Hemos
escrito diversas veces sobre Internet como instrumento para la libre
cooperación en un sentido socialista, y el sentido comunista de la
exigencia de abolición de la propiedad intelectual. Pero dicha
abolición puede también ser defendida desde un punto de vista
capitalista en pro de la libre competencia. Es en ese sentido
precisamente que
Karen Tumulty and Michael Scherer aportan argumentos en el Time del 22 de octubre de 2009 ( http://www.time.com/time/politics/article/0,8599,1931595,00.html ) contra el intento de los lobbys biofarmacéuticos de alargar la vigencia temporal de las patentes sobre biomedicinas: "La Comisión Federal de Comercio (FTC por sus siglas en inglés),
sin embargo, argumentó en Junio que dar a los fabricantes de productos
biológicos cualquier período de exclusividad puede realmente ahogar la
innovación. Los productos biológicos son tanto mucho más complejos y
caros de producir que los medicamentos tradicionales que las barreras
para lo que serían competidores 'biosimilares' ya son elevadas, dice la
FTC. Dar a los productos biológicos mayor protección -particularmente
los 12 años de exclusividad que quiere la industria- simplemente
animaría a las firmas a jugar con lo que ya tienen en vez de orientarse
hacia 'nuevas invenciones para aplicarlas a necesidades médicas
insatisfechas'".
Dicha argumentación puede resultar
chocante, dada la frecuencia con que se escucha decir que respetar las
patentes es necesario para estimular a las empresas correspondientes a
seguir investigando. Pero ello se entiende si tenemos en cuenta que
quienes ello dicen, incluso desde prestigiosas cátedras o plumas, están
generalmente pagados por dichas empresas, como destaca el mencionado
artículo del Time.
Lo cierto es que el desarrollo basado en la
libre competencia capitalista parte del supuesto de que una empresa
introduce mejoras tecnológicas para conseguir ventajas sobre sus
competidores, forzando a éstos a adoptar dichas mejoras y estimulando
así el desarrollo tecnológico general. Ello se produce siempre con un
cierto retraso, dado que el uso de nuevas tecnologías requiere personal
adiestrado para ello, para lo que parte con ventaja la empresa que las
introdujo en primer lugar, ventaja que es mayor cuanto más compleja es
la tecnología. Pero para mantener la ventaja competitiva es necesario
seguir investigando para introducir nuevas mejoras tecnológicas. Ahora
bien, reivindicar la exclusividad de las nuevas tecnologías mediante
patentes no se hace para defender la libre competencia, sino por el
contrario para impedirla, forzando un monopolio que permite dormirse en
los laureles sin seguir investigando.
Ello ha sido así desde el
origen de la revolución industrial, que tuvo que esperar al fin de la
patente de Watts sobre la máquina de vapor para eclosionar. De hecho,
el origen de las patentes es más feudal que capitalista, y la expresión
proviene de las "letras patentes",
que eran decretos reales que garantizaban derechos exclusivos a
determinados individuos en los negocios (al modo de los privilegios de
los antiguos gremios). Por ello, aunque la extensión del concepto de
propiedad de las cosas a las ideas es congruente con la tendencia
capitalista a convertirlo todo en mercancía, su negación, apoyada en la
potencia de Internet para la libre difusión de la información, tiene al
mismo tiempo un sentido comunista como de defensa de la libre
competencia... de las pequeñas y medianas empresas frente a los
monopolios, permitiendo así la confluencia del movimiento comunista y
antimonopolista.