Capítulo lxxviij: De Hypsicratea noble reyna, mujer del gran
Mitrídates, rey de Ponto, la qual como amasse
en extremo a su marido y estoviesse occupado en la guerra contra Pompeo
deliberó enteramente seguir a su marido, y assí dexado el hábito real y arreo
mujeril tomó hábito de cavallero y varón.
Hypsicratea, ahunque no sepamos su nacimiento, fue empero mujer del gran
Mitrídates y reyna de Ponto; fue muy fermosa y de amor no vencido faza su
marido, y fue tanto alabada por su lealdad que por esso ha merecido resplandor
perpetuo. Ca teniendo su marido guerra muy áspera y de muchos encuentros contra
los romanos, y como quier que él a fuer de los bárbaros otras muchas mujeres y
mancebas toviesse, empero ella más encendida del fuego de amor, quier anduviesse
él a regiones muy alexos o en peleas o navegasse por mar, siempre con entrañable
y leal amor lo seguía y nunca se apartó d'él, estimando que en su absencia ninguno
sino ella podiesse bien servir a su marido, y que commúnmente los servicios de
los esclavos y siervos son de poca lealdad; por ende, ahunque mucho diffícile
le pareciesse, no menos con su constante propósito siempre le seguía.
E porque el hábito mujeril -y que una mujer andoviesse al lado de un rey tan
guerrero- no pareciesse cosa a tan grande empresa difforme y que de todos fuesse
stimada por hombre, cortóse con tiseres sus ruvios cabellos, cosa de que las
mujeres suelen fazer mucha estima por ser la special fermosura de su rostro.
Y no solamente suffrió junto con los cabellos encubrir y atapar, mas aun ensuziarla
con el polvo y suores y orín de las armas. Y ahun le abastó el coraçón a dexar
las manillas de oro y braçaletes, joyas y vestidos de grana, o acortarlos fasta
la rodilla y encubrir y atapar sus pechos de marfil con la cota de malla, y
atarse las piernas con las grevas, y echar las sortijas y los ricos arreos de
los dedos, y en lugar dellos levar el scudo y lanças de frexno y arcos turquescos,
y ceñirse las aljavas en lugar de collar de spaldas, y fazer todas las cosas
tan aptamente que de reyna deleytosa creeríais haverse tornado cavallero anciano.
Mas quiçá son estas cosas muy fáciles, mayormente a la acostumbrada y vezada en
reales thálamos a ocio y mollez, y a la que a tarde salía al ayre, quando dexadas
estas cosas, arreada de un coraçón y ánimo viril por los lugares ásperos de los
montes y resvaladizos de las valles, de día y de noche sobrando los fríos y
caluras la fallaron discorrerlo todo, y en lugar de cama real, sin miedo
forçándole el sueño, yazía en el suelo en las cuevas de las fieras, toviendo ya
el cuerpo endurecido, y yva compañera de su marido o vencedor o desterrado,
ayudándole en sus trabajos y participando en sus consejos.
E por no me detener, enseñó a sus ojos piadosos y avezólos que podiessen alguna
vez mirar sin desmayo y espanto alguno las feridas, muertes y sangre que ella
peleando con su misma lança derramava. Esso mismo, forçó sus oydos acostumbrados
a cantares a oyr sin spanto el relinchar de los cavallos y los tumultos militares
y del campo y el exercicio de los marineros. En fin, como hoviesse muchas cosas
padecido, ahun duras y ásperas para qualquier cavallero rezio y robusto, siguió
con pocos de sus amigos a Mitrídates, vencido de Gneo Pompeo y fatigado, por
los montes de Armenia y las cuevas y casas de Ponto, y por qualesquiere fieras
y desesperadas naciones, a las vezes aconortándole siendo afligido y poniéndole
buena sperança, a vezes afalagándole con solazes y plazeres, los quales él mucho
amava, tanto que ella le dio tantos conortes y consuelos que a qualesquiere
soledades y yermos que él anduviesse le parecía recrear en el estrado y thálamo
con su mujer.
¡O pecho, como custodia y guarda del amor marital! ¡O virtud de
amistad nunca acabada! Ahunque vosotras hayáys enfortalecido el ánimo mujeril
con fuerças tan sanctas, por cierto ninguna mujer jamás en algún lugar padeció
por su marido cosas semejantes, quanto menos mayores. Por el qual merescimiento,
si los antiguos quisieron poco se ocupar en la alabar según que ella merescía,
dévense dello maravillar los que después han venido. Empero de tantos trabajos
y tanta y tan noble fama, mujer que tenía tan obligado su marido no recibió
galardón asaz digno. Ca siendo él viejo, como hoviesse con yra muerto un fijo
que de ella havía havido, y forçándole las fuerças de los romanos no solamente
se hoviesse retrahído a su reyno mas ahun a su palacio real, ahunque él en su
imaginación passasse y aparejasse grandes cosas y trabajasse con embaxadas a
diversas naciones, y lexos de mover guerra contra los romanos, púsole cerco
un fijo suyo, Pharnaces, que se le rebelló por
la crueza que havía usado contra sus fijos y amigos; lo qual viendo él y
fallándole duro a poder d'él recabar algo, pensando ser aquella la postrera
destructión de todo su stado, con las otras mujeres y mancebas y fijas, porque
no le sobreviviessen mató con po[n]çoña a Hypsicratea, que trabajándole havía
guardado de tantos peligros la vida.
Empero esta ingratitud de Mitrídates no pudo diminuir la gloria y honrra
de Hypsicratea. Su cuerpo mortal fue quitado y consumido con po[n]çoña de una
súbita muerte, mas su nombre bien como en memoria de letras y scripturas
venerables fasta nosotros hovo llegado, bien assí para delante quedará y
perpetuamente vivirá con muy clara y perenal fama, y ninguna prolixidad de
tiempo venidero bastará a quitarle su gloria merecida.
Tan bañadas tovo siempre las manos el gran Mitrídates en sangre de hermanos, fijos,
mujeres, y otros caros deudos, que más razón toviera esta reyna de fuyr de tal
rey que de le haver de seguir. Y por ende, meresce mucho más prez y gloria que
servir los ingratos y amar los crueles. Sobrada virtud es. Antes affirmo que
quanto peor el rey acudió a la virtud de tal dama, tanto en mayor deuda quedan
los que saben de virtud a le responder con merecida loor, y tanto en mayor
obligación queda la fama para pregonar su renombre y tender más su gloria.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 80 v y ss.