La conmoción producida por las filtraciones de
Wikileaks (en el momento de redactar el artículo podía accederse a ellas en
http://213.251.145.96/
) muestra hasta qué punto lo que ocurre en el ámbito de Internet puede
afectar al mundo "exterior". Tras los documentos sobre las guerras de
Afganistan e Iraq, la publicación de mensajes internos de la diplomacia
norteamericana nos ha permitido una visión directa de las cloacas del
Imperio. Ciertamente, lo publicado hasta este momento no ha revelado
gran cosa que no sospecháramos, y los secretos desvelados parecen
secretos de Polichinela ampliamente conocidos, pero ha tenido la virtud
de desgarrar los velos de la hipocresía, por ejemplo, respecto a la
sumisión al Imperio del Gobierno de
Zapatero en el caso
Couso.
Es importante, con todo, ir más allá de la anécdota de las peripecias personales de
Julian Assange
en las que se ha centrado el ruido mediático sobre Wikileaks. Porque
sin negar sus méritos personales, descartar el posible sesgo de las
filtraciones ni dejar de solidarizanos con él frente a la persecución
de la que es objeto con acusaciones poco creíbles (ver
http://www.argenpress.info/2010/12/quienes-digitan-las-acusadoras-de.html
), lo importante es que es la misma naturaleza de Internet la que
facilita la libre difusión de todo tipo de informaciones. En otras
palabras: si no hubiera sido a través de Julian Assange, las
filtraciones hubieran encontrado otras vías en Internet para hacerse
públicas. Ello hace fútiles los intentos de reprimir su difusión. De
hecho, el intento de censurar la web que alojaba las filtraciones y
cerrar las vías de financiación de Wikileaks ha llevado a su
multiplicación en numerosos lugares de Internet y ha provocado el
contraataque cibernético del movimiento "Anonymous" contra las webs de
las entidades copartícipes en la censura, como Visa y Mastercard. Y
proliferan iniciativas emuladoras de Wikileaks, como la que promueven
los jóvenes valencianos que han lanzado la web
http://freewikileaks.eu/ que ha coordinado movilizaciones callejeras solidarias.
Resulta también significativo que la batalla en el ciberespacio entre
el Imperio y el movimiento "Anonymous" haya mostrado como mínimo una
paridad de fuerzas, augurando a medio plazo la previsible derrota de
quienes pretenden obstaculizar la libre circulación de la información.
En este contexto, la tramitación con nocturnidad y alevosía de la Ley
Sinde
contra las descargas resulta patética, como una nueva expresión de la
degradación a que ha llegado el Gobierno de Zapatero en su sumisión
a poderes trasnochados.