RedRoj@
OBSOLETOS Y PATÉTICOS
Rafael Pla López
Patéticos son los intentos, a uno
y otro lado del Atlántico, de perseguir la descarga de archivos
por Internet que precisamente el malhadado "Canon Digital" pretende
compensar. Ciertamente, ello muestra la falacia de dicha
"compensación": las grandes discográficas y
compañías cinematográficas no renuncian desde el
ámbito internacional a impedir las "copias privadas" cuya
legalidad en España sirvió de excusa para el "Canon". Si
lo consiguieran, los ciudadanos españoles que han pagado un plus
por soportes digitales utilizables para dichas "copias privadas"
tendrían que volver a pagar a las multinacionales de la
música y el cine para poder realizar dichas copias,
añadiendo el escarnio a la afrenta.
Pero no les auguro un gran porvenir: la persecución efectiva de
la "copia privada" no tiene más futuro que el que gozó la
"Ley Seca" en los EE.UU. de mediados del siglo XX. Pretender penalizar
una actividad ampliamente generalizada sólo sirve para poner en
ridículo los instrumentos penales del Estado, los únicos
que los autoritarios neoliberales defienden. Por ello es de
razón el informe del socialista francés Guy Bono aprobado
en el Parlamento Europeo y que se opone a la criminalización de
los usuarios que descargan archivos in ánimo de lucro,
destacando como "esencial" el poder acceder sin barreras a los
contenidos culturales a través de Internet y dejando en un
segundo plano "la lógica puramente económica y comercial".
Pero si tales intentos son patéticos, es precisamente porque
responden a modelos económicos obsoletos en la era de Internet.
Y ello se hace cada vez más patente: como reconoce Guy Hands,
presidente de la discográfica EMI, "El modelo actual está acabado. A menos que encontremos un nuevo modelo, la nueva música está muerta".
La principal fuente de ingresos de músicos y cantantes son los
conciertos en vivo, no la venta de discos a través de las
compañías discográficas. Por ello, cada vez
más músicos y cantantes promueven la autogestión
de la libre distribución de su música y de la
organización de sus conciertos al margen de las grandes
compañías discográficas. Otros se mantienen
aún supeditados a dichas compañías, que organizan
sus conciertos y les exigen ser beligerantes contra la
"piratería" y la "copia privada".
El desarrollo mundial de las comunicaciones debería permitir
superar el secular retraso con el que los vientos musicales
trasatlánticos llegaban a España. Ojalá los
artistas españoles que apoyan la política censora de la
SGAE bajo la férula de las grandes compañías se
liberen de sus ataduras y entren con nosotros en el siglo XXI bajo la
bandera de la defensa de la libre circulación de la
información por las grandes alamedas que Internet ha abierto.