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Bonaparte había ambicionado llegar desde Egipto hasta la
India británica, pero estaba claro que su plan no podía
prosperar. Sus comunicaciones marítimas eran más que
defectuosas, y sabía que su ejército iría
debilitándose paulatinamente hasta verse forzado a capitular.
Además, a través de algunos prisioneros británicos
y, sobre todo, de la Gaceta de
Franckfurt, que le hacía llegar Sidney Smith, estaba al
corriente de las derrotas que el Directorio estaba sufriendo en Europa.
Por ello, el 23 de agosto de 1799
anunció a sus tropas que se disponía a regresar a Francia
para volver con refuerzos, aunque no era ésa en absoluto su
intención. Delegó el mando en el general Jean Baptiste Kléber y esa
misma noche embarcó clandestinamente. Tuvo la inmensa suerte que
en su viaje de cuarenta y siete días no encontró
ningún barco enemigo que lo interceptara.
Las guerras que Francia sostenía en tantos frentes
habían obligado a realizar nuevos reclutamientos forzosos y,
como consecuencia, el 14 de septiembre
unos doscientos jefes de la chuanería
y la Vendée se
reunieron para acordar la vuelta a las armas.
El 19 de septiembre un
ejército franco-bátavo derrotó en Bergen (en la república
Bátava) a una coalición británico-rusa.
El 25 de septiembre los franceses
derrotaron en Zurich a un ejército ruso bajo el mando del
general Alexander Mihailevich
Rimsky-Korsakov, el ayudante de Suvórov. El combate se
reanudó al día siguiente y terminó con un completo
desastre para el ejército ruso. Los franceses tomaron su cuartel
general en Zurich y capturaron la mayor parte de su artillería e
incluso a las mujeres de los oficiales rusos.
El 30 de septiembre los
napolitanos entraron en Roma, que unos días antes había
sido evacuada por el ejército francés. Así fue
disuelta la República Romana.
El 1 de octubre Bonaparte estaba
en Ajaccio, en Córcega, donde tuvo que esperar unos días
a causa de los vientos contrarios.
El 2 de octubre los franceses
fueron derrotados por los británicos en Alkmaar, en la república
Bátava, pero el 6 de octubre
obtuvieron una nueva victoria ante rusos y británicos en Castricum.
El 9 de octubre murió de
disentería el clérigo francés Pigneau de Behaine,
el principal responsable de la ayuda francesa al pretendiente Nguyen
Anh al trono vietnamita. Éste pronunció una
oración fúnebre en su honor en el que lo describe como "el más ilustre extranjero que
nunca ha aparecido en la corte de Cochinchina".
El rey del Nepal, Rana Bahadur Sha, en su cuarto año de
reinado personal, tras la regencia durante su minoría de edad,
decidió renunciar al trono para dedicarse al ascetismo,
así que abdicó en su hijo Girvan Yudda Bikram Sha Deva, de dos
años de edad, bajo la regencia de su madre Lalit Tripura Sundari y del primer
ministro Bhimsen Thapa.
Gracias a la acción de algunos admiradores, la sentencia de
cárcel contra Cimarosa fue conmutada por la de destierro. El
compositor se dispuso a viajar de nuevo a San Petersburgo.
El 15 de octubre, según lo
acordado, se produjo la insurrección de los chouans. La revuelta cubre un
territorio más extenso que en ocasiones anteriores. Numerosas
ciudades son tomadas, aunque las retienen poco tiempo.
El 18 de octubre los rusos y
británicos se vieron obligados a firmar la Convención de Alkmaar, por
la que abandonaban la república Bátava.
El 20 de octubre unos dos mil chouans derrotaron a un
ejército republicano en Nantes.
El 22 de octubre el zar Pablo I
de Rusia
abandonó la Segunda
coalición.
Ese mismo día, Francisco de Saavedra fue cesado como primer
ministro español, y sucedido por Mariano Luis de Urquijo, que
trató de limitar en todo lo posible el poder de la Santa
Inquisición. También aprovechó que todavía
no se había nombrado un nuevo Papa para tratar de conferir a los
obispos españoles algunas atribuciones del sumo pontífice.
Boccherini, que seguía residiendo en Madrid, dedicó seis quintetos "a la República Francesa".
Desde principios de año, en la isla de Malta habían
surgido insurgentes que querían expulsar a los franceses, y
formaron un Congreso Nacional
que envió una carta al rey Jorge III ofreciéndole la
soberanía de la isla. Sin embargo, no obtuvieron respuesta por
parte de los británicos. El 1 de
noviembre Nelson se acercó a La Valetta y
pidió la rendición de la ciudad al respondable
francés: Claude-Henri Belgrand
de Vaubois. Sin embargo, éste esperaba refuerzos
franceses y manifestó su intención de resistir. Nelson
encomendó a Alexander Ball
que se pusiera al frente de los soldados malteses, unos 2.000 soldados
regulares más otros 1.500 voluntarios. Un asunto delicado era
que los malteses habían ofrecido la soberanía a los
británicos, pero el rey Fernando I de las Dos Sicilias
consideraba que Malta debía integrarse en su reino. Entre los
propios malteses había también partidarios de esta
opción. No obstante, Fernando I aceptó que Ball fuera
nombrado gobernador de Malta.
