EL TELEGRAMA LARGO

El Chargé en la Unión Soviética (Kennan) al Secretario de Estado.

SECRETO

Moscú, 22 de febrero de 1946, 9 p.m.  [Recibido el 22 de febrero, 3.52 p.m.]

511. La respuesta al Dpto. 284, del 3 de febrero involucra cuestiones tan intrincadas, tan delicadas, tan extrañas a nuestra forma de pensar, y tan importantes para el análisis de nuestro entorno internacional que no puedo comprimirlas en un único mensaje breve sin caer en lo que creo que sería un peligroso grado de simplificación en exceso. Espero, pues, que el Dpto. tenga paciencia conmigo si respondo a esta pregunta en cinco partes, cuyos contenidos serán aproximadamente los siguientes:

  1. Características básicas del punto de vista soviético de la posguerra
  2. Antecedentes de este punto de vista
  3. Su proyección en la política práctica a nivel oficial
  4. Su proyección a nivel no oficial
  5. Deducciones prácticas desde el punto de vista de la política estadounidense

Pido disculpas de antemano por esta sobrecarga del canal telegráfico, pero las cuestiones involucradas son de una importancia tan urgente, particularmente a la vista de los acontecimientos recientes, que nuestras respuestas a ellas, si es que merecen alguna atención, me parece que la requieren a la vez.

Parte 1: Características básicas del punto de vista soviético, según lo expuesto por la máquina de propaganda oficial.

Son como sigue:

(a) La URSS todavía vive en un "cerco capitalista" antagónico con el que, a la larga, no puede haber una coexistencia pacífica permanente. Como declaró Stalin en 1927 a una delegación de trabajadores estadounidenses:

En el curso del desarrollo ulterior de la revolución internacional surgirán dos centros de importancia mundial: un centro socialista, que atrae hacia sí a los países que tienden al socialismo, y un centro capitalista, que atrae hacia sí a los países que se inclinan al capitalismo. Una batalla entre estos dos centros de mando de la economía mundial decidirá el destino del capitalismo y del comunismo en el mundo entero.

(b) El mundo capitalista está plagado de conflictos internos, inherentes a la naturaleza de la sociedad capitalista. Estos conflictos son insolubles mediante un compromiso pacífico. El más grande de ellos se da entre Inglaterra y los Estados Unidos.

(c) Los conflictos internos del capitalismo inevitablemente generan guerras. Las guerras así generadas pueden ser de dos tipos: guerras intracapitalistas entre dos estados capitalistas y guerras de intervención contra el mundo socialista. Los capitalistas inteligentes, que buscan en vano escapar de los conflictos internos del capitalismo, se inclinan hacia lo segundo.

(d) La intervención contra la URSS, si bien sería desastrosa para quienes la emprendieran, provocaría un nuevo retraso en el progreso del socialismo soviético y, por lo tanto, debe evitarse a toda costa.

(e) Los conflictos entre Estados capitalistas, aunque también cargados de peligros para la URSS, ofrecen grandes posibilidades para el avance de la causa socialista, particularmente si la URSS sigue siendo militarmente poderosa, ideológicamente monolítica y fiel a su brillante liderazgo actual.

(f) Hay que tener en cuenta que el mundo capitalista no es del todo malo. Además de los elementos desesperadamente reaccionarios y burgueses incluye (1) ciertos elementos totalmente ilustrados y positivos unidos en partidos comunistas aceptables y (2) ciertos otros elementos (ahora descritos por razones tácticas como progresistas o democráticos) cuyas reacciones, aspiraciones y actividades resultan ser "objetivamente" favorables a los intereses de la URSS. Éstos últimos deben ser alentados y utilizados para los fines soviéticos.

(g) Entre los elementos negativos de la sociedad capitalista-burguesa, los más peligrosos son aquellos a quienes Lenin llamó falsos amigos del pueblo, a saber, líderes socialistas moderados o socialdemócratas (en otras palabras, izquierdistas no comunistas). Éstos son más peligrosos que los reaccionarios absolutos, porque los últimos marchan al menos bajo sus verdaderos colores, mientras que los líderes moderados de izquierda confunden a la gente al emplear los conceptos del socialismo para asentar los intereses del capital reaccionario.

Esto basta como premisas. ¿A qué deducciones conducen desde el punto de vista de la política soviética? A las siguientes:

(a) Debe hacerse todo lo posible para promover la fuerza relativa de la URSS como factor en la sociedad internacional. Por el contrario, no se debe perder ninguna oportunidad para reducir la fuerza y la influencia, tanto colectiva como individualmente, de las potencias capitalistas.

