Hay que agradecer al profesor
Carlos Fernández Liria (
Público, 11 de febrero de 2009)
que reconozca paladinamente que las amenazas de mercantilización
neoliberal de la Universidad no provienen de las declaraciones de
ministros de educación europeos que jalonan el llamado "
Proceso de Bolonia",
sino de otros ámbitos como el Acuerdo General de Comercio de Servicios
(GATS) o la Estrategia Universidad 2015 de la ministra-empresaria
Cristina Garmendía.
Pero cabe entonces preguntarse porqué se propugna específicamente el
"No a Bolonia" en vez de pronunciarse genéricamente contra la
mercantilización de la Universidad. Avanzaba algunas claves de ello en
mi artículo "Bolonia: un análisis de clase" (
Mundo Obero, enero de 2009),
pero el profesor Fernández Liria nos proporciona en su artículo
("Bolonia y la pedagogía") lo que puede ser otra clave esencial de lo
mismo.
En efecto, las implicaciones de "Bolonia" para una
renovación pedagógica de las Universidades, que unos menosprecian como
una "zanahoria" que ocultaría los perversos propósitos mercantilistas,
otros las ven como la verdadera amenaza. El debate sobre la formación
del profesorado de la enseñanza secundaria es especialmente ilustrativo
de ello.
Las quejas se fundamentan en la crítica de que se
reduzca en un año la formación "disciplinar" de Grado de tal
profesorado en las correspondientes materias a impartir para
añadir un año de formación "metodológica" de Master en materias
pedagógicas. Ello puede resultar sorprendente: es difícil sostener que
en cuatro años de estudios universitarios de Matemáticas, Física,
Lengua o Historia no puedan adquirirse los conocimientos de dichas
materias a impartir en unas pocas asignaturas en la enseñanza
secundaria. Pero más difícil todavía parece de sostener la tesis de que
para ser profesor no haya que saber pedagogía. Y sin embargo tal
afirmación no es nada inusual en los ámbitos universitarios.
Podemos así leer la pintoresca tesis de que, dado el desprestigio del actual "
CAP, un cursillo pedagógico que ha sido la vergüenza del sistema educativo español durante décadas", sería "
un delirio la pretensión de convertirlo en curso anual".
Ya sabemos que se dice que el sentido común es el menos común de los
sentidos, pero parece por el contrario de sentido común que, si "
un cursillo pedagógico"
se ha mostrado notoriamente insuficiente para la formación pedagógica
del profesorado de secundaria, parece razonable sustituirlo por un
curso completo con distintas materias de un nivel adecuado.
Se
ha venido dando por supuesto que, para ser maestro de educación
infantil o primaria, es necesaria una formación esencialmente
pedagógica. Que, para ser profesor de secundaria, con un poquito de
pedagogía (el actual CAP) bastaría. Y que para ser profesor
universitario no haría falta haber estudiado nada de pedagogía. De
hecho, en ambientes docentes universitarios es frecuente pensar que el
"enemigo" agazapado tras "Bolonia" no son las multinacionales ni el
capitalismo internacional, sino... "los psicopedagogos". Tanto es así
que, en una reciente reunión de profesores de mi Facultad, me vi
forzado a reconocer un pecado de juventud: había hecho algo mucho peor
que leer libros de Marx o de Lenin... ¡había osado leer algunos libros
de Pedagogía!
Y mientras tanto, el fracaso escolar continúa
siendo un problema gravísimo tanto en la enseñanza secundaria como en
la universitaria, con tasas de abandono del orden del 30% o superiores.
Singularmente, el desprecio del problema del fracaso escolar, en
definitiva el desprecio de la pedagogía, conlleva una concepción
netamente neoliberal, según la cual la única misión del profesorado
sería exponer sus conocimientos, y el asimilarlos o no sería una
responsabilidad exclusiva de los estudiantes, abandonados a sus propios
recursos y sometidos así a un proceso de rigurosa selección con la
filosofía del sálvese quien pueda.
Por el contrario, hay que
proporcionar a los estudiantes la motivación y las metodologías
necesarias para estimular su aprendizaje activo, que no puede limitarse
a la asimilación pasiva de los conocimientos transmitidos por la
sapiencia del profesorado. Y para ello el profesorado de todos los
niveles educativos debe haber adquirido una formación pedagógica
adecuada, entendiendo que la función docente no puede limitarse a
repetir las lecciones recibidas durante sus estudios. Naturalmente, el
profesorado universitario necesita una formación disciplinar mayor
que el profesorado de secundaria, y éste una formación disciplinar
mayor que el profesorado de educación primaria o infantil. Precisamente
por ello, la formación del profesorado de un nivel superior requiere un
período de tiempo más prolongado. Pero todos ellos necesitan unas dosis
adecuadas de formación pedagógica. Y en el caso del profesorado
universitario, unas mayores dosis de humildad. Que en mi caso me lleva
a agradecer a mi compañera, maestra de educación infantil, su
contribución a mi formación pedagógica como profesor universitario.