Bonaparte estaba de regreso en Francia, y fue aclamado en su camino
hasta París. Pronto fue recibido por el abate Sieyès, que
lo consideró el apoyo militar idóneo para su proyecto de
golpe de estado. Su idea era sustituir al Directorio por dos
cónsules, como en la antigua Roma, de modo que uno (por ejemplo,
él mismo) se ocupara de los asuntos civiles y el otro (por
ejemplo, Bonaparte) de los militares. El 8
de noviembre
Bonaparte convocó en su residencia a una serie de oficiales de
confianza. Éstos pensaron que el general se disponía a
marchar a Italia y que tenía intención de darles
órdenes al respecto de la campaña. A las cinco de la
mañana del 9 de noviembre se
convocó a los miembros del Consejo de Ancianos para las siete de
la mañana, aunque la convocatoria no llegó a los que no
parecían susceptibles de aceptar un golpe de estado. A esa hora
los oficiales llegan a la residencia de Bonaparte y éste les
explica todos los males que caerán sobre Francia si no se
reforma el sistema de gobierno.
A las ocho de la mañana,
los diputados del Consejo de
Ancianos son "informados" de que un complot anarquista quiere acabar
con sus vidas y que, por su seguridad, deben ser alejados de
París. Se acuerda el traslado a Saint-Cloud y, hasta que se
restablezcan allí las sesiones al día siguiente, se
prohibe toda deliberación. Se encarga al general Bonaparte que
haga lo necesario para que se cumplan estas disposiciones. Esto le es
notificado a las ocho y media y
todos los militares que había
convocado gritan ¡Viva
Bonaparte!, ¡Viva la República! Napoleón se
dirige así a los militares:
Soldados: el decreto extraordinario del Consejo de Ancianos es conforme a los artículos 102 y 103 de la Constitución; me ha adjudicado el gobierno de la ciudad y del ejército. Yo lo he aceptado para secundar las medidas que ha tomado y que son todas en favor del pueblo. La República está mal gobernada desde hace dos años. Vosotros habéis esperado que mi regreso pusiera fin a tantos males; apoyaréis a vuestro general con la energía, la firmeza y la confianza que siempre he visto en vosotros. La libertad, la victoria y la paz devolverán la República franceza al rango que ella ocupaba en Europa y que sólo la ineptitud o la traición han podido hacerle perder. ¡Viva la República!
A las nueve, Bonaparte fue
recibido por el Consejo de Ancianos junto
con su estado mayor, y allí pronunció estas palabras:
La república fallece; vosotros os habéis percatado y vuestro decreto la salvará. ¡Malditos aquellos que querrían el caos y el desorden! Yo los arrestaré. No busquéis en el pasado ejemplos que podrían retrasar vuestra marcha. Vuestra sabiduría ha producido este decreto, nuestros brazos sabrán ejecutarlo. Queremos una república fundada sobre la verdadera libertad, sobre la libertad civil, sobre la representación nacional. La tendremos, lo juro, lo juro en mi nombre y en el de mis compañeros de armas.
Los militares ocuparon rápidamente la capital francesa, los
directores Gohier y Moulin se dieron cuenta de que habían sido
abandonados por los otros tres y que eran custodiados por un general.
Sieyès y Ducos se unieron al Consejo de Ancianos. Barras Gohier
y Moulin llamaron a un general y trataron de darle órdenes, pero
éste les explicó que, en virtud del decreto del Consejo
de Ancianos, no reconocía otra autoridad que la de Bonaparte.
Éste, dirigiéndose indirectamente a los Directores y sus
ministros, exclamó ante el Consejo de Ancianos:
¿Qué habéis hecho de esta Francia que os dejé tan floreciente? Os dejé la paz y me encuentro con la guerra, Os dejé victorias y me encuentro derrotas, Os dejé los millones de Italia y encuentro por todas partes leyes expoliadoras y miseria. ¿Qué habéis hecho de los cien mil franceses que yo conocía, todos mis compañeros de gloria? Están muertos. Este estado de cosas no puede durar. Antes de tres años nos llevaría al despotismo, pero nosotros queremos la República, la República sostenida sobre las bases de la igualdad, de la moral, de la libertad civil, de la tolerancia política. Ya es hora de que se dé a los defensores de la patria la confianza a la que tanto derecho tienen. Según el parecer de esos facciosos, pronto seríamos todos enemigos de la República, nosotros que la hemos reforzado con nuestro trabajo y nuestro coraje. Nosotros no queremos gente más patriota que los bravos que han sido mutilados al servicio de la patria.
A mediodía dimitieron como
Directores Barras, Sieyès y
Duclos. Bonaparte aseguró el camino a Saint-Claud, adonde a lo
largo del día se trasladaron los diputados. A las ocho de la
mañana del 10 de noviembre
ya
habían llegado todos con sus familias. Por lo demás, la
vida en París transcurría con normalidad. A las doce y
media Bonaparte llegó a Saint-Claud escoltado por un
destacamento de caballería. Allí fue recibido con gritos
de ¡Viva Bonaparte! de
sus partidarios y otros de ¡Viva
la Constitución! de sus detractores. A las dos se
abrió la sesión del Consejo de los Quinientos, y los
diputados jacobinos pidieron explicaciones. A las tres y media el
Consejo de Ancianos fue informado de que tres Directores habían
dimitido, y pidió al Consejo de los Quinientos que elaborara una
lista de candidatos para sustituirlos. Entonces entró Bonaparte
en la sala para negar las acusaciones que lo pintaban como un nuevo
César que pretendía instaurar un gobierno militar. Un
diputado interrumpió su discurso para preguntarle ¿Y la Constitución? y
Bonaparte replicó enfurecido:
¡La Constitución, la Constitución! ¿Os atrevéis a invocarla? La habéis violado el 18 fructidor, el 22 floreal, el 30 pradial... Habéis violado en su nombre todos los derechos del pueblo. Nosotros fundaremos, a vuestro pesar, la libertad y la República. Tan pronto como hayan cesado los peligros que han hecho que se me concedan poderes extraordinarios abdicaré de tales poderes.
