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F2F CONTRA EL GRAN HERMANO

Rafael Pla López

Si Proudhon ya dijo que la propiedad es un robo, la "propiedad intelectual" es además una obstrucción parafeudal al libre desarrollo de las comunicaciones. Sarkozy y sus adláteres pretenden usarla para perseguir el intercambio de archivos a través de P2P, y la SESGE, no satisfecha con el "canon" que les regaló Zapatero, está alborozada ante la perspectiva de expulsar de Internet a quienes practiquen la virtud de compartir textos, música o imágenes que ellos quieren privativos. Y al hacerlo no defienden realmene los intereses de los autores, o por lo menos de la mayoría de ellos, sino los intereses de las multinacionales de la comunicación, como las grandes compañías discográficas. Y si no que se lo pregunten al grupo de rap La Excepción, a quien la Warner prohibía publicar sus discos a menos que aceptaran sus condiciones leoninas, como el tributo del 5% de sus conciertos, e incluso pretende prohibir su banda sonora premiada en los Goya, frente a lo cuál han decidido ofrecer libremente su último disco desde su web http://www.laexcepcion.net.

Los nuevos inquisidores se las prometían muy felices con el servilismo gubernamental ante su sacrosanta "propiedad intelectual" y la sumisión de operadores dispuestos a denunciar la identidad IP de los ordenadores que se descargaran contenidos privativos. Pero su gozo en un pozo: el P2P está mutando para convertirse en F2F, "Friend to Friend", "De amigo a amigo". En la Universidad de Washington han desarrollado un nuevo programa de intercambio, OneSwarm ("Un Enjambre"), que puede encontrarse en http://oneswarm.cs.washington.edu/ y está destinado a frustrar a los nuevos inquisidores. OneSwarm permite controlar qué datos se hacen públicos al compartir en la red, posibilitando un intercambio encriptado entre un círculo de amigos. Y aunque los círculos pueden encadenarse y la información pasar de unos a otros, la identidad y la localización de su origen y destino permanecen ocultos a través de un enjambre de múltiples intermediarios.

Son contumaces en su obsesión de poner puertas al campo de Internet, a pesar de que los programas de intercambio de archivos han ido mutando para eludir su censura: del original Napster, que al tener una base de datos centralizada era más vulnerable a la persecución de los prebostes de la comunicación propietaria, se pasó a redes abiertas descentralizadas más difíciles de desmantelar pero cuyos nodos seguían siendo vulnerables, y ahora se pasa a redes estructuradas y autoorganizadas más capaces de protegerse antes los ataques de esa nueva "policía del pensamiento", condenada también al museo de antigüedades junto al torno de hilar y el hacha de bronce. Pues, como ya escribiera hace 132 años Morgan, citado por Engels, "La simple caza de la fortuna no es el destino final de la humanidad, al menos si el progreso continúa siendo la ley del porvenir, como ha sido la del pasado". El futuro es el de la libertad de comunicarse, la solidaridad de compartir y la igualdad de acceso a la información, y será nuestro.