LA EVOLUCIÓN DEL LATÍN




Lenguas itálicas

Cronología de Roma

IV milenio a.C. Aparecen los pueblos indoeuropeos.

III milenio a. C. Los primeros pueblos indoeuropeos llegan a Italia

1000 a.C. Llegan a italia los primeros pueblos que hablan latín arcaico.

900 a.C. Los Etruscos entran en Italia.

Se forma la Liga Latina bajo el liderazgo de Alba Longa. Los griegos empiezan a colonizar el sur de Italia.

753 a.C. Fecha en la que los romanos decían que fue fundada su ciudad.

665 a.C. Roma derrota a Alba Longa y consigue la hegemonía en el Lacio.

616 a. C. Roma se ve obligada a aceptar un gobernador etrusco: Lucio Tarquinio Prisco.

509 a.C. Los romanos expulsan al último gobernador etrusco de la ciudad, el "rey" Tarquino el Soberbio. Fundación de la República Romana.

354 a.C. Fundación de una nueva Liga Latina, bajo el liderazgo romano.

390 a.C. Los Galos entran en Roma, que tiene que pagar para no ser destruida.

270 a.C. Roma completa la conquista de las colonias griegas del sur de Italia.

201 a.C. Fin de la Segunda Guerra Púnica. Roma domina toda la península italiana, Sicilia, Córcega, Cerdeña y la costa oriental española.

63 a.C. Consulado de Cicerón.

51 a.C. Julio César conquista la Galia.

44 a.C. Muerte de César.

29 a.C. Octavio se convierte en el primer emperador romano.

14 d.C. Muerte de Octavio.

286 Diocleciano divide el Imperio Romano en un Imperio de Oriente y un Imperio de Occidente.

476 El ostrogodo Odoacro depone al último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo. Empieza la Edad Media.

      

El latín es una lengua indoeuropea, es decir, que pertenece a una familia de lenguas cuyo origen se remonta hacia 4000 años a.C., cuyos primeros hablantes habitaban el sureste de Europa y Asia central. Europa recibió diversas oleadas de migraciones de pueblos indoeuropeos. Los primeros en llegar a la península itálica debieron de hacerlo en el III milenio a.C., aunque los hablantes de la forma más arcaica del latín debieron de llegar a principios del I milenio a.C. y se instalaron en el centro de la península, fragmentados tanto política como lingüísticamente.

Entre las lenguas itálicas de origen indoeuropeo las principales son el osco y el umbro, de las que deriva toda una familia de lenguas conocidas como osco-umbras, y el latín y el falisco, que forman una familia diferenciada a la cual parece pertenecer también el véneto, hablado mucho más al norte.

Hacia 900 a.C. entró en el norte de Italia un pueblo no indoeuropeo a cuyos miembros los romanos llamaban Etruscos. Fueron la primera civilización avanzada que conoció Italia y se extendió rápidamente hasta llegar al Lacio, donde diversos pueblos formaron una Liga latina bajo el liderazgo de la ciudad de Alba Longa, probablemente para protegerse de los Etruscos. Mientras tanto, los griegos (otro pueblo de origen indoeuropeo) estaban fundando prósperas colonias en el sur de la península, en la región que sería conocida como la Magna Grecia.

Vemos, pues, que la historia del latín se extiende durante un periodo de unos tres mil años hasta la actuaidad. Una lengua necesita mucho menos tiempo para experimentar cambios drásticos. Es evidente que el latín no se ha hablado igual en todos los momentos de su historia, pero en un momento dado no se ha hablado igual en todas partes y, en un momento y lugar dados no lo han hablado igual todos los latinoparlantes. Especialmente significativas son las diferencias debidas al nivel cultural de los hablantes, que en tiempos antiguos eran mucho más acusadas que en la actualidad.

El latín hablado desde su nacimiento como lengua hasta aproximadamente el siglo II a.C. recibe el nombre de latín arcaico. El texto escrito más antiguo que se conserva es la llamada Fíbula de Preneste, un broche de orfebrería fina que data del siglo VII a.C. (es decir, de la época monárquica en que Roma estaba bajo la dominación etrusca) y que fue encontrado en Palestrina, una ciudad cercana a Roma que los romanos llamaban Praeneste.