(b) Los esfuerzos soviéticos, y los de los amigos de Rusia en el exterior, deben estar dirigidos a profundizar y explotar las diferencias y conflictos entre las potencias capitalistas. Si éstas finalmente acaban en una guerra imperialista, esta guerra debe convertirse en levantamientos revolucionarios dentro de los diversos países capitalistas.

(c) Los elementos "democráticos-progresistas" en el extranjero se utilizarán al máximo para ejercer presión sobre los gobiernos capitalistas de acuerdo con los intereses soviéticos.

(d) Debe librarse una batalla incesante contra los líderes socialistas y socialdemócratas en el extranjero.

Parte 2: Antecedentes de este punto de vista

Antes de examinar las ramificaciones de esta ideología en la práctica hay ciertos aspectos sobre los que deseo llamar la atención.

En primer lugar, no representa el punto de vista natural de los rusos. Éstos son, en general, amistosos con el mundo exterior, están ansiosos por experimentarlo, ansiosos por comparar los talentos que son conscientes de poseer, ansiosos sobre todo por vivir en paz y disfrutar de los frutos de su propio trabajo. La ideología del partido sólo representa la tesis que la máquina de propaganda oficial presenta con gran habilidad y persistencia a un público a menudo muy resistente en el baluarte de sus pensamientos más íntimos. Pero la ideología del partido es vinculante para el punto de vista y la conducta de quienes componen el aparato del poder —el partido, la policía secreta y el gobierno— y es exclusivamente con esto con lo que tenemos que tratar.

En segundo lugar, téngase en cuenta que las premisas en las que se basa esta ideología son, en su mayor parte, simplemente falsas. La experiencia ha demostrado que la coexistencia pacífica y mutuamente provechosa de los Estados capitalistas y socialistas es totalmente posible. Los conflictos internos básicos en los países avanzados ya no son principalmente los que surgen de la propiedad capitalista de los medios de producción, sino los que surgen del urbanismo avanzado y el industrialismo como tal, del cual Rusia hasta ahora no se ha librado por el socialismo, sino sólo por su propio atraso. Las rivalidades internas del capitalismo no siempre generan guerras, y no todas las guerras son atribuibles a esta causa. Hablar de la posibilidad de una intervención contra la URSS hoy, después de la eliminación de Alemania y Japón y después del ejemplo de la guerra reciente es una tontería. Si no lo provocan las fuerzas de la intolerancia y la subversión, el mundo "capitalista" de hoy es bastante capaz de vivir en paz consigo mismo y con Rusia. Finalmente, nadie en su juicio tiene motivos para dudar de la sinceridad de los líderes socialistas moderados en los países occidentales. Tampoco es justo negar el éxito de sus esfuerzos por mejorar las condiciones de la población trabajadora cuando, como en Escandinavia, se hes ha dado la oportunidad de demostrar lo que podían hacer.

La falsedad de esas premisas, todas las cuales son anteriores a la última guerra, fue sobradamente demostrada por dicho conflicto en sí mismo. Las diferencias anglo-estadounidenses no resultaron ser diferencias destacadas en el mundo occidental. Los países capitalistas que no formaban parte del Eje no mostraron ninguna disposición a resolver sus diferencias uniéndose en una cruzada contra la URSS. En lugar de una guerra imperialista transformándose en guerras civiles y revoluciones, la URSS se vio obligada a luchar al lado de las potencias capitalistas por unos intereses comunes declarados abiertamente.

Sin embargo, todas esas tesis, a pesar de carecer de base y de  estar refutadas, se están sosteniendo de nuevo hoy en día. ¿Qué indica esto? Indica que la ideología soviética no está basada en ningún análisis objetivo de la situación más allá de las fronteras de Rusia, que tiene, de hecho, poco que ver con las condiciones fuera de Rusia, que surge principalmente de las necesidades internas básicas de Rusia que existían antes de la última guerra y que existen hoy.