Alguien gritó preguntándole qué peligros eran
ésos. Bonaparte continuó:
Si he de explicarlo todo, os diré que Barras y Moulin me han propuesto corregir el gobierno. Yo sólo he contado con el Consejo de Ancianos, no he contado en absoluto con el Consejo de los Quinientos, donde se encuentran quienes querrían devolvernos a la Convención y a los Comités revolucionarios. Ahora me marcharé, y si algún orador, pagado por extranjeros, hablara de ponerme fuera de la ley, que se preocupe de llevar ese arresto contra sí mismo. Si hablara de ponerme fuera de la ley, yo apelo a vosotros, mis bravos compañeros de armas, a vosotros, mis bravos soldados que yo he llevado tantas veces a la victoria. Yo me remitiré, mis verdaderos amigos, a vuestro coraje y a mi fortuna.
A las cuatro, el Consejo de los
Quinientos discutía sobre la sustitución de Barras, pero
a las cuatro y media entró
Bonaparte en la sala acompañado de algunos soldados. Le
acompañaron gritos de ¡He
aquí los sables! ¡He aquí los hombres armados!
¡Abajo el tirano! ¡Abajo el dictador! ¡Fuera de la
ley el nuevo Cromwell! Un diputado le golpeó en la
espalda y le dijo: ¡Ya
está claro porqué has "aportado tantas victorias"!
Otro lo cogió de ambos brazos y le dijo: ¿Qué haces, qué
haces, temerario? Estás violando el santuario de las leyes.
Bonaparte, creyendo su vida en peligro, salió de la sala sin
poder pronunciar una palabra. Se encontró entonces con el abate
Sieyés, al que le dijo: "Me
quieren declarar fuera de la ley" (con lo cual, todo ciudadano
estaba autorizado a matarlo). Sieyés le responde: Son ellos quienes se han puesto fuera de
la ley, es necesario enviar tropas. El Consejo de los Quinientos
estaba presidido por Lucien Bonaparte,
hermano de Napoleón, que no consiguió poner orden y
levantó la sesión, tras lo cual tuvo que salir escoltado
por un grupo de soldados.
A las cinco, Bonaparte creyendo
que ha sido declarado fuera de la ley, salta por la ventana gritando ¡A las armas! Monta a caballo
y se reune con su hermano, que le explica que la mayoría del
Consejo de los Quinientos está aterrorizado por algunos
diputados armados de puñales. Le dice: "No reconozcas como legisladores de
Francia más que a aquellos que se han venido conmigo. En cuanto
a los que se han quedado en la sala, que la fuerza los expulse. Esos
bribones ya no son representantes del pueblo. Son los representantes
del puñal." Napoleón tomó la palabra
y se dirigió a sus soldados: Soldados:
yo os he llevado a la victoria. ¿Puedo contar con vosotros?
y en respuesta recibió aclamaciones: Sí, sí, ¡Viva el
general! Entonces Lucien instó a los soldados a poner
orden en los consejos. A las cinco y media
los soldados armados con bayonetas hacen salir a todos los diputados
que encuentran y los dispersan.
A las siete menos cuarto el
Consejo de Ancianos decide nombrar un gobierno provisional de tres
miembros. También decide suspender las reuniones del Consejo
hasta el 1 nivoso (dentro de algo más de un mes). Sin embargo,
Bonaparte no queda satisfecho, porque el Consejo de Ancianos ha
aceptado como un hecho la disolución del Consejo de los
Quinientos. En su lugar, dio orden de buscar a todos los diputados
favorables que pudiera encontrarse para reconstituirlo. A las nueve habían regresado unos
cincuenta diputados de los quinientos que formaban el Consejo. Lucien
Bonaparte presidió la reunión y la cámara
acordó excluir a sesenta y un diputados que se obstinaban en
mantener la antigua constitución. Entre las dos cámaras
se acordó abolir el Directorio y sustituirlo por tres
cónsules, que provisionalmente serían Bonaparte,
Sieyès y Ducos, así como el nombramiento de una
comisión para revisar la Constitución.
Ese día murió el químico británico
Joseph Black.
El 28 y el 29 de noviembre, los británicos
hacen llegar a los chouans un
suministro de armas. Bonaparte adopta
una política conciliadora y suprime las levas forzosas. (No las
necesitaba, su popularidad le bastaba para obtener voluntarios).
El 30 de noviembre se
inauguró el cónclave en Venecia que debía elegir
al nuevo Papa, aunque contó sólo con la presencia de
treinta y cuatro cardenales, pocos, pero suficientes para no ponerse de
acuerdo. Al parecer, el Espíritu Santo se había quedado
en Roma. En gran parte, la culpa fue de un trigésimo quinto
cardenal que se unió al cónclave más tarde: era Franziskus Herzan von Harras,
representante del emperador Francisco I, que impuso por dos veces un
derecho de veto que obligó a descartar a dos candidatos que
habían alcanzado el consenso suficiente.
