaba decidida a que Rusia fuera admitida entre las grandes potencias europeas y quiso dar la imagen de un estado moderno e ilustrado. Ese año entabló correspondencia con Voltaire y propuso a D'Alembert que se convirtiera en el tutor de su hijo Pablo, de diez años, pero D'Alembert rechazó la oferta. Tampoco aceptó Diderot su invitación para visitar Rusia, debida en este caso a su empeño en llevar a término la edición de la Enciclopedia.
El 7 de octubre, una proclama
real estableció una línea, a lo largo de los montes
Apalaches, al oeste de la cual los colonos británicos en
América tenían prohibido
establecerse. El territorio sería ocupado exclusivamente
por los
indios. Esto hizo que muchos de los aliados de Pontiac abanonaran
la
lucha. En noviembre, Pontiac se
vio
obligado a abandonar el asedio de Detroit, pese a lo cual
continuó la guerra con los hombres que le seguían
siendo
fieles.
La línea de la proclama
no había surgido por un repentino interés
británico por el bienestar de los indios, sino más
bien
porque el territorio que el tratado de París había
puesto
en principio a disposición de los colonos tenía una
superficie mucho mayor que la de Gran Bretaña, y si
éstos
se expandían sin restricciones, llegaría el
día en
que las colonias serían más poderosas que la
metrópoli, y se volverían ingobernables. Para los
colonos, la proclama era intolerable. ¿De qué les
había servido expulsar a los franceses si ahora
tenían
que entregar a los indios el territorio conquistado? Precisamente,
la
guerra había estallado por el interés de las
colonias de
expandirse sobre territorios reclamados por los franceses. En la
práctica, los colonos hicieron caso omiso de la proclama,
como
hacían caso omiso de las proibiciones que convertían
en
contrabando lo que perfectamente podría haber sido un
negocio
honrado bajo una legislación racional.
La tensión entre Gran Bretaña y sus colonias
americanas aumentó aún más cuando
llegó a
los tribunales de Virginia una antigua disputa: Desde hacía
un
siglo, era habitual en Virginia pagar a los clérigos con
tabaco,
pero en 1755 hubo mala cosecha y el precio del tabaco se
triplicó, de modo que si los clérigos
recibían la
cantidad (fija) de tabaco que constituía su salario,
estaban
recibiendo el triple de dinero. Por ello, la asamblea de Virginia
aprobó ese año que se pagara a los clérigos
en
metálico, según el precio habitual del tabaco, y no
el
excepcional de ese año. El clero se opuso y en 1759 el caso
llegó al gobierno británico, el cual
restableció
el pago en tabaco. Sin embargo, los virginianos hicieron lo
habitual
con las decisiones británicas: no hicieron caso alguno y
siguieron pagando a los clérigos en metálico. Ahora
un
clérigo llevaba el caso de nuevo a los tribunales de
Virginia.
Contra la demanda actuó un abogado llamado Patrick Henry, el cual, en un
elocuente discurso pronunciado el 1 de
diciembre, no entró en la cuestión de si la
decisión de la asamblea Virginia era justa o injusta, sino
que se centró en la cuestión de si el gobierno
británico podía anular sin más
contemplaciones una
decisión de la asamblea. Henry defendió
que no podía, pues ello suponía una violación
del
derecho natural, y consiguió que, aunque el tribunal diera
la
razón al demandante (para no desafiar abiertamente al
gobierno
británico), le otorgara la irrisoria suma de un penique por
daños y perjuicios. Poco después, Henry fue admitido
como
miembro de la asamblea de Virginia.
David Hume fue nombrado secretario de embajada en París, y
al
llegar a Francia se encontró con grandes muestras de
reconocimiento hacia su trabajo, fue presentado y adulado en la
corte,
y trabó amistad con las figuras más relevantes de la
cultura francesa: Diderot, D'Alembert, Buffon, Helvetius,
Rousseau, etc.
En París murió el novelista Marivaux.
Voltaire publicó una de sus obras más
significativas:
el Tratado sobre la tolerancia,
en el que, partiendo de la denuncia de un abuso de la justicia,
por el
que un anciano llamado Jean
Calas
había sido condenado a muerte el año anterior,
acusado
del asesinato de su hijo sin más pruebas que el hecho de
ser
protestante, condena la intolerancia religiosa y da evidencias de
que
es posible (e incluso útil y beneficioso, además de
justo) que las distintas concepciones de la religión se
toleren
mutuamente y vivan en paz. Voltaire argumenta que la intolerancia
era
prácticamente desconocida por los antiguos, y que fue
"inventada" por los cristianos (no por Jesucristo, sino por las
distintas sectas cristianas que, desde que fueron "legalizadas"
por
Constantino, trataron de aniquilarse unas a otras) y que han sido
los
cristianos quienes la han hecho pervivir hasta nuestros
días.