En la base de la visión neurótica de los asuntos mundiales que tiene el Kremlin está el sentido instintivo ruso de inseguridad. Originalmente, era la inseguridad de un pueblo agrícola pacífico que trataba de vivir en una vasta llanura expuesta al vecindario de fieros pueblos nómadas. A esto se añadió, cuando Rusia entró en contacto con un Occidente económicamente avanzado, el temor hacia otras sociedades más competentes, más poderosas, mejor organizadas en la zona. Pero este último tipo de inseguridad afectó más bien a los gobernantes rusos y no al pueblo ruso. Pues los gobernantes rusos han sentido constantemente que su gobierno era relativamente arcaico en sus formas, y frágil y artificial en su fundamento psicológico, incapaz de sostener la comparación con los sistemas políticos de los países occidentales. Por esta razón siempre han temido la penetración extranjera, han temido el contacto directo entre el mundo occidental y el suyo, han temido lo que pasaría si los rusos averiguaran la verdad sobre el mundo exterior o si los extranjeros averiguaran la verdad sobre el mundo interior. Y han aprendido a buscar la seguridad sólo en una paciente, pero mortal lucha por la destrucción total del poder rival, sin comprometerse nunca con él.

No fue una coincidencia que el marxismo, que había permanecido latente durante medio siglo en Europa Occidental, arraigara y ardiera por primera vez en Rusia. Sólo en esta tierra que nunca había conocido un vecino amistoso o siquiera cualquier equilibrio tolerante de poderes separados, fuera interno o internacional, podría prosperar una doctrina que viera los conflictos económicos de la sociedad como insolubles por medios pacíficos. Tras el establecimiento del régimen bolchevique, el dogma marxista, vuelto incluso más truculento e intolerante a través de la interpretación de Lenin, se convirtió en el vehículo perfecto para el sentido de inseguridad del que los bolcheviques, incluso más que los gobernantes anteriores, estaban afectados. En este dogma, con su propósito altruista básico, encontraron la justificación para su miedo instintivo hacia el mundo exterior, para la dictadura sin la cual no sabían cómo gobernar, para las crueldades que no se atrevían a no infligir, para el sacrificio que consideraron necesario exigir. En nombre del marxismo sacrificaron cualquier valor ético en sus métodos y tácticas. Hoy no pueden prescindir de él. Es la hoja de parra de su respetabilidad moral e intelectual. Sin él aparecerían en la Historia, en el mejor de los casos, meramente como el último de la larga sucesión de gobernantes crueles e irresponsables que impulsaron implacablemente al país hacia las más altas cotas del poder militar para garantizar la seguridad exterior de sus regímenes internamente débiles. Es por eso por lo que los propósitos soviéticos siempre se visten solemnemente en los arreos del marxismo, por eso nadie debería subestimar la importancia del dogma en los asuntos soviéticos. Así, los líderes soviéticos son conducidos por las necesidades de su posición pasada y presente a enfatizar [falta texto] el mundo exterior como malo, hostil y amenazante, pero como llevando en su interior los gérmenes de una enfermedad progresiva y destinada a ser destruida mediante convulsiones internas crecientes hasta recibir el golpe de gracia final con el ascenso al poder del socialismo y la llegada de un mundo nuevo y mejor. Esta tesis proporciona la justificación para el aumento del poder militar y policial del Estado ruso, para el aislamiento de la población rusa del resto del mundo y para esa presión constante y fluida para extender los límites del poder policial ruso, que son conjuntamente los deseos naturales e instintivos de los gobernantes rusos. Básicamente, esto es sólo el avance constante del incómodo nacionalismo ruso, un movimiento centenario en el que los conceptos de ataque y defensa se confunden inextricablemente. Pero bajo esta nueva apariencia del marxismo internacional, con sus promesas melosas a un mundo exterior desesperado y envuelto en guerras, es más peligroso e insidioso que nunca.

No se debe deducir de lo anterior que la ideología soviética es necesariamente hipócrita y falsa en algunos de los que la sostienen. Muchos de ellos son demasiado ignorantes del mundo exterior y mentalmente dependientes de la cuestión [falta texto] autohipnosis, quienes no tienen dificultad para creer lo que consideran reconfortante y conveniente creer. Finalmente, tenemos el misterio no resuelto sobre quién en este gran territorio recibe —si es que hay alguien— información precisa y no sesgada sobre el mundo exterior. En la atmósfera de secretismo oriental y conspiración que impregna a este gobierno, las posibilidades para distorsionar o envenenar las fuentes y corrientes de información son infinitas. La gran falta de respeto de los rusos por la verdad objetiva —más aún, su escepticismo sobre su existencia— los lleva a ver cuanto se les dice como instrumentos para lograr uno u otro propósito. Hay una buena razón para sospechar que este gobierno es en realidad una conspiración dentro de una conspiración, y por mi parte me resisto a creer que el propio Stalin reciba algo parecido a una imagen objetiva del mundo exterior. Aquí hay un amplio margen para el tipo de intriga sutil en el que los rusos son grandes maestros. La incapacidad de los gobiernos extranjeros para exponer sus causas abiertamente ante los políticos rusos a los que van dirigidas en sus relaciones con Rusia por las artes de oscuros y desconocidos consejeros a los que nunca ven y a los que no pueden influir es, a mi juicio, uno de los aspectos más inquietantes de la diplomacia en Moscú, y uno de los que los estadistas occidentales tendrían muy presentes si entendieran la naturaleza de las dificultades que uno se encuentra aquí.