El 9 de diciembre se abrieron
negociaciones entre el gobierno francés y los rebeldes chouans.
Paulatinamente los jefes chouans
van firmando treguas, aunque algunos se muestran partidarios de seguir
la lucha.
El 12 de diciembre George
Washington cogió una laringitis tras montar a caballo en un
día muy frío. Murió el 14
de diciembre, aunque no está muy claro si fue a causa de
la laringitis o de las sangrías que le aplicaron los
médicos que lo atendieron.
También murió ese año el príncipe
elector Carlos Teodoro de Baviera. No
dejó descendencia y fue sucedido por un pariente lejano, el
duque de Zweibrücken, que
ahora se convertía en el príncipe elector Maximiliano I José de
Baviera. Tenía entonces cuarenta y tres años. De joven
había formado parte del ejército francés, pero
luchó del lado austríaco tras la Revolución
Francesa. Sin embargo, sentía simpatías por los ideales
revolucionarios y tras el ascenso de Bonaparte al Consulado se
convirtió en aliado de Francia.
La comisión constitucional francesa trabajaba a marchas
forzadas, y Bonaparte intervenía de tanto en tanto para acelerar
las cosas. Finalmente, el 26 de diciembre
entró en vigor la nueva Constitución, la Constitución del año VIII.
A diferencia de las constituciones anteriores, en ella no hay
referencias a los derechos del hombre o a la defensa de las libertades.
Por el contrario, es mucho más técnica y su
propósito es definir claramente un sistema de gobierno
republicano con un poder ejecutivo fuerte. Éste estará
formado por tres cónsules, de los cuales, sólo el primer
cónsul tiene autoridad de hecho, mientras que los otros dos
tienen una función meramente consultiva. En la propia
Constitución se establece quiénes serán los
cónsules: el primer cónsul será —cómo no—
Bonaparte, y los otros dos serán Jean-Jacques-Regis de
Cambacérès, uno de los diputados del Consejo de
los Quinientos partidarios de Bonaparte, y Charles-François Lebrun, que
había formado parte del Consejo de Ancianos. El primer
cónsul tiene la potestad de nombrar los principales funcionarios
públicos e incluso se le otorga cierta iniciativa en materia
legislativa. También tiene importantes poderes en cuestiones
diplomáticas y militares.
El 28 de diciembre la libertad de
culto fue reconocida en Francia.
El poder legislativo es tricameral: La primera cámara es un Tribunado de 100 diputados tiene la
misión de debatir los proyectos de ley, la segunda es un Cuerpo legislativo de 300 diputados
ha de votarlos sin discutirlos. Un Consejo
de Estado formado por cincuenta miembros nombrados por el primer
cónsul se encarga de preparar las primeras versiones de los
proyectos de ley, para su discusión en el Tribunado. La tercera
cámara es un Senado
conservador, encargado de asegurar la constitucionalidad de las
leyes. Consta de sesenta miembros vitalicios nombrados por Bonaparte, a
los que se irán añadiendo dos miembros suplementarios
cada año durante diez años, hasta llegar a veinte
miembros suplementarios. La Constitución establecía que
los cónsules provisionales Sieyès y Roger-Ducos se
convertían en senadores. Entre los primeros senadores
había antiguos revolucionarios, pero también
científicos como Lagrange o Laplace, filósofos,
exploradores como
Bougainville, pintores, etc.
El sistema electoral, es en teoría, el sufragio universal
(entendiendo que las mujeres son parte de otro universo y no votan,
claro), pero en la práctica tiene poco de sufragio y poco de
universal. Dejando de lado que había una serie de condiciones
por las que a un ciudadano se le podía excluir del sistema
electoral, además sucedía que los ciudadanos no votaban
candidatos, sino que elaboraban listas: los electores de cada
cantón elegían a la décima parte de ellos para
formar una lista de la que el gobierno extraía las autoridades
locales. Los miembros de las listas de los cantones de un mismo
departamento se reunían y elegían a la décima
parte de ellos para formar una lista de la que el gobierno
extraía las autoridades departamentales, y los miembros de las
listas departamentales elegían a la décima parte de ellos
para formar una lista nacional de la que se extraían los
funcionarios nacionales, entre ellos los miembros del Tribunado y del
Cuerpo Legislativo. El Senado conservador elegía a sus propios
miembros sin ninguna clase de participación ciudadana.
Laplace publicó ese año los dos primeros
volúmenes de su Tratado de
mecánica celeste. El primero está dividido en dos
libros: uno contiene las leyes del movimiento de los sólidos y
los fluidos, y el otro trata sobre la ley de gravitación
universal y los movimientos de los centros de gravedad de los cuerpos
del sistema solar. El segundo volumen aplica la mecánica al
estudio de los planetas. Bonaparte nombró a Laplace ministro del
Interior, pero lo destituyó al cabo de seis semanas. Más
tarde diría que lo destituyó porque llevó al gobierno el
espíritu de lo infinitamente pequeño.
En Madrid, el quiímico Joseph Proust demostró que el
azúcar de la uva es el mismo que el de la miel. Además,
identificó tres azúcares químicamente distintos
entre sí.
