Antecedentes: En 1503 murió el duque Pedro II de Borbón, y dejó como heredera a Susana, una niña de doce años. Más tarde, Susana se casó Carlos de Borbón-Montpensier, el segundo hijo de un sobrino de Pedro II, al que el rey Luis XII había nombrado condestable de Francia (la máxima autoridad militar después del propio rey) y que se convertía ahora en el duque Carlos III de Borbón.
Pero en 1521 murió Susana, y su prima Luisa de Saboya, que era su pariente más próxima, (era hija de Margarita de Borbón, hermana de Pedro II), le disputó a Carlos III el ducado. Se inició un pleito, pero Luisa de Saboya era también la madre del rey Francisco I de Francia, y Carlos III, consciente de que ningún juez contradiría a la reina madre, llegó a un acuerdo secreto con el emperador Carlos V, el cual, gracias a la traición del condestable, pudo expulsar a los franceses del Milanesado, que Francisco I y Carlos V llevaban un tiempo disputándose. Esta intervención convirtió en guerra abierta lo que hasta entonces había sido una competencia tensa.
En 1523 Francisco I se enteró del acuerdo entre el duque y el emperador, así que su ejército cercó el ducado y Carlos III tuvo que salir disfrazado, huyó de Francia y se puso definitivamente al servicio de Carlos V.
En 1525 Francisco I trató de asediar Pavía, pero acudieron en su defensa las tropas del duque de Borbón, las del archiduque Fernando de Austria (hermano de Carlos V) y las del virrey de Nápoles. En la batalla de Pavía, el ejército francés sufrió una estrepitosa derrota y Francisco I fue hecho prisionero.
En 1526 el duque de Borbón visitó a Carlos V en Toledo. La narración del duque de Rivas empieza cuando el cortejo del duque llega adonde se ha dispuesto su alojamiento, que de hecho fue el palacio del conde de Cifuentes, pero que en el poema es el palacio de Alonso Pimentel, el quinto conde de Benavente (que en realidad no tenía ningún palacio en Toledo).
No se sabe la edad exacta del conde, pero de joven había
luchado en favor de Isabel la
Católica en la guerra civil que estalló en 1475, entre los partidarios de
Isabel y los de Juana la
Beltraneja, por lo que como mínimo debía de tener unos
setenta años. (Murió en 1528,
dos años después de la visita del duque de Borbón). Como
decíamos, el poema empieza cuando la comitiva del duque de
Borbón llega a las puertas del palacio del conde de Benavente,
donde se ha dispuesto su alojamiento:
I |
||
«Hola, hidalgos
y escuderos de mi alcurnia y mi blasón, mirad, como bien nacidos, de mi sangre y casa en pro. |
4 |
"Hola"
lo
usaban los nobles para llamar a sus inferiores. Hidalgos de mi alcurnia (de mi familia) y escuderos de mi blasón (de mi casa). Mirad en pro de mi casa y de mi sangre: defended mi casa y mi sangre. |
«Esas puertas
se defiendan, que no ha de entrar ¡vive Dios! por ellas, quien no estuviere más limpio que lo está el Sol. |
8 |
|
«No profane mi
palacio un fementido traidor que contra su rey combate y que a su patria vendió. |
12 |
|
«Pues si él es
de reyes primo, primo de reyes soy yo, y conde de Benavente si él es duque de Borbón, |
16 |
|
«llevándole de
ventaja que nunca jamás manchó la traición mi noble sangre, y haber nacido español.» |
20 |
|
Así atronaba la
calle una ya cascada voz, que de un palacio salía cuya puerta se cerró, |
24 |
|
y a la que
estaba a caballo, sobre un negro pisador, (siendo en su escudo las lises más bien que timbre, baldón; |
28 |
Y
a[nte] la [cual] estaba a caballo... En el escudo del duque, las flores de lis eran, más que un adorno, una ofensa, pues eran también el emblema de la casa real francesa, y recordaban su traición. |
y de pajes y
escuderos llevando un tropel en pos, cubiertos de ricas galas), el gran duque de Borbón, |
32 |
|
el que lidiando
en Pavía más que valiente, feroz, gozóse en ver prisionero a su natural señor, |
36 |
|
y que a Toledo
ha venido ufano de su traición, para recibir mercedes, y ver al Emperador. |