(Obviamente, Voltaire habla de "sus días", pero hoy podemos
decir igualmente "hasta nuestros días", añadiendo,
para
ser justos, que los musulmanes han superado mil veces a los
cristianos
en materia de generar fanatismo e intolerancia.) Voltaire cita una
máxima romana:
Deorum
ofensae,
diis curae
(De
las ofensas a los dioses se han de ocupar los dioses)
y es una vergüenza para la humanidad que haya tantos
creyentes actuales que no la tengan asimilada, creyentes que se
creen
legitimados a prohibir en nombre de Dios —el dios que sea— el
divorcio,
el aborto, la eutanasia, el adulterio, la homosexualidad, o
simplemente
que una mujer pueda vestir como estime oportuno, o que pueda votar
o
tener licencia para conducir un automóvil.
En 1764, el Papa Clemente XIII
condenó el febronianismo.
El rey Luis XV de Francia, exasperado por las presiones de
Clemente
XIII, renunció a su intento de salvar a la
Compañía de Jesús y aprobó la
decisión del Parlamento que exigía su
expulsión.
Para hacerse una idea de los motivos subyacentes, es interesente
leer
la entrada Jesuitas u orgullo del Diccionario filosófico
portátil o la razón en orden alfabético,
una versión personal de la Enciclopedia
que Voltaire publicó ese mismo año en la que trata
diversos temas de carácter histórico,
filosófico y
social. (Nótese que esta entrada fue incluida o modificada
más adelante, pues hace referencia a sucesos que aún
no
habían tenido lugar, como la expulsión de los
jesuitas de
España.) Se trata de un punto de vista muy particular, pero
da
una
idea de la imagen que tenían de los jesuitas los
intelectuales
de la época (y Voltaire era de los moderados).
Francia encontró una modesta forma de resarcirse de sus
pérdidas en la guerra de los Siete años
anexionándose la isla de Córcega. Aprovechando que
había estado apoyando la rebelión corsa contra
Génova, ahora obligó a la república genovesa
a
firmar el tratado de Compiègne,
por el que le cedía la isla. Pasquale Paoli y los rebeldes
corsos pasaron así de luchar contra Génova a luchar
contra Francia.
Un tal Charles Palissot de
Montenoy
publicó La Dunciade ou
La
guerre des sots, un poema que ridiculizaba a los
enciclopedistas.
D'Alembert visitó al rey Federico II de Prusia, y
éste
le reiteró su ofrecimiento de la presidencia de la Academia
de
Berlín. Sin embargo, D'Alembert la rehusó y le
sugirió que nombrara a Euler en su lugar.
La guerra de los Siete años había dejado al
gobierno
británico una importante deuda, y el primer ministro,
Grenville,
estaba estudiando cómo incrementar la recaudación de
impuestos. Dado que la guerra se había orientado
principalmente
a defender los intereses de las colonias norteamericanas frente a
la
amenaza francesa, parecía razonable pedir a éstas
que
contribuyeran a financiar en parte los gastos de la guera. Por
ello, el
5 de abril el Parlamento
aprobó la Ley del
azúcar, que aumentaba los aranceles sobre el
azúcar, el vino, el café y los textiles. El 19 de abril se aprobó la Ley de la moneda, que
prohibía a las colonias emitir papel moneda (para evitar
que
éstas pagaran impuestos con una moneda devaluada). Como de
costumbre, estas medidas tuvieron poco efecto, pues la mayor parte
del
comercio con las colonias se efectuaba clandestinamente y no
pagaba
impuestos. Otra cosa es que las nuevas leyes contribuyeron a
aumentar
el desprecio de los colonos hacia la legislación
británica. Los colonos también estaban molestos
porque,
apenas hubo terminado la guerra, el Parlamento aprobó la
instalación permanente de 10.000 soldados regulares en las
colonias. Era un ejército mucho más numeroso de lo
necesario, teniendo en cuenta que los franceses habían
abandonado el continente. Estaba claro que su finalidad era
corregir la
tradicional indisciplina de las colonias.
Pero los planes de Grenville iban más allá y ya
había anunciado el proyecto de establecer una Ley de timbres, es decir, una
ley
que exigiera que todo documento público, para tener
validez,
hubiera de llevar un sello por el que había que pagar una
cierta
cantidad al Estado, en proporción a la importancia del
documento. Hasta los periódicos, los anuncios, los juegos
de
cartas, los almanaques, etc. tendrían que tener su timbre,
so
pena de una cuantiosa multa. Ya hacía tiempo que Francia
había promulgado una ley de timbres, pero en Gran
Bretaña
era algo novedoso y, obviamente, impopular.
