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DEL CIBERACTIVISMO A LA ORGANIZACIÓN
Rafael Pla López
El ciberactivismo facilita que miles y miles de personas reivindiquen,
protesten y se definan simplemente haciendo un click en el ordenador.
Ello permite una participación más amplia y también más laxa. Dicha
participación es importante en aras de configurar nuevas mayorías, pero
es insuficiente para vencer las resistencias a los cambios sociales.
Además, dichas formas "gaseosas" de activismo son poco sólidas y pueden
ser fácilmente efímeras. Hemos visto recientemente una nueva fuerza
política que ha alcanzado rápidamente decenas de miles de
ciberafiliados.
Y hemos visto también la inestabilidad de dicha ciberafiliación: igual
de fácil que se conectan, se desconectan y dejan de participar.
Por ello, el ciberactivismo debe plantearse como una extensión, pero no
una sustitución de las formas "presenciales" de movilización y
organización. Y el problema es cómo articularlos. Y no tenemos que
mirar muy lejos: Izquierda Unida ha transferido su opción electoral a
Ahora en Común, que inicialmente era un manifiesto firmado por Internet
y después una web. Posteriormente ha comenzado a articularse en nodos
"provinciales" con base asamblearia en vistas a las próximas elecciones
generales, pero es difícil que de aquí a entonces pueda estructurarse
en una red de colectivos locales como los que tiene Izquierda Unida, o
de agrupaciones como las que tiene el PCE, aunque es una buena práctica
que en las primarias para la elección de candidatos y candidatas se
haya querido conjugar la votación telemática con la presencial,
utilizando la infraestructura de las organizaciones preexistentes.
Será en todo caso un proceso que habrá de continuar después de las
elecciones generales, articulándose también con la miríada de
plataformas locales de unidad popular que se formaron en las elecciones
municipales. Pues la apuesta es construir un nuevo movimiento político
y social organizado que utilice a fondo Internet en su batalla por
articular una mayoría alternativa y combatir a los medios masivos de
desinformación, pero que se estructure en pueblos, barrios y centros de
trabajo y estudio para canalizar una participación social duradera por
el cambio social, por una ruptura constituyente democrática.
Naturalmente, habrá que estructurarse en red facilitando la
participación y la comunicación horizontal, evitando la tentación de
construir estructuras jerárquicas centralizadas que mutilarían la
democracia participativa que Internet facilita.
Y de aquí a diciembre habrá que esforzarse por ir más allá del
ciberactivismo recuperando la movilización en la calle, continuando las
dinámicas de las protestas contra las maniobras de la OTAN, de la
jornada de lucha de las marchas de la dignidad el 22 de octubre y de la
marcha a Madrid contra la violencia machista del 7 de noviembre. Pues
sólo desde una creciente movilización social más allá del ciberespacio
habrá esperanzas de derrotar a partir del 20 de diciembre al
tripartidismo sumiso a la Troika.