LA PUNTA (per Pepe Segarra Segarra)

En un mundo acusado por el extravagante mito de la globalización, aparecen tímidamente en las cercanías de la ciudad de Valencia un cúmulo de movimientos en contra de la especulación urbanística, los llamados "salvem". Pero sus voces no se escuchan, la desesperada angustia de la destrucción se esfuma ante las fanfarrias del mal llamado progreso. ¿Dónde están los acuerdos firmados por los diferentes gobiernos a favor de un desarrollo sostenible? Las palabras se las lleva el viento, mientras los votos apoyan un poder casi absolutista. ¿A quién le importa La Punta? ¿A quién le importa un pedazo de huerta abandonada a su suerte en la pedanía de una ciudad del Tercer Milenio?  A casi nadie. Sólo quién ha vivido del cultivo de la tierra sabe lo que está en juego. ¿Los ecologistas? Los hay, pero les detiene la misma impotencia que abruma a los pequeños labradores. Éstos, se ven abocados al deprimente espectáculo de una expropiación injusta y condenada por el tribunal de la Haya. ¿Qué estas decisiones ponen en serio peligro un espacio natural protegido como la Albufera? Ya se ocuparán de subsanar el problema diseñando un lago a imagen y semejanza del existente en la Ciutat de les Arts i les Ciències. Dentro de algunos años, los inmigrantes que desea la administración, esos que vienen de los países desarrollados, vivirán en enormes torres de apartamentos frente al mar, sobre la tierra muerta de La Punta.

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