También fue muy impopular otra acción de Grenville,
quien, decidido a perseguir a John Wilkes por sus críticas
al
rey Jorge III, lo acusó de obscenidad. Wilkes huyó a
Francia y fue expulsado de la cámara de los Comunes. Sin
embargo, la opinión pública lo convirtió en
un
símbolo de la lucha contra los abusos de la
monarquía.
El escritor Samuel Johnson fundó el Club literario de Londres
juntamente con algunos amigos, entre ellos Olivier Goldsmith y el
pintor Joshua Reynolds. Goldsmith publicaba ese año The traveller, un largo y
denso
poema filosófico.
En Londres, Johann Christian Bach fundó una de las
primeras
asociaciones de conciertos de abono: los Bach-Abel concerts.
El año anterior Gluck había emprendido un nuevo
viaje
a Italia, donde estrenó su ópera El encuentro imprevisto o Los
peregrinos
de la Meca.
España, al igual que Gran Bretaña, reforzó
su
presencia militar en América. Ese año se instalaron
dos
regimientos regulares de tropas españolas en México,
relegando a un segundo plano las milicias de voluntarios locales.
El
virrey de México era a la sazón el marqués de
Cruillas, pero ese
año fue
enviado como visitador general José
de
Gálvez, que disponía de plenos poderes y se
convirtió en la auténtica autoridad del virreinato.
Reformó el aparato administrativo y expulsó a los
criollos (los nativos) de los puestos de responsabilidad,
sustituyéndolos por funcionarios llegados de España.
Desde principios de siglo, las islas Falkland habían sido
frecuentadas por balleneros franceses procedentes de Saint-Malo, por lo que los
franceses
se referían a ellas como islas Malouines,
de donde procede el nombre de islas Malvinas.
Permanecieron deshabitadas hasta la llegada del navegante
francés Louis Antoine de
Bougainville, quien fundó Port Louis en la Malvina
Oriental.
Ese año murieron:
En septiembre, un
ejército
ruso entró en Varsovia y aseguró que Estanislao II
fuera
reconocido como rey. Este apoyo ruso lo volvió impopular
entre
sus compatriotas.
El nabab bengalí Siray al-Dawla no se había
resignado
todavía a la dominación inglesa y había
pedido
ayuda al gran mogol Sha Alam. No obstante, los británicos
los
derrotaron en Buxar el 22 de octubre. La alarma provocada
por la
amenaza de Sha Alam había hecho que Robert Clive fuera
enviado
de nuevo a Bengala en calidad de gobernador. Llegó poco
después de la victoria británica y, ya en 1765, obtuvo del gran mogol un
tratado por
el que concedía a la Compañía
británica
de las Indias Orientales el derecho a recaudar
impuestos, así como la soberanía sobre Bengala y
otros
territorios. Desde ese momento, el sultanato de Delhi no fue
más
que un títere británico.
Los británicos fundaron Port
Egmont en la Malvina Occidental.
El 22 de marzo, el Parlamento
británico aprobó la Ley
de Timbres. A finales del año anterior
había
llegado a Londres Benjamin Franklin. El propósito de su
viaje
era abogar por que la colonia de Pennsylvania fuera convertida en
colonia real, y dejara de ser oficialmente una propiedad privada
de la
famila Penn. Tuvo ocasión de hablar en el Parlamento contra
la
Ley de Timbres, pero cuando fue aprobada consideró que
debía ser acatada, como cualquier otra ley. No opinaban
así sus compatriotas. James Otis resumió su
opinión en una frase que se hizo popular: El impuesto sin
representación es
tiranía. Quería decir que la
cuestión no
era si la Ley de Timbres
era
justa o injusta en sí misma, sino que lo injusto era que
los
americanos tuvieran que pagar un impuesto aprobado sin que nadie
los
hubiera consultado. La población de las trece colonias era
la
tercera parte de la población de Gran Bretaña, y su
representación en el parlamento era nula.
El 15 de mayo, el Parlamento
británico aprobó la Ley
de Acuartelamiento, que establecía que los
soldados
británicos podían ser instalados en casas
particulares si
se consideraba necesario. La ley había sido sugerida por Thomas Gage, que había
acompañado a Braddock en el frustrado ataque a Fort
Duquesne y,
aunque no se había distinguido particularmente durante la guerra de los Siete años,
a
su término fue puesto al frente de todas las fuerzas
británicas en América. Era evidente que la Ley de Acuartelamiento
pretendía ser un instrumento de coacción: nada mejor
para
acallar una voz discrepante que instalarle en su casa uno o varios
soldados que, además de causar las molestias propias de un
invitado indeseable, podían denunciar cualquier
acción
sospechosa que detectaran en su anfitrión.
