RedRoj@
LIBERTICIDASRafael Pla López
El
execrable asesinato de periodistas de Charlie Hebdo y los que le
siguieron ha sido ciertamente, entre otras cosas, un crimen contra la
libertad de expresión. Pero la respuesta gubernamental al mismo se ha
orientado también a la restricción de libertades democráticas, y en
particular en Internet. Y no solamente en Francia, donde se han
producido los hechos, sino en otros Estados de la Unión Europea, como
es el caso de España. Ello genera dudas tanto sobre la sinceridad del
uso del lema "Je suis Charlie" como sobre el transfondo real del atentado.
Y
genera dudas, entre otras cosas, por la irracionalidad de tal
respuesta, plasmada en la inadecuación de los medios empleados a los
fines proclamados: ¿alguien puede creer realmente que las restricciones
en Internet pueden ayudar a combatir el terrorismo?
Veamos: es
claro que, por ejemplo, una amenaza de muerte puede ser perseguida
penalmente con independencia del medio en el que se formule. Para ello
no hace falta ningún cambio en las leyes. Pero los complots terroristas
reales son clandestinos y se realizan de forma subterránea, no en el
espacio público de Internet. Si acaso, lo que se trasluzca en Internet
puede ayudar a su persecución, y el efecto real de cerrarles espacios
públicos sería dificultar su investigación policial.
Las
restricciones que pretenden en el uso de Internet suponen una represión
preventiva sobre las ideologías que subyacen a la acción terrorista, y
confunden la forma adecuada de enfrentarse a las acciones y a las
ideas: el fanatismo y el fundamentalismo (no confundir con el sano
radicalismo como el de la Coalición de Izquierda Radical "Syriza", ojo)
se combate debatiendo con ellos a través del impulso a la libertad de
expresión y de información, no de su restricción. Claro que quizá los
gobiernos de la Troika lo que pretendan realmente es dotarse de medios
contra el radicalismo democrático que cuestiona su fundamentalismo
neoliberal...