Cada vez es más difícil engañar a la gente. Por un lado, el desarrollo
a través de Internet de redes de comunicación no controladas por el
poder permite burlar la censura y el discurso del pensamiento único.
Por otro lado, el recuerdo de las mentiras anteriores hace que las
nuevas mentiras sean menos creíbles.
Cuando la primera Guerra del Golfo, el imperialismo todavía podía
controlar la información, a través de los medios masivos de
comunicación. En la segunda guerra contra Iraq el 2003, la
intercomunicación por Internet permitió poner en pie la primera
manifestación global de la historia. Y desde entonces se han ido
desarrollando múltiples redes sociales que hacen que el tejido social
de comunicación de la humanidad esté mucho más articulado.
Así, cuando han intentado vendernos de nuevo un discurso maniqueo para
justificar la guerra contra Siria, repitiendo estrategias de
demonización alrededor de "armas de destrucción masiva", ha proliferado
la difusión de contrainformación destinada a desmontar dicha estrategia:
Naturalmente, tampoco podemos poner la mano en el fuego por la
exactitud de toda contrainformación. Pero lo significativo es que su
difusión ha levantado un manto de duda que ha impedido el alineamiento
de la opinión pública incluso norteamericana con quienes proponían la
intervención militar contra Siria. Y paralelamente ha proliferado la
firma en Internet de cartas contra la guerra dirigidas a parlamentarios
británicos y norteamericanos (como anécdota, he recibido peticiones de
firmas de movimientos vinculados a la base del Partido Demócrata
norteamericano, que pensaban que era de Indianápolis por mi código
postal). El resultado ha sido que el Parlamento británico ha votado
contra la guerra y que Obama no se ha atrevido a someter su propuesta
belicista al Congreso norteamericano. Con todo, el peligro de guerra no
ha desaparecido, y debemos permanecer vigilantes. Lo estamos, en la red.