Parte 3: Proyección de los puntos de vista soviéticos en la política práctica a nivel oficial

Hemos visto la naturaleza y fondo del programa soviético. ¿Qué podemos esperar por lo que respecta a su implementación práctica?

La política soviética se realiza en dos planos: (1) el plano oficial, representado por las acciones realizadas oficialmente en nombre del Estados Soviético y (2) un plano subterráneo de acciones llevadas a cabo por organizaciones sobre las que el gobierno soviético no admite ninguna responsabilidad.

La política desarrollada en ambos planos se calculará para servir a las políticas básicas de la (a) a la (d) delineadas en la parte 1. Las acciones llevadas a cabo en planos diferentes diferirán considerablemente, pero encajarán una en la otra en cuanto a su propósito, momento y efecto.

En el plano oficial encontraremos lo siguiente:

(a) Una política interna dedicada a aumentar en todas las formas la fuerza y el prestigio del Estado soviético: industrialización militar intensiva, máximo desarrollo de las fuerzas armadas, grandes exhibiciones para impresionar a los extranjeros y un secretismo continuo sobre los asuntos internos, diseñado para ocultar las debilidades y mantener a los adversarios en la oscuridad.

(b) Dondequiera que se considere oportuno y prometedor, se harán esfuerzos par extender los límites oficiales del poder soviético. Por el momento, esos esfuerzos están limitados a ciertos puntos vecinos considerados aquí como de necesidad estratégica inmediata, como el norte de Irán, Turquía, tal vez Bornholm. Sin embargo, otros puntos pueden ser considerados en cualquier momento si el poder político soviético en la sombra se acaba extendiendo a otras áreas. Así, un gobierno persa "amistoso" podría pedirle a Rusia un puerto en el golfo pérsico, si España cayera bajo el control comunista, la cuestión de una base soviética en Gibraltar podría ponerse sobre la mesa. Pero tales pretensiones aparecerán únicamente en el nivel oficial cuando la preparación no oficial esté completada.

(c) Los rusos participarán oficialmente en organizaciones internacionales donde vean la oportunidad de extender el poder soviético o de inhibir o diluir el de los demás. Moscú ve en la ONU, no el mecanismo para una sociedad mundial permanente y estable basada en el interés mutuo y en los objetivos de todas las naciones, sino una arena en la que los objetivos mencionados anteriormente pueden ser perseguidos favorablemente. Mientras aquí se considere que la ONU puede servir a ese propósito, los Soviéticos permanecerán en ella, pero si en algún momento llegan a la conclusión de que está entorpeciendo o frustrando sus propósitos de expansión de poder y ven mejores perspectivas para perseguir sus objetivos por otros caminos, no dudarán en abandonar la ONU. Esto implicaría, no obstante, que se sentirían lo suficientemente fuertes como para escindir la unidad de otras naciones con su retirada para volver la ONU ineficaz como amenaza a sus objetivos o a su seguridad y sustituirla por un arma internacional más efectiva desde su punto de vista. Así la actitud soviética ante la ONU dependerá fuertemente de la lealtad de otras naciones hacia ella, y de su grado de fortaleza, decisión y cohesión con el que estas naciones defiendan en la ONU el concepto pacífico y esperado de la vida internacional que dicha organización representa según nuestra forma de pensar. Repito que Moscú no tiene ninguna devoción abstracta hacia los ideales de la ONU. Su actitud hacia esa organización será en todo momento pragmática y táctica.

(d) Respecto a las zonas coloniales y pueblos atrasados o dependientes, la política soviética, incluso en el plano oficial, se dirigirá a debilitar el poder, la influencia y los contactos con las naciones occidentales avanzadas según la teoría de que en la medida en que esta política sea exitosa se creará un vacío de poder que favorecerá la penetración comunista-soviética. La presión soviética por participar en acuerdos de tutelaje representa, pues, en mi opinión, un deseo de estar en posición de complicar e inhibir la influencia occidental más que a proporcionar una vía importante para ejercer el poder soviético. No es que el segundo motivo esté ausente, sino que para este fin los soviéticos prefieren apoyarse en otras vías distintas de los acuerdos oficiales de tutelaje. Así es de esperar que los soviéticos pidan ser admitidos en cualquier acuerdo de tutelaje y que usen los resortes así adquiridos para debilitar la influencia occidental sobre los pueblos implicados.

