A raíz de que miembros del Gobierno cesado pero legítimo de Catalunya
reconocieran que lo que habían hecho era una
Declaración Imaginaria de Independencia
(como yo dejé escrito ya el
3
de noviembre) han menudeado las acusaciones de irresponsabilidad
contra ellos, a las que además de los partidos del Régimen del 78 se ha
sumado la portavoz de Unidos Podemos en el Congreso de los Diputados,
Irene Montero. Pero aparte de que me
parezca inadecuado ensañarse con las víctimas de la represión,
encuentro injusta dicha acusación. De hecho, los dirigentes
independentistas de Catalunya han mostrado un elevado sentido de la
responsabilidad evitando la confrontación violenta con el Estado
Español. De hecho, lo que hacía imaginaria su Declaración de
Independencia era su renuncia a defenderla con las armas en la mano,
cosa que hace absurdo que se les acuse del delito de "rebelión"
penalmente tipificado como una actividad violenta. Por cierto que a los
miembros del PCE, que no ocultábamos nuestro propósito de acabar con el
régimen franquista, el tardofranquismo no nos acusaba de "rebelión" o
"sedición", sino de asociación ilícita o de manifestación o propaganda
ilegal. De la impresión de que los actuales aparatos represivos del
Estado, para evitar tales acusaciones con tufo franquista, han ido más
allá del tardofranquismo, eso sí, quizás emulando al franquismo
temprano que acusaba de "rebelión" a quienes defendían la República
frente a la rebelión militar franquista.
I sembla cínic acusar a
Puigdemont
d'enganyar al poble català, quan des de la repressió de l'1 d'octubre
va donar repetits indicis de la inviabilitat d'una Declaració
Unilateral d'Independència efectiva, primer ajornant-la demanant diàleg
amb el Govern central i després amagant amb una convocatòria
d'eleccions autonòmiques per a propiciar aquest diàleg. I de resultes
d'això va ser acusat de traidor per la seua base social (no només la
CUP) que únicament acceptava una Declaració d'Independència. Aquestes
acusacions no em resulten estranyes: també el PCE vam ser acusats de
traició en la transició postfranquista, presumiblement per no haver
asaltat, amb unes armes que no teníem, el Palau del Pardo o els de la
Zarzuela o la Moncloa per aconseguir amb un trencament democràtic la fi
efectiva del franquisme.
Eso sí, los dirigentes independentistas parecen haber pecado de
ingenuidad creyendo que no se iban a usar contra su Declaración de
Independencia todas las fuerzas represivas de un Estado cuyo Jefe
nominal utiliza una terminología ya no franquista sino medieval,
reprochandoles su falta de "lealtad" a dicho Estado. La verdad, no me
imagino al torturador
Ballesteros
acusándome de falta de lealtad al franquismo: su sentido del ridículo
le hubiera impedido utilizar una terminología ante la que no hubiera
podido contener una carcajada.
Es decir, la ingenuidad de los dirigentes independentistas consistió en
haber creído, aparentemente, que el Estado Español actual era un Estado
Democrático.