MANIFIESTO ACORDADO EN EL PRIMER COLOQUIO
LATINOAMERICANO DE SISTEMOLOGIA INTERPRETATIVA

Los abajo firmantes, profesores universitarios de diferentes países latinoamericanos y participantes en el Primer Coloquio Latinoamericano de Sistemología Interpretativa, celebrado en Mérida, Venezuela, entre el 1 y el 4 de octubre de 2001, hemos considerado conveniente divulgar la siguiente declaración en nuestros respectivos países.

Durante los últimos 4 días hemos presentado nuestros proyectos de investigación y debatido las problemáticas que los animan y los resultados que van arrojando. Sobre la mesa en torno a la cual nos hemos reunido durante estos 4 días de intenso trabajo se desplegaron una variedad de temas vinculados con instituciones y organizaciones latinoamericanas: la educación básica y universitaria, la justicia, la protección social, las organizaciones comunitarias, la pobreza, el sentido e impacto socio-cultural de la tecnología, la protección de la diversidad cultural en comunidades campesinas e indígenas, el fenómeno organizacional y las tecnologías gerenciales. A la hora de reflexionar sobre todo lo discutido encontramos que debajo de la variedad temática presentada hay un cierto fondo común que va más allá del enfoque de sistemas que originalmente nos congregó. Encontramos una preocupación común por el efecto devastador de las formas anti-culturales que han devenido de la modernidad occidental. Creemos que estas formas anti-culturales ?presentes en el sentido de la tecnología, en el efecto de los medios de comunicación, en la ausencia de una auténtica educación, en las formas de organización adoptadas y sus sistemas y procedimientos de gobierno y conducción,  en la política liberal radical, en el dominio de la mentalidad instrumental y del mercado sobre todos los actos de la vida? atentan contra las prácticas de cultivo, crianza y cuidado propias de las culturas. La brutal fuerza de desarraigo de la tierra cultural que estas formas anti-culturales ejercen sobre todos aquellos que estamos bajo su poderoso influjo está conduciendo a un mundo sin sentido; un mundo profundamente amenazado por variadas formas de nihilismo y violencia; un mundo sometido a un profundo proceso de devastación. Un claro signo de tal proceso lo encontramos en la respuesta que los gobiernos de los países desarrollados, liderados por el gobierno estadounidense, está ofreciendo ante el muy lamentable ataque terrorista perpetrado en Nueva York y Washington el pasado 11 de septiembre. Es en este contexto en el que hemos acordado expresar lo siguiente:

1) Nos sumamos al ya muy numeroso grupo de aquellos que condenan ese acto terrorista que cegó la vida de miles de personas. Consideramos que no lamentar lo ocurrido sería renunciar a la mínima capacidad humana de ponerse en lugar de los familiares de las víctimas y sentir con ellos, aunque sea superficialmente, parte de su profundo dolor. Pero también debemos manifestar de manera muy clara nuestra adhesión a otros dos grupos. Éstos últimos, a diferencia del primero, son muy poco numerosos.

2) Nos sumamos a la muy corta lista de aquellos que condenan el comportamiento internacional del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, y de otros gobiernos imperialistas, durante la mayor parte del siglo pasado y lo poco que va del presente. Ese comportamiento ha sido causante directo e indirecto de la muerte absolutamente injustificada de varios millones de personas inocentes, entre los cuales se encuentran millones de niños. Para no comenzar la cuenta muy atrás, sólo piénsese en la abominable historia de ese comportamiento internacional desde el fin de la segunda guerra mundial, cuando el gobierno estadounidense cometió el vil, cobarde y absolutamente injustificado asesinato de cientos de miles de personas en Hiroshima y Nagasaki. Ejemplos cercanos a nosotros, latinoamericanos, abundan: recuérdese la muerte de más de 7000 personas ocurrida en Panamá como resultado directo de una acción militar destinada a atrapar un hombre: al general Manuel Noriega; un hombre que hasta hacía poco había sido cómplice de la CIA. Piénsese en las atrocidades cometidas por las dictaduras militares en Chile y Argentina instauradas y mantenidas por el gobierno estadounidense. Otro ejemplo de los muchos que se pueden citar es el de la muerte de más de 500.000 niños iraquíes como consecuencia directa del bloqueo impuesto por los Estados Unidos a ese país. En todo caso, estos son apenas unos muy pocos de los muchos desmanes y actos de flagrante injusticia que el gobierno estadounidense ha cometido alrededor del mundo y que hoy cuentan con pruebas fehacientes.

