Si
Proudhon
ya dijo que la propiedad es un robo, la "propiedad intelectual" es
además una obstrucción parafeudal al libre desarrollo de las
comunicaciones.
Sarkozy y sus
adláteres pretenden usarla para perseguir el intercambio de archivos a
través de P2P, y la SESGE, no satisfecha con el "canon" que les regaló
Zapatero,
está alborozada ante la perspectiva de expulsar de Internet a quienes
practiquen la virtud de compartir textos, música o imágenes que ellos
quieren privativos. Y al hacerlo no defienden realmene los intereses de
los autores, o por lo menos de la mayoría de ellos, sino los intereses
de las multinacionales de la comunicación, como las grandes compañías
discográficas. Y si no que se lo pregunten al grupo de rap
La Excepción,
a quien la Warner prohibía publicar sus discos a menos que aceptaran
sus condiciones leoninas, como el tributo del 5% de sus conciertos, e
incluso pretende prohibir su banda sonora premiada en los Goya, frente
a lo cuál han decidido ofrecer libremente su último disco desde su web
http://www.laexcepcion.net.
Los
nuevos inquisidores se las prometían muy felices con el servilismo
gubernamental ante su sacrosanta "propiedad intelectual" y la sumisión
de operadores dispuestos a denunciar la identidad IP de los
ordenadores que se descargaran contenidos privativos. Pero su gozo
en un pozo: el P2P está mutando para convertirse en F2F, "Friend to
Friend", "De amigo a amigo". En la Universidad de Washington han
desarrollado un nuevo programa de intercambio, OneSwarm ("Un
Enjambre"), que puede encontrarse en
http://oneswarm.cs.washington.edu/
y está destinado a frustrar a los nuevos inquisidores. OneSwarm permite
controlar qué datos se hacen públicos al compartir en la red,
posibilitando un intercambio encriptado entre un círculo de amigos. Y
aunque los círculos pueden encadenarse y la información pasar de unos a
otros, la identidad y la localización de su origen y destino permanecen
ocultos a través de un enjambre de múltiples intermediarios.
Son
contumaces en su obsesión de poner puertas al campo de Internet, a
pesar de que los programas de intercambio de archivos han ido mutando
para eludir su censura: del original Napster, que al tener una base de
datos centralizada era más vulnerable a la persecución de los prebostes
de la comunicación propietaria, se pasó a redes abiertas
descentralizadas más difíciles de desmantelar pero cuyos nodos seguían
siendo vulnerables, y ahora se pasa a redes estructuradas y
autoorganizadas más capaces de protegerse antes los ataques de esa
nueva "policía del pensamiento", condenada también al museo de
antigüedades junto al torno de hilar y el hacha de bronce. Pues,
como ya escribiera hace 132 años Morgan, citado por Engels, "
La
simple caza de la fortuna no es el destino final de la humanidad, al
menos si el progreso continúa siendo la ley del porvenir, como ha sido
la del pasado". El futuro es el de la libertad de comunicarse,
la solidaridad de compartir y la igualdad de acceso a la información, y
será nuestro.