El 29 de mayo, la Asamblea de
Virginia se reunió para discutir sobre la Ley de Timbres y para
proponer
ciertas resoluciones en defensa del derecho de Virginia a elaborar
sus
propias leyes. En el transcurso del debate, Patrick Henry se
levantó y empezó a decir: "César tuvo su Bruto, Carlos I su
Cronwell y Jorge III..." En este punto, los más
conservadores, entendiendo que iba a amenazar de muerte al rey, le
gritaron: ¡Traición,
traición!, pero Henry acabó su frase: "... y Jorge III puede beneficiarse
con su
ejemplo." Luego añadió: "Si esto es traición, sacad
el
mayor provecho de ello", y abandonó la sala. Las
resoluciones no fueron aprobadas, pero se publicaron en la prensa.
En las grandes ciudades de las trece colonias hubo tumultos. Se
colgó en efigie a los funcionarios reales, y se
amenazó a
quienes parecían dispuestos a acatar la Ley de Timbres. Más de
uno
recibió una paliza.
El 8 de junio, James Otis
empezó a enviar cartas a todas las colonias proponiendo una
reunión en Nueva York para establecer medidas conjuntas
contra
la Ley de Timbres.
Casi un millar de comerciantes de Boston, Nueva York y Filadelfia
organizaron un boicot a los productos británicos. Los
tribunales
anunciaron estar dispuestos a cerrar antes que poner timbres a sus
documentos. Se convirtió en una cuestión de
patriotismo
consumir
únicamente productos americanos y rehusar los
artículos
importados.
Entre los más radicales detractores de la Ley de Timbres
estaba Samuel Adams, cuya
vida
había sido un fracaso hasta que fue uno de los primeros en
descubrir que quien no sirve para nada puede aprovechar —al menos—
para
político radical. (Desde entonces hasta nuestros
días,
muchos más han hecho el mismo descubrimiento.)
Organizó
tumultos y fundó en Massachusetts la organización
llamada
"Hijos de la Libertad",
una
especie de protonazis que amenazaban a todo aquel que comprase
timbres
o comerciase con Gran Bretaña, destrozaban negocios,
untaban con
alquitrán y pegaban plumas a quienes consideraban
especialmente
subversivos, etc. Incluso llegaron a saquear la casa del
gobernador e
incendiaron la de Thomas
Hutchinson,
uno de sus consejeros, porque creyeron (erróneamente) que
había aprobado la Ley de
Timbres.
Samuel Adams tenía un primo llamado John Adams, un brillante
abogado que
combatió la Ley de
Timbres
de forma civilizada, escribiendo eruditos, pero eficaces,
artículos contra ella.
Del 7 al 25 de octubre se
reunió en Nueva York el Congreso
sobre
la Ley de Timbres, al que acudieron representantes de
nueve colonias, y las otras cinco estuvieron austentes porque no
tuvieron tiempo de designar delegados. En el congreso
destacó John Dickinson,
de Pennsylvania, que
redactó una declaración aprobada por el Congreso
para ser
presentada al rey y al Parlamento, en la que negaban el derecho a
establecer ningún impuesto sin el consentimiento de las
autoridades coloniales.
En el Parlamento británico se oían también
voces que apoyaban a las colonias. Una de ellas fue la de William
Pitt,
pero había otras, como la de Isaac
Barre y Edmund Burke,
que defendió el derecho de los colonos a disfrutar de las
garantías británicas contra la arbitrariedad del
monarca.
Finalmente, Grenville tuvo que abandonar el gobierno y fue
sustituido
por Charles Watson Wentworth,
el marqués de Rockingham,
líder del partido whig
en la cámara de los lores, que nombró a Burke su
secretario particular y se mostró dispuesto a abolir la Ley de Timbres.
Todo esto sucedió antes de que la Ley de Timbres entrara en
vigor,
pues la fecha designada para ello era el 1
de noviembre, y los esfuerzos que se hicieron a partir de
esa
fecha para ponerla en práctica costaron más que lo
que se
consiguió recaudar.
En Marruecos se fundó el puerto de Mogador, para concentrar el
comercio
con Europa. El rey Muhammad ibn Abd Allah había firmado
tratados
comerciales con las principales potencias europeas, que se
hicieron
conceder fuertes privilegios (ese mismo año renovaba el
tratado
con Gran Bretaña).
El año anterior Japón había sufrido una nueva y sangrienta revuelta de campesinos, y ahora estallaba otra más.
La guerra de los Siete
años |
Índice | El motín de
Esquilache |