EL SISTEMA SEXO-GÉNERO, EL PATRIARCADO Y LA LIBERACIÓN DE LA MUJER
Rafael Pla López
En las sociedades humanas primitivas se establece una división del
trabajo basada en el sexo,
de
modo que las mujeres, a partir de su embarazo, se dedican a la
crianza de los descendientes, mientras que los varones se dedican a
la caza para obtener alimentos. Ello sitúa a las mujeres en el
interior del hogar (domus) y a los varones en el exterior del mismo.
Y dado que en tales sociedades primitivas la organización social se
realiza a partir del hogar, ello coloca a las mujeres en una posición
central (Figura 1).
Pero
cuando se desarrolla una organización política más amplia (Estado)
que incluye a los hogares como subsistemas parciales subordinados,
los varones, con su actuación externa al hogar, pasan a encontrarse
en una posición central dominante, y las mujeres pasan a ocupar una
posición subordinada, dando lugar a lo que se ha denominado el
patriarcado (Figura 2).
Señalemos que aunque la división de trabajo inicial entre mujeres y varones tiene bases biológicas, evoluciona más allá de ellas, asignándoles roles sociales de género, femenino o masculino. Así, las mujeres en el hogar se encargan del cuidado de las personas, llamado también trabajo reproductivo, mientras que el papel de los varones evoluciona de cazador a guerrero, ejerciendo su dominación sobre las mujeres, sobre otros varones y sobre la naturaleza, de forma creciente a través del desarrollo tecnológico.
El dominio sobre la naturaleza se exacerba con la revolución industrial desde el siglo XIX. Pero ésta tiene también la consecuencia de sacar a muchas mujeres del hogar haciéndoles desempeñar de forma creciente trabajos previamente considerados masculinos, incluso en las fuerzas armadas, y accediendo también al voto en las instituciones políticas del Estado..
Y en el segundo tercio del siglo XX el Estado asume funciones de cuidado de las personas, como en sanidad y educación, en buena parte ejercidas por mujeres pero fuera del hogar, tanto en los países de socialismo de Estado, denominados también de “socialismo real”, como en el llamado Estado del Bienestar en países capitalistas, en los cuales se produce también un aumento del consumo en el conjunto de la población.
De hecho, el crecimiento intensivo del consumo de recursos naturales, intensificado a raíz de la revolución industrial, se había venido produciendo ignorando los límites del entorno planetario. Pero dicha ignoriancia deviene inviable en el tercer tercio del siglo XX, a partir de la crísis energética de los 70, limitando el consumo de la mayoría de la población y llevando a recortes en el llamado Estado del Bienestar a través del llamado neoliberalismo, que, en palabras de Pierre Bourdieu, anula la mano materna del Estado que cuida y protege, dejando únicamente su mano paterna que disciplina y castiga. Esta remasculinización del Estado tiene a confinar de nuevo en el hogar tanto los cuidados como a las mujeres que se ocupan de ellos.
Pero muchas mujeres, que a raíz de la revolución industrial habían salido a la esfera pública fuera del hogar, se resisten a dicho confinamiento. Así, si previamente el movimiento de liberación de la mujer había tenido como estandarte la exigencia del derecho al voto que caracterizó a las sufragistas, a partir del tercer tercio del siglo XX se caracteriza por la lucha por la igualdad, oponiéndose a las distintas formas de discriminación de las mujeres.
Y en la actualidad, cuando adversarios del movimiento de liberación de la mujer lo denostan calificándolo como “ideología de género”, hay que señalar que la verdadera ideología de género es el establecimiento de roles sociales diferenciados de género, femenino o masculino, para mujeres y varones, como hace el patriarcado. Además, en el contexto de una disminución de la mortalidad infantil, la estabilidad demográfica tiende a requerir una media de dos embarazos y partos a lo largo de la vida de una mujer, privando de justificación biológica la diferenciación de roles sociales durante el resto de su vida, y aportando razones objetivas a la exigencia de igualdad social entre mujeres y varones.
Ahora bien, la igualdad se puede perseguir por dos caminos diferentes. El primero de ellos es la asunción por las mujeres de roles masculinos de dominación, tanto sobre las personas como sobre la naturaleza. Probablemente el ejemplo más paradigmático de ello es el de Margaret Thatcher, llamada la Dama de Hierro. Angela Merkel asumió también un rol masculino frente a Grecia, pero pareció expresar su lado femenino ante la crisis de la inmigración.
Ahora
bien, este camino, que conduciría
a la masculinización representada en la Figura 3, se encuentra con
diferentes obstáculos. Uno de ellos está en los límites ecológicos
del entorno planetario, cada vez más patentes desde el tercer tercio
del siglo XX, que ha dado lugar también al desarrollo del movimiento
ecologista, y que conduce actualmente a la ominosa amenaza del cambio
climático. Y otro es que el proceso de robotización lleva
progresivamente a la extinción de formas de trabajo manual
típicamente masculinas, aumentando el peso relativo de los trabajos
de cuidado típicamente femeninos (ver al respecto el artículo “El
insospechado poder de las trabajadoras”, de Pierre Rimbert,
en el número de enero de 2019 de Le Monde diplomatique en
español), lo que lleva a una creciente feminización del trabajo
humano, y aporta razones para otro camino a la igualdad, que
conduciría a una feminización de la sociedad, representada en la
Figura 4.
Un elemento significativo en dicho camino es la exigencia de Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción para padres y madres, planteando que a partir del nacimiento la responsabilidad del cuidado debe ser asumida igualmente por mujeres y varones. El cambio de paradigma debe extenderse también a la relación con la naturaleza, cuidándola en vez de perseguir su dominio.
Por ese camino, la liberación de la mujer aparece como la vía, no sólo para la liberación del dominio y la supervivencia del conjunto de la humanidad, sino también para la supervivencia global de la vida en el planeta Tierra, en un enfoque sistémico que integre la interacción con el entorno en la práctica social.