Beethoven publicó su sonata
para piano número 8, compuesta el año anterior y
que a la que el editor puso el sobrenombre de Patética. Su
combinación de técnica y lirismo la convierten en una
pieza fundamental en su género, sin duda la pieza más
moderna que había compuesto Beethoven hasta entonces. Sus otras
producciones de ese año son más tradicionales, como el septeto Op. 20 y su primera sinfonía, y lo mismo
puede decirse de sus primeros cuartetos
de cuerda, también del año anterior.
Salieri estrenó su ópera Falstaff.
William Godwin publicó su novela Saint Leon.
El año anterior Schiller había publicado Los Piccolomini, la segunda parte
de su trilogía Wallenstein,
y ahora publicaba la tercera: La
muerte de Wallenstein.
De acuerdo con la nueva Constitución, el 1 de enero de 1800, Bonaparte, Cambacérès y Lebrun son investidos como cónsules de la República Francesa.
El 16 de enero, el ejército de Inglaterra
pasó a llamarse el ejército
del Oeste, porque Bonaparte tenía pensado emplearlo en
sofocar las revueltas de los chouans
y los vendeanos. Constaba de 30.000 hombres, que se convirtieron en
30.000 argumentos por los que algunos jefes chouans firmaron la paz
definitivamente, pero otros esperaban que el conde de Artois, el
hermano del rey nominal de Francia Luis XVIII, volviera a desembarcar
en Francia con un ejército de 20.000 realistas emigrados y
soldados británicos.
En Egipto, el general Kléber estaba entablando negociaciones
con los británicos y los otomanos para pactar una retirada
honorable de los franceses. El 24 de enero
se llegó a un acuerdo, pero los británicos lo
incumplieron y se abrieron nuevamente las hostilidades.
El 25 de enero el general
republicano Olivier Harty
decidió atacar a los chouans
sin esperar la llegada del ejército del Oeste. Contaba con 4.000
soldados, pero los chouans reunieron el doble de hombres y obtuvieron
la victoria, aunque ningún bando sufrió excesivas bajas.
La batalla es conocida como la batalla
del puente de Loc'h.
El 6 de febrero Bonaparte
envió una pequeña flota en auxilio de la
guarnición en Malta. Estaba formada por Le Généreux, que
había sobrevivido a la batalla del Nilo, junto con otros cuatro
barcos de apoyo, cargados con provisiones y 1.200 hombres. Al frente de
la expedición estaba el contra-almirante Jean-Baptiste Perrée.
Ese mismo día los republicanos
derrotaron nuevamente a los chouans.
A
lo largo del mes, los últimos jefes chouans fueron
rindiéndose. El 14 de febrero
se rindió uno de los más fanáticos: Georges Cadoudal.
El 18 de febrero la flota
francesa que se dirigía a Malta fue divisada y Nelson se
lanzó en su persecución. Perrée murió al
principio del ataque y Le
Généreux fue capturado. El resto de la flota
regresó a Francia.
El 25 de febrero Cadoudal
marchó a París y se entrevistó con Bonaparte el 4 de marzo.
La Fayette volvió a Francia después de años de
exilio, pero se negó a aceptar ningún cargo oficial y
vivió retirado de la política.
El 14 de marzo la Iglesia
Católica tuvo finalmente un nuevo Papa. Se trataba del cardenal Luigi Barnaba Chiaramonti, que, en
homenaje a su predecesor, adoptó el nombre de Pío VII. No era el candidato
que deseaba el emperador, y no se le autorizó a ser coronado en
la basílica de San Marcos, en Venecia. En correspondencia, el
Papa rechazó la invitación del emperador de trasladarse a
Viena.
Una sublevación popular expulsó a los franceses de El
Cairo, pero el 20 de marzo los
franceses derrotaron a los otomanos en Heliópolis, una vez
más en un combate muy desigual, en el que los turcos perdieron
3.000 hombres y los franceses unos 300. Poco después
Kléber recuperó El Cairo.
El 21 de marzo el Papa Pío
VII fue coronado en una pequeña capilla en un monasterio
veneciano. Como los tesoros papales estaban en Roma algunas mujeres
nobles venecianas le compusieron una tiara de papel maché
adornada con sus propias joyas.
Ese mismo día Rusia y el Imperio Otomano firmaron el tratado de Constantinopla, por el
que reconocían a las islas jónicas el status de república
tributaria del Imperio Otomano, con el nombre de República Septinsular, a la
que dotaron de una constitución supuestamente redactada por el
propio zar Alejandro I, y que lo convertía en "protector" de la
república. En la práctica, la república era
completamente autónoma. El poder ejecutivo residía en un
senado de doce miembros que elegía un
príncipe-presidente. Todos los puestos clave quedaban en manos
de la nobleza, y el clero no tenía más que una autoridad
moral sobre el Estado. Un hecho notable es que como lengua oficial se
estableció el griego, en lugar del italiano vigente hasta
entonces.
El jefe chouan Georges
Cadoudal se entrevistó nuevamente con Bonaparte, y
rechazó su oferta de ingresar en el ejército republicano
con grado de general de división, y también se
negó a
desarmar a sus hombres. Finalmente dejó París y
embarcó con
rumbo a Londres, decidido a continuar la guerra.