(e) Los rusos se esforzarán enérgicamente por desplegar representación soviética y lazos oficiales con países en los que perciban grandes posibilidades de oponerse a los centros de poder occidentales. Esto se aplica a puntos tan ampliamente separados como Alemania, Argentina, los países de Oriente Medio, etc.

(f) En los asuntos económicos internacionales, la política soviética estará dominada por la búsqueda de la autarquía para la Unión Soviética y las áreas adyacentes dominadas por los soviéticos tomadas conjuntamente. Esto, no obstante, será una política subyacente. En lo que respecta a la línea oficial, la posición aún no está clara. El gobierno soviético ha mostrado una extraña reticencia desde que terminaron las hostilidades en materia de comercio exterior. Si se van a conceder créditos a gran escala a largo plazo, creo que el gobierno soviético acabará fingiendo su colaboración, como hizo en los años 30 con la propuesta de organizar intercambios económicos en general. Si no es así, creo que posiblemente el comercio exterior soviético se restringirá principalmente a la propia esfera de seguridad soviética, incluyendo las áreas ocupadas en Alemania, y que un frío apoyo oficial puede convertirse en un principio de colaboración económica general entre las naciones.

(g) Respecto a la colaboración cultural, probablemente la respuesta a un proyecto de profundizar en los contactos culturales entre los pueblos será también un simulacro de aceptación, pero sin consentir en la práctica nada que pudiera debilitar la posición de seguridad de los soviéticos. Manifestaciones concretas de la política soviética a este respecto se limitarán a áridas visitas y actos oficiales vigilados muy de cerca, con exceso de vodka y discursos, pero sin apenas consecuencias duraderas.

(h) Más allá de esto, las relaciones oficiales soviéticas adoptarán lo que podría llamarse un tono "correcto" con los gobiernos extranjeros individuales, acentuando siempre el prestigio de la Unión Soviética y sus representantes, con una atención puntillosa al protocolo y los buenos modales.

Parte 4: Sobre qué podemos esperar en cuanto a la implementación de las políticas soviéticas básicas en un plano no oficial, o subterráneo, sobre el que el gobierno soviético no aceptará responsabilidad alguna, se puede decir lo siguiente:

Los organismos usados para la ejecución de políticas en este plano son los siguientes:

1. El núcleo central interno de los partidos comunistas en otros países. Aunque muchas de las personas que forman parte de esta categoría pueden participar en actuaciones públicas no relacionadas, en realidad están trabajando en estrecha colaboración como una organización clandestina del comunismo mundial, un Comitern oculto estrechamente coordinado y dirigido desde Moscú. Es importante recordar que este núcleo interno está trabajando clandestinamente, a pesar de la legalidad de los partidos a los que está asociado.

2. Militantes de los partidos comunistas. Nótese la distinción que hago entre éstos y los considerados en el párrafo 1. La distinción se ha vuelto mucho más definida en los últimos años. Así como antes los partidos comunistas extranjeros representaban una mezcla curiosa (y a menudo inconveniente desde el punto de vista de Moscú) de conspiración y actuación legítima, ahora los elementos conspiratorios se han concentrado cuidadosamente en el círculo interno organizado clandestinamente, mientras que los militantes —a los que ya no se les confían las realidades del movimiento— se mueven como partidarios bienintencionados de ciertas tendencias políticas en sus respectivos países, genuinamente inocentes de cualquier conexión conspirativa con Estados extranjeros. Sólo en algunos países donde los comunistas son numéricamente fuertes aparecen regularmente y actúan como un cuerpo homogéneo. Como regla general, suelen ser usados para penetrar e influir, o dominar, según sea el caso, en otras organizaciones de las que sea menos probable sospechar que sean herramientas del gobierno soviético de cara a conseguir sus propósitos mediante [falta texto] organizaciones, en lugar de mediante la actuación directa como un partido político diferenciado.

3. Una amplia variedad de asociaciones u organismos nacionales que pueden ser dominados o influidos por tal penetración. Estos incluyen: sindicatos, organizaciones juveniles, organizaciones femeninas, sociedades raciales, religiosas, organizaciones sociales, grupos culturales, revistas liberales, editoriales, etc.

