Faustina Augusta


Capítulo xcviij: De Faustina Augusta, la qual dizen fue de tanta auctoridad y benivolencia en el Senado y pueblo romano que hovo y alcançó nombre de Augusta. Y aunque una honesta ramera, su marido Marco Antonino, después de fallecida, le fizo fazer altares y túmulo, como si fuera diosessa de los gentiles.

Faustina Augusta, la qual fue contada después en el número de los dioses, en vida y en muerte alcançó más gloria por la benignidad de su marido que por sus obras. Ella fue fija de Anthonino Pío, césar augusto, y de Faustina, su mujer, y casada con Marco Antonino, adoptado ya mucho antes en fijo por Antonino Pío. Y fallecido su padre, reynó juntamente con su marido; y por deliberación del Senado fue llamada Augusta, que en aquel tiempo no fue pequeña gloria para mujer, ca puesto que los varones decendientes de los Augustos y Césares hoviessen este apellido, no fallo que antes d'ésta haya sido a alguna otorgado.

Fue, allende desto, de tan peregrina fermosura que parecía algo divino ser mesclado con su mortalidad. Lo qual, porque la vejez o la muerte no lo consumiesse y quitasse de memoria, fizieron que de edad de mochacha y de edad perfecta imprimieron su figura en la moneda de oro, plata y metal, y tura fasta hoy. En la qual emprenta y moneda, ahunque fallezca la grandeza y ayre de su gesto y el movimiento de los ojos, y el color vivo y la alegría del rostro, empero las líneas y terçes de la ymagen lo atestiguan haver sido cosa muy grande.

Empero quanto fue su nombre celebrado y honrado por fama en todo el mundo, tanto fue ensuziado por mácula suzia de haver sido mala mujer. Ca esta fue común opinión: ella fuera de su marido no haverse contentado de un solo enamorado, antes haver dado su cuerpo a muchos, cuyos nombres de algunos descubrió la infamia. Ca uno llamado Vetilo fue contado en el número de sus enamorados, y tanbién Orphito, y después d'él Moderacio. Mas el que fue primero que éstos se llamó Tertullo, al qual dizen falló Antonino con ella cenando. Y juntamente con éstos añaden Marco Vero, no embargante que era su yerno, casado con su fija Lucilla. E lo que es ahun peor y más suzio, dizen ella haver sido tan perdida de amores de un soez, de los que se acostumbravan alquilar a salirse a matar con otro, que de amores y desseo d'él cayó en tan grave dolencia que pensó morir; y con desseo de sanar vino a descubrir su desordenado appetito a su marido Antonino; y él usando del consejo de un phísico, por mitigar el fervor de la doliente fizo matar el hombre aquél, de cuyos amores estava ella tan perdida; y con la sangre reziente de aquél fizo ungir todo el cuerpo de la doliente, y desta manera dizen que libró a su mujer de aquel encendimiento y fuego de amor, y de la dolencia. El qual remedio los discretos han creydo haver sido ficto, como después por discurso de tiempo Comodus Antonino, concebido en aquella sazón, diesse testigo de la verdad no haver sido el remedio de su salud haverla ungido con la sangre de aquél, mas el haver dormido con él. Por quanto el fijo Comodus en sus vellacas obras más parecía fijo de aquél que de Antonino.

Las quales cosas sonándose mucho y divulgando la vergüença de Faustina, consejaron sus amigos a Antonino que la matasse, o a lo menos -lo que era cosa más humana- la echasse de sí y la dexasse. Empero Antonino, como fuesse hombre de mansa condición, ahunque le pesavan mucho los desórdenes y dissoluciones de su mujer, y estava de ellas muy alterado, rehusó el consejo. Y por no caher en mayor desonra y vituperio, más quiso çufrir y no respondió a sus amigos otra cosa ni otra palabra salvo que a las mujeres quando sus maridos las dexan conviene restituir el dote. Queriéndoles dar a entender que por Faustina tenía el Imperio.

Empero dexemos esto aparte, ca muchas vezes con un pequeño mirar, fecho no cuydando, han acostumbrado ser judgadas ahun las honestas. E por consiguiente, de las tiniebras bolvamos a la luz. Governando Antonino entre los reyes orientales magníficamente la República, acaheció que Faustina en un barrio llamado Alalea, al pie del monte Tauro, murió de su dolencia. A la qual, por ruegos de Antonino, el Senado puso entre los dioses, y dende adelante fue llamada Diva Faustina, lo qual ante della nunca havía acahecido a mujer alguna en Roma. E como ya Antonino la hoviesse llamado madre de los reales y de las huestes, fízole fazer en el mismo lugar donde murió un magnífico y señalado templo. Mandóle poner ende figuras de bulto muy bien labradas y con su nombre, y estableció y ordenó que allí estoviessen vírgines monjas y sacerdotissas, a las quales llamassen Faustinianas. E assí por algún tiempo en aquel lugar fue havida Faustina por diosessa y en gran acatamiento, porque la deidad compensasse y supliesse la fama que sus dissoluciones le parecían haver quitado.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 99 r y ss.