40 |
|
II |
||
En una
anchurosa cuadra del alcázar de Toledo, cuyas paredes adornan ricos tapices flamencos, |
44 |
|
al lado de una
gran mesa que cubre de terciopelo napolitano tapete con borlones de oro y flecos, |
48 |
|
ante un sillón
de respaldo que entre bordado arabesco los timbres de España ostenta y el águila del Imperio, |
52 |
El
duque de Rivas está describiendo este cuadro de Tiziano: |
de pie estaba
Carlos Quinto que en España era Primero, con gallardo y noble talle, con noble y tranquilo aspecto. |
56 |
![]() |
De brocado de oro y blanco viste tabardo tudesco, de rubias martas orlado, y desabrochado y suelto, |
60 |
|
dejando ver un
justillo de raso jalde, cubierto con primorosos bordados y costosos sobrepuestos, |
64 |
|
y la excelsa y
noble insignia del Toisón de Oro pendiendo de una preciosa cadena en la mitad de su pecho. |
68 |
|
Un birrete de velludo con un blanco airón, sujeto por un joyel de diamantes y un antiguo camafeo |
72 |
|
descubre por
ambos lados, tanta majestad cubriendo, rubio, cual barba y bigote bien atusado el cabello. |
76 |
|
Apoyada en la
cadera la potente diestra ha puesto, que aprieta dos guantes de ámbar y un primoroso mosquero, |
80 |
|
y con la
siniestra halaga, de un mastín muy corpulento, blanco, y las orejas rubias, el ancho y carnoso cuello. |
84 |
|
Con el
Condestable insigne, apaciguador del reino, de los pasados disturbios acaso está discurriendo; |
88 |
Se
refiere a Íñigo Fernández de Velasco y Mendoza, tercer
condestable de Castilla, camarero y copero mayor de
Carlos I, que el 23 de abril de 1521
derrotó en Villalar a los comuneros dirigidos por
Maldonado, Bravo
y Padilla, que
fueron degollados al día siguiente en la plaza mayor |
o del trato que
dispone con el rey de Francia, preso, o de asuntos de Alemania, agitada por Lutero, |
92 |
|
cuando un
tropel de caballos oye venir, a lo lejos, y ante el alcázar pararse, quedando todo en silencio. |
96 |
|
En la
antecámara suena rumor impensado luego, ábrese al fin la mampara y entra el de Borbón soberbio |
100 |
|
con el
semblante de azufre y con los ojos de fuego, bramando de ira y de rabia que enfrena mal el respeto, |
104 |
|
y con
balbuciente lengua y con mal borrado ceño, acusa al de Benavente, un desagravio pidiendo. |
108 |
|
Del español
Condestable latió con orgullo el pecho, ufano de la entereza de su esclarecido deudo |
112 |
El
condestable, con quien estaba hablando el Emperador, se
sintió orgulloso de la integridad de su pariente, el
conde de Benavente. |
y, aunque advertido procura disimular cual discreto, a su noble rostro asoman la aprobación y el contento. |
116 |
|
El Emperador un punto quedó indeciso y suspenso, sin saber qué responderle al francés, de enojo ciego. |
120 |
|
Y, aunque en su
interior se goza con el proceder violento del conde de Benavente, de altas esperanzas lleno |
124 |
|
por tener tales
vasallos, de noble lealtad modelos, y con los que el ancho mundo será a sus glorias estrecho, |
128 |
|
mucho al de
Borbón le debe y es fuerza satisfacerlo, le ofrece para calmarlo un desagravio completo. |
132 |
|
Y llamando a un
gentilhombre, con el semblante severo manda que el de Benavente venga a su presencia presto. |
136 |
|
III |
||
Sostenido por
sus pajes desciende de su litera el conde de Benavente del alcázar a la puerta. |
140 |
|
Era un viejo
respetable, cuerpo enjuto, cara seca, con dos ojos como chispas, cargados de largas cejas |
144 |
|
y con semblante
muy noble, mas de gravedad tan seria, que veneración de lejos y miedo causa de cerca. |
148 |
|
Eran su traje
unas calzas de púrpura de Valencia, y de recamado ante un coleto a la leonesa. |
152 |
|
De fino lienzo
gallego los puños y la gorguera, unos y otra guarnecidos con randas barcelonesas. |
156 |
|
Un birretón de
velludo con su cintillo de perlas, y el gabán de paño verde con alamares de seda. |
160 |