Fíbula de Preneste

Se han encontrado objetos similares tanto en Etruria como en el Lacio, datadas entre los siglos VIII y VI a.C., pero la particularidad de éste es que lleva grabada una inscripción. Está escrita de derecha a izquierda. (Se han encontrado inscripciones tanto latinas como griegas escritas de izquierda a derecha, de derecha a izquierda y también alternando de una línea a la siguiente, de modo que el texto forma una línea continua serpenteante. Este último tipo de escritura se conoce como bustrofedón en alusión a los surcos que deja el buey al arar.) Con letras modernas dice:

MANIOS MED FHEFHAKED NVMASIOI

Las palabras no están separadas por espacios en blanco, sino por dos puntos. Significa: Manlio me hizo para Numerio. A un romano del siglo I a.C. le costaría entender la inscripción. De hecho, el propio Cicerón se declaraba incapaz de entender algunos textos latinos arcaicos. Esto es debido a que el latín arcaico evolucionó drásticamente durante varios siglos hasta dar lugar a lo que conocemos como latín clásico. Podemos considerar que el latín clásico es la lengua hablada por las clases cultas romanas desde aproximadamente el siglo II a.C. hasta aproximadamente el siglo II d.C. Por ejemplo, el texto de la fíbula de Preneste escrito en latín clásico sería:

MANIVS ME FECIT NUMERIO

El latín clásico (culto) coexistió con el llamado latín vulgar, que era el latín hablado por las clases bajas, y en particular por la mayor parte de los soldados que extendieron el latín por toda la geografía del Imperio Romano. (Los soldados solían recibir tierras como recompensa en las provincias conquistadas, y pasaban a establecerse como colonos-agricultores.) Las diferencias entre el latín culto y el latín vulgar afectaban a todos los niveles lingüísticos: fonética, morfología, sintaxis y léxico. No sería exacto decir que el latín culto era el latín literario, pues el latín vulgar tenía su propia literatura. Uno de sus autores más representativos fue Tito Maccio Plauto (254-184 a.C.), cuyas comedias (adaptaciones de obras griegas), escritas en latín vulgar, gozaban de mucho éxito en Roma. En cuanto a la literatura clásica, su "siglo de oro" es el siglo I a.C., seguido de un "siglo de plata", el siglo I d.C. A partir del siglo II d.C. el latín entra en decadencia como lengua literaria y se habla de bajo latín o latín tardío.

Los máximos exponentes de la literatura clásica latina fueron el político y abogado Marco Tulio Cicerón (106-46 a.C.) y el militar Cayo Julio César (100-44 a.C.) así como los poetas Publio Virgilio Marón (70-19 a.C), Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C.) y Publio Ovidio Nasón (43 a.C. - 17 d.C.).

A partir del siglo IV, tras la caída del imperio romano, el bajo latín evolucionó hacia el llamado latín medieval, que, además de las influencias del latín vulgar, sufrió una destructiva inyección de helenismos (tanto léxicos como sintacticos) de mano de los primeros cristianos, que transcribieron burdamente su jerga religiosa, desarrollada originariamente en griego. Por su parte, el latín vulgar se fragmentó y dio origen a las distintas lenguas románicas (italiano, franceés, castellano, etc.)

A partir del siglo XIV los humanistas italianos estudiaron con minuciosidad los relativamente pocos textos clásicos que los monjes medievales habían preservado cuidadosamente durante siglos y lograron reconstruir el latín clásico. No era, evidentemente, la misma lengua, en el mismo sentido que el castellano actual difiere significativamente de la lengua de Cervantes, pero volvía a ser una lengua culta y coherente, que no ha dejado de evolucionar hasta nuestros días.

Sin embargo, aunque los humanistas lograron restaurar el léxico, la gramática y el estilo del latín clásico, hubo algo que escapó a sus posibilidades: reconstruir la forma en que los romanos pronunciaban el latín. Sabían cómo escribían los romanos, pero no disponían de documentos sonoros que les permitieran reconstruir cómo leían los textos que tan bien habían asimilado. Durante la edad media, los pocos que sabían algo de latín habían adaptado la pronunciación a las características de su lengua (románica) materna y lo máximo que pudieron hacer los renacentistas fue fijar la "pronunciación tradicional" de cada país. Así, según la pronunciación tradicional española, Cicero se leía Cícero, pero según la pronunciación tradicional francesa era Sísero, según la pronunciación tradicional italiana era Chíchero, y así sucesivamente. Pero nadie sabía qué habría respondido exactamente Cicerón ante la pregunta: Quid nomen est tibi?

Tuvieron que pasar algunos siglos hasta que, ya en el siglo XIX, los lingüístas se atrevieran a establecer la llamada pronuntiatio restituta (la pronunciación restituida), que viene a ser un "retrato robot" de la forma en que los romanos pronunciaban su idioma en la época clásica (aunque también se ha "reconstruido" más o menos la pronunciación arcaica, la vulgar, la postclásica, etc. Del mismo modo que un dibujante especializado puede trazar un retrato robot de un delincuente con el grado de similitud suficiente para que permita reconocerlo, los lingüistas han aprovechado toda la información disponible por parte de gramáticos romanos, o de textos que, por cualquier motivo, hicieran referencias al lenguaje y su pronunciación, y los reflejos de palabras latinas en otras lenguas coetáneas, han añadido a todo ello las conclusiones de la lingüística comparada, que permite establecer paralelismos entre las distintas lenguas indoeuropeas y su evolución fonética y el resultado ha sido la pronunciación que describiremos en estas notas. Junto a esta pronunciación reconstruida coexisten hoy en día las pronunciaciones tradicionales y la pronunciación eclesiástica, muy similar a la pronunciación tradicional italiana, y que es más parecida a la pronunciación del latín tardío que a la del latín clásico. En definitiva, la forma en que Cicerón se llamaba a sí mismo según todas las evidencias existentes no era ni Cícero, ni Sísero, ni Chíchero, sino más bien Kíkeroo.