4. Organizaciones internacionales que pueden ser similarmente impregnadas a través de la influencia sobre varios componentes nacionales. Destacan entre ellas sindicatos y organizaciones juveniles o femeninas. A este respecto se da una atención particular y de importancia casi vital al movimiento obrero internacional. Moscú ve en ellos la posibilidad de desviar los gobiernos occidentales en los asuntos mundiales y construir un grupo de presión internacional capaz de mover a los gobiernos a emprender acciones favorables a los intereses soviéticos en varios países, y de paralizar acciones inconvenientes para la URSS.

5. La Iglesia Ortodoxa Rusa, con sus ramas extranjeras, y a través de ella la Iglesia Ortodoxa oriental en general.

6. El movimiento paneslavo y otros movimientos (acerí, armenio, turco, etc.) basados en grupos étnicos presentes en la Unión Soviética.

7. Gobiernos o grupos gobernantes dispuestos a someterse a los propósitos soviéticos en mayor o menor grado, como los gobiernos actuales de Bulgaria y Yugoslavia, el régimen persa del norte, los comunistas chinos, etc. No sólo las máquinas de propaganda, sino las políticas reales de tales regímenes pueden ponerse ampliamente a disposición de la URSS.

Puede esperarse que las componentes de este aparato de largo alcance se usen como sigue de acuerdo con sus posibilidades individuales:

(a) Para socavar el potencial político y estratégico general de las principales potencias occidentales. En tales países se harán esfuerzos para quebrar la autoconfianza nacional, para minar las medidas de defensa nacional, para aumentar los conflictos sociales y para estimular todas las formas de desunión. A todas las personas con algún motivo de insatisfacción, ya sea económico o racial, se les instará a buscar una compensación, no mediante la mediación y el acuerdo, sino mediante la lucha violenta y desafiante para la destrucción de otros elementos de la sociedad. Aquí se lanzará a los pobres contra los ricos, a los negros contra los blancos, a los jóvenes contra los viejos, a los recién llegados contra los residentes establecidos, etc.

(b) En el plano no oficial se harán esfuerzos particularmente violentos para debilitar el poder y la influencia de las potencias occidentales en pueblos coloniales atrasados o dependientes. A este nivel no habrá límites. Los fallos y debilidades de la administración colonial occidental serán expuestos y explotados sin piedad. La opinión liberal en los países occidentales será movilizada para debilitar las políticas coloniales. Se estimulará el resentimiento entre los pueblos dependientes. Y si bien se les alienta a obtener la independencia de las potencias occidentales, se preparan maquinarias políticas títeres de los soviéticos para hacerse con el poder en las respectivas colonias cuando consigan la independencia.

(c) Cuando gobiernos individuales se interpongan en el camino de los propósitos soviéticos, se los expulsará de sus cargos. Esto puede suceder donde los gobiernos se oponen directamente a los intereses de la política exterior soviética (Turquía, Irán), donde sellan sus territorios frente a la penetración comunista (Suiza, Portugal), o donde compiten con demasiada fuerza, como el gobierno laborista en Inglaterra, por la ascendencia moral sobre elementos que para los comunistas es importante dominar. (A veces dos de estos elementos se dan en un mismo caso. Entonces la oposición comunista se vuelve particularmente estridente y salvaje.)

(d) En los países extranjeros los comunistas, por regla general, trabajarán hacia la destrucción de todas las formas de independencia personal, económica, política o moral. Su sistema sólo puede manejar individuos que han sido llevados  hasta la dependencia completa de una autoridad superior. Así, personas que son financieramente independientes, como hombres de negocios, terratenientes, granjeros con éxito, artesanos y todos los que ejercen liderazgo local o tienen prestigio local, como clérigos populares o figuras políticas, son anatema. No es casual que incluso en la URSS los funcionarios locales son llevados constantemente de un trabajo a otro, para evitar que arraiguen.

(e) Se hará todo lo posible para enfrentar a las principales potencias occidentales unas contra otras. Se introducirá un discurso antibritánico entre los estadounidenses, antiestadounidense entre los británicos. A los continentales, incluyendo a los alemanes, se les enseñará a aborrecer a ambas potencias anglosajonas. Donde haya una sospecha, será avivada, donde no la haya, será encendida. No se ahorrará ningún esfuerzo para desacreditar y combatir todo esfuerzo que se haga en favor de cualquier clase de unidad o cohesión entre otros [falta texto] de los que Rusia pudiera estar excluida. Así, toda clase de organización internacional que no sea susceptible de penetración y control por parte de los comunistas, como la Iglesia Católica [falta texto] preocupaciones por la economía internacional, o la fraternidad internacional, o la realeza o la aristrocracia, pueden esperar encontrarse bajo el fuego de muchas y a menudo [falta texto].

