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años más tarde, el espectro del comunismo vuelve a cernirse sobre
Europa, sobre España e incluso sobre el Diccionario de la Real Academia
Española.
Parece haber bastado que el Partido Comunista de
España haya celebrado su XVIII Congreso en condiciones de normalidad y
unidad para que se hayan reavivado los miedos de los poderosos hacia
las ideas del comunismo, quizá temerosos de lo que puedan hacer los
perjudicados por su crisis. Y el comunismo vuelve así a ser presentado
como una amenaza.
Y de nuevo es necesario que, frente al
espectro del comunismo, los comunistas proclamemos abiertamente la
totalidad de nuestros objetivos.
Hay que decir que la pretensión
de introducir el término "totalitarismo" en la definición de
"comunismo" encaja mal con la Historia de España. Pues los comunistas
siempre hemos defendido las libertades políticas: en la República
frente a la sublevación franquista, bajo el franquismo en la lucha por
la democracia, y bajo la monarquía parlamentaria defendiendo las
libertades de expresión, reunión y asociación en los términos
contemplados en la Constitución de 1978 y en la Declaración de Derechos
Humanos de la ONU, frente a los intentos de restringirlas. Los
comunistas hemos sido y somos, así pues, los principales adversarios
del totalitarismo en España.
Y dentro del Partido Comunista de
España se da una mayor libertad de debate interno y un mayor respeto a
la discrepancia que en el resto de los principales partidos, del PP al
PSOE pasando por la UPyD. Sólo en Izquierda Unida, formación plural de
la que forma parte el PCE, puede encontrarse un mayor respeto al
pluralismo interno.
"
Sí, pero - oímos decir a nuestros adversarios -
los comunistas queréis suprimir la libertad de mercado".
¿De
qué libertad de mercado hablan? Si lo analizamos con precisión, se
trata de la libertad de comprar y vender cosas, fuerza de trabajo e
ideas.
Los comunistas no tenemos ninguna objeción a la libertad
de comprar y vender las cosas producidas por el propio trabajo, por
ejemplo por
artesanos y
campesinos.
De hecho somos conscientes de que, mientras subsista la pequeña
producción, el mercado puede ser la forma más eficiente de organizar la
distribución de sus productos. Pero es el mismo desarrollo del
capitalismo el que está amenazando a la pequeña producción. De modo que
precisamente los comunistas somos partidarios de proteger de la
especulación capitalista a la pequeña producción de artesanos y
campesinos para que puedan obtener un precio justo por los productos de
su trabajo, individual o asociado, haciendo así viable un mercado
verdaderamente libre de dichos productos. Dicha libertad de mercado
para la pequeña producción sólo será posible si la gran producción
estratégica no está regida por intereses privados y especulativos, sino
por el interés público, en el marco de un
sector público potente que incluya la banca, la energía y las comunicaciones.
Pero
hablar de "libertad" en la compraventa de fuerza de trabajo es un
sarcasmo. En la realidad del sistema capitalista, dicha compraventa
descansa sobre la desigualdad de condiciones del capital y del trabajo,
de modo que los trabajadores y trabajadoras no tengan otra opción que
vender su fuerza de trabajo para subsistir y se encuentren, por tanto,
privados de libertad real. Cuando los capitalistas reclaman "libertad"
en las relaciones laborales, a lo que realmente se refieren es a fijar
libremente las condiciones de la contratación de fuerza de trabajo...
incluyendo la suspensión de la misma, el "despido libre", para que ante
la amenaza del paro los trabajadores y trabajadoras se resignen a
aceptar la condiciones impuestas por los capitalistas. Lo que propugnan
es la libertad de
explotación de la fuerza de trabajo.
Frente
a ello, los comunistas abogamos por la eliminación del sistema
capitalista, y por tanto de la compraventa de fuerza de trabajo,
sustituyéndolo por la libre asociación de trabajadores y trabajadoras.
Pero
en tanto el capitalismo subsista, dicha compraventa no debe ser
"libre", sino estar estrechamente regulada por el Estado y por la
intervención sindical para evitar abusos.
Una forma especialmente perversa de tal "libertad de mercado" capitalista es la que se expresa en la
prostitución,
en la que lo que se "compra" es la libre disposición de un cuerpo
humano, generalmente de una mujer. Naturalmente, nadie defenderá la
prostitución abiertamente "forzosa", vinculada al tráfico de seres
humanos, pero sí nos encontramos con la defensa de una prostitución
supuestamente "libre". Pero esa supuesta "libertad" descansa sobre la
misma falacia que la de la compraventa de fuerza de trabajo: igual que
los trabajadores y trabajadoras, las prostitutas se ven forzadas a
vender la disponibilidad de su cuerpo para subsistir. Las relaciones
sexuales sólo son verdaderamente libres cuando se trata de relaciones
mutuamente consentidas para la obtención recíproca de placer en
condiciones de igualdad, no cuando se "consiente" el uso del propio
cuerpo a cambio de dinero, y menos todavía cuando se realiza bajo la
coacción de un proxeneta. Por todo ello, los comunistas abogamos
también por la erradicación de la prostitución.
