![]() |
José Pérez Adán (1997), Socioeconomía, Trotta, Madrid. 121 pp. |
La Socioeconomía se presenta como una de las novedades
intelectuales más importantes aparecidas en los últimos años y, sin duda, una
de las de más relevancia política. La constatación del excesivo formalismo en
que ha resultado el discurso económico estándar o dominante, ha tenido como
resultado la proliferación de propuestas de reforma de la economía, e, incluso,
la presentación de paradigmas alternativos a lo que se considera ortodoxia económica.
El auge actual de la Socioeconomía en el mundo anglosajón debe mucho
a esa vocación de paradigma alternativo de la que se ha dotado. Lo que esta
nueva perspectiva pretende es reconducir la ciencia económica al seno del contexto
social y moral que la vio nacer, con una formulación rigurosa de los criterios
de racionalidad o coherencia interna en vista de los fines que se persiguen:
la justicia, la solidaridad, y la felicidad globales, y no sólamente la maximización
de una utilidad llamada interés propio.
Un resumen en un párrafo de lo que significa este nuevo paradigma, diría, en
primer lugar, que la Socioeconomía asume que la Economía está inmersa
en la realidad social y cultural y que no es un sistema cerrado y autocontenido.
Después recalcaría que los intereses que generan comportamientos competitivos
no son necesariamente complementarios y armónicos. La Socioeconomía asume
también que los mecanismos de decisión que usan los individuos están influenciados
por valores, emociones, juicios y prejuicios, así como por afinidades culturales
y otros condicionamientos, y no simplemente por un preciso cálculo de interés
propio. En este sentido, no se presupone, como supone la economía estándar,
que los sujetos económicos actúan siempre racionalmente o que están motivados
principalmente por el propio interés o por el placer.
El punto de partida es, pues, la constatación de que efectivamente los mecanismos
de decisión que utilizan los sujetos individuales no están presididos por la
maximización del propio interés. Para el socioeconomista, la premisa contraria
supone, en el fondo, la negación de la sociedad. Este es el sentido en el que
Etzioini, fundador de la Sociedad mundial de Socioeconomía y prologuistas
del libro que comentamos, afirma que la consideración de los mecanismos de toma
de decisiones que contemplan los neoclásicos resulta siempre en decisiones
irracionales.
El neoclásico argumentaría ante la evidencia de la cantidad de decisiones que
se toman en beneficio ajeno, que en esos casos, el beneficio ajeno es el beneficio
propio. Esto es lo mismo que decir que la sociedad es un accidente de la discrecionalidad
individual. No es que intentemos traer a escena el antiguo dilema de preguntarnos
qué es antes, si el huevo o la gallina, más bien, intentamos rechazarlo. La
evidencia social que tenemos delante es que contamos con sociedades e individuos
en interacción continua que se conforman, generan, y justifican mutuamente en
sucesión ininterrumpida de tal forma que lo uno sin lo otro no se puede dar.
Por ello, pretender dar al individuo la primacía ontológica no tiene sentido.
Por eso es por lo que Pérez Adán argumenta que la afirmación neoclásica
deja a la sociedad al albur de los individuos y, a la postre, la rompe.
¿Cuál es entonces la lógica de la elección por la austeridad y el servicio que
repetidamente se defiende en las páginas del libro? Ciertamente, la coherencia
interna y no los resultados. De saber que el individualismo metodológico lleva
a decisiones socialmente irracionales, como pueden ser el posible suicidio colectivo
a que apunta el deterioro medioambiental, o el incremento del malestar social
que se supone se esconde tras el aumento de la desigualdad y otras disfunciones
sociales, se sigue un replantamiento de la situación.
De lo que está hablando es de la necesidad de promover que los individuos lleven
a cabo un proceso de introspección que ponga sus estilos de vida delante de
toda la información de que se dispone, es decir, de la mayoría de los puntos
de vista posibles, de manera que las decisiones individuales, que vemos se toman
por intereses ajenos, se tomen por la mayor cantidad posible de intereses ajenos.
