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AUTOORGANIZACIÓN

Rafael Pla López

El fenómeno Obama sólo ha sido posible en la era de Internet, que ha posibilitado articular centenares de miles de voluntarios en una campaña "construida por los trabajadores y las trabajadoras que recurrieron a los pocos ahorros que tenían para donar a la causa cinco dólares y diez dólares y veinte dólares" (como dijo en Chicago el candidato victorioso), desbordando primero al aparato del Partido Demócrata y contrarrestando después los libelos y pucherazos del Partido Republicano a través de formas embrionarias de autoorganización social.

Y ello se produce en un contexto en que el fracaso del proyecto neoliberal está llevando en EE.UU. y Europa a revalorizar el papel de la intervención socioeconómica del Estado y a recuperar el papel del sector público como un factor de estabilidad económica para proporcionar seguridad a las empresas creadoras de riqueza. Ciertamente, ello se ha hecho en el sector financiero para socializar sus pérdidas. Pero previamente la lucha contra el neoliberalismo se expresaba en Latinoamérica a través del desarrollo del sector público energético como herramienta para impulsar servicios públicos socializando así sus beneficios.

En uno y otro caso, terminado el sueño neoliberal en el que el mercado capitalista ocupaba todos los instersticios de la vida social al margen de todo control y regulación democrática, nos encaminamos a formas de economía mixta en la que más o menos sectores estratégicos sean de propiedad pública, coexistiendo con un mar de empresas capitalistas, de propiedad privada. El que ello evolucione en un sentido o en otro, al servicio de una u otra clase social, dependerá en buena medidad de factores políticos. Esencialmente, de quien tenga el control.

Y aquí es donde juega el papel esencial la autoorganización social de los de abajo: sólo en la medida en que ésta se desarrolle, impulsando la democracia participativa a partir de la articulación en redes horizontales posibilitada por Internet, podrá contrarrestarse el poder de los de arriba, del gran capital que controla la mayoría de las instituciones gubernamentales y de los medios masivos de comunicación. Éste es el camino y lo característico del Socialismo del siglo XXI.