Es obvio que esa violencia criminal de la que ha hecho gala el gobierno estadounidense y otros que lo han acompañado en tan nefasta tarea, trae consigo, y seguirá trayendo, más violencia. Creemos, sin embargo, que esas atrocidades cometidas por el gobierno de los Estados Unidos no justifican, de ninguna manera, la muerte de más de 5000 personas ocurrida en territorio estadounidense el 11 de septiembre. Pero así como creemos que esa larga trayectoria criminal del gobierno estadounidense no justifica el reciente ataque terrorista, también consideramos que ese ataque terrorista sufrido por Estados Unidos no puede justificar la reacción, el acto de cruel e injusta venganza, que ese gobierno está preparando contra el pueblo afgano (con el apoyo sumiso de la mayor parte de los gobiernos del mundo). Esto último implica que nos sumamos también a una tercera lista:

3) Añádase nuestro nombre a la lista de aquellos pocos que rechazan y condenan la absurda reacción del gobierno estadounidense (acompañado en tan triste tarea por el gobierno británico y, detrás de ellos, por otros gobiernos del mundo) ante la muy lamentable pérdida sufrida por ese país. Esa reacción se traduce, por una parte, en declaraciones oficiales (e.g. las del presidente Bush) que descarada y flagrantemente se contradicen con los ideales de justicia, democracia y libertad constituyentes de las doctrinas legitimadoras de esos mismos centros de poder. Por otra parte, la reacción contempla la preparación de actos de guerra, los cuales, de llevarse a cabo, acabarían con la vida de mucho inocentes. En el momento en que escribimos este humilde manifiesto ya comenzaron esos actos bélicos que se suman a las preparaciones y amenazas que han causado grandes penas en ese pobre pueblo afgano que aterrorizado huye fuera del blanco de las armas de guerra.

Compartimos la idea de que se deben buscar los posibles culpables de ese acto terrorista para someterlos a un juicio imparcial y, de encontrarlos culpables, aplicar la pena correspondiente. Lo que no podemos compartir es que, con la excusa de buscar los supuestos culpables, masacren miles, tal vez millones, de inocentes, tal como ocurrirá si continúan los actos de guerra que pretende realizar el gobierno estadounidense.

Por otra parte, denunciamos la injusta diferencia que, en términos internacionales, se está haciendo entre la reacción ante el ataque terrorista sufrido por Estados Unidos y la reacción ante otros ataques terroristas sufridos por otros países; ataques causados, entre otros, por el propio gobierno estadounidense. Sólo imagínese que ese acto terrorista hubiese ocurrido en Nicaragua o en Bolivia o en Irak, en lugar de en los Estados Unidos. Obviamente la reacción internacional hubiese sido muy diferente. En esta diferencia juega un papel primordial la injusta parcialidad de los medios de comunicación por un solo modo de ver las cosas. Asimismo, en términos de esas injustas diferencias, nótese que según los cálculos de algunos organismos internacionales, ese mismo día, el 11 de septiembre, varios miles de niños murieron de hambre en el mundo. ¿Es que acaso eso no hay que lamentarlo? Por la muerte de esos miles de niños causada por el hambre en los países pobres no hubo ediciones especiales en la TV, ni hubo artículos de prensa, ni minutos de silencio, ni manifestaciones de solidaridad, ni tantas otras declaraciones de las que hemos sido testigos a partir del 11 de Septiembre. ¿Por qué la diferencia? ¿Por qué esos miles de millones de dólares destinados a una sangrienta venganza que sólo traerá más actos de terrorismo no se dedican a proporcionar el alimento y las medicinas que esos pobres niños requieren para vivir? De paso, este sería el mejor modo de acabar con el terrorismo en todo el mundo.

Como esperamos que resulte claro de la anterior exposición, la razón que nos mueve a sumarnos a esas tres listas, que muchos consideran incompatibles, es una misma noción de justicia y una misma posibilidad de empatizar con el sufrimiento de otros seres humanos (no importa que estos sean estadounidenses, afganos, colombianos o chinos; no importa que estos sean cristianos, musulmanes o budistas).

Jorge Dávila (Venezuela), José Daniel Cabrera (Colombia), Ramsés Fuenmayor (Venezuela), Lilia Gelvez (Colombia), Eduardo Ibarra Colado (México), Jorge Ishizagua (Perú), Bruno Jerardino (Chile), Edmundo Leiva (Chile), Hernán López Garay (Venezuela), Hugo Marroquin (Perú), Alejandro Ochoa (Venezuela), María Teresa Santander (Chile), Ricardo Sotaquirá (Colombia), Roldán T. Suárez (Venezuela), Miriam Villarreal (Venezuela).

Profesores de diferentes universidades latinoamericanas y expositores ante el Primer Coloquio Latinoamericano en Sistemología Interpretativa.

Mérida, Venezuela, 8 de octubre de 2001