Las condiciones de desigualdad en la
pederastia son las que impiden también una relación sexual libre
,
cosa que resulta especialmente repugnante cuando se practica por sacerdotes
de una organización religiosa que pretende imponer su moral sexual
represiva a toda la sociedad.
De la libertad para explotar la
fuerza de trabajo y para enriquecerse se pasa de forma natural a
defender la falta de control en la utilización de los fondos públicos,
abriendo una ancha vía a la
corrupción.
Una de cuyas manifestaciones es también la "libre" utilización de los
cargos públicos representativos en contra de la voluntad de quienes los
han elegido, como ocurre con el
transfuguismo.
De
modo que les decimos abiertamente a proxenetas, pederastas,
explotadores y corruptos: sí, queremos suprimir vuestra libertad.
Precisamente para defender la libertad de las mujeres, los niños, los
trabajadores y trabajadoras y el conjunto de la ciudadanía.
Y, naturalmente, queremos suprimir la libertad de contaminar para hacer posible la libertad de vivir en un planeta saludable.
Pero
especialmente curiosa es la forma que tiene el capitalismo de defender
la "libertad de mercado" de las ideas. En principio parecería que se
trata simplemente de que puedan venderse los productos salidos de la
cabeza, igual que se venden los productos salidos de las manos. Pero lo
curioso es que el vendedor pretende retener la "propiedad" de sus ideas
después de haberlas vendido, a fin de poder seguir vendiéndolas una y
otra vez.Y para ello pretende prohibir su libre reproducción...
entrando directamente en colisión con la libertad de expresión y de
información.
Naturalmente, ello supone que en el terreno de las "ideas" (que incluirían descubrimientos científicos y
tecnológicos, literatura, imágenes, música, etc.) el santo y seña de
los capitalistas ya no es la "libertad", sino la "propiedad". Pretenden
que la venta de un soporte físico (un libro, un CD, un DVD...) no
incluya el derecho a la libre disposición del contenido del mismo, de
modo que el comprador adquiriría únicamente la propiedad del soporte,
mientras que el contenido del mismo seguiría siendo
"propiedad intelectual"
del vendedor, sea éste el mismo autor de dicho contenido o la empresa
para la que trabajara. Con lo que la venta de dicho soporte iría
acompañada de toda una serie de restricciones sobre su utilización que
privan de sentido al mismo concepto de "libertad de mercado".
Los
comunistas, que abogamos en general por la abolición de la propiedad
privada capitalista, rechazamos como algo carente de sentido esa
"propiedad intelectual". El hecho de que las "ideas" puedan
reproducirse y distribuirse con un coste mínimo, especialmente a través
de Internet, hace que no se les pueda aplicar las reglas del mercado.
Con lo que el concepto de "propiedad intelectual" no está construido
como vehículo para su distribución, sino como un medio
para obstaculizarla.
Rechazamos, por tanto, un supuesto "mercado
de las ideas" idealistamente separado del mercado de las cosas. Y nos
adherimos rotundamente a la defensa de la plena libertad de expresión e
información. Si alguien produce un texto, una música o una imagen, lo
plasma en un libro, un CD o un cuadro y encuentra comprador para
el mismo, aceptaremos su libertad para venderlo, como también la
libertad del comprador para compartirlo, distribuirlo y difundirlo. Y quien pretenda
impedirlo deberá recordar el viejo adagio de que cada cual es dueño de
sus silencios y esclavo de sus palabras.
Los
comunistas, en
definitiva, queremos suprimir la libertad de anular la libertad.
Abogando por la sustitución de la máquina represiva del Estado por la
autoorganización social, queremos suprimir la
libertad de policías, de gobernantes y hasta de jueces para prohibir
manifestaciones y partidos políticos más allá de los estrictos cauces
que fija la Constitución de 1978. Estrictos cauces, ojo, no para
manifestarse y formar partidos políticos, sino para prohibirlos:
exclusivamente en caso de peligro para personas o bienes o de perseguir
fines o utilizar medios tipificados como delito.
Y queremos
suprimir la libertad de reinar y heredar la corona para hacer posible
la libertad republicana de elegir y revocar a todos los cargos públicos.
Ciertamente
resulta difícil encajar el concepto de "totalitarismo" en
lo que somos y pretendemos los comunistas. Pero si se pretende
desarrollar el uso de este concepto, ahí van un par de ideas:
"
Totalitarismo religioso": dícese de la práctica de una organización religiosa que pretende imponer sus propias concepciones al conjunto de la sociedad.
"
Totalitarismo de mercado": dícese de la práctica de someter el conjunto de la vida social a los procedimientos de compra y venta propios del mercado.
Y los comunistas seguiremos el camino de Marx y Engels, frente a unos y otros, en pos del
reino de la libertad.