5 - Tipologías de los mitos
El estudio de las creaciones culturales debe hacerse mediante tipos ideales, según Max Weber, por serias razones metodológicas. He aquí una causa del establecimiento de tipologías para poder estudiar este tipo de realidades socio-históricas, i.e., culturales, a las que no son aplicables las divisiones en 'géneros' y 'especies' propias de la biología y la botánica. Un problema fundamental al que tuvieron que enfrentarse los estudiosos de los mitos consistió en su propia pretensión de analizarlos de forma aislada (esto es, sin ponerlos en relación unos con otros y sin contemplar esas mitologías o conjuntos de mitos con sus correspondientes variantes como un todo, esto es, como un sistema en perenne desarrollo).117 Unido a este problema, aparece una importante cuestión: los mitos estudiados por filólogos y helenistas acabaron formando una suerte de "repertorio clásico" que, a su vez, impuso una forma más o menos "canónica" de hermenéutica mitológica. Uno de los primeros intentos de clasificación mitológica lo debemos a Salustio (-s.IV-, llamado el neoplatónico para distinguirlo de Salustio el cínico -s.V-), quien en su tratado Sobre los dioses y el mundo (Peri; e`n cai; kovsmon, i.e., De diis et mundo) propuso la existencia de diversos tipos de mitos: teológicos, físicos, psíquicos, materiales y mixtos.
Ambas cuestiones -el "estudio por separado" de los mitos y el "repertorio canónico de mitos"- estaban llamadas a ser superadas (y de hecho lo fueron, merced al romanticismo alemán, al estudio científico de las religiones y al desarrollo de la antropología cultural) pero, con todo, generaron una taxonomía de los mitos que aparece recogida por prácticamente todos los diccionarios y manuales que tratan el tema de la mitología. Dicha clasificación, a pesar de su pretendida rigidez, puede sernos útil a modo orientativo, razón por la cual consideramos conveniente exponerla, aunque de modo sucinto y esquemático. Así, tenemos que, agrupados por su temática, podemos encontrar los siguientes tipos de mitos:
Como vemos, ambas taxonomías (la presente y la anterior de Salustio el neoplatónico), poseen un carácter un tanto "artificial" y puede aplicárseles la misma crítica que a la concepción intelectualista de las sociedades mal llamadas "primitivas": se construye una clasificación "de especialista" y luego se pretende que el objeto de estudio "encaje" (generalmente, con "calzador") de manera forzada, a fin de salir del paso y mantener la autoridad y validez de dicha categorización119. En la práctica, las cosas no son tan simples y diáfanas como la división reseñada pretende hacer ver. De hecho, la mayoría de los mitos (si no todos), poseen una dimensión etiológica, política e histórica a la vez: prácticamente todos remiten a un tiempo originario en el que (protagonizada por uno o varios seres que trascienden a la par que definen la condición humana, bien dioses, bien monstruos), se llevó a cabo por vez primera tal o cual actividad (que "casualmente" ocupa un lugar central en el modus vivendi de la comunidad). Esta característica fundamental de "remitirse a los orígenes de todo" es la que otorga a los mitos su principal carta de validez. De otro lado, puede ocurrir que encontremos en un mismo relato cuestiones relativas a todos y cada uno de los taxones que integran la clasificación anteexpuesta (esto es, que los distintos mitos abarcan una amalgama de temas que, si bien pueden diferenciarse, el propio relato no hace tal cosa, sino que es una distinción impuesta "desde fuera del texto"), como es el caso de, por ejemplo, la obra homérica. Sin embargo, cuando consideramos el conjunto de elementos míticos presentes en un mismo relato, en conexión con otros mitos -esto es, el conjunto de mitos de una cultura dada en un momento histórico concreto-, como una producción cultural de tal sociedad, se presenta la necesidad de aceptar que las mitologías abarcan dimensiones políticas, escatológicas y mágicas, entre otras. Puede tener sentido entonces la división de un mismo relato sagrado en subclasificaciones parcelarias del tipo "mitos políticos", "mitos del eterno retorno", "mitos mágicos", etc., en tanto que estas acotaciones temáticas nos posibilitan relacionar unos mitos con otros, a través de la búsqueda de elementos comunes, y apreciar la interacción de los mismos en un horizonte cultural dado.
El problema hermenéutico inicial se localiza entonces en (a) la asunción de los mitos de forma "individual" versus (b) el estudio de los mitos de forma "colectiva" (pero respetando el entorno cultural y temporal de una sociedad dada). Una tercera opción sería (g) el comparativismo exacerbado entre mitos de sociedades diferentes, la cual conforma (junto al estudio de los mitos "por separado" -a-) una suerte de "polaridad a-g" en la cual la opción b, esto es, la consideración de las mitologías como sistemas culturales (peculiarmente universales) se erige en justo término medio respecto de las otras dos posiciones. Cabe añadir que, en la actualidad, la consideración de las mitologías en tanto que complejos sistemas culturales ha desplazado -por buenas razones como las arriba expuestas-, a las otras dos perspectivas de estudio de los mitos. Otra cuestión generadora de confusiones es el hecho de que, en múltiples ocasiones, decimos "mito" en abstracto, sin referirnos a ningún mito en concreto y a la vez refiriéndonos a todos ellos, cuando lo que queremos decir en realidad es "mitología", esto es, el conjunto de los mitos de una sociedad.
De otra parte, debemos tener en cuenta que, si bien un autor contemporáneo como Malinowski -por otra parte, desprovisto de compromisos filológico-helenísticos- presenta una clasificación muy similar a la que aquí hemos expuesto en las líneas precedentes (a saber, "mitos de origen", "mitos de muerte y del ciclo periódico de la vida" y "mitos de magia"120), tal similitud es poco menos que "sospechosa", e induce a pensar a la vez en cuánto proyecta el etnólogo sobre su objeto de estudio y en cómo las clasificaciones que desde los estudios filológicos clásicos se han tenido como canónicas han podido calar tanto en el ámbito científico, hasta el punto de poder ser interiorizadas por los investigadores sin siquiera advertirlo121 (o, dicho de otra manera, cómo "lo académicamente tenido por cierto" exige una adecuación a ello para que tal o cual investigación sea considerada en tanto que "científica").
118. José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, p. 2237.
119. E. E. Evans-Pritchard, Las teorías de la religión primitiva, s.XXI, Madrid 1991, p. 49.
120. Bronislaw Malinowski, op. cit., pp. 127 ss.
121. C. Geertz, El antropólogo como autor, Ed. Paidós, Barcelona 1989, pp. 139 ss. y passim.