Nelson no tenía muchos deseos de regresar a Gran
Bretaña, principalmente porque Emma
Hamilton, la esposa de Sir William
Hamilton, el embajador británico en Nápoles, se
había convertido en su amante. Sin embargo, el embajador fue
llamado a Gran Bretaña y eso le hizo cambiar de opinión.
En abril acompaño al
matrimonio Hamilton en un crucero por la costa napolitana y por Malta,
en el transcurso del cual Emma Hamilton concibió una hija a la
que le pondría el nombre de Horatia
(por su padre). Por deseo de lady Hamilton, el regreso a Gran
Bretaña se hizo por tierra.
El 25 de abril un ejército
de 100.000 franceses cruzó el Rin conducido por el general Jean Victor Marie Moureau, y el 3 de mayo derrotó a los
austríacos en Stockach. Los combates siguieron el 4 y el 5 de
mayo en Messkirch,
siempre con victorias francesas.
El 10 de mayo, Georges Cadoudal
es recibido en Londres por el conde de Artois, que lo nombra general en
jefe del Ejército
Católico y Real de Bretaña. Unos días
después fue recibido por William Pitt, que le promete un
desembarco de 30.000 soldados británicos en Calais y
Bretaña, que podrían duplicarse si el Ejército Católico y Real de
Bretaña es capaz de movilizar a 60.000 hombres.
El 15 de mayo Bonaparte
concentró sus fuerzas en Suiza, desde allí cruzó
los Alpes antes de que los pasos estuvieran abiertos.
El 21 de mayo Irlanda fue
proclamada como parte del Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda y, por primera vez,
diputados irlandeses fueron admitidos en el parlamento británico.
El 23 de mayo Bonaparte se
presentó por sorpresa
en Italia. El 2 de junio
entró en Milán. Desde allí envió al general
de división Jean Lannes
a tomar Pavía, que cayó el 3
de junio, aunque no pudo tomar Piacenza. Génova llevaba
un mes asediada por los austríacos, pero cayó el 4 de junio antes de que Bonaparte pudiera
acudir en su ayuda. El 6 de junio
los ejércitos franceses cruzaron el Po y tomaron posiciones
cortando las comunicaciones a los austríacos para forzar un
enfrentamiento. Durante esos días, los austríacos se
dedicaron a concentrar sus tropas, y el 9
de junio 18.000 austríacos se encontraron junto a Montebello con 8.000 franceses bajo
el mando de Lannes. Tras cuatro horas de combate, los franceses
recibieron 6.000 hombres de refuerzo, con los que pudieron derrotar a
los austríacos.
El 14 de junio, el general
Kléber fue asesinado en El Cairo por un fanático sirio.
Fue sucedido en el mando por Jacques-François
de Menou. Ese mismo día los austríacos volvieron a
enfrentarse a
los franceses en el norte de Italia, pero esta vez era el propio
Bonaparte quien dirigía las operaciones. La batalla tuvo lugar
en Marengo. Empezó al
amanecer, y a las dos de la tarde parecía que los
austríacos habían vencido, pero entonces llegó a
Bonaparte el general Louis Charles
Antoine Desaix, que le anunciaba la proximidad de 10.000 hombres
de refuerzo. Se cuenta que Bonaparte pidió a Desaix
opinión sobre la situación, y que éste le
contestó: Esta batalla
está completamente perdida, pero apenas son las dos y hay tiempo
para ganar otra. Así fue: los franceses maniobraron con
rapidez y al cabo de unas horas los austríacos tuvieron que
retirarse con numerosas bajas. Los franceses también
habían sufrido bajas considerables (entre ellas el propio
Desaix), pero obtuvieron el control del norte de Italia. El 17 de junio Bonaparte estaba de nuevo en
París, tras haber confiado a sus generales la
continuación de la campaña de Italia.
Ese mismo día fue enterrado el general Kléber, y el
secretario del Instituto de Egipto, Joseph Fourier, pronunció un
elogio fúnebre.
La batalla de Marengo disuadió a Pitt de prestar a los chouans el apoyo que le
había prometido a Cadoudal. Éste, que llevaba ya un mes
en Francia reclutando hombres y preparándose para una nueva
insurrección, perdió todo el apoyo popular, y sólo
quedaron pequeñas bandas de chouans
que no se atrevían a atacar a soldados regulares, sino que
únicamente asesinaban "patriotas" por sorpresa.
El 19 de junio el ejército
de Moureau derrotó nuevamente al austríaco en Höchstädt, en Baviera,
junto al Danubio. Los austríacos tuvieron que replegarse a Ulm.
El 23 de junio se
restableció la República cisalpina y el 22 de junio se recuperó
Génova.
Bonaparte decidió restaurar los Estados Pontificios dentro de
los límites establecidos por el tratado de Tolentino, y el 3 de julio el Papa Pío VII pudo
entrar en Roma entre aclamaciones. Allí declaró una
amnistía para los republicanos que habían sido
perseguidos por los napolitanos. En realidad, el Papa siempre
había mostrado simpatías por la revolución
francesa. Antes de ser elegido Papa había sido obispo de Imola, y tres años
atrás se encontraba en Roma cuando los franceses ocuparon su
diócesis, y en su homilía de navidad, dirigiéndose
a los republicanos de Imola, había dicho:
La forma de gobierno democrático que habéis adoptado, mis muy amados hermanos, no contradice en nada a las máximas que yo acabo de enunciar, ni repugna al Evangelio. Ella exige, por el contrario, todas las virtudes sublimes que no se aprenden más que en la escuela de Jesucristo. Si las practicáis seriamente, serán la clave de vuestra felicidad, de vuestra gloria y del esplendor de nuestra república. [...] Sí, mis queridos hermanos, sed buenos cristianos y seréis excelentes demócratas.
