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IDEAS Y PATENTES
Rafael Pla López

Ciertamente es una buena noticia que la Unión Europea haya rechazado la posibilidad de "patentar" los programas informáticos, estableciendo que las "ideas" no pueden patentarse y sólo puede hacerse, en todo caso, con las aplicaciones técnicas. Ciertamente, esa restricción a la "patentabilidad" es una victoria de los defensores del software libre. Y es curioso que en EE.UU., donde dicha restricción parece no existir, Bill Gates haya encontrado la horma de su zapato: un espabilado ha patentado los mensajes emergentes, tan usuales en Internet, y pretende que Microsoft le pague por usarlos en su navegador. Naturalmente, Microsoft ha recibido en este caso el apoyo de los defensores del software libre, que no pueden por menos de sonreir ante la ironía de que uno de los principales adalides de los programas comerciales se haya visto atrapado en su propia red.

Pero la frontera entre las "ideas", como los programas informáticos, y las aplicaciones técnicas, puede hacerse muy borrosa. El desarrollo original del capitalismo, basado en la libre competencia, requería de la libertad para producir y vender cualquier producto, de suerte que quien pudiera hacerlo mejor o más barato resultara ganando. Tal libre competencia se oponía a cualquier monopolio sobre cualquier producto, haciendo descansar la ventaja únicamente sobre las distintas habilidades y procedimientos para su obtención. En dicho marco, la distinción entre las "ideas" sobre qué fabricar y las "técnicas" sobre cómo hacerlo podían resultar claras.

Las cosas, no obstante, se complican a medida que la información se convierte en el mismo objeto de la producción, como ocurre en general en las industrias de la comunicación y en particular en la industria informática: los programas informáticos, a fin de cuantas, son al mismo tiempo un conjunto de "ideas" y un algoritmo para la realización de determinadas tareas. Si a ello añadimos la facilidad de su reproducción y difusión, multiplicada con el uso de Internet, entenderemos que quienes defienden la propiedad privada también en este campo se vean forzados a implorar la protección del Estado a través de patentes y otras triquiñuelas, con un "neoliberalismo" autoritario a años luz del viejo "laissez faire" del liberalismo original. Pero lo tienen crudo.

Resulta patético ver cómo los representantes de Microsoft, después de haber estado detentando durante años un monopolio con sus programas informáticos, ahora claman por la libre competencia cuando las administraciones se van decantando por el software libre. Pero la libertad es nuestra bandera.