Curia


Capítulo lxxxiij: De Curia, mujer romana, la qual como fuesse desterrado su marido, con tanta arte y trabajo y piedad le tenía en casa ascondido que todos pensavan que era desterrado.

Curia fue una mujer romana, y si fe alguna damos a su nombre, era de la prosapia y linaje de los curiones; y si damos fe a las obras, fue de maravillosa constancia y de muy entera fe, y de una clara y noble fermosura entre las antiguas, ca ella en el turbamiento de las cosas, en el qual por mandado de los tres varones fueron puestas en la ciudad nuevas tablas y nueva nómina de confiscados, Quinto Lucrecio, su marido, fue fallado en aquel número, juntamente con otros muchos que dieron a fuyr y dexaron la patria y a penas fallando una casa y escondrijo seguro entre las cuevas y soledades de los montes o entre los enemigos de los romanos; él solo, usando del consejo de su amada mujer, dentro de los muros de Roma y dentro de las paredes de su casa y dentro del secreto de la misma cámara, en el seno de su mujer sin miedo se ascondió. Y con tanta diligencia de su mujer y con tan astuta industria y con tanta integridad de fe él fue guardado que, salvo una esclavilla que lo sabía, ningún pariente de los suyos no solamente no lo pudo saber, mas ni pensar.

Quántas vezes podemos creer y pensar esta mujer por encubrir lo que havía fecho haver salido con vestidos no acostumbrados y con hábito suzio y cara triste y llorando, y no compuesto el cabello y sin arreos algunos, con el pecho habondoso de sospiros y con un fingido espanto de loca. Y quántas vezes ella, como que no supiesse dónde estava su marido, podemos pensar haver discorrido la patria y haver entrado en los templos, haver ydo por las plaças y con boz templosa y quebrantada, paresciendo que havía encargado a los dioses a poder de oraciones y votos, haver preguntado a los que topava y a sus amigos si havían quiçá visto a Lucrecio, su marido, o si sabían quiçá si vivía; y si vivía adónde havía fuydo, y con qué compañeros y con quál sperança. Allende desto, podemos pensar que ella dezía y significava dessear mucho ser ella compañera y participante de su absencia y destierro y incommodidades, y haver fecho destas cosas muchas que las desaventuradas han acostumbrado fazer, que son gran desencubrimientos para asconder el marido. Allende desto, con qué falagos, con qué regalos, con qué consejos las sirvientas, que sabían el secreto, podemos pensar que firmaron su coraçón y le fizieron de piedra. En fin, con qué consuelos podemos pensar que levantó la sperança de su temeroso marido, y puso ánimo al pecho cuydadoso, y truxo al triste en alguna alegría. E assí, estoviendo los otros trabajados y en el mismo peligro en los ásperos montes y en las caluras de la mar, tempestas y turbilinos del cielo, y trahiciones de pueblos estraños, odios de enemigos infiestos, y en las manos de los perseguidores, sólo Lucrecio se conservó en las faldas de su mujer seguro. Por la qual santíssima obra, Curia alcançó gloria y renombre eterno.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 85 r y ss.