(f) En general, todos los esfuerzos soviéticos en el plano no oficial internacional serán negativos y destructivos en carácter, diseñados para derribar fuentes de fortaleza fuera del alcance del control soviético. Esto está en la línea del instinto soviético básico de que no puede haber ningún compromiso con una potencia rival y que el trabajo constructivo sólo puede empezar cuando el poder soviético esté encumbrado. Pero antes se aplicará una presión insistente, incesante para penetrar y ponerse al mando de posiciones clave en la administración, y especialmente en el aparato policial de países extranjeros. El régimen soviético es un régimen policial par excellence, criado en el oscuro mundo de las intrigas de la policía zarista, acostumbrado a pensar primariamente en términos de poder policial. Esto nunca debería perderse de vista al tratar de entender los motivos soviéticos.

Parte 5:

En resumen, estamos ante una fuerza política comprometida fanáticamente con la creencia de que no puede haber un modus vivendi permanente con los EEUU que sea deseable y de que es necesario que terminar con la armonía interna de nuestra sociedad, destruir nuestro modo de vida tradicional, quebrar la autoridad internacional de nuestro Estado para asegurar el poder soviético. Esta fuerza política tiene a su merced las energía de uno de los mayores pueblos del mundo y los recursos de uno de los territorios nacionales más ricos del mundo, y es canalizada a través de profundas y poderosas corrientes del nacionalismo ruso. Además, cuenta con una elaborada organización de largo alcance para ejercer su influencia en otros países, una organización de una flexibilidad y versatilidad sorprendentes, dirigido por personas cuya experiencia y habilidad en métodos clandestinos no tiene probablemente parangón en la historia. Finalmente, es aparentemente insensible a consideraciones sobre la realidad en sus reacciones básicas. Para ella, el vasto acervo de hechos objetivos sobre la sociedad humana no es, como para nosotros, la medida contra la que la los análisis son constantemente probados y modificados, sino un saco del que hechos individuales son seleccionados arbitraria y tendenciosamente para reforzar una ideología preconcebida. Es cierto que éste no es un cuadro agradable. El problema de cómo hacer frente a esta fuerza es sin duda la mayor tarea a la que nuestra diplomacia se ha enfrentado jamás, y probablemente la mayor a la que tendrá que enfrentarse nunca. Debe ser el punto de partida desde el cual proceda la labor de nuestro personal político. Debe abordarse con la misma minuciosidad y cuidado como la solución de un problema estratégico importante en una guerra y, si es necesario, con un desembolso no menor en el esfuerzo de planificación. No puedo tratar de sugerir aquí todas las respuestas, pero me gustaría dejar constancia de mi convicción de que está a nuestro alcance resolverlo, y sin recurrir a ningún conflicto militar general. Y en apoyo a esta convicción hay ciertas observaciones de naturaleza más alentadora que me gustaría hacer:

(1) El poder soviético, a diferencia de la Alemania hitleriana, no es ni calculado ni aventurero. No trabaja con planes fijos y no asume riesgos innecesarios. Es impermeable a la lógica de la razón, pero muy sensible a la lógica de la fuerza. Por esta razón puede retirarse fácilmente, y normalmente lo hace cuando encuentra una fuerte resistencia en algún punto. Así, si el adversario tiene fuerza suficiente y deja clara su disposición para usarla, raramente necesita hacerlo. Si las situaciones se tratan adecuadamente, no es necesario que se produzcan combates a modo de demostraciones de fuerza.

(2) Medidos con respecto al mundo occidental en su conjunto, los soviéticos siguen siendo, con mucho, la fuerza más débil. Por lo tanto su éxito dependerá realmente del grado de cohesión, firmeza y vigor que el mundo occidental pueda reunir. Y está en nuestra mano influir en este factor.

