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EL MUNDO, 27 DE AGOSTO DE 2008 - Columna 36

 

Adelfas generosas

 

JOSÉ LUIS RUBIO
PREMIO REY JAIME I

 

http://www.uv.es/~jlrubio/

 

Reciben los continuos golpes de viento de la circulación de las autovías y no parecen inmutarse. Hoy día las adelfas se plantan profusamente en los setos centrales de las vías de circulación. Así se ha encontrado una utilidad interesada a una planta de rancio abolengo aunque sistemáticamente olvidada. Como es bien visible, las adelfas responden a su destino en medio de las autopistas no solo con dignidad sino con un profuso despliegue de infinitas flores de llamativos colores. A diferencia con otras celebridades botánicas como olivos, robles y
olmos que continuamente reciben elogios y atención literaria, ni una palabra para las adelfas. Parecen no haber interesado a casi nadie, con alguna excepción como la de García Lorca. Pero ahí están, aportando, en ocasiones el único y magnifico despliegue de colorido paisajístico en las resecas tierras de muchos ambientes áridos mediterráneos.

Las adelfas constituyen vegetación espontánea en cursos de agua, hondonadas, ramblas, barrancos y riberas. Su nombre latino Nerium oleander tiene fuertes connotaciones con ambientes mediterráneos y su mar. Nerium procede de Nereus, dios del mar y padre de las Nereidas, también diosas marinas. Oleander indica cierta semejanza de las hojas de las adelfas con las del olivo.

Quizá lo más llamativo de las adelfas sean sus abundantísimas y grandes flores que ofrece durante todo el verano y parte del otoño. Existen pocos arbustos capaces de superar la exuberancia de sus densas inflorescencias de singulares tonalidades: rojo cereza, púrpura, crema, amarillo, rosa y blanco. Normalmente la flor tiene cinco pétalos con una forma muy característica, como hélice de barco, aunque también existen variedades con doble corola.

Son capaces de resistir fuerte insolación, temperaturas tórridas, vientos resecantes, sequías persistentes y en general, ambientes cuasi desérticos en los que pocas plantas subsisten. Ellas sobreviven y además con una sonrisa en forma de flores. Para ello necesitan que su potente sistema radicular disponga de una mínima cantidad de agua, y además disponen de fascinantes sistemas adaptativos para ajustar eficientemente su transpiración.

A pesar de su belleza, tenacidad y generosidad, probablemente la escasa atención recibida se deba a sus connotaciones de toxicidad. Se la supone irritante y narcótica y así la citan famosas autoridades de la antigüedad como Dioscorides, Galeno o Plinio. Sin embargo también se la considera planta medicinal como cardiotónica o como remedio ante picaduras de serpientes. Parece ser que, como siempre, en la justa dosis se encuentra la virtud. Sin embargo, esta mala fama también parece haber influido en otros aspectos. Por ejemplo, en el idioma de las flores, la adelfa simboliza el olvido y parece ser que el envío de alguna flor de adelfa tenía muy malas implicaciones entre enamorados.

Demasiadas injustas apreciaciones para una planta eficiente y coloridamente adaptada a condiciones ambientales duras y exigentes. En algunas situaciones de paisajes áridos y yermos aportan casi el único y sorprendente rasgo vital que pueda alegrar la vista. Son un ejemplo que nos ofrece la naturaleza de convertir penurias y limitaciones en generosa belleza.
 

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