Pentesilea


Capítulo xxx: De Penthasilea, noble reyna de las amazonas, de la qual faze mención Virgilio en el primero. La qual, guerreando por los troyanos contra los griegos, fue muerta en la pelea.


Panthasilea, virgen, fue reyna de las amazonas, y succedió a Orithía y Antíope, reynas. Empero quién fueron su padre y madre, yo no lo alcanço. Dízese que ésta, desechada la fermosura de su lindo gesto y sobrada la mollez del cuerpo mujeril, emprendió de ponerse las armas de sus antepassadas y de cubrir con el capacete sus dorados cabellos, y de ponerse aljava al lado y al modo y guisa militar, y no de mujer; subir en los carros y cavallos; y osó en las fuerças y en la disciplina mostrarse maravillosa, más que las otras reynas passadas. A la qual manifiesta cosa es no haverle fallecido grande y vivo ingenio, como leamos haver ella fallado la segur, nunqua fasta su tiempo conocida.

Ésta -según algunos quieren- oyda la fama de la virtud de don Héctor el Troyano, se enamoró mucho d'él; y antes de verle y con desseo de haver nobles fijos d'él para successión del reyno, con priessa y importunidad, con gran copia de su gente vino a le ayudar contra los griegos. Y no la espantó la esclarecida fama de los príncipes griegos, antes codiciando contentar y agradar a don Héctor tanto con las armas y con la virtud como con la fermosura, muchas vezes entrava en las peleas donde havía más gente, y algunas vezes firiendo con la lança y derribando, otras abriendo camino con el espada, y muchas vezes persiguiendo con el arco las esquadras que fuyan, y faziendo tantas y tan grandes cosas virilmente, traxo a don Héctor, que la estava mirando, en una grandíssima admiración. Finalmente como ésta -quasi un valiente varón- un día peleasse contra los enemigos atropelados y se mostrasse más de lo acostumbrado ser digna de un tal enamorado, muchas de las suyas ya muertas, murió como esforçada de una grande ferida entre los mismos griegos por ella derribados. Otros dizen que ya don Héctor era muerto quando ella vino a Troya, y allí en una fuerte pelea, haver sido muerta.

Algunos havría que se podrían maravillar [de] las mujeres, quanto quier armadas, haver osado algún tiempo acometer a varones si no nos quitasse la admiración, que el uso se muda en otra natura, con el qual uso éstas y semejates se han fecho mucho más hombres en las armas que no son a vezes los que la natura fizo machos, y la ociosa y muelle y delicada costumbre del vivir deleytoso los ha mudado y tornado mujeres, siquier liebres armadas con capacetes.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 37 v. y ss.