De hecho, Bonaparte había calificado en su día ese
discurso de "jacobino". Ese
mismo mes, el nuevo Papa se reunió en Roma con Bonaparte para
iniciar negociaciones sobre un nuevo concordato entre Francia y la
Santa Sede.
El 16 de agosto murió
encarcelado en París el príncipe Carlos Manuel de
Carignan, que fue sucedido por su hijo Carlos
Alberto, de dos años de edad.
El 30 de agosto el gobernador de Virginia, James Monroe, tuvo que llamar a la milicia popular para abortar una rebelión de esclavos. La había organizado un esclavo llamado Gabriel, pero unas lluvias torrenciales lo obligaron a posponerla y dos esclavos acabaron delatándolo a sus amos. Gabriel logró huir, pero fue delatado por otro esclavo a cambio de una recompensa que no llegó a cobrar en su totalidad.
El 4 de septiembre,
después de que la guarnición francesa en La Valetta se
hubiera comido todos los caballos, las mulas, los perros, los gatos y
las ratas de la ciudad, Bauvois se rindió a los
británicos y en pocos días sus hombres fueron
transportados a Marsella. Malta se convirtió en un protectorado
británico.
El 30 de septiembre Francia
firmó el tratado de Mortefontaine
por el que se ponía fin a la casi-guerra contra los Estados
Unidos. Francia convino en recibir a un embajador estadounidense y
tratarlo con dignidad. Además, quedó claro que Estados
Unidos no mantenía ninguna alianza que le comprometiera a nada
ni con Francia ni con ninguna otra potencia.
El 1 de octubre España y
Francia firmaron en secreto el tercer Tratado
de San Ildefonso, en virtud del cual se convenía que el
infante Luis Francisco de
Borbón-Parma, hijo del duque de Parma, Fernando I (que
estaba casado con una hija del rey Carlos IV de España),
recibiría un territorio sin especificar en Italia con el
título de rey, probablemente la Toscana; que un mes
después de la toma de posesión de este territorio,
España entregaría a Francia 6 buques de guerra con 74
cañones cada uno; y que seis meses después de la toma de
posesión España devolvería a Francia la Luisiana,
que poseía desde el tratado de París. Por parte
española, el tratado fue firmado por Urquijo, y se mantuvo tan
en secreto que ni siquiera Godoy lo conoció hasta un mes
después. Godoy lo consideró desfavorable, y afirmó
que sólo se explicaba por la inexperiencia y la excesiva
admiración que Urquijo sentía por Francia.
El 10 de octubre la
policía francesa hizo fracasar un intento de apuñalar a
Bonaparte a la salida de la Ópera, o al menos ésa es la
versión que sostuvo Joseph
Fouché, el jefe de la policía,
porque los historiadores sospechan que la llamada "conspiración de los puñales"
fue un montaje para tener una excusa para detener a unos cuantos
jacobinos molestos.
Ese mismo día fue ahorcado en Virginia el esclavo Gabriel
junto con sus dos hermanos y otros veintitrés cómplices
en su intento de rebelión.
Toussaint Louverture recibió de Francia el nombramiento de
gobernador vitalicio de La Española con derecho a elegir
sucesor. Deseoso de restablecer la economía de la isla, el 12 de octubre promulgó un
reglamento de cultivos que obligaba a los negros a trabajos forzados en
las plantaciones. Pero muchos de los negros que habían luchado
bajo sus órdenes en contra de la esclavitud, no fueron capaces
de entender la diferencia entre ser esclavos y tener que trabajar
forzosamente, así que no tardaron en rebelarse y degollaron a
algunos blancos. Toussaint dispersó a los rebeldes e hizo
fusilar a trece cabecillas, entre los que se encontraba su propio
sobrino.
El 15 de octubre los franceses
entraron en Florencia, donde el 23 de
octubre establecieron un gobierno provisional.
El 9 de noviembre Nelson y los
Hamilton estaban de regreso en Londres Habían pasado por
Florencia, Trieste, Viena y Praga.
El 17 de noviembre, el Congreso
de los Estados Unidos se reunió por primera vez en Washington D.C., que unos meses
atrás había sido declarada oficialmente capital de la
nación.
El 1 de diciembre el zar Pablo I
de Rusia constituyó con Suecia, Dinamarca y Prusia la llamada Liga de los neutrales, con la
finalidad de impedir a los británicos la navegación por
el Báltico, ya que éstos, con la excusa de controlar el
tráfico enemigo, intentaban paralizar su comercio.
El ejército de Moureau se acercaba cada vez más a
Viena, y el 3 de diciembre el
archiduque Carlos se dispuso a detenerlo en Hohenlinden, cerca de Munich. Sin
embargo, los austríacos sufrieron una nueva derrota.
Ese mismo día se celebraron las elecciones presidenciales en
los Estados Unidos. El candidato republicano demócrata era
Thomas Jefferson, mientras que el federalista era Adams. Como
vicepresidentes, los republicanos demócratas presentaban a Aaron Burr, de Nueva York (para
compensar que Jefferson era del sur) y los federalistas a Charles C.
