Article enviat a EL PAIS el 15 de desembre de 1998 i publicat el 2 de gener de 1999
LAS PESADILLAS DE MORENO
Rafael Pla López
miembro del Comité Federal del PCE

        Juan Moreno publica ayer 14 de diciembre un falaz artículo en El País en el que comienza afirmando que en 1982 (70 años después del hundimiento del Titanic) Francesc Frutos fue destituído como "capitán del PSUC" a raíz del hundimiento del PSUC en las elecciones generales y catalanas.
        Pues no. Cuando se produjo el hundimiento electoral del PCE y del PSUC en octubre de 1982, el secretario general del PSUC era Antonio Gutiérrez Díaz, que había sido elegido en su 6º Congreso celebrado en marzo de 1982. De manera que Paco Frutos ni fue destituído, ni su sustitución pudo ser consecuencia del resultado de unas elecciones que aún no se habían celebrado.
        Sobre esta falsedad construye Moreno su artículo, que continúa con otras falacias, como que el Congreso del PCE hubiera acordado "asaltar" Comisiones Obreras y el palacio de la Moncloa (sic). Naturalmente, a partir de tal cúmulo de afirmaciones falsas puede llegarse a cualquier conclusión: ex falso sequiotur, como dicen los lógicos. El artículo, realmente, dice mucho más sobre las obsesiones de su autor que sobre el objeto de sus pesadillas. Del mismo modo que si "No ha trascendido que en el Congreso del Partido Comunista hayan hablado de muchos temas sociales" ello informa, sobre todo, de la insuficiencia de las fuentes de información en las que bebe Moreno, que parece opinar que lo que no se publica en TV o determinada prensa simplemente no existe.
        Quizá para Moreno la semana laboral de 35 horas no sea un tema social. O quizá no le importe, salvo para intentar crear cizaña, con afirmaciones tan sorprendentes como que "en el programa electoral de 1993 no se especificaba que tuviera que ser mediante una Ley" ¿Y cómo si no piensa Moreno que una fuerza política pensaba aplicar el programa con el que se presentaba a unas elecciones legislativas? ¿Negociando convenios?
        Olvida Moreno que quien creó polémica sobre la ley para las 35 horas fue el dirigente sindical que sorprendentemente se pronunció en contra de la misma pretendiendo que la única vía fueran los convenios, y haciendo pasar a su base por el bochorno de que el dirigente de otro sindicato mayoritario tuviera que explicarle que ambas vías, la ley y los convenios, eran necesarias y complementarias. Afortunadamente, actualmente las cosas ya están más claras: los sindicatos afrontan la tarea de introducir las 35 horas en los convenios, con el apoyo de las fuerzas políticas de izquierdas, y éstas tienen la misión de luchar por la correspondiente ley que permita su generalización, con el apoyo de los sindicatos; mientras que acciones como la Iniciativa Legislativa Popular son un terreno en el que unos y otras pueden convergen con el conjunto de la ciudadanía.
        Moreno afirma sorprendentemente que "los jefes de IU redescubrieron las 35 horas cuando se anunció su introducción en Francia" y que "IU no puede presumir de perseverancia ni de coherencia en este tema". Sin embargo, es fácil jugar con la desmemoria, pero no olvidar que IU planteó ya hace años el objetivo del reparto del trabajo, por el que fue ampliamente denostado por utópica, para después ver cómo, afortunadamente, dicho objetivo ha sido asumido por amplios sectores sociales y políticos europeos. La semana de 35 horas no fue sino una concreción de dicho objetivo. Y tampoco es cierto que se propusiera con reducción salarial: la propuesta era las 35 horas sin reducción salarial, con una ulterior reducción a 30 horas con reducción salarial no proporcional de los salarios más elevados, entendiendo que el reparto del tiempo de trabajo era un objetivo estratégico que debía acompañarse de un reparto de la renta.
        Resulta, por otra parte, difícil de creer que Moreno tuviera tan mala información sobre el debate sobre la cuestión sindical en el Congreso del PCE. Pues el problema radicaba, fundamentalmente, en que una parte de la base del PCE propugnaba directamente abandonar CC.OO., y el Congreso aprobó, por el contrario, seguir trabajando en CC.OO. por la defensa de los intereses de los trabajadores, pronunciamiento especialmente importante en medio de unas elecciones sindicales. Y éste era el mensaje de Paco Frutos a los miembros del PCE: militar sindicalmente en CC.OO., y quien no esté de acuerdo con su dirección, que no se vaya, sino que intente cambiarla democráticamente. Resulta difícil de comprender que un dirigente de una organización democrática no suscriba dicha afirmación y prefiera que los discrepantes se vayan a costa de debilitar la organización.
        Aunque quizá a Moreno, que confunde el normal relevo de los dirigentes en un Congreso con una "destitución", le cueste comprender lo que es el funcionamiento democrático de una organización. Quizá dentro de unos años, cuando las cosas estén menos frescas, escriba que Julio Anguita fue destituído como secretario general del PCE 86 años después del hundimiento del Titanic. 
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Rafael Pla-Lopez
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