El alfabeto latino

El alfabeto latino arcaico constaba de las 21 letras siguientes:

A, B, C, D, E, F, Z, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X

Sólo tenía letras mayúsculas. Hacia el siglo III d.C empezaron a aparecer letras simplificadas (cursivas mayúsculas) que facilitaban la escritura fluida, pero las minúsculas propiamente dichas como las conocemos ahora surgieron en la edad media. (nótese que la V era la u mayúscula). El año 312 a.C. el censor Apio Claudio suprimió la letra Z del alfabeto al juzgarla "desagradable y extranjera" (palabras que para él distaban poco de ser sinónimas).

En principio, la letra C era una variante caligráfica de la Γ griega, y se incluyó en el alfabeto latino con la intención de representar el sonido g (de gato), mientras que el sonido k se asignaba a la letra K, que no era sino la kappa griega, aunque su nombre se abrevió a ka. Sin embargo, los romanos eran conscientes de que (según veremos) la k seguida de u más otra vocal se pronunciaba de forma distinta, y por ello introdujeron la letra Q para dejar constancia de esa peculiaridad. Tal vez el hecho de que la Q se usara para representar el sonido k ante u llevó a la confusión de creer que la K debía usarse únicamente para representar el sonido k ante a. Sea por esto o por cualquier otro motivo, lo cierto es que los romanos redujeron el uso de la K a las palabras en las que el sonido k iba seguido de una a, y para el resto de casos emplearon la letra C, que por otra parte representaba el sonido g (de gato), como ya hemos dicho.

Esta situación extraña degeneró, de modo que a lo largo del siglo III a.C. la K cayó en desuso y la C absorbió completamente su función. Pero el hecho de que una misma letra representara dos sonidos distintos (g y k) cuya oposición era significativa en cuanto que distinguía unas palabras de otras, era un inconveniente al que los romanos eran muy sensibles, por lo que alrededor de 230 a.C. Espurio Carvilio Ruga, un liberto que fue el primero en establecer una escuela de pago en Roma, modificó la letra C añadiéndole un palito para formar la letra G, que empleó para representar el sonido g, reservando a su vez la C para el sonido k, salvo ante u, donde se siguió usando la Q porque, como decimos, la pronuciación lo justificaba.

Como no es de extrañar, la gente es especialmente reacia a modificar la escritura de su propio nombre, por lo que los nombres como Caius se escribieron desde entonces tanto con C como con G, lo que a su vez hizo que la pronunciación original Gai-ius terminara alternando también con la que resulta de leer la grafía antigua con las normas nuevas: Kai-ius. La forma preferible es escribir y pronunciar Gaius. Parece ser que Julio César escribía su nombre indistintamente con C o con G.

La nueva letra G pasó a ocupar en el alfabeto el hueco que había dejado la Z. El hecho de que "se recordara" la posición que había ocupado la Z puede deberse a que los romanos usaran, como los griegos, las primeras letras del alfabeto para representar los números, con lo que siguieron usando la Z para representar el número 8 hasta que fue sustituida por la G, si bien al final pervivió el sistema de numeración romana que todos conocemos, en el que el 8 se representa por VIII. No obstante, la K no fue eliminada del alfabeto, sino que se mantuvo en unas pocas palabras fosilizadas, como kalendae (el primer día del mes).

En el siglo III a.C., tras la conquista de la Magna Grecia, los romanos empezaron a familiarizarse con la cultura y la lengua griega, y el latín empezó a incorporar cada vez más vocablos de dicha lengua. Esto planteó un problema, pues el griego tenía varios sonidos de los que el latín carecía, de modo que no podía establecerse una correspondencia natural entre el alfabeto griego y el alfabeto latino para realizar las transcripciones oportunas. En la página sobre pronunciación explicaremos el modo en que los romanos resolvieron el asunto, pero de momento diremos que la solución se adoptó a principios del siglo I a.C., y que, como parte de ella, la Z fue reincorporada al alfabeto, así como la letra griega ýpsilon (Y), que entonces los griegos llamaban hy, pero que los romanos pronto pasaron a llamar i graeca (i griega), y más tarde se extendió también en latín el nombre de ypsilon. De este modo, quedó perfilado el alfabeto latino clásico de 23 letras:

A
B
C
D
E
F
G
H
I
K
L
M
N
O
P
Q
R
S
T
V
X
Y
Z
ā

ē ef
ī
el
em
en
ō
qu
er
es
ū
ex
ī graeca
zēta

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