Pinckney, que se había hecho popular por el asunto XYZ. En
realidad Hamilton había tratado de evitar que Adams fuera
propuesto como candidato, pero Burr hizo públicos sus manejos y
Hamilton, para librarse de las acusaciones, no tuvo más remedio
que apoyar al actual presidente.
El abuso partidista de las leyes sobre Extranjeros y Sedición
había pasado factura a los federalistas, y así, de los
138 electores, 73 resultaron ser republicanos demócratas. Todos
ellos votaron a Jefferson y Burr, con lo que ambos empataron en votos.
En realidad, la intención de los electores era votar a Jefferson
para presidente y a Burr para vicepresidente, pero el sistema electoral
no distinguía entre uno y otro cargo: el más votado
sería el presidente y el segundo más votado
vicepresidente. El empate debía resolverlo el Senado, donde cada
Estado tenía un voto. Si se hubiera tratado del nuevo Senado,
surgido de las últimas elecciones, no habría habido
problema, porque, por primera vez, los republicanos demócratas
habían logrado la mayoría en ambas cámaras, pero
la decisión quedaba en manos del Senado vigente en aquel
momento, en el que los federalistas tenían la mayoría, y
parecía que éstos estaban dispuestos a elegir a Burr como
presidente simplemente por fastidiar a los republicanos
demócratas.
El 13 de diciembre Mariano Luis
de Urquijo fue cesado como primer ministro español, y en su
lugar fue nombrado Pedro Cevallos
Guerra, que era un pariente político de Manuel Godoy, y
esto le permitió convertirse de nuevo en el hombre más
influyente de la política española, aunque fuera en la
sombra.
Tras haber constatado que la chuanería
no contaba ya con suficiente apoyo popular, pues en general la gente
estaba contenta con las medidas tomadas por el gobierno, Georges
Cadoudal decidió que el apoyo popular no era relevante a la hora
de sostener una causa, y buscó el medio de combatir a la
República sin un ejército. Para ello preparó un
atentado contra Bonaparte. Envió a París a cuatro
hombres: Joseph Picot de
Limoëlan, Pierre Robinault de Saint-Régeant, Edouard de La
Haye-Saint-Hilaire y André
Joyaux d'Assas. A su vez, éstos reclutaron a otro chouan llamado François-Joseph Carbon. El 17 de diciembre compraron un carro y un
caballo, luego fijaron al carro un gran tonel de vino mediante aros de
hierro. El 24 de diciembre Carbon y
Limoëlan situaron el carro en la calle Saint-Nicasie. Poco antes, en un
solar abandonado, habían llenado el tonel de pólvora y
dispuesto una mecha, convirtiéndo el carro así en la que
después sería conocida como "máquina infernal".
Limoëlan se sitúa en el lugar convenido para observar la
llegada de Bonaparte y dar la señal para encender la mecha.
A las siete aparece el carruaje de Bonaparte, que se ha dejado convencer de mala gana por su esposa para asistir a la representación de La Creación, de Haydn, en la Ópera de París. Su carruaje va precedido de la escolta consular, y le acompañan el ministro de la Guerra y el general Lannes. Detras le sigue otro carruaje con su esposa y otros familiares. Parece que Bonaparte iba durmiendo. Cuando Limoëlan lo vio, tuvo miedo y no hizo la señal convenida para que Carbon encendiera la mecha con tiempo suficiente. Éste tuvo que encenderla cuando vio él mismo que el primer cónsul aparecía por la calle Saint-Nicasie, pero ya era tarde: cuando la "máquina infernal" estalló, Bonaparte ya había pasado. La explosión mató a 22 personas y dejó un centenar de heridos. Entre los muertos estaba una niña de catorce años a la que Saint-Régeant había pagado un dinero por vigilarle el caballo.
El jefe de policía Fouché sospechaba de los chouans, pero Bonaparte estaba convencido de que el atentado era cosa de los jacobinos. Encolerizado, dijo ante el consejo municipal:Estoy impresionado por las pruebas de afecto que el pueblo de Paris me ha manifestado en esta circunstancia. Yo las merezco, porque el único fin de mis pensamientos y de mis actos es acrecentar la prosperidad y la gloria de Francia. Si ese grupo de bribones me hubiera atacado directamente a mí, habría podido confiar a las leyes el cuidado de castigarlos, pero como, por un crimen sin igual en la historia, acaban de poner en peligro a una parte de la población y de la capital, el castigo será por ello rápido y terrible. Asegurad en mi nombre al pueblo de París que ese puñado de criminales, cuyos crímenes los han deshonrado, cuyos crímenes no han logrado deshonrar la libertad, no podrá nunca más hacer daño alguno.
Los amoríos entre Nelson y lady Hamilton eran el centro de
los cotilleos londinenses. Al parecer, Sir William Hamilton no
tenía nada que objetar a las relaciones entre su esposa y su
amante, aunque no ocurría lo mismo con la esposa de Nelson, que
finalmente le lanzó el ultimatum
de elegir entre una de las dos. La respuesta de Nelson fue muy educada:
Yo te amo sinceramente, pero no puedo olvidar mis obligaciones con lady Hamilton o hablar de ella sino con afecto y admiración.
A raíz de esta respuesta el matrimonio se separó.
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