L | a enfermedad necesitó tres ataques y más de 14 años para derrotar su entereza, resolución y anhelos de vivir. |
Con todo, se lo llevó joven, con 57 años. La desaparición de Jesús Albarracín constituye un duro golpe para sus compañeros y deja un hueco arduo de cubrir en la izquierda antisistema. En palabras de Brecht, muchos son necesarios pero algunos resultan imprescindibles. Jesús Albarracín era de estos últimos.
En estos tiempos harto difíciles, tan proclives a adaptarse dócilmente a un mundo por tantos motivos rechazable, a las concesiones como mal menor, la izquierda tuvo en Jesús Albarracín un resistente contumaz, de los que no se quiebran, al tiempo que un difusor entusiasta y efectivo de sus valores y propuestas.
Su vigor y apasionamiento intelectual, su profunda formación marxista, la fuerza de sus compromisos políticos -antes y hasta su desaparición en la Liga Comunista Revolucionaria, ahora en Izquierda Unida y como militante activo de la IV Internacional, siempre en CCOO, ligado al movimiento obrero- le permitieron construir un baluarte no conquistado al conformismo, a la miseria ideológica y las prácticas degeneradas.
Polemista contundente, utilizó sus sorprendentes e inagotables energías, su elocuencia y la coherencia de su pensamiento para combatir al capitalismo y defender a la clase obrera y el socialismo, sin adjetivo alguno. Cuantos necesitaron aliados para luchar, para poner un dique a las desviaciones derechistas y para restablecer la democracia en las organizaciones de la izquierda encontraron siempre en Jesús Albarracín un compañero leal, firme y entregado como pocos.
Así lo recordarán los militantes de la Liga, a la que se prodigó sin límite, sus compañeros de IU y el conjunto del Sector Crítico de Comisiones Obreras, su última gran aventura por recuperar la identidad luchadora y democrática del sindicato.
Con una gran preparación teórica, ortodoxa y marxista, y una indiscutible inteligencia, fue un fecundo, excelente e imaginativo economista. Dejó su impronta profesional en el Servicio de Estudios del Banco de España. Como profesor, ejerció en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense, desde joven, hasta llegar a ser un viejo y muy querido profesor de numerosas promociones -aparte, cómo no, de dirigente del movimiento de los PNNs durante la dictadura-, y más recientemente en la Carlos III.
Lega múltiples publicaciones donde los libros y artículos -entre ellos los que publicó en EL MUNDO durante varios años de colaboración- son la parte visible de un iceberg. La porción oculta está constituida por una lista interminable de informes, documentos y aportaciones para las organizaciones de la izquierda, a cuyo servicio siempre puso sus capacidades, incondicional y desinteresadamente.
Apasionada y pródiga fue su vida política e intelectual, importantes sus aportaciones teóricas, analíticas y propositivas, y en muy diversos campos desplegó su inagotable actividad, pero como rasgo siempre presente, en todo momento, en cualquier medio y circunstancia, ejerció de comunista. La confusión no iba con él. Nadie nunca pudo llamarse a engaño sobre los resortes que movían y las causas por las que combatía Jesús Albarracín.
Como marxista, nunca perdió la confianza en el papel histórico de la clase obrera y el convencimiento de que el capitalismo tendrá su fin. Pero si en lo político fue firme y duro, en lo personal era generoso, llano y directo. Tras la confrontación, el compañerismo.
Inasequible al desánimo, se puede decir que murió con las botas puestas: con el ordenador encendido, escribiendo hasta el último hálito un sólido ensayo sobre las causas del retroceso de la izquierda.
Jesús Albarracín, dirigente comunista, nació en 1943 en Madrid, donde falleció el 2 de marzo del 2001.
(de la FID)