Vivir del aire |
![]() |
EL MUNDO, 1 DE OCTUBRE DE 2008 - Columna 38
Vivir del aire
JOSÉ LUIS RUBIO
Las plantas dependen del sustento mecánico del suelo y también del agua y nutrientes que éste les suministra. Como todo ser vivo han de ganarse la supervivencia con el sudor de sus hojas y trabajando afanosamente para cubrir sus múltiples necesidades. Pero éste no es el camino que todas eligen. Existe un grupo muy curioso de plantas, denominadas epifitas, que viven prácticamente del aire. No tienen necesidad de raíces y solo cuentan con hojas que con la ayuda del sol y la humedad ambiental, les bastan para prosperar verdes y lozanas. Entre ellas se encuentra el Clavel del Aire (Bromeliacea del género Tilandsia) que escapó de las seguras, aunque trabajosas, entrañas de la tierra a la aventura de volar y de vivir con mínimas necesidades vitales para no tener ataduras materiales. Solo necesita un soporte mecánico y esto lo consigue en las ramas de las copas de los árboles, pero también le puede ser útil cualquier otro soporte inerte, como los tendidos eléctricos o alguna roca. Viven solo con algo de humedad y sol. Son algo así como el grupo de ascetas del reino vegetal que, como eremitas y místicos, abandonan vanidad de vanidades y se retiran a zonas remotas para vivir en condiciones de extrema frugalidad. Quizás abandonan el mundanal suelo y renuncian a los placeres de la tierra, para, desde las alturas, alcanzar cotas superiores de aventura y paisaje. Para cubrir sus necesidades de agua y sales nutritivas han desarrollado unos fascinantes sistemas que les permiten sobrevivir muy sobriamente. La captación de humedad y sales disueltas, la realizan a partir de modificaciones en las hojas tales como escamas, vellosidades y capas de células capaces de absorber agua como auténticos secantes. Su morfología también les permite almacenar agua y mantillo en la base del tallo donde forman una especie de cisterna. Las epifitas son más propias de ambientes húmedos aunque también se adaptan a ambientes secos donde pueden resistir condiciones extremas de sequía. Sin embargo en estos ambientes áridos existen otras plantas singulares y también ascéticas. Se trata, por ejemplo, de la Rosa de Jericó (Selaginella lepidophylla) que constituye una incansable y errante peregrina de estepas y desiertos. Cuando arremete la sequía, la planta se seca y las ramas se curvan hacia el interior formando una bola que el viento arrastra convirtiéndolas en eternas viajeras a la búsqueda de tierras prometidas. Pueden permanecer cerradas y secas durante años hasta que la humedad o algún aguacero hacen que vuelvan a abrirse y renacer desplegándose como si no hubiera pasado nada. Así pueden sobrevivir durante décadas. Estas especies muestran un portentoso despliegue imaginativo de soluciones para vivir en condiciones minimalistas y de adaptación a situaciones extremas. Las plantas no vuelan ni viajan, pero ellas prescinden de las pautas normales y aceptadas y además pueden sobrevivir bajo mínimos. A cambio obtienen la aventura de algo diferente o el viajar sin ataduras y sin mucho peso de equipaje. Es el premio a atreverse a ser distintas.
|