La historia del cajista Johannes me ha llamado la atención por varios motivos. Uno es que recientemente he leído "El dardo en la palabra", de Lázaro Carreter, y es chocante oír quejas sobre el mismo problema a dos personas de países distintos y con medio siglo de diferencia. No creo que en la España de los años veinte la situación lingüística fuera tan alarmante como la que denuncian Hesse y Lázaro. Probablemente la degeneración lingüística sea directamente proporcional al desarrollo económico y social. Sin embargo, ahora los estragos son patentes. Puedo asegurarlo, pues durante un tiempo me tocó hacer una labor similar a la del cajista Johannes - y éste es otro de los motivos por los que me resulta simpático el cuento - y revisé las pruebas de escritos de gente teóricamente culta, catedráticos muchos de ellos, y sentí su misma desazón, al darme cuenta de que, en ocasiones, la única forma de adecentar esos escritos (hablo de artículos sobre historia, literatura, música, etc. no de formularios, o normativas o cosas así) sería volverlos a escribir. A quien crea que exagero le transcribo aquí una muestra. Confieso que fracasé completamente cuando intenté convencer al autor de la conveniencia de traducir esto al castellano antes de publicarlo. Invito a que alguien más culto que yo me lo analice sintácticamente. (Se trata de un párrafo íntegro, lo anterior y lo posterior no ayudan en nada a darle sentido.):

¡Qué duda cabe que sensibilidad extrema hacia el prójimo y hacia el mundo nos manifestarán los cientos de plomos conocidos con escritura ibérica cuando la podamos descifrar, que no solamente frías y escuetas relaciones contables como han indicado algunos investigadores del más antiguo lenguaje del pueblo valenciano!. Que pueblo en el que los hombres se depilaban y las mujeres participaban, protagonizando, la mayor parte de los actos sociales, debió tener una exquisita sensibilidad y una necesidad absoluta de transmitirla.

                                    Risum teneatis?

Entonces me di cuenta por primera vez de que mi humilde prosa, de la que nunca me he sentido especialmente orgulloso, tenía el - al parecer - poco frecuente mérito de estar en castellano.  Y claro, si así están los catedráticos, no hablaré de la ortografía que, como profesor, puedo constatar año tras año en los estudiantes universitarios (¿cómo era aquella letrilla de Góngora?). La verdad es que soy bastante tranquilo, y no me dará un infarto como al pobre cajista por estas cosas. Lo único que confieso me saca de quicio es verme llamado ciudadano o ciudadana, compañero/a y otras necedades semejantes. De hecho, salvo que sepa de antemano que me trae cuenta hacerlo, tiendo a no leer nada que empiece diciendo estimadoa compañeroa y, de tener que hacerlo, voy al grano, que normalmente es una fecha, y ya está.

He de contar algo que me he encontrado hoy mismo. Allí en mi casa había una papeleta de una rifa en la que podía leerse:

Al poseedor del boleto cuyo número de los días 23, 24 y 25 de Junio de 1999
coincida con el sorteo del primer premio de la O.NC.E., será obsequiado con ...

Aunque al parecer esto está escrito por unos humildes comerciantes, la verdad es que no se diferencia mucho de las frases seudocultas de los catedráticos, enllenicionadas de palabrizaciones ridiculiblemente enlarguificadas. Yo no dejo de preguntarme: los que escriben así, arrejuntando palabras, ¿leerán igual? ¿harán como los estudiantes de latín, que traducen, diccionario en mano, tonto infinito ser número, y luego conjeturan lo que quiso decir Cicerón (sin entenderlo como para darse por aludidos, claro)? En serio, confieso que no puedo entender cómo ha de pensar alguien que escribe así. Huelga decir que de todo hay en el mundo: También conozco personas (catedráticos incluso) que hablan y escriben muy bien.

Por cierto, si tú que me lees amablemente crees que algo de esto puede ir por ti, quizá te animes a estudiarte esto. Se aprende en media hora y, tras un par de semanas de práctica, adecenta enormemente todo escrito. Teóricamente cualquiera debería tenerlo a mano, pero por si eres de los que no se han preocupado por no tenerlo delante, ahora tendrás que buscar otra excusa peor.