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EL MUNDO, 19 DE ABRIL DE 2008

 

Triunfar sobre el fuego

 

JOSÉ LUIS RUBIO
PREMIO REY JAIME I

 

http://www.uv.es/~jlrubio/

 

El tipo de cobertura vegetal que hoy día observamos en un determinado territorio es el resultado de siglos de pruebas y errores de la naturaleza hasta encontrar la estrategia adaptada que configura la vegetación ganadora. En el conjunto de la Península Ibérica el árbol elegido por la naturaleza, y también él más representativo, es la encina. España es el país del mundo con mayor abundancia de encinares que cubren una superficie que supera los tres millones de hectáreas. Es un árbol que con muy distintos grados de coberturas y configuraciones forestales es omnipresente en el paisaje ibérico.

El destino de la encina es ambivalente porque junto a sus virtudes físicas de adaptación a condiciones duras mediterráneas y a la favorable atención que a nivel mitológico, religioso, literario y poético ha recibido siempre, cuenta con una larga historia de sistemáticos maltratos, mutilaciones, quemas, arranques y exterminio. Como casi siempre el mundo literario va por un lado y el materialista, por otro. Las encinas enamoraron a muchos poetas. Entre otros al insuperable Machacado, pero también a García Lorca, Panero, Chamizo…, que han dejado testimonios de gran belleza y sensibilidad sobre este árbol estoico y sereno.

Representa el paradigma de adaptación arbórea a las condiciones más limitantes del mundo mediterráneo por su resistencia a sequías y a oscilaciones extremas de temperatura. También protege al suelo de la erosión y es un excelente conservador de la humedad de la tierra por la densidad y espesor de su copa que en muchas ocasiones constituye islas abrigadas de vegetación que favorecen a la fauna y a otras especies vegetales.

Los estudios paleobotánicos indican una inmensa y densa cobertura original sobre todo el territorio ibérico que se redujo drásticamente con las expansiones de territorio agrícola y por la secular presión humana para obtener sus numerosos usos y servicios. Las encinas han tenido una gran importancia económica por la producción de frutos y pastos en dehesas y montaneras; para otros muchos productos como la fabricación de vigas, traviesas, ejes y tablones; productos químicos y como madera para herramientas y obras hidráulicas. Pero quizás su mayores problemas derivaron de una virtud que es la de ser una madera compacta, de gran densidad y gran poder calorífico. Durante siglos ello la convirtió en una especie de combustible universal en hogares, hornos e industrias. La utilización de las leñas de la encina para leñas y obtención de carbón vegetal ha sido como una pesada losa que durante siglos ha cargado sobre este árbol emblemático.

Otra relación de la encina con el fuego es el de obliga resistencia al mismo para sobrevivir. Después de un incendio o quema es capaz de renacer una y otra vez emitiendo retoños, brotes y renuevos. Es como si dijera: estoy aquí para quedarme. Y en efecto es capaz de quedarse durante mucho tiempo pues su longevidad puede alcanzar los 800 años.

Actualmente la situación esta cambiando favorablemente. El abandono de la explotación de los encinares, y sobre todo de las prácticas de carboneo, están representando el alivio de una enorme presión sobre una de las especies mejor adaptadas y beneficiosas de nuestro medio natural. Se trata de una especie de crecimiento lento, pero con gran satisfacción constatamos que en muchas serranías, paramos y zonas agrícolas abandonadas, se esta produciendo su recuperación. Es una buena noticia: bienvenido el retorno del encinar. 


 

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