UNA REFLEXION SOBRE LA VERDAD Y EL RIGOR EN LA CIENCIA. HOMENAJE A ANDRES TORNOS.14 DE JUNIO DE 1997*

Francisco Palop. Universidad de Valencia.

Querría , ante todo, saludaros, compañeros, y agradecer la oportunidad que me dais de retomar la palabra, después de muchos años de silencio. Esa palabra que Lacan descubre, remite al inconsciente, el lugar en el que - según su experiencia psicoanalítica - se encuentran no sólo los instintos, sino también toda la estructura del lenguaje (J. Lacan (1966) "Écrits", "L'instance de la lettre dans l'inconscient", Seuil, Paris)

Espero que mi mensaje, en estos minutos, sea digno de vuestra confianza. Me anima para esta aspiración el saber que "en el lenguaje nuestro mensaje nos viene del Otro" . Ese Otro "interlocutor eminente" que , en los años básicos de la formación, ha sido para todos nosotros Andrés Tornos. (J. Lacan (1971) "Ëcrits I". Seuil, Paris, p.15)

Por aquellos años la filosofía occidental bebía, al menos, de dos copiosas fuentes. Una, la filosofía analítica , que empeñada en la tarea de "disolver los problemas del lenguaje" , olvidaba, sin embargo, al gran maestro de la primera mitad del siglo, Ludwig Wittgenstein , quien, al definir el significado del lenguaje como su uso , hubiera permitido caracterizar de oficio aquel uso "disolvente" como un atentado al pensamiento, cometido desde la glorificación del rigor. (L. Wittgenstein (1968) "Cuadernos azul y marrón" Tecnos, Madrid, p.31 )

Tampoco entendían muchos de aquellos brillantes escritores el descubrimiento de Austin según el cual , además de portador de significados, el lenguaje es instrumento de acción , lo que hubiera debido ponerles en la pista que les habría permitido reflexionar sobre lo que realmente estaban haciendo con su academicismo rutilante y vacío. (Austin (1949) "How to do Thinks with Words", Oxford .)

No es de extrañar , por tanto que, jóvenes y llenos de vigor, nos aplicaramos en el estudio de la Escuela de Frankfurt, y más especialmente , de Marcuse. Aquel Marcuse que denunciaba la unidimensionalidad de este estilo de pensar y su subordinación a intereses espúreos para el saber.

Fué en este contexto en el que Andrés nos introdujo en el estudio del estructuralismo. Aquellos cuatro escritores en lengua francesa -Levi-Strauss, Lacan, Foucault y Althusser- nos enseñaron que el trabajo intelectual consiste en "no tratar el lenguaje" - únicamente - "como un conjunto de signos (elementos significantes que señalan contenidos o representaciones) sino como prácticas que construyen sistemáticamente los objetos de los que hablan" (M. Foucault (1969) "L'Archéologie du Savoir" Gallimard, Paris, p.67)

Desde este nuevo punto de vista desaparecía la contraposición entre un supuesto pensamiento civilizado y el "pensamiento salvaje" , dogma que había estado presente en nuestra cultura desde la famosa "oración fúnebre" de Pericles, en la que se legitimaba, por primera vez y aparentemente para siempre, la división de la humanidad en salvajes y civilizados, sabios y tontos, amos y esclavos.

Esta última afirmación exige pruebas complementarias que aparecen en el pensamiento lacaniano. El mundo está predefinido por igual para todos desde la gramática. Aprendemos nuestra primera lección de sociología cuando empezamos a usar con corrección los pronombres personales : yo, tu, él, nosotros, vosotros, ellos. Empezamos a percibir el espacio o la temporalidad cuando aprendemos a usar los adverbios. Las diferencias entre las categorías de la física aristotélica y las de la analítica trascendental kantiana son nimias diferencias gramaticales entre los adverbios del griego y los del alemán. Una vez que somos capaces de manejar el lenguaje, los objetos se constituyen tal y como permiten las figuras de la sintaxis como nominativos, genitivos, dativos, acusativos o ablativos. La acción puede ser transitiva o intransitiva ; la organización social se articula sobre los pronombres posesivos, y, todo ello conjuntamente nos proporciona la imagen del mundo que es el substrato de la comunicación, y también de la objetividad. El mundo real para nosotros es ese mundo gramaticalizado.

