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EL MUNDO, 2 DE ENERO DE 2008 

 

 

Estrategias para vivir

 

José Luis Rubio

PREMIO REY JAIME I

 

http://www.uv.es/~jlrubio/

 
Me caen bien los bulbos. Los considero unos avezados sobrevivientes. Sobre todo, esa amplia variedad de especies espontáneas y su avispada estrategia de adaptarse y subsistir frente a los cambios meteorológicos estacionales y a los avatares climáticos. Su estrategia es subterránea. Cuando las cosas se ponen feas, ahí fuera, o cuando es el momento oportuno en su ciclo vital, ellos pliegan velas, se recogen sobre sí mismos y al abrigo protector del interior del suelo, esperan al momento adecuado para volver a emerger y, otra vez, lucir su palmito en el exterior.

En profundidad, como rechonchas cantimploras, sestean tranquilamente en la paz y oscuridad del suelo absorbiendo nutrientes y humedad con sus raicillas.

Tienen capacidad para sobrellevar muchos problemas. Que se producen temperaturas de congelación: no importa, abrigados en el seno de la tierra, no les llega el frio. Que se produce un incendio devastador que arrasa todo lo que encuentra en superficie: no importa, el calor del fuego penetra muy poco en el suelo y a ellos no les llega. Que hay un periodo de sequia o el verano ha sido particularmente árido: también tienen muchas posibilidades de sobrevivir porque pacientemente han ido acumulando reservas de agua en sus numerosas e hinchadas hojas escamosas.

Cuando llega el momento de emerger, milagrosamente, producen tallos que explorando y empujando hacia arriba, llegan a asomar sus brotes en la superficie del suelo. Todo está calculado y las brotaciones utilizan una mayor cantidad de reservas nutritivas, cuanto más largo es el camino que tienen que recorrer hasta aflorar en superficie. A partir de ahí, rápidamente se despliegan y, a modo de paneles fotovoltaicos, absorben ávidamente la bendición de los rayos solares.

Diligentemente, las partes verdes emergidas, se afanan en sus tareas de convertir agua, luz y CO2, en alimento orgánico que transportan a la gordita despensa del subsuelo. También tienen que lucir sus bellas flores, coquetear y dedicarse a flirteos amorosos con insectos buscones y a preparar semillas por aquello de la continuidad de la especie.

Cuando han cumplido sus funciones exteriores, los nutrientes y todo lo utilizable del vástago, es reconducido y almacenado en el bulbo. Nada se desperdicia porque incluso el efímero penacho una vez seco y marchito, al descomponerse, pasara a ser parte y enriquecer la hojarasca y el mantillo superficial.

En conjunto, es una de las estrategias de la naturaleza de adaptación a condiciones de variabilidad climática y condiciones de sequia o incendios forestales, típicas del mediterráneo. En algunos aspectos, sería como refugiarse en casa cuando arrecia el temporal y hay que esperar a que escampe.

En términos humanos, a veces no nos vendría nada mal una retirada interna de autoprotección frente a malos tiempos o agresiones. Seguro, que como bulbitos en primavera, rebrotaríamos más lozanos y animosos.

 

 

 

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