No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa, el padre no se levantó en seguida, sino que se quedó durante algunos segundos paralizado con la boca llena, sin atreverse a masticar ni a tragar ni menos aún a devolver el bocado al plato . . .
. . .
- Bueno, ya te has casado. ¿Y ahora qué?
Fue él el primero en hacer esa pregunta, o mejor dicho, en formular esa pregunta que yo me venia haciendo desde por la mañana, desde la ceremonia y aun antes, desde la víspera. Había pasado la noche con sueño superficial y agitado, probablemente durmiendo pero creyéndome insomne, soñando que no dormía, despertándome de veras a ratos. Hacia las cinco de la madrugada había dudado si encender la luz, pues al ser primavera ya veía el anuncio del alba que alcanzaba la calle por la persiana subida, y podía discernir mis objetos y muebles, los de mi alcoba. 'Ya no dormiré mas solo, mas que ocasionalmente o de viaje', había pensado mientras dudaba si encender la luz o ver avanzar el alba por encima de los edificios y sobre los árboles. 'A partir de mañana, y es de suponer que durante muchos años, no podré tener el deseo de ver a Luisa, porque la estaré ya viendo en cuanto abra los ojos. No podré preguntarme qué cara tendrá hoy ni cómo se aparecerá vestida, porque le estaré viendo la cara desde el inicio del hoy y tal vez la veré vestirse, puede que incluso se vista como yo le indique, si le digo mis preferencias. A partir de mañana no habrá las pequeñas incógnitas que durante casi un año han llenado mis días, o han hecho que los días fueran vividos de la mejor manera posible, que es en estado de vaga espera y de vaga ignorancia. Sabré demasiado, sabré más de lo que quiero saber acerca de Luisa, tendré ante mi lo que me interesa de ella y lo que no me interesa, ya no habrá selección ni elección, la tenue o mínima elección diaria que suponía llamarse, establecer una cita, encontrarse con los ojos buscando a la puerta de un cine o entre las mesas de un restaurante, o bien arreglarse y ponerse en camino para visitarse. No veré el resultado, sino el proceso, que quizá no me interesa. No se si quiero ver cómo se pone las medias y las ajusta a la cintura y las ingles ni saber cuanto tiempo pasa en el cuarto de baño por la mañana, si se pone cremas para dormir o qué humor tiene cuando se despierta y me ve a su lado. Creo que a la noche no quiero encontrármela bajo las sabanas en camisón o pijama, sino desnudarla desde su vestido de calle, privarla de la apariencia que ha tenido durante la jornada, no de la que acaba de adquirir ante mí, a solas en nuestro dormitorio, tal vez dándome la espalda. Creo que no quiero esa fase intermedia, como tampoco, probablemente, saber demasiado bien cuáles son sus defectos, ni estar al tanto obligadamente de los que le vayan surgiendo al pasar de los meses y de los años, que ignoraran las otras personas que la vean, nos vean. Creo que tampoco quiero hablar de nosotros, decir hemos ido o vamos a comprar un piano o vamos a tener un hijo o tenemos un gato. Puede que tengamos hijos y no sé si quiero, aunque no me opondría. Sé que me interesa, en cambio, verla dormir, ver su rostro cuando esté sin conciencia o esté en letargo, conocer su expresión dulce o dura, atormentada o plácida, aniñada o envejecida mientras no piensa en nada o no sabe que piensa, mientras no actúa mientras no se comporta de manera estudiada, como hacemos todos en uno u otro grado ante cualquier testigo, aunque el testigo no nos importe y sea nuestro propio padre o nuestra mujer o marido. La he visto dormir ya algunas noches, pero no las bastantes para reconocerla en su sueño, en el que por fin a veces dejamos de parecernos a nosotros mismos. Por eso me caso mañana seguramente, el día a día es la causa, también porque es 1ógico y porque nunca lo he hecho, las cosas más decisivas se hacen por 1ógica y para probarlas, o lo que es lo mismo, porque resultan irremediables.