Tal y como mostró Wittgenstein en el "Cuaderno marrón" , la existencia del lenguaje prueba la existencia del otro, pero si existe otro, entonces el solipsismo nominalista está definitivamente derrotado. Esto significa que podemos afirmar con rigor el mundo real, fuera de la conciencia individual, y que este mundo real es común para todos los hablantes.

Así, desde nuestro inconsciente, el significante reconstruye el mundo sobre la base de premisas culturales que nos constituyen como somos y que, por su misma virtud, nos permiten intercalar en la acción elementos de lo que querríamos ser.

Y aquí podemos seguir esta reflexión al hilo del pensamiento lacaniano. No sólo está ya derrotado Protágoras. El lenguaje común modela el mundo real , sea este lo que fuere, y también da forma a la pulsión. No sólo es cierto - con la información de que actualmente disponemos- tal y como ha formulado Levi-Strauss que todos los hombres pertenecemos a la misma raza. ( C. Levi-Strauss (1984) "La mirada distante" Argos-Vergara, Barcelona, pp.215 ss.) No sólo el mundo es básicamente el mismo para todos los hablantes - ya que todas las lenguas conocidas tienen gramáticas equivalentes -, además las fuentes de nuestra energía pulsional están en todos gramaticalmente configuradas en forma semejante.

Paradójicamente, y tal vez por aquel principio lacaniano que citaba al comenzar y que formula que el mensaje nos viene del Otro, si bien en forma invertida, se abre ahora ante nuestra visión un campo de posibilidades intelectuales que nos permite ver el mundo con ojos nuevos.

Es cierto que la racionalidad instrumental sigue contando con un arsenal de armas terribles y con un ejército de mequetrefes dispuestos a apretar el botón del misil o de la descalificación intelectual si ven amenazados sus beneficios o su cuota de dominación. Pero también lo es que las estructuras de nuestro inconsciente, que es también el suyo, nos legitiman para volver a enfocar la investigación desde el campo vital de los valores que, ahora sabemos, constituye la base de todo pensamiento racional posible. Y esto excluyendo la posibilidad contraria. No es la ciencia la que fundamenta la moral, sino, por el contrario, es la adopción de valores profundos - la verdad, el rigor, la simplicidad, la claridad, la precisión, la probidad, el progreso, la elegancia, etc.- biológicamente fundados y gramaticalmente conformados, la que está en el origen de todo pensamiento científico posible.

Así, después de aquellos años, estuvimos preparados para la tarea de entender el pensamiento de Caffarena ,de Norman O. Brown o de María Zambrano. Así se hizo plausible que Andrés mismo pudiera sentirse cómodo reconduciendo su trabajo intelectual al campo de la Escatología.

No hemos perdido con ello capacidad intelectual, por el contrario, la hemos ganado. Podemos ahora dar la vuelta al aforismo de Nietzsche que denuncia nuestra época como la del triunfo del método científico sobre la ciencia misma.

De entre estos valores que constituyen el fundamento de la ciencia querría hoy mencionar dos, la verdad y el rigor. Expresamos el primero de ellos con la idea de una búsqueda, en ocasiones de un hallazgo y lo atribuimos desde Popper a la comunicación entre los hombres, la intersubjetividad y, por tanto, a la adecuación entre el intelecto intersubjetivo y la cosa. Weber aludía a él manifestando que "el investigador se halla ligado evidentemente a las normas de nuestro pensamiento. Porque sólo es una verdad científica - decía - aquello que pretende tener validez para todos quienes quieren la verdad ." ( Max Weber (1971) "Sobre la teoría de las ciencias sociales" Ariel, Barcelona, p. 52) . Puede haber científicos que no amen la verdad, pero no puede existir la ciencia sin ese amor por parte de otros.

El segundo de los valores que menciono es el rigor, que significa que únicamente puede ser aceptada una verdad científica si se halla cuidadosamente construida con arreglo al método intersubjetivamente propuesto. El amor a la verdad le es común a la ciencia con otras formas de conocimiento, la construcción rigurosa con arreglo al método históricamente aceptado permite a las verdades intuitivas convertirse en material científico.

