JAMES PETRAS, FIDEL CASTRO Y LAS F.A.R.C.
Rafael Pla López

Naturalmente, ni Fidel Castro ni James Petras son infalibles. Para hay algunas cuestiones en las que considero que hay buenas razones para pensar que Fidel Castro (y Hugo Chávez) aciertan y que James Petras se equivoca.

1) Un levantamiento armado revolucionario supone grandes sacrificios, no sólo para quienes se levantan en armas sino para el pueblo que padece las consecuencias de la guerra. Por ello, sólo la posibilidad real de victoria justifica tal levantamiento. En las actuales condiciones en Latinoamérica, tras el hundimiento del bloque soviético, no parece que la correlación militar de fuerzas sea favorable para dicha victoria. De hecho, esa es la conclusión a la que ha llegado la casi totalidad de las organizaciones guerrilleras latinoamericanas, con la excepción de Colombia.
   No obstante, es cierto que la especificidad de Colombia, con el paramilitarismo y los escuadrones de la muerte, genera una situación de difícil salida de la lucha guerrillera, que juega un papel de resistencia ante los mismos, especialmente tras la experiencia de la masacre padecida por la Unión Patriótica. En estas condiciones, el abandono de la lucha armada requiere garantías de seguridad tanto para los guerrilleros desmovilizados como para los sindicalistas y dirigentes campesinos amenazados por la violencia directa de los escuadrones de la muerte amparados por el Ejército, de manera que se garantice la posibilidad de incorporación a la lucha política no militarizada (que por otra parte está ya desarrollando de forma exitosa el Polo Democrático Alternativo).

2) Más allá de la correlación militar de fuerzas, la viabilidad de un movimiento insurreccional depende del apoyo mayoritario entre la población. Y en ese sentido, determinadas actuaciones de las FARC han contribuido a enajenar dicho apoyo. En particular, los secuestros de civiles (netamente diferentes de la toma de prisioneros de guerra en combate entre elementos de las fuerzas armadas) reciben un amplio repudio entre la población colombiana, y generan como reacción un apoyo popular al gobierno de Uribe que está lejísimos de merecer. Del mismo modo, cuando las FARC declararon hace unos años objetivos militares a todos los cargos municipales, se enfrentaron no sólo con las fuerzas reaccionarias, sino también con las fuerzas de izquierdas, incluyendo al Partido Comunista de Colombia (del cuál, además, las FARC han venido promoviendo una escisión que suponía supeditar la lucha política a la militar). Dicha política parece haberse abandonado en la práctica, y las FARC están evitando la confrontación con el Polo Democrático Alternativo, pero aún estamos esperando una autocrítica pública por el gravísimo error cometido.
   En ese marco adquiere todo su sentido la propuesta del presidente Chávez de reconocer el carácter beligerante de las FARC al tiempo que requerir la liberación de los secuestrados, de acuerdo con las normas del derecho internacional y el convenio de Ginebra.

3) Los recientes acontecimientos muestran un preocupante grado de descomposición moral en el seno de las FARC. Tras la puesta en libertad de Betancourt junto a 3 mercenarios norteamericanos (llamémoslos por su nombre) y otros prisioneros, se ha estado especulando sobre si se habría tratado de un auténtico rescate o de la interceptación de una liberación programada por la dirección de las FARC. Sin embargo, el comunicado de dicha dirección muestra el peor escenario posible: la deserción de los dirigentes encargados de la custodia de los prisioneros. Ello es mucho más ominoso para las FARC que una derrota militar ante un operativo de "inteligencia militar" (valga el oximorón) tal como había sido presentado por el Gobierno de Uribe.

En estas condiciones, y siendo necesario continuar denunciando las actuaciones criminales del paramilitarismo y la parapolítica y continuar reclamando el acuerdo humanitario y una salida negociada del conflicto armado colombiano, la izquierda latinoamericana debe también necesariamente distanciarse políticamente de las FARC, para no dejarse arrastrar por sus errores y su desprestigio entre la población trabajadora colombiana.