RedRoj@
LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y
FANATISMO RELIGIOSO
Rafael Pla López
Hace poco fue noticia mundial las protestas de musulmanes por un vídeo
de YouTube que contenía una burda caricaturización de Mahoma, protestas
que tuvieron su punto más álgido con el asalto salafista al consulado
norteamericano en Bengasi. Pero desde un país donde el fanatismo
predominante es el católico no podemos menos de comparar dichas
protestas con las que se producen habitualmente ante obras de arte que
hacen escarnio de figuras que la religión católica considera sagradas.
Aunque las consecuencias puedan ser más o menos sangrientas, los
argumentos suelen ser similares: la ofensa a una determinada
sensibilidad religiosa.
Indico entre paréntesis que el ritmo de publicación de Mundo Obrero
provoca más de un mes de retraso en las noticias comentadas. Así, en el
número de septiembre redactado a mediados de agosto advertía sobre el
peligro de convocatorias virtuales impregnadas de un apartidismo
genérico, y sólo ahora puedo congratularme de que la Coordinadora 25S
superara esa lacra de origen para impulsar un movimiento amplio por una
democracia real a través de un proceso constituyente. Quizá cuando esto
se publique estemos en los prolegómenos de una huelga general ciudadana
contra los recortes sociales, pero en el momento de redactarlo todavía
no está convocada. Y las protestas citadas en el párrafo anterior
tendrán meses de antigüedad.
Pero las reflexiones suscitadas continuaran teniendo vigencia, en
particular sobre el absurdo que supone protestar contra un país o
contra su gobierno por lo que desde dicho país se haya difundido por
Internet:
afortunadamente, dicha difusión escapa del control gubernamental. Como
apuntábamos en el artículo para el número de octubre, hay una fuerte
contradicción entre la generalización de Internet y la persistencia de
sistemas feudales y fanatismos religiosos, que siguen soñando con un
mundo dominado por la censura religiosa que dicha generalización hace
inviable.
Porque con independencia de las críticas que pueda merecer la
islamofobia y otras formas de sectarismo religioso o anti-religioso,
todo el mundo tendrá que terminar entendiendo y asumiendo que en el
siglo XXI no puede impedirse su difusión por Internet, y que la
libertad de expresión ya no es sólo algo a defender, sino una realidad
inevitable, por irracional o desagradable que a unos o a otros parezcan
los mensajes que se expresan. Asumir este hecho es una condición
indispensable para una defensa efectiva de las propias ideas y para la
convivencia social e internacional.