¿Porqué , entonces, estas estructuras comunes no permiten un marco de pensamiento unificado ? En primer lugar porque a partir de este marco pulsional común, de este mundo real compartido, se despliega todo tipo de diferencias. Porque cuando dos hombres deseamos un mismo objeto, mi estrategia consiste en privar de él al otro para disfrutarlo yo. "Lo que esta estructura de la cadena significante descubre - dice Lacan - es la posibilidad que tengo, justamente en la medida en que la lengua me es común con otros sujetos, es decir, en la medida en que la lengua existe, de servirme de ella para significar exactamente lo contrario de lo que ella dice. Función más digna de ser subrayada en el habla que la de expresar el pensamiento (las más de las veces indefinible) del sujeto : a saber, la de indicar el lugar de ese sujeto en la búsqueda de la verdad." (J. Lacan (1971;262) O bien, expresado en términos sociológicos por A. Giddens : "las actividades mediante las cuales los miembros de la sociedad producen y manejan conjuntos de cuestiones diarias organizadas son idénticas a los procedimientos de esos miembros para hacer inexplicables esos conjuntos." A. Giddens (1987) "Las nuevas reglas del mètodo sociológico" Amorrortu, Buenos Aires, pp. 36-7.)

Nuestra concepción de la verdad o del rigor está inmersa en una lucha política y moral que, por su propia dinámica, permite en un momento dado a algunos acaparar los recursos, monopolizar la palabra, utilizar la comunicación para tergiversar el mensaje. En esta selva procelosa, trufada de ciénagas y mosquitos, de fieras y serpientes venenosas, a veces, el hombre de ciencia, tal como relata Levi-Strauss en "Tristes trópicos" ( Plon, Paris, 1955), descubre las trazas de un sendero humano, las marcas de un entorno habitado que conducen a la plaza del poblado , rodeada de chozas trenzadas con palmas , que le devuelven al mundo familiar de la cultura. Este sentimiento de sosiego sentíamos nosotros al leer aquellos hermosos textos de Foucault, de Althusser, de Lacan o Levi-Strauss. Y este sentimiento se alimentaba de la probidad intelectual de aquellos autores. Una honradez intelectual básica que presidía también nuestra estancia de algunos años en aquel reducto de civilización que constituía la Facultad que se alojaba en estos muros que hoy visitamos y que pasó después a integrarse en la Universidad de Comillas.

Cierto es también que la investigación científica se orienta hacia lo desconocido y, como tal, ningún investigador esta exento del riesgo de perderse, una vez que los caminos seguros quedaron atrás. Ello es también fuente de pensamientos alternativos, de visiones divergentes, de esa polémica intelectual que constituye nuestro ambiente más querido.

No quiero olvidar a Roland Barthés y Umberto Eco, cuyas incursiones desde el comic a la hagiografía , nos incitaban por aquellos años a ampliar el abanico de nuestros intereses intelectuales. Y no os aburro más, para concluir, únicamente reiterar mi agradecimiento a estos honrados científicos, cuya búsqueda de la verdad, en la frontera de la cordura y la sinrazón, ha tenido también resultados trágicos que, debemos tal vez ver como el riesgo - y, en ocasiones, el precio - de la probidad intelectuál en esta, nuestra búsqueda de la verdad.

Sirvan estas palabras para saludaros a todos, pero, sobre todo, como mi aportación a este homenaje al maestro del pensamiento, Andrés Tornos, que ha sido mi principal guía y ejemplo en mi particular búsqueda y a quien debéis atribuir lo que queda en mí de probidad y honradez, de rigor y de amor a la verdad.

* En el homenaje a Andrés Tornos nos reunimos distintos compañeros y discipulos en la que fué Facultad de Filosofía de la Compañía de Jesus en Alcalá de Henares. Las distintas intervenciones están publicadas en Miscelanea Comillas, 55 (1997) 315-387. Intervinieron Antonio Marzal, J. Gomez Caffarena, Augusto Hortal, Fernando González Hermosilla, Carlos Dominguez, Alberto Dou, Miguel Marinas, Ignacio Sotelo, Antonio García Santesmases, Javier Quinzá y Joaquin Losada.