Ilia o Rea


Capítulo xxxxiij: De Rhea Ilia, sacerdotissa virgen de Vesta, la qual, como quiera que fue preñada, es cosa cierta que parió juntamente a Rómulo y Remo, los quales edificaron a Roma. Y a ella sepultó viva Amulio, su tío de madre, desterrado y fuera echado Múnitor [Númitor], su hermano, el qual entonces reynava en Alba.


Rea Ilia, en tiempos passados, fue entre los ytalianos de la más noble sangre y alto linaje de quantos hovo. Ca por todos los Silvios, reyes de los albanos, que reynaron sucessivamente y descendieron de Eneas, el noble caudillo de los troyanos, hovo principio su avolorio; y postreramente de Múnitor, excellente rey de los albanos. La qual siendo ahún mochacha, acaheció que Amulio, menor hermano de Múnitor, por cobdicia del reyno, menospreciado el derecho de las gentes, privó a Múnitor de aquél. Y tanto venció a Múnitor la caridad y amor fraternal que no tomó jamás armas contra él, contentándose de star y fazer vida ociosa en la aldea desterrado. Empero Amulio con ánimo cruel se embraveció contra Lauso, infante real, fijo de Múnitor, por quitarse delante al que le podía embidiar y codiciar el reyno. El qual muerto, conservó a Ylia, hermana de aquél, ahún mochacha. Y porque ahun aquélla perdiesse toda la sperança de casarse y de haver fijos, púsola en el templo de las vírgines vestales, y forçóla a votar virginidad perpetua.

La qual venida a perfecta edad, aguijada de los stímulos de la carne, no se sabe cómo, empero haver havido ella que fazer con varón, mostró y descubriólo su grande y alçado vientre. Ca fecha de una ventrada preñada, en un parto mismo parió a Rómulo y a Remo, padres de la ciudad de Roma. Por el qual yerro, quanto quier fuesse real mujer, por antigua ordenança y mandamiento real fueron estos dos desechados y ella viva sepultada. Empero ahunque su cuerpo fue cubierto de tierra, la obra y fazañas de sus fijos divulgaron su nombre y su fama fasta la más alta cumbre, y fizo que los que después vinieron los toviessen en grande veneración, lo qual aquel tirano trabajó quitar con ley sagrada.

E quando yo contemplo a ésta en mi ymaginación y veo los vestidos sagrados y mantos de las monjas encubrir algún tiempo los furtos de Venus y de la carne no puedo estar de no reyrme de la locura de algunos, porque hay hombres que como avarientos por quitar la partezilla del dote a sus fijas, so color de devoción enciérranlas siendo pequeñas -o algunas vezes ya grandes- y por fuerça en las claustras de los monesterios. No sé si diga que las encierran o las echan a perder, diziendo haver dedicado una virgen a Dios, la qual [a]tenta a la oración fará prosperar su casa y le gan[a]rá la gloria del parayzo.

¡O locura! ¿No saben que la mujer ociosa se faze cavallera de las dissoluciones de la carne? ¿Y que tienen gran invidia de las del público? ¿No saben que las monjas anteponen las cellas de las rameras a sus claustras? E que viendo las bodas seculares y viendo los vestidos y arreos diversos y las danças y fiestas, no toviendo experiencia alguna del matrimonio, dende que entran en la vida monástica y religiosa lloran como viudas y maldizen su ventura y las almas de su padre y madre y la claustra. Y no tienen otro con qué aconsolar su tristeza, salvo pensando de qué manera podrán salir de aquella prisión y fuyr, o a lo menos cómo podrán poner sus enamorados dentro, con todas sus fuerças trabajando fazer en secreto lo que públicamente con el matrimonio les es defendido. Estas son las contemplaciones, no digo de todas, empero de las más que fazen a Dios; estas son las oraciones que traspassan el ayre, con las quales serán acrescentados y honrados los que las encierraron en la presión. ¡O desventurados los padres y madres de las tales, y otros qualesquiere parentes que han de suffrir lo que no querían, y caer en lo que fuyen y esquivan! Muchas vezes lloran las suzias deshonestades dellas y los diffamados partos, y los nietos desechados o muertos desventuradamente, y el echar vituperoso que fazen de los monasterios; y el fuyr, a la postre, conviene dar mantenimiento, ahunque deshonradas, a las que el avariento hoviera podido honestamente casar. Sientan, pues, los necios que si no quieren o pueden medir las fuerças ajenas con las suyas, que no son las donzellas sin saberlo ni pequeñas ni forçadas de poner en servicio de Dios en los monesterios. Mas dende la niñez, criándolas muy sanctamente en la casa de[l] padre, con mucha honestad y sanctos costumbres, después que son en perfecta edad y sabiendo y conociendo muy bien y enteramente lo que fazen, por su voluntad y no forçadas han de ser puestas so el iugo de la perpetua virginidad, las quales pienso que se fallan muy a tarde y rales. Empero mejor es ser las tales pocas que con desordenada multitud ensuziar y diffamar la yglesia y templo de Dios.

Assí plugó a la providencia soberana que por abaxar la presumpción de la tan superba y tirana Roma, que sin título de razón ni derecho que le acompañasse acometió de tiranizar todo el mundo y trocar el nombre de tiranía en título de Imperio, que recibiesse perpetua confusión y vergüença en membrar su rayz y principio, que fue su alevoso Eneas, que después de haver a Troya vendido, y fasta su mujer Creúsa vino a plantar en Italia una simiente alevosa, tirana y cruel, y a la postre dio logar la desdicha que nasciessen los fundadores de Roma de una sacrílega y sepultada viva. Y fuesse poblada otrosí de tradidores, homicidas, salteadores y de criminosos y de gentes allegadizas. No se pueden fartar los italianos de loar sus desloadas mujeres, y ende más a Ilia, que fuera mejor callarla que ponerla tan adelante Bocacio, que a lo menos callando no toviera ni la memoria de qué se enturbiar, manzillar y escurecer, ni la péndola qué borrar. Que más es borrar que scrivir, ensuziar el papel con los nombres de las deshonestas, prophanadas y viles mujeres. Dize mal de las monjas, y póneles un espejo delante para que mirándose en él lo fagan mucho peor que no dize que lo fazen.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 50 v.