Ésta es la razón de coherencia social. Ciertamente, a estas alturas, esta razón
no puede todavía estar subsumida en la fe en la mano invisible con la que los
primeros neoclásicos justificaban la lógica de los comportamientos egoistas.
En este sentido es en el que los modernos comunitaristas defienden la generalización
de cambios en los estilos de vida, como consecuencia de la adopción de actitudes
coherentes con la nueva racionalidad. Si estos cambios han de esperar a que
se vea una relación entre la adopción de estilos de vida alternativos y los
resultados en una disminución de la inseguridad, esos cambios difícilmente se
producirían. La razón de la responsabilización de los sujetos individuales en
los asuntos públicos es una razón de coherencia, porque es más racional y lógico,
y no de eficiencia.
Para el individualista la intimidad se ciñe al yo; para el comunitarista los
individuos construyen ámbitos privados a través de sus relaciones públicas (la
familia, el vecindario, etc.). La responsabilidad individual por lo público
implica en cierta manera un ensanchamiento del ámbito privado en el que el juego
de afectos debería llegar en óptimas condiciones lo más lejos posible. Por eso,
la introspección, que es un proceso de interiorización, y la adquisición de
responsabilidades públicas, que es un proceso de expansión, son perfectamente
compatibles y deseables.
En este punto llegamos ciertamente a un mejor entendimiento de la democracia
como proceso activo y continuo a través, no solo de la profundización institucional,
sino, sobre todo, a través del incremento continuo de la participación mediante
la asumción individual de responsabilidades públicas. Pérez Adán apunta,
para terminar, dos lineas de actuación. Una, en la línea del establecimiento
de relaciones afectivas en régimen de paridad con el proceso de globalización
y también con el proceso de ujuntamiento planetario en el que deviene la deteriorización
medioambiental, y que supone la consolidación, a plazo más o menos largo, de
la identidad planetaria. El afianzamiento de la identidad panetaria nos parece,
por otra parte, una necesidad en el proceso de sustitución progresiva de los
mecanismos de exclusión por mecanismos de inclusión y en el reconocimiento de
la libre circulación de personas.
Otra, es la creación de espacios sociales para el desempeño de responsabilidades
colectivas libremente asumidas. Las responsabilidades colectivas suponen la
existencia de decisiones colectivas, que no son simplemente la suma de decisiones
individuales, en las que está presente, el diálogo y la interacción social.
Esto, ciertamente, trae a colación la necesidad de revisar la consideración
del monopolio de la soberanía que, desde la consolidación del proyecto ilustrado,
detentan en exclusiva el individuo y el estado.
Las páginas que conforman esta obra pretenden presentar un resumen razonado
de los fundamentos intelectuales de la Socioeconomía de la manera más
clara y sucinta posible. El autor es consciente de que esta publicación trae
por primera vez al mundo de habla castellana un debate académico que va a deparar,
como ya lo está haciendo en otros países, profundas revisiones en la formulación
de las premisas del discurso económico vigente. El reto es mastodóntico pero
Pérez Adán nos proporciona un bagage argumental tan bien y tan atractivamente
elaborado que devuelve el optimismo sobre el quehacer académico en su conjunto
y sobre el desarrollo futuro de las políticas económicas.
El libro va dirigido, particularmente, a estudiantes y profesores de ciencias
sociales, aunque por razón de la pluridisciplinaridad de la Socioeconomía,
el texto ha sido escrito con ánimo de que pueda ser útil a una gran cantidad
de público con inquietudes intelectuales y sociales. Es una obra que hay que
leer: es original, nada pedante, oportuna y excelente. Pérez Adán sale
airoso en este su primer embite contra la economía instalada. El debate va a
seguir; una andanada de este estilo seguro que escocerá a muchos: señores neoclásicos,
párense a pensar y muevan pieza.
Carmen Salas.