(3) El éxito del sistema soviético como forma de poder interno, aún no está finalmente probado. Aún no se ha demostrado que pueda sobrevivir a la transferencia sucesiva del poder de un individuo o grupo a otro. La muerte de Lenin fue la primera de dichas transferencias, y sus efectos arruinaron el Estado soviético durante 15 años. Tras la muerte o el retiro de Stalin habrá una segunda. Pero ésta no será de hecho la prueba final. El sistema interno soviético estará entonces sujeto, en virtud de las expansiones territoriales recientes, a una serie de tensiones adicionales que en su día resultaron ser una severa carga para la Rusia zarista. Aquí estamos convencidos de que nunca desde el fin de la guerra civil ha habido una porción del pueblo ruso más alejada emocionalmente de las doctrinas del partido comunista que hoy en día. En Rusia, el partido se ha convertido en un gran y—por el momento—altamente exitoso aparato de administración dictatorial, pero ha dejado de ser una fuente de inspiración emocional. Por lo tanto, la solidez interna y la permanencia del movimiento no puede ser tenida aún como consolidada.

(4) Toda la propaganda soviética más allá de la esfera de la seguridad soviética es básicamente negativa y destructiva. Debería ser relativamente fácil de combatir por un programa inteligente y realmente constructivo.

Por esas razones creo que podemos abordar con calma y con buena disposición el problema de cómo tratar con Rusia. En cuanto a cómo se puede abordar el problema, sólo quiero avanzar, a modo de conclusiones, los comentarios siguientes:

(1) Nuestro primer paso debe ser detenerse y reconocer cuál es la naturaleza del movimiento con el que estamos tratando. Debemos estudiarlo con el mismo coraje, desapego, objetividad y la misma determinación, sin ser provocados emocionalmente o descabalgados por él, con que un médico estudia un individuo ingobernable e irrazonable.

(2) Debemos procurar que nuestro público sea educado en las realidades de la situación rusa. Es imposible sobrevalorar la importancia de este hecho. La prensa no puede hacer esto sola. Debe hacerlo principalmente el gobierno, que necesariamente tiene mayor experiencia y está mejor informado sobre los problemas prácticos involucrados. Sobre esto no debemos ser disuadidos por lo desagradable del panorama. Estoy convencido de que habría mucho menos histerismo antisoviético en nuestro país si las realidades de esta situación fueran mejor entendidas por nuestro pueblo. No hay nada tan peligroso o tan aterrador como lo desconocido. Se puede aducir que revelar más información sobre nuestras dificultades con Rusia se reflejaría desfavorablemente en las relaciones ruso-estadounidenses. Creo que si en esto hay un riesgo real, es un riesgo que tenemos que tener el coraje de afrontar, y cuanto antes mejor. Pero no sabría decir qué estaríamos arriesgando. Nuestra presencia en este país, incluso yendo tras los talones de tremendas demostraciones de amistad hacia el pueblo ruso, es notablemente pequeña. No tenemos inversiones que preservar, ninguna relación comercial que perder, virtualmente ningún ciudadano que proteger, pocos contactos culturales que preservar. Nuestra presencia tiene que ver más con lo que esperamos que con lo que tenemos. Y estoy convencido de que tenemos mayores posibilidades de realizar tales esperanzas si nuestro público está al corriente y si nuestros tratos con los rusos se plantean completamente sobre la base realista de los hechos.

(3) Mucho depende de la salud y el vigor de nuestra sociedad. El comunismo mundial es como un parásito maligno que se alimenta sólo de tejido enfermo. Éste es un punto de encuentro entre las políticas domésticas y exteriores. Cada medida valiente e incisiva para resolver problemas internos de nuestra sociedad, para mejorar la autoconfianza, la disciplina, la moral y el espíritu comunitario de nuestro propio pueblo, es una victoria diplomática sobre Moscú que vale más que mil notas diplomáticas y comunicados conjuntos. Si no podemos abandonar el fatalismo y la indiferencia ante las deficiencias de nuestra sociedad, Moscú lo aprovechará. Moscú no puede dejar de aprovecharse de ello en sus políticas exteriores.

(4) Debemos formular y presentar ante otras naciones una imagen mucho más positiva y constructiva de la clase de mundo que nos gustaría ver que la que hemos presentado en el pasado. No basta con instar a los pueblos a desarrollar procesos políticos similares a los nuestros. Muchos pueblos extranjeros, en Europa al menos, están cansados y asustados por las experiencias del pasado, y están menos interesados en la libertad abstracta que en la seguridad. Están buscando orientación en lugar de responsabilidades. Deberíamos ser más capaces que los rusos de darles esto. Y si no lo hacemos nosotros, los rusos sin duda lo harán.

(5) Por último, debemos tener el coraje y la confianza en nosotros mismos de aferrarnos a nuestros propios métodos y a nuestras concepciones de la sociedad humana. Después de todo, lo más peligroso que puede pasarnos al combatir el problema del comunismo soviético es que nos permitamos ser como aquellos a los que estamos combatiendo.

KENNAN