Flora


Capítulo lxiiij: De Flora, romana, la qual fue muy aventajada ramera, y siendo muy rica fizo heredero el pueblo romano de la meatad de su hazienda, y del restante ordenó que le fiziessen cad'año cierta fiesta y juegos para perpetuar su fama, los quales fueron llamados juegos florales.


La antigüidad atestigua Flora haver sido mujer romana, a la qual bien quanta honra le quitó la ganancia pública, que fizo con su persona tanta fama le acrecentó la fortuna, que le fue muy favorable. Ésta, según affirman todos, fue muy rica mujer. Empero tienen diferencia de la ganancia como en el que fizo. Ca algunos dizen que toda la flor de su moçedad y fermosura consumió en burdeles y entre rufianos y vellacos mancebos, quitando con sus dissoluciones y falagos la substancia y fazienda, quando a los unos, quando a los otros, y desnudándolos y royéndoles quanto en el mundo tenían, y desta manera haver llegado tanta riqueza. Otros, empero, colorándolo más honestamente, cuentan della una dulce historia y mucho de reyr. Conviene saber, que ella començó de jugar en Roma un juego deportoso de tablas consigo misma, el qual se dezía el juego de Hércules, y con la mano diestra jugava por Hércules y con la yzquierda por sí. Y fizo esta experiencia y pacto, que si Hércules perdiesse, él le hoviesse de fazer a ella un convite y tomarla por amiga, y si él ganava entonces ella de su propio dinero le prometió de fazer lo mismo. Empero como Hércules venciesse, el qual havía acostumbrado de sobrar las cosas monstruosas, affirman la noble ramera Flora haverle aparejado una excellente cena, a la qual dormiendo en el templo le pareció haver dormido con Hércules y haverle él dicho que ella recibiría el pago de haver dormido con él del primero que ella toparía en la mañana saliendo del templo. La qual como saliendo en la mañana se hoviesse topado con Fanicio, mancebo muy rico, enamoróse della y levósela consigo; y como hoviesse mucho tiempo stado con ella, quando vino a la muerte dexóla heredera. Y assí ella quedó muy rica.

Empero hay algunos que dizen éssa no haver sido Flora, mas Laurencia, la qual crió a Rómulo y Remo. Yo, empero, no curo desta discordia, solamente conste y sea cierto Flora haver sido ramera y muy rica. La qual -por llegar a donde yo desseo-, ya llegando al término de su vida, como ella no toviesse fijo alguno y mucho desseasse perpetuar su nombre, con astucia femenil para la gloria de su nombre fizo heredero al pueblo romano de toda su hazienda, y dexó aparte cierta renta para que en el día de su nacimiento cad'año se gastasse en ciertos juegos públicos. E no la engañó su opinión, ca después que hovo ella alcançado y ganado la gracia del pueblo romano por la heredad que les havía dexado, obtuvo para en memoria de su nombre que le fiziessen cad'año juegos. En los quales, en presencia del pueblo para demostrar -según yo pienso- de qué manera havía ella ganado su hazienda, venían entre las otras suziedades rameras desnudas, las quales fazían el officio de truhanes con gestos vellacos, desonestos y suzios, con gran deleyte de los miradores.

Con la qual dissoluta demostración, acaheció y se causó que, quier por la ganacia recebida, quier por el dinero público, cad'año con grande instancia estos juegos como cosa muy sancta fueron demandados por el pueblo, el qual de su naturaleza es inclinado a toda luxuria; y por la ordenadora les pusieron nombre "florales". Empero andando el tiempo, como el Senado sabiendo el desonesto nacimiento y principio hoviesse vergüença que una ciudad señora del mundo fuesse manzillada de tan desonesta y vellaca fiesta, que concurriesse toda ella a fazer tanta honra a la memoria de una ramera, y pensasse por otra parte aquélla no se poder assí de rafez quitar de costumbre por ser el pueblo tan encarniçado en tan viles juegos, por cubrir la injuria y ifamia de Roma añadió o sobrepuso a la suziedad un detestable error y mucho de reyr. Y fingió en honra de Flora, la noble testadriz, una fábula y recitóla al pueblo ignorante, affirmando que hovo en tiempos passados una divina virgen estrangera de muy grande fermosura, llamada Clora, de la qual se enamoró mucho el viento Zéphiro, que en latín llamamos Faguenón [Favonio], y a la postre tomóla por mujer, a la qual el Zéphiro -que por la ignorancia y vanidad de los antiguos era tovido en cuenta de uno de los dioses- por aguinaldo y remuneración de la boda, como se acostumbra, le otorgó la deidad con este officio y cargo: que en el verano ella arreasse de flores los árboles, montes y prados, y toviesse presidencia en ellos, y que dende adelante por Clora la llamasen Flora. Y porque de las flores se siguiessen frutos, apaziguando y invocando su deidad con los tales juegos otorgasse abundancia cad'año con ancha liberalidad y los truxiesse a perfectión.

A la dicha diosessa los antiguos le fizieron templo y altares y juegos, con el qual engaño decebidos, creyeron que aquélla que en su vida havía ydo por burdeles, conocida a maravedí por quantos la querían, que Zéphiro con sus alas se la subió a los cielos y la assentó con Juno y con las otras diosessas. E assí Flora con su industria y con lo que la Fortuna le ayudó, del dinero mal ganado de pública ramera fue fecha una divina virgen y alcanço el matrimonio de Zéphiro, y como diosessa, morando en los templos, honrada entre los hombres con honras divinas, en tanto grado que no solamente de Clora, Flora, más ahún, clara y illustre ha sido fech[a] en todo el mundo de una insigne ramera que fue en su tiempo.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 68 r y ss.