ZAIRE Y LA INTERVENCION MILITAR. Ante los dramáticos acontecimientos de Zaire parece que la comunidad internacional no se pone de acuerdo y mientras tanto hombres, mujeres y niños, que deambulan sin rumbo fijo, empiezan a morir de hambre y sed. Pueden ser 13.000, 40.000, 500.000.....Y surge una vez más el interrogante. ¿Qué hacer? Según algunos medios de comunicación nueve de cada diez ciudadanos del Estado Español están a favor de enviar soldados. Me encuentro dentro de ese diez por ciento, aunque, quizás lo que expresen esas encuestas sea la necesidad que tiene la gente de hacer algo contra la guerra y sobre todo refejan cómo los medios de comunicación son capaces de censurar, tergiversar y presentar sólo una visión interesada del conflicto. Una vez más, parece que algunas ideas profundas se inculcan con mensajes simples. No obstante creo que el tema requiere una pausada reflexión. Veamos el escenario del conflicto. Analizar la situación del Zaire requiere tener presente el Continente Africano. Europa se repartió el mismo en la Conferencia de Berlin de 1.885 y se desprendió de él tras la Segunda Guerra Mundial. La colonización sembró la semilla del no desarrollo, creó fronteras artificiales, agudizó las contradicciones internas, desestructuró comunidades y expolió tierras y personas en beneficio de las Sociedades Occidentales. Hoy Africa no interesa, el Nuevo Orden Internacional desprecia a sus gentes, todos los indicadores sitúan al continente Africano fuera de los mínimos vitales. Zaire tiene la misma renta por habitante que en los años 70 y la participación en el comercio internacional se ha reducido a la mitad entre 1.980 y 1.995. El modelo neoliberal excluye a Africa. Simplemente no existe. Respecto al conflicto regional destacan algunas cuestiones. Este no surge de manera espontánea, era un conflicto anunciado y nunca la comunidad internacional ha tenido voluntad de atajarlo. Por otra parte, la dictadura de Mobutu en el Zaire es una de las más antiguas y corruptas de Africa y en los últimos años se ha opuesto a todo intento democratizador, incrementando la represión sobre la oposición zaireña y la población tutsi de la zona oriental. A su vez, el desarrollo del conflicto en la zona fronteriza entre Zaire y Ruanda ha cogido entre dos fuegos a centenares de miles de ruandeses, hutus, refugiados en la zona desde el genocidio de 1.994. Entre éstos se encuentran los autores del genocidio que afectó a la población tutsi así como a hutus moderados. Los continuos llamamientos al nuevo gobierno de Ruanda tendentes a garantizar el retorno de estos refugiados han fracasado convirtiéndose así en rehenes de los genocidas y en la base social que éstos utilizan de cara a organizar la revancha. El arzobispo de Bukavu constataba hace unos años cómo las grandes potencias incitan a Kigali a endurecer su posición de cara a los refugiados. Apoyan a la minoría en el poder de Ruanda y desean que los refugiados se integren en Zaire. Estas decisiones occidentales hipotecan, concluía, toda solución de paz y tendrán consecuencias desastrosas. Ante la complejidad del conflicto la posición de Occidente no es en absoluto neutral. Ha apoyado, sobre todo los gobiernos de Francia y Bélgica, a la dictadura de Mobutu. Tanto por razones económicas -tal y como lo explica la profesora Susan George (los acredores de Zaire son compañías francesas relacionadas con la familia de Giscard d´Estaing, estadounidenses, del Citybank,...)-, como por razones políticas, ya que Zaire fue muro de contención del régimen pro-comunista de Angola. Por otra parte, países como Bélgica, Francia, Estado Español, China, Suráfrica,... han hecho un gran negocio con la venta de armas, violando el embargo decretado por la ONU. Zaire, Ruanda, Burundi,... son un buen objetivo económico. !Las armas cortas se venden excelentemente! Con estas premisas resulta difícil creer en la buena voluntad de los gobiernos occidentales. La solución que barajan es única y exclusivamente la de una intervención militar. Las diferencias se sitúan en relación a cuanto contingente enviar, quien cubrirá los costos, bajo que mando y sobre el papel que Francia debe desempeñar ya que sus interese políticos en la zona y su actuación en 1.994 en Ruanda le descalifican para esta intervención. No obstante, los rebeldes tutsis y el Gobierno de Ruanda están dispuestos a aceptar una fuerza multilateral formada fundamentalmente por soldados africanos. Parece ser que el Consejo de Seguridad de la ONU ha optado por la intervención sin precisar plazos. Abel Matutes, ministro español de Asuntos Exteriores, y el Secretario de Defensa de EEUU apoyan la decisión pero consideran que no pueden repetirse errores como los de Somalia y Ruanda ya que la intervención sólo debe dirigirse a proteger corredores humanitarios en favor de los refugiados puesto que la la solución de fondo es compleja y pasa, una vez más, por la creación de un ejército multinacional interafricano. Como se ve todas las salidas tienen que ver con la intervención militar. ¿ No cabe otra solución? Desde mi punto de vista la alternativa no pasa en ningún caso por el envío de fuerzas armadas. Y me opongo a ella por una razón fundamental, los militares, los ejércitos y sus armas nunca han servido más que para la guerra. No creo en la legión como vehículo de paz y no comparto la necesidad de que exista la OTAN para que actúe, como el lendakari Ardanza insinúa, en misiones de paz. Sé que ONGs y sectores de la sociedad civil consideran que las líneas anteriores no ayudan a los refugiados que mueren cada día de hambre y sed. Creo que ante este drama no existen soluciones fáciles y la intervención militar lo es. En cualquier caso no evito proponer alguna alternativa. Debemos presionar a nuestros gobiernos para que propicien una negociación política multilateral, de manera que la Conferencia de Nairobi pudiera haber sido un primer paso hacia la paz. Para ello los responsables políticos debían haber propuesto algunas medidas: respetar las decisiones que las partes en conflicto adoptasen, sin interferencias y sin falsos paternalismos que esconden concepciones étnico-racistas; cancelar la deuda externa y reintegrarla en necesidades sociales, prohibición total de la venta de armas a estos países y devolución de un porcentaje de sus beneficios para los sectores sociales más pobres, trato comercial preferencial con el Africa pobre, cese radical de la injerencia francesa y belga, apoyo a los procesos democratizadores, garantías de seguridad para los grupos minoritarios, envío de los gastos previstos para la intervención,... Con estas premisas creo que el alto el fuego y la seguridad hubiesen sido un hecho y las ONGs podrían haber atendido a los refugiados. Sin estos mínimos la presencia militar extranjera, y más liderada por Francia, puede convertirse en un foco más de inestabilidad y los corredores humanitarios en un elemento más del conflicto. No obstante, no rechazo los corredores humanitarios, pero su puesta en marcha requiere un alto el fuego de las partes y su gestión debe quedar al márgen de la intervención militar. Los corredores civiles no pueden ser la primera fase de un plan de paz que nunca llegará, no son un fin son un eslabón más de las verdaderas soluciones de fondo. Apoyemos a los refugiados del Zaire, del resto de Africa, del Kurdistán,... con soluciones estructurales y no con la hipocresía disfrazada de militares. Juan Hernández Zubizarreta.