|
Tan sólo de
Calatrava la insignia española lleva, que el Toisón ha despreciado por ser orden extranjera. |
164 |
En
1519 el conde de
Benavente rechazó el Toisón
de Oro, condecoración creada en 1429 por el duque de
Borgoña Felipe III el
Bueno, el abuelo de María de Borgoña, la madre de Felipe el Hermoso y
abuela de Carlos V. |
Con paso tardo,
aunque firme, sube por las escaleras y, al verle, las alabardas un golpe dan en la tierra, |
168 |
|
golpe de honor
y de aviso de que en el alcázar entra un grande, a quien se le debe todo honor y reverencia. |
172 |
|
Al llegar a la
antesala, los pajes que están en ella con respeto le saludan abriendo las anchas puertas. |
176 |
|
Con grave paso
entra el conde sin que otro aviso preceda, salones atravesando hasta la cámara regia. |
180 |
|
Pensativo está
el monarca, discurriendo cómo pueda componer aquel disturbio sin hacer a nadie ofensa. |
184 |
|
Mucho al de
Borbón le debe aún mucho más de él espera, y al de Benavente mucho considerar le interesa. |
188 |
|
Dilación no
admite el caso, no hay quien dar consejo pueda, y Villalar y Pavía a un tiempo se le recuerdan. |
192 |
El
conde de Benavente sirvió a Carlos V en Villalar y el
duque de Borbón le sirvió en Pavía. |
En el sillón
asentado, y el codo sobre la mesa, al personaje recibe que comedido se acerca. |
196 |
|
Grave el Conde
le saluda con una rodilla en tierra, mas como Grande del reino sin descubrir la cabeza. |
200 |
Los
grandes
de España eran los únicos que podían permanecer
cubiertos antre el rey. |
El Emperador,
benigno, que alce del suelo le ordena, y la plática difícil con sagacidad empieza. |
204 |
|
Y entre severo
y afable, al cabo le manifiesta, que es el que a Borbón aloje voluntad suya resuelta. |
208 |
|
Con respeto muy
profundo, pero con la voz entera, respóndele Benavente destocando la cabeza: |
212 |
|
«Soy, señor,
vuestro vasallo, vos sois mi rey en la Tierra, a vos ordenar os cumple de mi vida y de mi hacienda. |
216 |
|
«Vuestro soy,
vuestra mi casa, de mí disponed y de ella, pero no toquéis mi honra y respetad mi conciencia. |
220 |
|
«Mi casa Borbón
ocupe puesto que es voluntad vuestra, contamine sus paredes, sus blasones envilezca, |
224 |
|
«que a mí me
sobra en Toledo donde vivir, sin que tenga que rozarme con traidores cuyo solo aliento infesta. |
228 |
|
«Y en cuanto él
deje mi casa, antes de tornar yo a ella, purificaré con fuego sus paredes y sus puertas.» |
232 |
|
dijo el Conde,
la real mano besó, cubrió su cabeza, y retiróse bajando a do estaba su litera. |
236 |
|
Y a casa de un
su pariente mandó que le condujeran, abandonando la suya con cuanto dentro se encierra. |
240 |
|
Quedó absorto
Carlos Quinto de ver tan noble firmeza, estimando la de España más que la imperial diadema. |
244 |
|
IV |
||
Muy pocos días
el Duque hizo mansión en Toledo, del noble Conde ocupando los honrados aposentos. |
248 |
|
Y la noche en
que el palacio dejó vacío, partiendo con su séquito y sus pajes orgulloso y satisfecho, |
252 |
|
turbó la
apacible Luna un vapor blanco y espeso, que de las altas techumbres se iba elevando y creciendo. |
256 |
|
A poco rato
tornóse en humo confuso y denso, que en nubarrones oscuros ofuscaba el claro cielo; |
260 |
|
después en
ardientes chispas, y en un resplandor horrendo que iluminaba los valles, dando en el Tajo reflejos; |
264 |
|
y al fin su
furor mostrando en embravecido incendio, que devoraba altas torres y derrumbaba altos techos. |
268 |
|
Resonaron las
campanas, conmovióse todo el pueblo, de Benavente el palacio presa de las llamas viendo. |
272 |
|
El Emperador
confuso corre a procurar remedio, en atajar tanto daño mostrando tenaz empeño. |
276 |
|
En vano todo:
tragóse tantas riquezas el fuego, a la lealtad castellana levantando un monumento. |
280 |
|
Aun hoy unos
viejos muros del humo y las llamas negros, recuerdan acción tan grande en la famosa Toledo. |
284 |