Google se ha convertido en la más poderosa herramienta de
obtención de información que nunca ha existido. Combinada
con Wikipedia y Youtube, permite a cualquier persona con acceso a
Internet un rápido acceso a información sobre casi
cualquier tema, desde definiciones de conceptos hasta audiciones de
música clásica. Ello tiene un enorme potencial de
democratización del conocimiento, posibilitando que pierda su
carácter elitista y restringido a minorías culturalmente
privilegiadas.
Esa es la cara de la cuestión. La cruz es que Google, que
actualmente es ya en la práctica un servicio público
esencial de alcance universal, es al mismo tiempo, a fin de cuentas,
una empresa privada.
Ciertamente, el éxito de Google está vinculado a su
adhesión a la programación de código abierto y
acceso libre, que permite que programadores de todo el mundo
contribuyan a su desarrollo y que cualquiera pueda incluir en su web
recursos de Google como sus mapas o su buscador, como ha hecho la
comunidad que desarrolla el navegador libre Mozilla. Pero su
carácter de empresa privada permite a sus directivos introducir
discrecionalmente sesgos o incluso censuras, aunque sea a
petición de determinados gobiernos. Algo semejante ocurre
también en Wikipedia, donde con la excusa de una sesgada
"neutralidad" se ha pretendido descalificar a
Rebelion.org como "fuente no neutral ni verificable", cosa que no parece haberse hecho con medios conservadores.
La contradicción entre la función pública y el
carácter privado de Google y otros recursos de Internet se
incrementará a medida que se amplia el ámbito de sus
servicios. Y éste es precisamente el caso de Google, que junto a
su buscador, su servicio de correo electrónico o sus mapas,
está en proceso de incorporar un servicio de salud para permitir
el acceso de enfermos y eventualmente médicos a su historial
clínico, así como un servicio de redes sociales del
estilo de MySpace o Facebook con la programación de
código abierto que le caracteriza.
El quid de la cuestión es que esa tecnología puede
corresponderse con la base material de una sociedad liberada de la
propiedad privada, pero en la práctica se está
desarrollando en el marco del sistema capitalista, lo cuál
acrecienta los temores por la acumulación de poder informativo
en manos privadas. Pero esta contradicción sólo puede
resolverse con la superación del sistema capitalista.
Éste es, pues, el problema de fondo, y el reto imbricado con el
futuro de Internet.