RedRoj@
NINGUNA DESCARGA ES ILEGAL
Rafael Pla López
En el Mundo Obrero de enero, detrás del artículo de la "RedRoj@"
aparecía otro artículo en la sección "Música" que decía
justo lo contrario, y que contenía varias afirmaciones falsas.
En primer lugar, hablaba reiteradamente de descargas ilegales. Y hay que
dejar claro que ninguna descarga es ilegal: si alguien navegando por
Internet o utilizando P2P encuentra un enlace a una canción o una
película y se la descarga no está haciendo nada ilegal. En España, a
diferencia de otros países como por ejemplo EE.UU., existe el derecho a
la copia privada y el intercambio de archivos es legal (cosa que, por
cierto, era lo que daban como argumento en favor del "canon digital").
Lo único que podría ser ilegal es que alguien pusiera una página de
descargas de pago sin autorización de los titulares de los
correspondientes derechos de autor. Pero en tal caso quien actuaría
ilegalmente no sería quien descargara algo o pagara a un destinatario
equivocado, sino quien se embolsara el dinero. Y éste no es el caso,
además, de la generalidad de las llamadas "páginas de descargas". Por
ello, los tribunales españoles han fallado sistemáticamente en contra
de las demandas contra las mismas, cosa que parece ser el motivo de que
hayan intentado "puentearlos" a través de la Ley llamada de Economía
Sostenible, que parece valer para un roto y para un descosido.
En segundo lugar, no es cierto que los y las jóvenes no quieran pagar
para ir a un concierto de música en vivo. Lo hacen con profusión, igual
que para entrar a una discoteca o para tomar unas cervezas. Lo que no
quieren es pagar por escuchar música enlatada. Otra cosa es que los y
las jóvenes en paro no puedan abonar un dinero que no tienen.
En tercer lugar, lo cierto es que mediante la difusión por Internet
numerosos grupos "indis", independientes al margen de las
discográficas, han conseguido darse a conocer y a partir de ahí dar
numerosos conciertos (cobrando por actuar, no de la venta de CDs). No
todos, claro. Ahí funciona el "boca a oreja", quien oye una música y le
gusta la difunde entre sus amistades (en su caso a través del e-mail o
redes sociales en Internet). Y quien no le gusta no la difunde.
Por otra parte, y como venimos explicando reiteradamente, los patéticos
intentos de impedir las descargas están condenados al fracaso. Y donde
se intenta, quienes parecen estar muy irritados por ello son los
servicios de inteligencia: antes, si alguien utilizaba un
"anonimizador" para ocultar su identidad en Internet podían sospechar
que fuera un terrorista camuflado o un "subversivo"; ahora saben que en
la mayoría de los casos son jóvenes que se descargan música. Y el FBI y
la CIA tienen demasiado trabajo (entre otras cosas, parece ser,
buscando por Internet fotos de Llamazares) para dedicarse a
perseguirlos.
Finalmente, y como explicábamos en diciembre, la tesis que prevenía
contra la gratuidad de la cultura fue derrotada en el XVIII Congreso
del PCE, que aprobó por el contrario que "la propiedad de los productos
culturales es social". Por tanto, habría que evitar confundir a
los lectores de Mundo Obrero.