Proba


Capítulo xcvij: De Proba, mujer de Adelpho, la qual se dize haver tanto aprendido las letras y lengua griega y latina, y tanto haverse dado a las obras de Homero y Virgilio, que falló y compuso tractados y versos, llamados homerocentonas y virgiliocentonas, en los quales explicó todo el orden del Viejo y Nuevo Testamento.

Proba, de fecho y de nombre, en el conoscimiento de las letras fue muy excellente mujer. E como su nobleza y origen no se sepa, a algunos plaze -y yo lo creo por conjectura- haver ella sido romana. Empero otros excellentes varones affirman haver ella nacido en la ciudad [de] Orto, y haver sido mujer de un Adelpho, que fue de la religión cristiana. La qual, de qualquier maestro que sea, haver mucho aprendido y aprovechado en las artes liberales claramente se puede ver, ca entre otros studios, con tanta vigilancia se dio a los versos de Virgilio y tan familiar le tovo que en todas sus obras parece haverle tovido siempre delante. Las quales obras de Virgilio, como quiçá ella leyesse algunas vezes con mucha atención, ella cayó en parecer de poder scrivir con los versos de aquél toda la historia del Testamento Viejo y la orden del Nuevo con verso muy claro, dulce y suave.

E por cierto, no es fuera de admiración un tan gran pensamiento y tan alto haver entrado en el celebro de una mujer, empero más fue de maravillar haverlo puesto por execución. E assí ella, poniendo su piadoso pensamiento por execución, discurriendo acá y acullá por la Buccólica y Geórgica y por el Eneydos, tomando de un lugar los versos enteros y de otro algunas partículas, con maravilloso artificio los traxo a su propósito, collocándolos enteros tan aptamente y atando los quebrados, guardada la ley de los pies y la dignidad del verso, que no abastaría a conoscer la conjuntura y colligancia, sino alguno muy experimentado. La qual, faziendo con ellos el principio dende el comienço del mundo las historias que se leen, assí en el Testamiento Viejo como en el Nuevo, fasta que Nuestro Señor embió el Spíritu Sancto, tan ornadamente compuso que el hombre que no lo supiesse fácilmente creería haver sido Virgilio juntamente propheta y evangelista.

De las quales cosas se toma una no menos de loar que las otras, haver esta muger tovido entero conoscimiento de los libros de la Sagrada Scriptura, lo qual havemos conoscido en pocos hombres en nuestro tiempo, que lo dezimos con mucho dolor. Esta excellente mujer quiso que esta obra por ella con mucho trabajo compuesta se llamasse Centona, la qual yo he muchas vezes leydo. Y quanto más yo pienso y estimo ser digna de memoria perpetua, tanto menos creo que un ingenio tan maravilloso se haya más alcançado. Ante soy de opinión haver ella compuesto otras cosas de mucha alabança y gloria, que por descuydo de scrivanos y pereza, con gran daño nuestro no han podido llegar a nosotros. La qual obra, según algunos dizen, fue la Homerocentona, con la misma arte y de la materia misma que havía scripto la Virgiliocentona, tomando versos de Homero. Si assí es, queda este loar della muy grande, que supo tan bien y hovo tan entero conocimiento del griego como del latin.

Mas si fue de mayor alabança haverla oydo scandir los versos de Homero y de Virgilio, y escojer y poner aparte los que convenían a su obra, y después de apartados ayuntarlos y atarlos con maravilloso artificio, conoscan y júdguenlo todos los hombres doctos en la Sagrada Scriptura, los quales ternían por difícil cosa sacar de acá y acullá, de las anchas y luengas faldas de la Sagrada Scriptura parte alguna, y recojerlo todo después en prosa o en verso por orden a la vida de Christo Nuestro Redemptor, según que ésta fizo de los versos de los gentiles.

Si nosotros consideramos los costumbres y partes de las mujeres, harto le abastava a ella su rueca y aguja y texer, si quisiera darse a vida folgazana, como fazen muchas. Mas porque ella con su diligencia, con los studios divinos y sagrados, alimpió todo el orín de pereza que tenía su ingenio, alcançó eternal claridad. Los que con buenos ojos lo quisiessen mirar verían la diferencia que hay entre las que están en deleytes y en ocio continuo, que tienen por mucho estarse assentadas en la cámara muy de spacio, y passar el tiempo -que no se puede cobrar-, todo en consejuelas y liviandades, y dende que amanesce fasta que anochesce, y ahun toda la noche, passar el tiempo maldiziendo de otras y murmurando, o estoviendo muy folgazanas; y entre las que gastan su tiempo en acquirir y ganar honrra y fama con obras loables, y las que trabajan sepultar su renombre juntamente con el cuerpo y salir de esta vida como si vivido no hoviessen.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 98 r y ss.