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DE PROMETEO A FRANKENSTEIN

Rafael Pla López

 
La actitud hacia la tecnología en la cultura occidental ha oscilado entre dos mitos: el de Prometeo y el de Frankenstein. Entre el mito de Prometeo que robara el fuego a los dioses para entregarlo a los seres humanos y el mito de Frankenstein cuya criatura escapa a su control.

Tradicionalmente, la izquierda y las fuerzas de progreso han conectado con el mito de Prometeo, contemplando la tecnología como un instrumento emancipador, mientras que las fuerzas reaccionarias conectaban con el mito de Frankenstein, previniendo del uso de la tecnología con las leyes "naturales" o divinas.

De alguna manera, la explosión de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki subvertió esa relación, advirtiendo de la existencia de tecnologías perversas que podían no emancipar a la humanidad, sino destruirla. Y aunque se quisiera distinguir entre el carácter presuntamente "neutro" de las tecnologías y la responsabilidad humana sobre su buen o mal uso, era difícil eludir la consideración de determinadas tecnologías como intrínsecamente malignas. Si las armas nucleares abrían la marcha, otras seguirían su camino, como determinados cultivos transgénicos que aparecían como potencialmente insalubres o, en el caso de la tecnología "Terminator", abortaban su reproducción obligando a los campesinos a su recompra, convirtiéndose así en un instrumento directo de dominación de la multinacional Monsanto que la producía.

En este contexto, Internet aparece inicialmente como una tecnología "buena", potenciando una red descentralizada resistente a los poderes y reacia al mercantilismo. Una red que sería ampliamente usada por movimientos emancipatorios para organizarse y comunicarse, siguiendo el camino de los zapatistas y del movimiento antiglobalización.

Pero, naturalmente, no podían faltar "aguafiestas" que denunciaran el uso de Internet como instrumento del poder y de degradación de la cultura. El libro "La comunicación jibarizada" de Pascual Serrano se sitúa en buena parte en esa corr¡ente, aunque no renuncia al uso emancipatorio de Internet que su autor ha venido practicando a través de la revista "Rebelión".

Ahora bien, del mismo modo que la tesis de la "neutralidad" de la tecnología debía cuestionarse en el caso de tecnologías "malignas", también debe cuestionarse en el caso "benéfico" de Internet. Pues aunque Internet pueda ser utilizada por las fuerzas del mal, y las denuncias de Edward Snowden han abundado en ello, esa constatación no anula la realidad de que la propia naturaleza de Internet favorece su uso emancipador y la resistencia al poder. Aunque, naturalmente, ello no nos autoriza a relajarnos: las potencialidades emancipadoras de Internet sólo pueden realizarse a través de un intenso trabajo y de la lucha contra los intentos de pervertirlas.

El debate está servido.